El adelantado que presentó la renuncia
Enfermo de cáncer, Steve Jobs renunció a la firma y todo indica que esta vez la partida será definitiva. Es considerado un gurú que supo prever los consumos de millones de personas en materia digital y crear con sus inventos fantásticos modelos de negocio.
Por Mariano Blejman
Era cuestión de tiempo. Steve Jobs anduvo merodeándole a la muerte desde hace años, cuando supo que estaba enfermo de cáncer y se las arregló para que todo siguiera funcionando sin él. Jobs no se murió ayer, pero es como si. Aunque no es la primera vez que se aleja con pedidos de licencia por enfermedad, ésta es la primera que se habla de la renuncia con olor a definitiva al frente de una de las empresas más poderosas del planeta. Jobs renunció ayer a su cargo de director ejecutivo de Apple, y su alejamiento –reemplazado por Tim Cook– se parece más bien a una definitiva despedida. Jobs había fundado Apple en 1976 junto a Steve Wozniak y crearon en 1977 una computadora de escritorio que revolucionaría para siempre la historia de la computación personal. Jobs había dejado Apple en 1985 –echado por los accionistas– y luego recontratado por la misma empresa cuando ésta comenzaba a derrapar. Detrás venía el otro gigante, Microsoft, que con el sistema operativo Windows había abaratado el acceso a las computadoras personales, y desde entonces había sido el rey de la informática de hogar. En 1986, Jobs había comprado una empresa de diseño y animación que luego sería Pixar, hoy bajo el paraguas de Disney, que revolucionó el mundo de la animación digital. Jobs volvió a Apple en 1996, cuando esta empresa había comprado NeXT, creada por el propio Jobs, y se convirtió nuevamente en director ejecutivo de Apple desde 1997. Había vuelto el rey.
Se le reconoce a Steve Jobs haber tenido la capacidad de predecir (o hacerle predecir a su inmenso grupo de desarrolladores, diseñadores e ingenieros) posibles costumbres futuras. En un modelo verticalista e integrado de negocio, Jobs diseñó una empresa que en los últimos meses –cuando Estados Unidos estaba a punto de irse al default– tenía en su poder más efectivo que el propio gobierno estadounidense, con 76 mil millones de dólares contra 73 mil millones. Una muestra de su poderío, se dijo, está en su capacidad de prever los consumos de millones de personas de todo el planeta en materia digital y de convertir cada invento en un fantástico modelo de negocio. Entre los grandísimos inventos de Apple durante su reinado resurgido en 1997 cabe destacar aquellos soportes que fueron un cisma en materia de negocios digitales: el iPod, un aparato para escuchar música cambió la relación con la industria musical y la acompañó de una plataforma para comprar música; el iPhone que revolucionó la funcionalidad de los teléfonos hace apenas cuatro años cuando su primera versión incluyó la posibilidad de instalar aplicaciones para que el teléfono tuviera funciones impensadas todavía para la telefonía. Con el iPhone, Apple inventó el mercado de aplicaciones, que hoy son cientos de miles en el mundo, y han convertido a Apple en la empresa con mayor liquidez del planeta. La última gran reinvención de los soportes digitales bajo el mando de Jobs estuvo en el famoso iPad (que ya está a punto de sacar su versión 3), que no sólo vendió millones de aparatos en todo el mundo (y bastante menos en Argentina, debido a su flaca política en relación con los mercados emergentes), sino que fue mostrado como el futuro de la prensa gráfica, la posibilidad de recuperar el diseño gráfico para las aplicaciones y redefinir una vez más el mercado de los juegos digitales.Los productos diseñados por Apple durante el mando de Steve Jobs generan una fascinación que convierte a Jobs en una especie de gurú informático capaz de predecir y construir el futuro. Su línea de diseño produce una especie de adicción, donde los usuarios caen entregados a sus designios y a las costumbres que los ingenieros de Apple quisieran producir en sus usuarios. Cada salida de sus productos en San Francisco se parece más al estreno de una taquillera película de Hollywood que a un nuevo chiche electrónico y miles de jóvenes se abalanzan sobre los McStore para poder comprarse el iPhone 4 con un iPhone 3 en la mano.
Consignado el año pasado por la revista Time como el personaje más influyente de la década, Jobs deja a Apple en un momento histórico de su carrera empresarial, pero con una inquietante gama de sombras respecto del futuro. El estilo agresivo y demandante han hecho de su personalidad un culto que algún día –no muy lejano– Hollywood deberá rescatar. Jobs ha sido tildado de “egomaníaco”, temperamental, obsesivo compulsivo, meticuloso y no muy cortés a la hora de responder los correos electrónicos desde su cuenta personal. Jef Raskin, un viejo colega de Jobs, dijo que el creador de Apple podría haber sido “un excelente rey de Francia”.
En materia de negocios digitales, la sólida situación económica no deja duda del futuro de este megaimperio, pero tiene en frente a varios pesos pesado que no están dispuestos a ceder terreno. Microsoft, histórico enemigo de Apple, es ahora un aliado contra Google por cuestiones de patentes planetarias, y ambos han decidido darle batalla al buscador creado por Sergey Brin y Larry Page. La guerra de patentes ha hecho que algunos productos de Samsung que usan el sistema operativo Android, desarrollado por Google, no puedan salir a la venta en Europa. Google es el único posible titán capaz de enfrentar a Apple en el dominio de los negocios digitales. Pero mientras Apple ha dedicado su vida a controlar todos los procesos productivos, Google ha apostado en general a los sistemas abiertos, donde cualquier fabricante pueda instalar sus sistemas operativos móviles, tal el caso del recién mencionado Android. La guerra de patentes llevó a Google a comprar Motorola Mobility, dueños de una vasta cantidad de patentes, en la guerra que se viene: inventar el futuro tiene un alto costo para el resto. Apple demanda al resto de la industria ser el dueño de las invenciones que ha venido realizado desde hace al menos una década fuertemente en materia de tecnología móvil, pero el resto de los competidores no piensan torcer el brazo.
En la última presentación de Samsung ante los tribunales europeos donde se debate sobre la invención del iPad y su correspondiente patente (que no permitiría a Samsung distribuir su tableta con el sistema operativo de Google), esta empresa presentó como prueba que el inventor del iPad no era Steve Jobs ni Apple ni ninguno de sus empleados, sino el genial director de cine Stanley Kubrick, que había mostrado unas tabletas futurológicas en la película 2001: Odisea en el espacio.
Más allá de que haya dicho que se queda en el consejo director de Apple, la empresa de Cupertino perderá a su alma mater, su musa inspiradora y su rey bien provisto (Jobs no camina desnudo por los pasillos, claro), pero habrá dejado una manera de pensar que seguirá presente en el bunker que ya había estado planificando antes de renunciar: fiel a su megalomanía, Apple está pensando en construir el edificio de oficinas más grande del mundo con forma de nave espacial circular... como aquellas que también se veían en la película de Kubrick.
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