Los celulares ya no son lo que eran
Por Carolina Aguirre
Especial para lanacion.com
Lunes 28 de febrero de 2011 | 02:23 (actualizado a las 01:00)
Hasta ahora, el celular siempre había sido un teléfono móvil de carácter privado y personal que le permitía a su dueño comunicarse desde cualquier lugar y con quien quisiera, sin intermediarios. Mientras que el teléfono fijo aún se comparte entre mucha gente (una familia, una oficina) y se atiende desde una mesita al lado de un pasillo, el celular acompaña a su dueño como un perro fiel, desde un bolsillito secreto, esté en su casa, en su país, en su horario laboral o en su día de descanso, en cualquier destino sin que nadie lo sepa. El teléfono -hasta ahora- siempre había sido de una casa, de una empresa, o de un negocio. El celular, en cambio, era sólo de una persona: de su dueño.Sin embargo, algo está cambiando y los celulares están saliendo del ámbito privado para transformarse en parte de la vida pública. Basta con subirse a un colectivo o a un tren para ser testigo de un montón de chicos escuchando música a todo volumen desde sus móviles como si estuvieran en su propio dormitorio. A veces más de uno por vagón, superponiendo su cumbia con la cumbia de otro, mientras los pasajeros indefensos soportan el sonido monomaníaco de sus raspadores y panderetas metálicas a las ocho de la mañana. La música ya no es de ellos, es de todos, aunque nadie más que ellos haya elegido oírla.
Alcanza también con ir a tomar un café a un bar, y padecer a un cliente con delirios de Donald Trump que no para de atender llamados a los gritos, compartiendo toda la intimidad de su conversación, la voz de su interlocutor, y sus dilemas laborales con todos los demás clientes. Ni hablar de los celulares con radio del tipo Nextel, los menos personales, privados y discretos, que contaminan todo un ambiente con una charla ajena, que a nadie le interesa.
También las fotos han pasado del ámbito privado al público: hoy, sobre todo los adolescentes, les sacan fotografías a sus novias desnudas, a una profesora mal sentada y con la bombacha a la vista, a una vieja que duerme con la boca abierta en un colectivo, a una persona famosa. Se la sacan como un cachetazo, de "prepo" y sin aviso, quitándole toda autoridad al otro sobre su propia imagen y su cuerpo, y la suben a Internet, para que todos las vean.
El celular se muestra. Es un accesorio más de la moda, un símbolo de status, un gadget de lujo. Se elige cada vez con más features , con un diseño más novedoso y más llamativo, con ringtones más variados, de colores que hasta hace un tiempo eran imposibles e inconvenientes: el rosa, el dorado, o plateado, cubierto de cristales Swarovski.
Mientras que en alguna época -no hace tanto tiempo- el objetivo era hacer un celular cada vez más pequeño, discreto e invisible que entrara en un pequeño bolsillito para que nadie lo pudiera ver, hoy es todo lo opuesto. Aquellos viejos celulares ladrillo (enormes y pesados), eran mucho más privados y personales que los supermodernos y diminutos móviles que usamos hoy.
Carolina Aguirre se recibió de guionista en la Escuela Nacional de Experimentación y realización cinematográfica (ENERC) en el año 2000. Es autora de los blogs Bestiaria (que se editó como libro bajo el sello Aguilar en 2008) y Ciega a citas que además de transformarse en un libro se transformó en la primera serie de televisión adaptada de un blog en español.
Colaboró con diversos diarios y revistas como Joy , Crítica de la Argentina, In, Metrópolis, Gataflora, Ohlalá y La mujer de mi vida .
Como guionista escribe para televisión y publicidad en canales y productoras como Pramer, Promofilm, Mandarina y Camilo Ad Hoc.
Actualmente es columnista del programa Mañana es tarde, en Radio del Plata AM 1030 y en su blog Wasabi , en Planeta Joy. Se encuentra trabajando en su próximo libro, que saldrá directamente en papel a fines del 2010.
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