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jueves, 4 de marzo de 2010

Analisis sobre medios

MEDIOS Y COMUNICACION
Nuevo paisaje mediático
Ricardo Haye expone las características básicas del nuevo paisaje mediático y ofrece preguntas para reflexionar sobre el escenario, su evolución y acerca de las prácticas de los comunicadores profesionales.
Por Ricardo Haye *
Las sociedades modernas consagraron muchas energías al propósito de disolver las distancias. En ese sentido, el pasado siglo fue pródigo en desarrollos que contribuyeron a ello y al impulso de las comunicaciones. Insaciable, la humanidad explora ahora cómo hacer realidad algo que vimos en numerosos textos audiovisuales: la teletransportación de objetos y personas. Cuando lo consiga, habrá puesto el último clavo en el ataúd de las distancias. Paralelamente, la comunicación concilió esa voluntad de acercamiento con la vocación de alcanzar a grupos cada vez más numerosos de personas, por lo que sus medios conquistaron la condición de “masivos”.
El primer propósito conserva plena vigencia y goza de excelente salud. Los satélites, Internet y las nuevas tecnologías ayudaron a generar la ilusión de que todo está más cerca. El segundo, en cambio, tiende a volverse cada vez más inaccesible por imperio del mismo desarrollo tecnológico que favorece al primero.
Hasta aproximadamente la década de 1980 crecimos arropados por cuatro o cinco canales de televisión y alrededor de una docena de emisoras de radio, cuota que era significativamente menor en ciudades pequeñas alejadas de los grandes centros urbanos. Las señales podían presumir entonces de ser factores sociales de agrupamiento. En nuestros días, por el contrario, el incremento exponencial de las fuentes emisoras provoca un fuerte proceso de atomización de las audiencias. Internet y los nuevos sistemas de radio-televisión, aéreos o por vínculo físico, expanden el menú de mensajes audiovisuales y determinan que la oferta adquiera proporciones torrenciales.
En los momentos de ocio, cualquier individuo con acceso a estas posibilidades enfrenta la disyuntiva de escoger entre la sintonía de casi cien canales de TV, consagrarse a elegir entre las cuarenta o cincuenta emisoras que su aparato convencional de radio es capaz de registrar con buena calidad en sus bandas de modulación de amplitud y de frecuencia, o zambullirse en la Red a ver qué descubre en YouTube o en los millones de textos sonoros y audiovisuales alojados allí por organizaciones mediáticas y podcasters individuales.
Pero en el horizonte se avizoran ya las opciones que habilitará el sistema de emisión digital al multiplicar por cuatro o cinco las señales actualmente operativas.
Frente a ese escenario, surgen los interrogantes: ¿Cómo abastecer de contenidos a semejante caudal de soportes? ¿Cómo encontrar o escoger aquellos contenidos que resulten más útiles y atractivos?
La primera pregunta contiene la duda acerca de si cada medio habrá de presentarse ante su audiencia con productos propios y originales o asumirá un carácter parasitario. Planteado en otros términos: la cuestión reactualiza el debate acerca de si serán medios genuinamente productores o simplemente reproductores.
También cabe allí la incertidumbre acerca de quiénes producirán los contenidos que permitan la continuidad de cada servicio. ¿Se habilitarán nuevas fuentes laborales o primará el tradicional concepto empresario de obtener la máxima rentabilidad con el mínimo esfuerzo? ¿Cómo se regularán las tareas de los comunicadores para que no se vean expuestos a la sobreexplotación? ¿Estará contemplada en sus salarios la réplica de sus productos en más de un medio?
El segundo punto interpela a las audiencias. Si hoy es complejo localizar los textos que cada uno busca o necesita, en el futuro la tarea resultará aún más ardua. Cabe suponer que los programas informáticos de búsqueda adquirirán mayor protagonismo, pero siempre con un amplio margen de duda acerca de su confiabilidad y exhaustividad. ¿Habrá nuevas formas de filtrado o gate-keepers en los que pueda depositarse confianza? Es dable pensar que de los propios usuarios surgirán formas de difusión más o menos sistemáticas que intentarán volver cosmos el caos textual que se avecina. ¿Serán suficientes?
Dejamos aparte un tercer interrogante acerca de cuál será el aspecto futuro de los medios, dado el reformateo que soportan y que está modificando sus especificidades de modo significativo.
Una organización vigorosa como Radio Nederland está dando pasos decisivos para convertirse en agencia productora de contenidos. La determinación viene avalada por números: en América latina son 1500 las estaciones que retransmiten algunos de sus productos. Pero, además, sus propuestas están desbordando el carácter exclusivamente sonoro de sus textos. Los periodistas de la emisora internacional holandesa vienen incorporando a sus productos imágenes fijas y en movimiento. Esos mensajes alcanzan a los oyentes cada vez menos a través de las emisiones en onda corta y cada día más mediante las retransmisiones satelitales y por intermedio del sitio web de la radio matriz.
Procesos parecidos se registran en los portales de radios argentinas, donde se conjugan las capacidades instaladas de distintos medios que responden a la misma estructura de propiedad. Pero incluso aquellas radios que carecen de familia televisiva o gráfica también comienzan a cargar en sus sitios web material escrito, infográfico, fotográfico o de video. Con las excepciones del caso, parece que el concepto multimedial aún no está debidamente incorporado a las prácticas profesionales.
Tampoco queda claro cuál será el comportamiento de estos medios en los próximos años, cuando la reconfiguración en marcha establezca cuotas de audiencia quizá más volubles y seguramente más pequeñas. Tal vez entonces crezca la necesidad de segmentación de audiencias y especialización temática para cada medio, algo a lo que se vienen resistiendo las estructuras tradicionalistas que definen grillas de programación en las radios argentinas.
Finalmente queda el espacio para la preocupación sustancial respecto de la calidad de los contenidos que, ya en el actual paisaje mediático, se ve fuertemente condicionada por hábitos tan arraigados como inconstancia de la mirada, superficialidad de planteos, espontaneísmo que disfraza la falta de producción previa, tendencia a la fragmentación conceptual, ausencia de contextualización, descuido estilístico y demás características que favorecen la configuración de un pensamiento leve y huérfano de compromisos.
* Docente-Investigador. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional del Comahue.
MEDIOS Y COMUNICACION
Lo que el agua lleva
A la luz de los recientes acontecimientos climáticos, Sandra Massoni plantea la necesidad de vincular, en lo académico y lo profesional, el ambiente, las tecnologías y la comunicación.
Por Sandra Massoni *
Llueve en Buenos Aires. Un tren levanta –con forma de ola– el agua acumulada y entonces sí, la problemática del cambio climático asciende al primer lugar en el podio de los famosos y concita la atención de los medios locales. “Tsunami en Buenos Aires”, titulan los noticieros de la tele y estalla la polémica en torno del tema en los portales de Internet; en paralelo, se reaviva el debate en las universidades. Hablar de comunicación ambiental hoy es como estar en la cresta de una buena ola y a punto de protagonizar algún excitante desplazamiento. No somos surfers ni otros deportistas en el mar, sino académicos, pero quienes trabajamos en el campo de estudios de la comunicación ambiental navegamos como investigadores en un territorio extremo, en el cual ya no es tan fácil manejarse con viejas coordenadas para poner buen rumbo. Lo ambiental es un sitio de frontera que expone los límites y los efectos indeseados del reduccionismo de seguir pensándonos como seres humanos separados de la naturaleza, ya sea dominándola o siendo víctimas de su poderío. Estamos empezando a entender que naturaleza y sociedad son un continuo que se expresa a través del concepto de ambiente, en un momento dado del tiempo y del espacio.
Ambiente, tecnologías y comunicación son espacios nodales de nuestro quehacer como profesionales y también como estudiosos de la comunicación social contemporánea. Suelo decir que, en última instancia, nuestro trabajo como comunicadores no es más que una búsqueda en torno de reconocer puntos de contacto, espacios de encuentro y conexión entre aquello que se halla disociado. En este sentido aportar soluciones a la problemática ambiental requiere un abordaje comunicacional que valore los componentes, pero también, muy especialmente, sus relaciones y sus sinergias sin escindirlas de su contexto.
Trabajando desde los paradigmas clásicos, las acciones comunicacionales dirigidas a la solución de los problemas ambientales se mueven típicamente en el ámbito de la difusión de ciertos mensajes, que suelen reducirse a tres tipos: como contenidos tecnológicos; en torno de la generación de normas para impedir la degradación de los recursos naturales; o acerca de incentivos de distinto tipo para promover conductas deseables en los ciudadanos. Por el contrario, desde las nuevas teorías de la comunicación estratégica, nuestro campo de estudio requiere ahondar en las vinculaciones, simbólicas y materiales y aun en las percepciones que hicieron posible que emerjan esas problemáticas. Requiere identificar las causas y los componentes de aquello que aparece como problema para identificar acciones de transformación deseables y posibles con distintos actores. No se ofrecen soluciones curativas, se va al meollo de la cuestión.
Existe un movimiento que está empezando a crecer en las universidades y que es el interés por una ciencia social que nos permita explorar nuestra experiencia del mundo como seres corpóreos. Necesitamos repensar la cuestión de la corporalidad y el conocimiento tomando en cuenta que somos partes indisociables del universo entendido como un infinito entramado vital. Como ya lo planteaba Spinoza, una red de intercambios en la que nada está aislado y en la que toda entidad singular precisa de las demás para existir. Si consideramos el universo como vivo y no escindido, lo que nos toca como comunicadores ambientales es aprender a trabajar en este mundo fluido, aprender a investigar y a actuar en redes y en sistemas complejos evolutivos.
Los trabajos de investigación en comunicación desde esta nueva perspectiva aportan a desplazamientos en las modalidades de pensar y hacer comunicación, a partir de las TIC y teniendo en cuenta que la multidimensionalidad de los fenómenos requiere concebir la actuación de la comunicación desde la estrategia y desde lo fluido, superando la tradicional comunicación prescriptiva.
* Doctora en comunicación UBA. Directora de la carrera de Posgrado en Comunicación Ambiental, Universidad Nacional de Rosario.

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