Las víctimas ilustres del cigarrillo
En la columna de hoy, el autor se refiere a los trucos que se realizan con ciertas fotos de personajes célebres para quitarles de las manos el cigarrillo que blandían en tiempos pasados, como expediente equivocado para luchar contra la adicción.
El fanatismo de los más acérrimos enemigos del tabaco los lleva, a veces, al extremo de manipular el pasado del producto para eliminarlo, como lo hacía Stalin con sus más peligrosos adversarios políticos.
Cuando se trataba no de personas, sino de asuntos contrarios a la ideología dominante, Stalin los borraba retrospectivamente de la Gran Enciclopedia Rusa. El caso que más puede interesar a los lectores de esta columna es el de la publicidad. En Rusia se publicaban anuncios comerciales antes de la revolución, en los que colaboraban grandes poetas y artistas gráficos; el régimen consideró que alentaban “necesidades innecesarias” y los condenó al olvido… hasta que los necesitó para vender sus exportaciones y los rehabilitó en el mismo registro histórico.
Volviendo al tabaco, la desmemoria interesada de algunos enemigos del cigarrillo mereció la portada de una reciente edición del Corriere della Sera. “La lucha contra el tabaco -escribió el diario de Milán-, se cobró otra víctima ilustre: Alain Delon”.
Sabido es que la publicidad del cigarrillo está prohibida en todas las formas y todos los medios en Francia, pero un celoso directivo de Christian Dior quiso “ser más papista que el Papa” y se ensañó con una foto antigua de Delon que debía ser utilizada en una promoción de la marca.
Como Delon, muy joven, aparecía con un pucho entre los dedos de la mano derecha, se decidió que veinte o treinta años después ese detalle fotográfico podía generar algún rechazo a los actuales consumidores y, con una pirueta del photoshop, lo apartó del vicio retrospectivamente.
Operados del cigarrillo
No fue el único caso. El diario recuerda otros, uno de los cuales ya comentamos hace un par de años en esta columna. La víctima virtual de entonces fue Jean-Paul Sartre; en ocasión de realizarse, en Francia, una muestra en su homenaje, para la foto de tapa del folleto extirparon el cigarrillo de la mano del filósofo, que en vida fumaba como una chimenea. El resultado fue una imagen en la que la mano de Sartre quedaba en una posición ridícula, extrañando el cigarrillo que había motivado el gesto.
El Corriere menciona una más. Por parecidas razones, Jacques Tati, el genial director e intérprete de Las vacaciones de Monsieur Hulot sufrió la cirugía de su pipa. Sartre y Tati ya habían muerto cuando fueron convertidos a la causa del antitabaquismo; Tati, de haber estado vivo, ni siquiera hubiese alzado la voz, debido a que, como un moderno Chaplin, sólo gruñía en sus películas.
Pero se me ocurre que más que estos despojos, importa el espíritu revanchista, insensato y deshonesto de quienes los perpetraron. El cigarrillo es una adicción demasiado grave como para combatirla engañosamente, en vez de enfrentarla severa pero adultamente. No le hace bien tratar a la gente como si fuesen infantes carentes de juicio, tomándole el pelo con ejemplos de abstenciones que no son reales.
Lo peor es el daño que hacen tales procedimientos a la causa, genuina por cierto, que pretenden defender. La adicción al tabaco se combate con mínimas medidas regulatorias, apelando a los involucrados a través de la autorregulación, y emprendiendo una acción educativa bien organizada, complementado a su vez con una información que recuerde constantemente los males que provoca. No con una desinformación retrospectiva y engañosa que no hace más que provocar la burla y el enojo de fumadores y no fumadores.
En la columna de hoy, el autor se refiere a los trucos que se realizan con ciertas fotos de personajes célebres para quitarles de las manos el cigarrillo que blandían en tiempos pasados, como expediente equivocado para luchar contra la adicción.
El fanatismo de los más acérrimos enemigos del tabaco los lleva, a veces, al extremo de manipular el pasado del producto para eliminarlo, como lo hacía Stalin con sus más peligrosos adversarios políticos.
Cuando se trataba no de personas, sino de asuntos contrarios a la ideología dominante, Stalin los borraba retrospectivamente de la Gran Enciclopedia Rusa. El caso que más puede interesar a los lectores de esta columna es el de la publicidad. En Rusia se publicaban anuncios comerciales antes de la revolución, en los que colaboraban grandes poetas y artistas gráficos; el régimen consideró que alentaban “necesidades innecesarias” y los condenó al olvido… hasta que los necesitó para vender sus exportaciones y los rehabilitó en el mismo registro histórico.
Volviendo al tabaco, la desmemoria interesada de algunos enemigos del cigarrillo mereció la portada de una reciente edición del Corriere della Sera. “La lucha contra el tabaco -escribió el diario de Milán-, se cobró otra víctima ilustre: Alain Delon”.
Sabido es que la publicidad del cigarrillo está prohibida en todas las formas y todos los medios en Francia, pero un celoso directivo de Christian Dior quiso “ser más papista que el Papa” y se ensañó con una foto antigua de Delon que debía ser utilizada en una promoción de la marca.
Como Delon, muy joven, aparecía con un pucho entre los dedos de la mano derecha, se decidió que veinte o treinta años después ese detalle fotográfico podía generar algún rechazo a los actuales consumidores y, con una pirueta del photoshop, lo apartó del vicio retrospectivamente.
Operados del cigarrillo
No fue el único caso. El diario recuerda otros, uno de los cuales ya comentamos hace un par de años en esta columna. La víctima virtual de entonces fue Jean-Paul Sartre; en ocasión de realizarse, en Francia, una muestra en su homenaje, para la foto de tapa del folleto extirparon el cigarrillo de la mano del filósofo, que en vida fumaba como una chimenea. El resultado fue una imagen en la que la mano de Sartre quedaba en una posición ridícula, extrañando el cigarrillo que había motivado el gesto.
El Corriere menciona una más. Por parecidas razones, Jacques Tati, el genial director e intérprete de Las vacaciones de Monsieur Hulot sufrió la cirugía de su pipa. Sartre y Tati ya habían muerto cuando fueron convertidos a la causa del antitabaquismo; Tati, de haber estado vivo, ni siquiera hubiese alzado la voz, debido a que, como un moderno Chaplin, sólo gruñía en sus películas.
Pero se me ocurre que más que estos despojos, importa el espíritu revanchista, insensato y deshonesto de quienes los perpetraron. El cigarrillo es una adicción demasiado grave como para combatirla engañosamente, en vez de enfrentarla severa pero adultamente. No le hace bien tratar a la gente como si fuesen infantes carentes de juicio, tomándole el pelo con ejemplos de abstenciones que no son reales.
Lo peor es el daño que hacen tales procedimientos a la causa, genuina por cierto, que pretenden defender. La adicción al tabaco se combate con mínimas medidas regulatorias, apelando a los involucrados a través de la autorregulación, y emprendiendo una acción educativa bien organizada, complementado a su vez con una información que recuerde constantemente los males que provoca. No con una desinformación retrospectiva y engañosa que no hace más que provocar la burla y el enojo de fumadores y no fumadores.
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