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Y COMUNICACION
Benedicto 678
A propósito de la renuncia de Benedicto XVI, Marcelo García hace
una presentación de las posturas del Papa respecto de los medios de
comunicación y su evolución hacia una mirada crítica que, dice, podría
asemejarse a la que puede tener un panelista de 678.
Por Marcelo
J. García *
Católicos del mundo, échenle la culpa (o agradezcan, según
el caso) a Twitter. Josef Ratzinger anunció que dejará de ser Benedicto XVI dos
meses después de abrir su cuenta de Twitter. En su recorrido por la senda de
140 caracteres, el Papa de la renuncia emitió 34 tuits, cosechó más de 1,5
millón de seguidores y siguió solamente a sus ocho alter egos políglotas: sus
propias cuentas en diferentes idiomas. Pero antes de hablar directamente a las
masas digitales del mundo vía @ponti fex, Benedicto XVI dejó ideas críticas
sobre el estado de la comunicación mediática en el mundo de hoy.
La opinión de Benedicto XVI sobre los medios, el periodismo
y la comunicación hizo un loop de 360 grados a lo largo de su mandato:
esperanza-crítica-esperanza, conforme fue observando y experimentando la
naturaleza cambiante de la comunicación actual.
A poco de asumir, el Papa era optimista sobre el periodismo
y su rol de intermediario entre su institución milenaria y la sociedad
posmoderna. Se regía por el mensaje del Concilio Vaticano II, que había
postulado a principios de los años ’60 la “potencialidad” de los medios que,
“por su naturaleza, pueden llegar no sólo a los individuos, sino también a las
multitudes y a toda la sociedad humana”. Recién asumido, en abril de 2005,
Benedicto convocó a más de 5000 trabajadores de prensa que habían cubierto la
transición papal luego de la muerte de Juan Pablo II y les agradeció por haber
brindado “cobertura mundial” a la sucesión con “competencia y dedicación”. Y
los llamó, esperanzado, a cultivar “la responsabilidad ética”, especialmente en
lo que respecta a “la búsqueda sincera de la verdad y la salvaguardia de la
centralidad y de la dignidad de la persona” (http://cor.to/n6eh).
Pero el Papa pronto descubrió que la revolución
comunicacional mundial se alejaba de la mediación periodística cuasi monopólica
del siglo XX. Y también que el periodismo no era –o no parecía ser– lo que
sugería ser. Sus mensajes papales anuales a los “comunicadores sociales”
comenzaron entonces a ser críticos de los medios tradicionales y a concentrarse
en los nuevos medios sociales.
Ya en 2008, el Papa se mostró escéptico sobre “la
extraordinaria influencia” de los medios, al afirmar que “en ocasiones la
comunicación parece tener la pretensión no sólo de representar la realidad,
sino también de determinarla gracias al poder y a la fuerza de sugestión que
posee”. Agregó, cual panelista de 678: “Los medios no se utilizan para una
adecuada función de información, sino para ‘crear’ los acontecimientos mismos”.
Y concluyó: “Son muchos los que piensan que en este ámbito es necesaria una
‘info-ética’, así como existe la bio-ética en el campo de la medicina y de la
investigación científica vinculada con la vida” (http://cor.to/n6t0).
Unos años después, el Papa se sentiría víctima de esos
propios conceptos que fue elaborando con los años. Cuando se disparó en enero
de 2012 el escándalo de filtración de documentos del Vaticano conocido como
Vatileaks, Benedicto XVI pareció confirmar su nueva opinión sobre el periodismo
en el siglo XXI. En febrero de 2012, el Papa dijo que gran parte del mundo
estaba esclavizado por una “dictadura de los medios de comunicación” y que “la
verdadera emancipación es liberarse de esa dictadura” (http://cor.to/n6JE). En mayo de 2012,
cuando el caso del mayordomo filtrador alcanzaba un pico, el Papa dijo que se
habían “multiplicado deducciones, amplificadas por algunos medios de
comunicación, del todo gratuitas y que han ido más allá de los hechos,
ofreciendo una imagen de la Santa Sede que no se corresponde con la realidad”.
Fue entonces cuando puso su foco en las redes sociales,
nuevamente esperanzado en que los 1000 millones de católicos del mundo puedan
difundir la palabra sin mediación ni distorsiones. A partir de 2009, sus
mensajes anuales sobre comunicación estuvieron enfocados en el mundo digital.
Planteó en 2011 un “estilo cristiano” de presencia en el mundo digital
“caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y respetuosa
del otro” (http://cor.to/n6ql).
Invitó en 2012 a valorar tanto “el silencio como la palabra” en el nuevo
proceso de comunicación digital (http://cor.to/n6qF).
Y se entusiasmó en su último mensaje en enero de 2013 con que el nuevo “ágora”
digital fomente un intercambio de información que “pueda convertirse en
verdadera comunicación” (http://cor.to/n6gt).
En ocho años, Benedicto XVI fue desde Clarín a 678 y luego a Twitter. Cualquier
semejanza con un proceso político cercano, #TieneQueSerCoincidencia.
* Coordinador del Departamento de Comunicación de SIDbaires
(www.sidbaires.org.ar).
@mjotagarcia en Twitter
MEDIOS Y COMUNICACION
Sobre sospechas y certezas
Lía Gómez y Pablo Bilyk sostienen que el debate en torno de
dónde, cómo, qué y cuánto se produce y exhibe en materia audiovisual es
importante en tanto y en cuanto es otro lenguaje para narrar la historia en la
Argentina actual.
Por Lía
Gómez y Pablo Bilyk *
Hace unas semanas, la Plaza de Mayo se colmó con motivo del
Bicentenario de la Asamblea de 1813 que sienta las bases para la declaración de
la soberanía del pueblo argentino y la conquista de derechos sociales, que
permitió ser leído como un horizonte para el desarrollo de un país con
perspectivas y afán de inclusión.
Esa tarde en la Plaza se puso en vida la historia con una
escena –pocas veces vista– de un debate abierto (televisado) donde
intelectuales de la talla de Eugenio Raúl Zaffaroni disertaron ante una
multitud.
Al mismo tiempo, podemos decir que la Argentina audiovisual
recorre unos nuevos caminos de disputa por los derechos, libertades e igualdades.
Entendiendo que, a través de la imagen como lenguaje compartido, se edifica en
cada obra audiovisual la identidad de un pueblo con el sentido de estar juntos
y seguir conquistando derechos.
Este acontecimiento no tiene grandes distancias con la
decisión que el pasado 21 de enero publicó en su Boletín Oficial la Autoridad
Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca). Allí, la Resolución
2368/12 plantea que podrán considerarse aquellos contenidos ya producidos y
almacenados en el Bacua (Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino)
y Cepia (Centro de Producción e Investigación Audiovisual) con las distintas
pantallas locales en el territorio, para cumplir con la cuota de producción
nacional que la LSCA establece. El Bacua depende del Ministerio de
Planificación de la Nación y el Cepia pertenece a la Secretaría de la
Presidencia de la Nación. Ambos tienen la finalidad de ser un reservorio de
contenidos audiovisuales digitales disponibles tanto para nuevas pantallas como
para aquellas ya establecidas.
Con la misma –y repetida– lógica de construir oposición
desde la negación ipso facto de cualquier medida que desde el Ejecutivo
Nacional se propone, el diputado por la UCR Ricardo Gil Lavedra puso en
cuestión esta posibilidad, argumentando que así se intentaba hegemonizar con
una voz oficial las emisiones.
Dichas “sospechas” por parte de Gil Lavedra resultan, al
menos, inquietantes. En principio, por la imposibilidad de reconocer las
diferencias entre Estado y Gobierno. Una confusión absolutamente presente en
las discusiones de nuestra escena pública. Al mismo tiempo, sería inocente
pensar que Gil Lavedra habla desde el desconocimiento: la resolución fue votada
por unanimidad por el directorio de la Afsca con el voto del representante del
radicalismo, Marcelo Stubrin. El diputado es consecuente con la pretensión de
alarmar a la población vinculando al Gobierno con formas y acciones propias de
los regímenes totalitarios.
Sin dudas, la falsa idea de que un monopolio del Estado
puede reemplazar a otro funciona como un argumento de alarma que Gil Lavedra
conoce y utiliza. Idea falsa en principio porque es inviable el concepto de un
monopolio estatal, ya que la persistencia del Estado nos habla de la
construcción colectiva en la que todos y todas intervenimos con nuestras
hibridaciones, igualdades y diferencias.
El debate en torno de dónde, cómo, qué y cuánto se produce y
exhibe cobra importancia como otro lenguaje para narrar la historia y en este
sentido es necesaria la federalización propuesta y cumplida en torno de lo que
cuenta cada región. Relatos que no sólo abordan espacialmente las provincias
argentinas, sino ideológica, histórica y culturalmente constituyen una mirada
propia. Una imagen que es cultural, social y política, y que no esconde su condición,
sino que la expresa en los relatos nuevos que se permitieron existir a partir
de los concursos públicos para la asignación de subsidios desde distintos
programas de fomento a la producción audiovisual, representa todo lo contrario
de lo que Gil Lavedra emite como sospecha.
Lo público está en juego cuando una mesa abierta en Plaza de
Mayo permite abrir debates enclaustrados a públicos más amplios, cuando el
gobierno cordobés decide que la Televisión Digital Abierta no tiene lugar en su
provincia y, al mismo tiempo, cuando el Estado garantiza la disponibilidad y el
acceso de las producciones audiovisuales, ya no como consumidores, sino como
sujetos con derechos. La diversidad cultural, el derecho al sentido sobre
aquello que es visible en los medios, es la batalla simbólica que estamos dando
–como en la Asamblea del año 13– con el objetivo de tener una Argentina
audiovisual que, lejos de la lógica de ordenamiento meramente mercantil, siga
conquistando derechos, sea inclusiva y soberana. Sobre estas certezas no
debería haber “sospechas”.
* Observatorio del Sector Audiovisual de la República
Argentina/Fpycs- UNLP.
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