EN FRANCIA PREVEN UN AUSENTISMO RECORD PARA LOS COMICIOS REGIONALES DEL DOMINGO
Repunte de la izquierda y alta abstención
Los sondeos marcan dos tendencias para el domingo: la supremacía de las listas de izquierda frente al oficialista UMP y la existencia de una mayoría abstencionista. El debate se contaminó con temas como la inmigración.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El desencanto y su consecuencia inmediata, la abstención, amenazan la primera vuelta de las elecciones regionales que se celebran el próximo domingo en Francia. Los sondeos de opinión marcan dos tendencias fuertes: la supremacía de las listas de izquierda frente al partido presidencial UMP y la existencia de una mayoría abstencionista que podría convertir estas elecciones en las menos votadas del último cuarto de siglo. Las encuestas coinciden en apuntar el ascenso del Partido Socialista en las intenciones de voto. El PS podría obtener 31 por ciento de los sufragios frente al 27 por ciento de la UMP. En tercer lugar vienen las listas de Europa Ecología, movimiento encabezado por el ex líder de Mayo del ’68 Daniel Cohn-Bendit, 14 por ciento; la extrema derecha del Frente Nacional, 9 por ciento; el Frente de Izquierda, 6 por ciento, y el partido centrista Modem, 5 por ciento.
En términos globales, las listas de izquierda obtendrían 48 por ciento, mientras que la derecha se quedaría con 32 por ciento del electorado. El contexto muestra que pese a su desunión, su falta de línea clara y sus innumerables tropezones, la izquierda socialista no ha perdido el apoyo de su electorado regional. Sin embargo, en términos de lectura de la calidad de la democracia, lo más inquietante son los altos índices de abstención que se prevén, el de-sinterés de los electores por las plataformas políticas, la alucinante distancia entre los políticos y las necesidades de la población y la contaminación del debate electoral con los temas ligados a la identidad nacional, las discriminaciones y los inmigrados. Este último capítulo ha sido notablemente fructuoso en groserías de todo tipo en contra de los extranjeros. Sus protagonistas salieron de todos los sectores del arco político francés y con ello rompieron la hegemonía que la ultraderecha francesa mantenía no sólo sobre el tema, sino también con el tono vulgar y agresivo. Un miembro de la mayoría gubernamental habló de “invasión”, un ministro en ejercicio evocó que el problema era cuando había “demasiados” –gente de origen árabe– y un dirigente socialista declaró que no votaría por el ex primer ministro socialista Laurent Fabius, de origen judío, porque éste no tenía “una jeta demasiado católica”.
A este ramito de cortesías también le caben las ya abusivas vulgaridades de la extrema derecha y sus afiches electorales que hacen de los extranjeros una suerte de plaga invasora. Eso sí, todo esto sin que jamás un juez u otra autoridad se pregunte sobre los límites que ya es hora de trazar en un Estado que hizo de los derechos humanos un eje de la construcción de su identidad. En la región de la Costa Azul, Jean-Marie Le Pen tuvo que acudir ante la Justicia luego de una querella presentada por la Liga contra el Racismo debido a un sucio afiche electoral que mostraba a una mujer con velo, un mapa de Francia cubierto con la bandera de Argelia lleno de misiles y el eslogan “No al islamismo”.
La iniciativa de Eric Besson, ministro de Inmigración e Identidad Nacional, contribuyó en mucho a crear un remolino que fue arrastrando todo a su paso. Be-sson lanzó hace unos meses un debate sobre la “identidad nacional” mediante una consulta que consistía en responder a la pregunta “¿Qué es ser francés?”. Esa idea respondía a una estrategia electoral cara a las elecciones regionales, pero suscitó tantos debates y excesos que el primer ministro francés, François Fillon, tuvo que dejar a un costado esta propuesta para contrarrestar los efectos nefastos que estaba acarreando para la mayoría.
La crisis internacional, sus consecuencias sobre el tejido social y el desempleo, así como la incapacidad del sistema político para aliviar su impacto terminaron cerrando a los electores en el desencanto. En enero pasado, un estudio del Centro de Investigaciones Políticas de la Universidad de Ciencias Políticas (Cevipof) constató que el 67 por ciento de los franceses no tenía confianza ni en la izquierda ni en la derecha para resolver los problemas del país. Brice Teinturier, miembro de la encuestadora TNT-Sofrés, explicó al diario Le Monde que “la abstención tiene una razón mayor: la supuesta impotencia de los políticos para resolver los problemas de la sociedad francesa, en especial el desempleo”. Los medios de comunicación no son ajenos a esta distancia: privilegiaron los temas colaterales, los antagonismos de conventillo, redujeron la pertinencia de los debates en una suerte de concurso sobre quién era el más ligero, el más superficial, el más espectacular y vacío. Señoritas de llamativa belleza y jóvenes de corbatas luminosas entrevistan con la misma regla de la ignorancia a un candidato o a un cantante de moda.
El abismo entre electores y gobernantes podría llevar a la abstención a superar la barrera del 50 por ciento. En las precedentes elecciones regionales de 2004, la abstención alcanzó el 39,2 por ciento de los electores. Luego, en las presidenciales de 2007, la densa confrontación izquierda-derecha entre el actual presidente, Nicolas Sarkozy, y la candidata socialista, Ségolène Royal, movilizó al electorado. Tres años después, la abulia, el desaliento y la incomprensión están edificando un muro entre el electorado y las urnas.
Repunte de la izquierda y alta abstención
Los sondeos marcan dos tendencias para el domingo: la supremacía de las listas de izquierda frente al oficialista UMP y la existencia de una mayoría abstencionista. El debate se contaminó con temas como la inmigración.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El desencanto y su consecuencia inmediata, la abstención, amenazan la primera vuelta de las elecciones regionales que se celebran el próximo domingo en Francia. Los sondeos de opinión marcan dos tendencias fuertes: la supremacía de las listas de izquierda frente al partido presidencial UMP y la existencia de una mayoría abstencionista que podría convertir estas elecciones en las menos votadas del último cuarto de siglo. Las encuestas coinciden en apuntar el ascenso del Partido Socialista en las intenciones de voto. El PS podría obtener 31 por ciento de los sufragios frente al 27 por ciento de la UMP. En tercer lugar vienen las listas de Europa Ecología, movimiento encabezado por el ex líder de Mayo del ’68 Daniel Cohn-Bendit, 14 por ciento; la extrema derecha del Frente Nacional, 9 por ciento; el Frente de Izquierda, 6 por ciento, y el partido centrista Modem, 5 por ciento.
En términos globales, las listas de izquierda obtendrían 48 por ciento, mientras que la derecha se quedaría con 32 por ciento del electorado. El contexto muestra que pese a su desunión, su falta de línea clara y sus innumerables tropezones, la izquierda socialista no ha perdido el apoyo de su electorado regional. Sin embargo, en términos de lectura de la calidad de la democracia, lo más inquietante son los altos índices de abstención que se prevén, el de-sinterés de los electores por las plataformas políticas, la alucinante distancia entre los políticos y las necesidades de la población y la contaminación del debate electoral con los temas ligados a la identidad nacional, las discriminaciones y los inmigrados. Este último capítulo ha sido notablemente fructuoso en groserías de todo tipo en contra de los extranjeros. Sus protagonistas salieron de todos los sectores del arco político francés y con ello rompieron la hegemonía que la ultraderecha francesa mantenía no sólo sobre el tema, sino también con el tono vulgar y agresivo. Un miembro de la mayoría gubernamental habló de “invasión”, un ministro en ejercicio evocó que el problema era cuando había “demasiados” –gente de origen árabe– y un dirigente socialista declaró que no votaría por el ex primer ministro socialista Laurent Fabius, de origen judío, porque éste no tenía “una jeta demasiado católica”.
A este ramito de cortesías también le caben las ya abusivas vulgaridades de la extrema derecha y sus afiches electorales que hacen de los extranjeros una suerte de plaga invasora. Eso sí, todo esto sin que jamás un juez u otra autoridad se pregunte sobre los límites que ya es hora de trazar en un Estado que hizo de los derechos humanos un eje de la construcción de su identidad. En la región de la Costa Azul, Jean-Marie Le Pen tuvo que acudir ante la Justicia luego de una querella presentada por la Liga contra el Racismo debido a un sucio afiche electoral que mostraba a una mujer con velo, un mapa de Francia cubierto con la bandera de Argelia lleno de misiles y el eslogan “No al islamismo”.
La iniciativa de Eric Besson, ministro de Inmigración e Identidad Nacional, contribuyó en mucho a crear un remolino que fue arrastrando todo a su paso. Be-sson lanzó hace unos meses un debate sobre la “identidad nacional” mediante una consulta que consistía en responder a la pregunta “¿Qué es ser francés?”. Esa idea respondía a una estrategia electoral cara a las elecciones regionales, pero suscitó tantos debates y excesos que el primer ministro francés, François Fillon, tuvo que dejar a un costado esta propuesta para contrarrestar los efectos nefastos que estaba acarreando para la mayoría.
La crisis internacional, sus consecuencias sobre el tejido social y el desempleo, así como la incapacidad del sistema político para aliviar su impacto terminaron cerrando a los electores en el desencanto. En enero pasado, un estudio del Centro de Investigaciones Políticas de la Universidad de Ciencias Políticas (Cevipof) constató que el 67 por ciento de los franceses no tenía confianza ni en la izquierda ni en la derecha para resolver los problemas del país. Brice Teinturier, miembro de la encuestadora TNT-Sofrés, explicó al diario Le Monde que “la abstención tiene una razón mayor: la supuesta impotencia de los políticos para resolver los problemas de la sociedad francesa, en especial el desempleo”. Los medios de comunicación no son ajenos a esta distancia: privilegiaron los temas colaterales, los antagonismos de conventillo, redujeron la pertinencia de los debates en una suerte de concurso sobre quién era el más ligero, el más superficial, el más espectacular y vacío. Señoritas de llamativa belleza y jóvenes de corbatas luminosas entrevistan con la misma regla de la ignorancia a un candidato o a un cantante de moda.
El abismo entre electores y gobernantes podría llevar a la abstención a superar la barrera del 50 por ciento. En las precedentes elecciones regionales de 2004, la abstención alcanzó el 39,2 por ciento de los electores. Luego, en las presidenciales de 2007, la densa confrontación izquierda-derecha entre el actual presidente, Nicolas Sarkozy, y la candidata socialista, Ségolène Royal, movilizó al electorado. Tres años después, la abulia, el desaliento y la incomprensión están edificando un muro entre el electorado y las urnas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario