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domingo, 9 de noviembre de 2008


La realidad manipulada
Gracias a la tecnología, hoy es posible alterar una imagen hasta límites antes impensados. Cómo usamos y cuánto abusamos del Photoshop, un recurso que, en la era digital, está al alcance de todos
Una muchacha bonita mira la luz de la luna desde la terraza de un edificio. Al fondo, el perfil de la ciudad asoma húmedo y un poco amenazante. La escena recuerda a la publicidad de unos conocidos jeans, pero no lo es. Es la imagen, trucada con el programa Adobe Photoshop, que Jackeline Traviani (16) eligió como leitmotiv para el libro de fotos de su fiesta de cumpleaños de 15.
"Tenía la idea de imitar alguna publicidad que me gustara. Intentamos algunas, pero eran producciones muy complicadas, y ésta es la que mejor quedó. Una se da cuenta cuando una foto está manipulada y cuando no. Es algo tan común que ya todos lo distinguimos fácilmente. Ya no creés lo que estás viendo. Cuando salgo con mi novio y vemos por la calle la foto de una modelo, yo le digo: «Ahhh!, mirá que linda!» Y mi novio dice: «no le creas nada. Hay que ver cómo es personalmente». En mi colegio, las chicas se llenan de cremas cosméticas y tratamientos faciales. Todas quieren parecer modelos, pero la única manera de lograrlo rápidamente es con el Photoshop."
El testimonio de Jackeline deja en evidencia una verdad cada vez más clara para todo el mundo: las fotos mienten. Mienten porque siempre son el resultado de la elección subjetiva de quien opera la cámara; pero en la era de la informática y de la aparición del Adobe Photoshop (hoy, el programa de edición de imágenes más difundido del planeta), las posibilidades de alterar los contenidos de una fotografía se han multiplicado exponencialmente.
Lo que antes requería un dominio técnico muy sofisticado y mucho tiempo para lograr un resultado aceptable, ahora se hace en cuestión de minutos, y es casi imposible distinguir cuál es la foto original y cuál la falsa.
Son tantas las funciones y posibilidades de alteración que brinda este software, que prácticamente no existe manera de conocer y aplicar todas las herramientas que ofrece al usuario.
Para Miriam Traviani (41), la mamá de Jackeline, hay que saber discernir cuándo usar el Photoshop y cuándo no: "En las fotos familiares no lo usamos. Mis hijos, para sus fotos personales hacen algún tipo de manipulación. Cambian colores, realzan brillos, etcétera. En una foto grupal, recortan alguna imagen para subirla al Facebook. A mí no me gusta particularmente este tipo de manipulación, pero me parece bastante práctico. A veces las fotos no salen bien, y con el Photoshop se pueden mejorar y no perderlas. No intentaría modificar una nariz en una cara de una foto familiar. Pero si la nariz no salió bien, la corregiría para que se viera como es en realidad, porque a veces los ángulos de toma no son los más favorables. Pero lo haría sólo para embellecer. La foto es un recuerdo que se guarda a través de los años. En algún evento familiar muy importante se puede intentar retocar levemente a algunas personas, pero nunca excedería una finalidad cosmética".
El resultado de la manipulación sin límites ha traído por parte del público una gran desconfianza respecto de la veracidad de la imagen fotográfica. Pero, al mismo tiempo, esta nueva cultura acerca de la imagen y de sus contenidos cada vez más ambiguos genera en los que fotografían y en los fotografiados una necesidad irresistible de "ver y verse mejor".
Hasta el año pasado circulaba en Internet una imagen de "el antes y el después" del retoque digital de una conocida actriz que hacía una campaña gráfica de ropa interior. El antes era la toma "cruda". Y el después, el resultado obtenido luego del "retoque cosmético". Vistas así, una al lado de la otra, la imagen manipulada ofrecía una visión irreal de un cuerpo femenino real. La piel tenía una tersura que no puede encontrarse en ninguna raza del planeta, a ninguna edad posible. Los pliegues de los miembros eran casi imperceptibles. La cintura había sido angostada y el busto, aumentado. La lozanía del rostro era sólo comparable con la de una muñeca de porcelana.
Pero viendo la imagen original, la "cruda", se podía apreciar el encanto y la vida de una mujer joven expuesta en toda su belleza. Seguramente, si le dieran a elegir cómo mostrarse, la actriz optaría sin dudarlo un instante por la foto manipulada digitalmente.
"El público no quiere ver a sus ídolos envejecidos, gordos o mal", decía un experimentado editor hace unos años. Y esta aseveración no es nueva. Cuando actrices de la talla de Mirtha Legrand eran jovencitas, sus fotos también eran retocadas (con recursos no digitales) para que sus rostros parecieran todavía más juveniles. Hoy, nadie cuestiona que incluso mujeres de edad avanzada sigan "conservando" rasgos tan jóvenes.
En la industria del entretenimiento, las llamadas celebrities cuidan a tal punto su imagen que tienen fotógrafos personales para garantizarles el maquillaje digital a medida, y su imagen es distribuida a los medios bajo su estricto control.
Para Miriam, "las fotos de celebrities que vemos en las revistas generan un alteración exagerada. Eso es muy perjudicial, sobre todo para las mujeres. Si no somos muy conscientes de que lo que vemos en esas fotos no es real, se puede llegar a pensar que esa clase de belleza es posible. Es peligroso para las personas que ingenuamente anhelan un ideal de imagen que en el fondo es sólo virtual".
Nicolás Verba (15) pensó en hacer un book de fotos para la fiesta de su bar mitzvá. Y como le gusta tocar la guitarra, eligió presentarse a sí mismo como una estrella de rock (ver fotos). Para lograr un efecto real, su padre, Germán (42, abogado), recurrió a los servicios de un fotógrafo profesional.
"El esquema de la fiesta era presentarlo a Nico como si fuera una estrella de rock. Incluso hubo una proyección donde mi hijo aparecía en las tapas de las revistas más importantes del género ?dice Germán Verba?. Antes no dejábamos las cámaras en manos de los niños. Hoy la fotografía digital y sus nuevos dispositivos (teléfonos) permiten que hasta un chico pueda fotografíar fuera de la influencia de sus mayores. Creo que la posibilidad de la manipulación digital de una fotografía se ha transformado en un arte en sí mismo. Se puede aplicar tanta creatividad en la etapa posterior de la toma que uno puede arribar a una realidad, o una ilusión de la realidad, totalmente distinta. El Photoshop permite crear algo diferente. Es un nuevo arte que se desarrolla cada vez más y es inevitable. Está al alcance de cualquiera y se ha impuesto por sí mismo. El riesgo es que quita veracidad a la fotografía. Obliga a mirar con mayor cuidado. Debería estar aclarado cuando observamos una imagen si ésta ha sido manipulada o no. Si no se aclara de antemano, el valor testimonial de una fotografía se torna relativo. La única garantía de su veracidad es el autor de la imagen".
Fotos de recetas, de decoración, fotografía de moda, celebrities, etcétera, hasta llegar a la ilustración digital, donde el rasgo de la fotografía utilizada es casi imperceptible, constituyen un imaginario en los medios gráficos ya familiar para el público, que diferencia y acepta la manipulación porque está culturalmente preparado para su consumo.
Pero en el terreno de las noticias de actualidad estricta, determinada por la inmediatez informativa, y en el reportaje fotográfico, que es un tratamiento más interpretativo de una determinada historia, la fotografía sigue siendo considerada una pieza de información que agrega contenido a una noticia. El compromiso con la realidad que muestra una fotografía en un contexto periodístico está sustentado por la seriedad de la fuente que la publica y la confianza que el público deposita en el medio.
En ese sentido, todos los medios gráficos serios tienen manuales de estilo en los que se delimitan en forma precisa los alcances del retoque digital en una fotografía. Y se establecen diferentes géneros para diferenciar aquellas imágenes que han sido manipuladas con fines ilustrativos de las que no pueden ser alteradas en ninguna situación.
En el mundo de la fotografía familiar las cosas no son tan estrictas. A la hora de dividir el álbum familiar, un matrimonio que se divorcia enfrenta un problema de difícil solución. ¿Cómo conservar el hermoso recuerdo del cumple del nene durante aquellas vacaciones inolvidables y evitar seguir viendo al ex, que le trae recuerdos contrapuestos?
Sergio Liste (31) es fotógrafo de eventos sociales. Ante la pregunta de LNR sobre qué cambios le piden sus clientes, enumera:
"Las chicas, en los cumples de 15, piden que les saques los granitos y quieren las piernas más delgadas. Una vez, una adolescente me pidió que le aumentara el busto. Ahora le hice unas fotos a una chica que juega hockey. Tiene los muslos un poco gruesos. Ella es muy linda, pero quiso que le adelgazara los muslos. Otra me pidió: «¡Quiero tener una foto donde aparezca con Ricky Martin!». Lo que más quieren las madres es que les quite arrugas y bolsitas de los ojos. ¡Quedan como de porcelana! Si la gente no lo pide, yo no le toco la cara a nadie sin permiso.
"Hace poco fotografié un casamiento. Los chicos no quisieron retoque, pero es que eran muy lindos los dos? Eran perfectos. Daba gusto sacarles fotos. No eran modelos, pero lo parecían.
"Me parece chocante cuando fotografío un grupo en una fiesta. Al hacer la foto está todo bien. Pero en el estudio me piden que saque a alguien por que no salió como esperaban."
El reconocido fotógrafo de modas y publicidad Urko Suaya opina: "Desde que trabajo con cámaras digitales, la foto debe pasar sí o sí por el Photoshop para balancear y equilibrar la imagen, ademas de ajustar ciertos detalles imposibles de evitar durante la toma fotográfica. Pero el uso indiscriminado de esta herramienta casi siempre genera un resultado «plástico» y de mal gusto. Lo considero un recurso burdo si no se utiliza con sutileza y buen criterio".
Los dichos de Suaya, que entre otras cosas se especializa en fotografiar la belleza femenina, parecen ir en contra de lo que buscan tantas adolescentes en los fotologs o en las páginas de Facebook.
La joven Jackeline concluye su testimonio: "La gente que quiere cambiar su apariencia es porque quiere ocultar algo. Todas quieren ser las más flacas, las más llamativas. Es algo cotidiano. Pero hay chicas de mi edad a las que no le importan estas cosas. Los más adolescentes quieren parecer más grandes y los grandes quieren parecer más chicos. Uno puede tener la ilusión de aparentar lo que no es, pero al final todos sabemos quiénes somos".
Dos abuelas se encuentran en la plaza. Una empuja un carrito con un bebé.
"¡Qué hermosa nieta tenés!", le dice la otra. "Eso no es nada", replica la primera, mientras busca en su billetera. "¡Esperá a que te muestre las fotos!"
Por Daniel Merle revista@lanacion.com.ar
Antigua fotografía virtual, según Luis Priamo
La identificación de lo real con su representación fotográfica tiene una base objetiva, ya que todos los seres u objetos iluminados que están frente al objetivo son fijados en la superficie sensible sin mediaciones. Cuando uno tiene en la mano un negativo del siglo XIX de la plaza de la Victoria, por ejemplo, sabe que la imagen del Cabildo es el resultado de la luz por él reflejada imprimiendo la emulsión sensible. La conciencia de ese proceso produce una emoción particular: sentimos que en la mano sostenemos un instante del pasado en estado de existencia efectiva permanente. Ese es el origen de la definición de Barthes de la esencia fotográfica: el estar aquí de lo que ya no está.
Desde su inicio, la fotografía combinó este carácter de reflejo concreto de lo real con otro de artificio convencional, ya que era en blanco y negro. Esta última característica fue profundizada por los diversos procedimientos de manipulación de la imagen que forman parte de la historia del medio. Los daguerrotipos, primera técnica fotográfica universal, fueron tempranamente intervenidos con toques de color, por ejemplo. En general, la manipulación estuvo orientada a mejorar el resultado de la imagen. En este sentido, el Photoshop es un eslabón más en la antigua cadena de posibilidades de manipulación de la imagen analógica. En todo caso, facilita y multiplica procedimientos preexistentes.
La manipulación fotográfica también tomó caminos lúdicos y creativos desde el inicio. Trucos como el retrato de una persona dialogando consigo misma, o de cuerpos deformados ópticamente (como le gustaban a Kertetz), o de imágenes con tonos invertidos (técnica de solarización que Man Ray utilizó en retratos memorables), o los fotomontajes, que habilitaban combinaciones fantásticas de todo tipo (como los Sueños, de Grete Stern), menudearon a través del tiempo. Dicha posibilidad creativa basó siempre su efecto en la identificación de lo real con su representación fotográfica. Si así no fuera, la imagen de un burro muerto sobre un piano, ilustración clásica del film Un perro andaluz, de Buñuel, no simbolizaría su carácter surrealista.
Hoy, el Photoshop permite jugar con retratos propios y ajenos a voluntad. Al parecer, las personas se están habituando a ver y a mostrar sin escándalo su propia cara con cirugía estética virtual. Parece una nueva convención, pero tampoco lo es. A fines del siglo XIX, las cinturas de voluminosas matronas porteñas fotografiadas por Witcomb eran reducidas mediante el retoque de los negativos a dimensiones increíbles (de allí esas fotos de mujeres con bustos enormes y cinturas de avispa, en combinación incongruente). Estos retratos no eran secretos. se exhibían en el salón principal de la casa sin pudor, ya que el embellecimiento convencional de la apariencia fotográfica femenina lo aprobaba.
El autor es investigador de fotografía
Realismos, por Beatriz Sarlo
Quizá no todos los lectores lo sepan, o quizá lo sepan pero no lo recuerden cada vez que leen una entrevista en un periódico: los reportajes se editan, pasando por un Photoshop que atenúa las imperfecciones mayores, casi inevitables, en la lengua hablada. Todo es algo mejor de como fue dicho, porque la imprecisión vuelve cualquier texto poco tolerable. Cuanto más larga haya sido la entrevista real, más fuerte será la edición del reportaje publicado.
Hay personas que, hablando, son casi tan buenas antes de la edición como después; también hay ediciones de reportajes que, porque no se ha entendido lo que dijo el entrevistado, son peores que el registro oral. En los comienzos del periodismo moderno, cuando no existían los grabadores, el cronista anotaba los dichos del entrevistado. El proceso de "edición", que tenía lugar a medida en que el entrevistado hablaba, era sin duda mucho más intrusivo. Cuando se leen diarios de hace más de medio siglo siempre sorprende la falta de "realismo" de los reportajes que se hacían sin grabador. Estamos, por un lado, acostumbrados a cierto "realismo". Por el otro, es imposible olvidar que el "realismo" es un estilo, no un espejo. Basta comparar un testimonio publicado por un diario y el mismo testimonio escuchado en la radio o en TV.
Pero además, las posibilidades técnicas nos acercan a otro tipo de "realismo": el del detalle. Si se miran diarios de la Segunda Guerra enseguida se comprueba que las fotos publicadas, que en su momento parecían el colmo del "realismo", carecían de la precisión de detalles de las actuales porque las técnicas de impresión estaban más atrasadas que las fotográficas, excepto en las grandes revistas, que imprimían sobre papel ilustración con máquinas muy sofisticadas.
Con esto quiero señalar que el "realismo" no existe. Hay técnicas y estéticas que permiten una nitidez mayor o menor. Y además de las técnicas está la ideología. La mayoría de las celebrities tienen una ideología perfeccionista: quieren ser vistas mejor de lo que son. Este deseo empezó a ser compartido por los políticos y, sobre todo, por las mujeres de la política.
Nadie defendería una foto de la cual se hayan borrado las imágenes de opositores; nadie propondría que se embelleciera el registro de un barrio miserable; nos parece intolerable que un fotógrafo estetice una escena desgarradora. Pero damos por descontado que las celebridades tienen derecho a decidir su imagen ideal y, en consecuencia, también tienen derecho a proscribir el uso de sus imágenes "realistas". La promesa de juventud y belleza se ha democratizado y reclaman su cumplimiento no sólo los bellos y los jóvenes.
Hace 20 años, la periodista de una revista dedicada a los famosos me dijo: "Aquí todo el mundo tiene que salir lindo". En ese momento, tal objetivo comprometía, de modo sistemático, solamente a las páginas de esa revista. Hoy es una reivindicación de casi todo el mundo.
La autora es docente, investigadora y ensayista

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