MEDIOS Y COMUNICACION
Arte y prácticas sociales
Andrés Dunayevich sostiene que es posible mirar cada proceso
social como un hecho artístico y describe la experiencia de producción
colectiva apoyado en la certeza de que la fuerza de un relato tiene poder de
transformación de las experiencias sociales.
El arte no es sólo para artistas, es para todo el mundo.
Todos queremos ser artistas para sentirnos vivos, saber que hicimos algo en
este paso por el mundo. Incitamos a que cada proceso social sea un hecho
artístico colectivo en sí mismo. Un ejercicio de creatividad para la resolución
de los conflictos sociales. Esa creatividad social que transforma los espacios
comunes, el tiempo y que nos da la sensación de pasar a otra dimensión.
Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es ¿cómo podemos
competir con la adrenalina que produce la violencia urbana? El sentido de
pertenencia de los grupos delictivos, la salida económica que conlleva ciertas
prácticas ilegales o reacciones distintas ante la falta de equidad y justicia.
Justamente de eso se trata: de entender esos mismos mecanismos
aglutinantes de la espiral de la violencia urbana para utilizarlos en sentido
inverso creando y promoviendo el surgimiento de nuevas prácticas sociales.
Prácticas que brinden, principalmente a los jóvenes, un sentido de pertenencia,
un objetivo común. El estímulo de cambiar una realidad adversa, de transformar
un problema en forma colectiva, junto con otros, y de ser reconocidos. En
definitiva, será el héroe colectivo (el de El Eternauta) el que logre
transformar la realidad.
La comunicación es esencial para lograrlo: mirar y escuchar
es parte de la propuesta. Desde la Asociación Civil El Agora intentamos usar el
lenguaje audiovisual para transmitir las prácticas sociales.
El Agora, en su carácter de Nodo del Cono Sur del Foro
Iberoamericano y del Caribe de Mejores Prácticas, selecciona, difunde y valida
las iniciativas que han de ser presentadas desde Argentina, Uruguay, Paraguay y
Chile al programa de Hábitat de Naciones Unidas.
Consideramos que el lenguaje audiovisual, además de contener
elementos artísticos, permite comunicar experiencias que narran historias de
lugares, gente, problemas y soluciones que por su riqueza y amplitud nos
permiten reflexionar sobre transformación social.
De esta manera, la cámara interviene y si somos cuidadosos y
respetuosos con la gente el documental se transforma en una práctica en sí
misma. Un dispositivo participativo que permite que todos formen parte del
audiovisual.
A su vez, intentamos que el resultado contribuya a
revalorizar y potenciar lo que la comunidad está haciendo. Esperando que sean
reconocidos y, así, lograr el respeto de la sociedad. No obstante, la forma en
que se cuente esta historia es muy importante, porque se puede lograr el efecto
contrario o bien el rechazo a la participación.
Es relevante enfatizar que en este tiempo la cultura urbana
se encuentra atravesada –en gran parte– por lo audiovisual y muchas veces la
difusión de estas prácticas se ven dificultadas por mecanismos vigentes en los
medios de comunicación que, por la manera que tradicionalmente han asumido las
noticias, centran su mirada en los aspectos negativos de la realidad, lo que
los lleva a caer en lugares comunes como la queja y la denuncia sin propuestas,
por un lado, o la victimización de la pobreza y el determinismo social, por
otro.
Mejorar la comunicación de los proyectos sociales tiene que
ver con la necesidad de romper el aislamiento y la fragmentación social.
En nuestros documentales no hay un líder, sino un
articulador y muchos actores que forman parte de una historia, de un sistema
que fluye, lazos que se fortalecen, aun sabiendo que en la repartición de poder
puede que emerjan conflictos. En la búsqueda de la transformación siempre
aparecen dos conflictos. El del problema a resolver y el propio conflicto de lo
humano, de lo organizativo y los vínculos que se tejen cuando se trabaja en
equipo.
Finalmente tomamos la frase de Néstor García Canclini: “...
el objetivo final no es representar la voz de los silenciados sino entender y
nombrar los lugares desde donde sus demandas o su vida cotidiana entran en
conflicto con los otros”. No porque no nos interese visibilizar otras
realidades que se encuentran ocultas. Sino porque desde El Agora nos interesa
mostrar mediante la fuerza de un relato, el poder de transformación social de
las experiencias sociales. Porque los seres humanos aprendemos mejor de
historias. Como las historias que nos contaban de chicos, que siempre contenían
una fábula de la cual aprender.
* Licenciado en Comunicación. Productor periodístico y
audiovisual. Coordinador del área de comunicación de la Asociación Civil El
Agora.
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MEDIOS Y COMUNICACION
La
imagen del fútbol no es neutral
Diego Ezequiel Litvinoff asegura que la imagen del fútbol no
es neutral y propone un balance de conquistas y deudas para la consolidación de
una imagen subjetiva en Fútbol para Todos.
La implementación del programa Fútbol para Todos puso en
evidencia, de manera inmediata, el carácter político de la producción y
circulación de las imágenes, aun de aquellas de carácter deportivo. La
propiedad privada de la transmisión de los partidos llevó a que su valorización
se concretara mediante un proceso de exclusión, como las enclousure acts
valorizaron la propiedad de los terratenientes ingleses, en los orígenes del
capitalismo. Restringiendo la posibilidad de mostrarlas por fuera de los
canales a los que les pertenecían, se impuso la lógica del mercado, según la
cual “lo más democrático”, como afirmó un empresario, “es que el que quiera
ver, que lo pague”, o lo que es lo mismo, el que pueda pagarlo, que lo vea.
Fútbol para Todos no implicó solamente un cambio de manos,
sino que significó el pasaje de su estado privado a un estado público,
otorgándole a la imagen del fútbol, como fenómeno cultural argentino, la
dimensión de un derecho y no de un bien restringido. No obstante, la
significativa transformación en cuanto a la posesión y circulación de las
imágenes no redundó automáticamente en una modificación de su contenido. No fue
sino hasta algunos años después que se pudieron observar las primeras
modificaciones importantes.
La primera de ellas es la posibilidad de medir el tiempo de
juego real. Lo interesante de este dato es que puso de manifiesto un problema
característico del fútbol argentino, comparado con otros campeonatos de primer
nivel en el mundo, al evidenciar la cantidad de tiempo que se detiene un partido
por las faltas cometidas, las lesiones reales o ficticias y la espera hasta
reiniciar las jugadas. Este dato aportado por la transmisión pública exige a
las autoridades de la AFA elaborar mecanismos para agilizar el juego.
Un segundo dato relevante que se incorporó es el porcentaje
de posesión de la pelota por equipo, que permite incrementar los elementos
considerados para entender el desarrollo de los partidos. Al relacionarlo con
las jugadas de peligro y los goles, se puede comprender mejor por qué gana un
equipo o el otro, identificando dónde se encuentran las falencias. Del mismo
modo, ese dato de la posesión sería enriquecido de ser acompañado por el lugar
de la cancha en que se produce: si en campo propio o rival.
Otro valioso aporte incorporado a la televisación pública de
los partidos es un recurso tecnológico que permite detener las jugadas clave
del juego, para ser analizadas desde distintos ángulos. De esa manera,
siguiendo el recorrido de los jugadores, por medio de líneas y luces que indican
el campo de visión, es posible, a través de la imagen, entender la complejidad
de aquellas jugadas que determinan los partidos. Así, además de una mayor
comprensión del desarrollo del juego, por medio del porcentaje de posesión, se
accede de manera precisa a la dimensión del acontecimiento, que en este deporte
es fundamental.
Estos avances en cuanto al enriquecimiento del contenido de
las imágenes, sin embargo, siguen acompañados de algunas características que
constituyen lo peor de la herencia del pasado reciente de la televisación del
fútbol. Entre ellas, merece ser destacada la fuerte tendencia a la repetición
de lo más desagradable. Resulta curioso que las patadas más indignas suelen ser
repetidas, durante el partido, una cantidad de veces mayor a la de las imágenes
más bellas que brinda el fútbol. Los 90 minutos en los que el espectador mira
el partido serían enriquecidos si se repitieran en mayor cuantía las jugadas
bien elaboradas, aunque no terminasen en gol, o los buenos pases, aunque sean
en la mitad de la cancha, y en menor cantidad los codazos y patadas.
La repetición de esas imágenes violentas no sólo se
relaciona con el mercado mediático privado, en su tendencia a la exposición de
lo desagradable, que atrae la atención del espectador morboso. Hay también una
noción de la imagen-fiscal, considerada como aquella que, desde la neutralidad
objetiva, puede evidenciar la corrupción del mundo del fútbol. Un tirón de
camiseta, por ejemplo, desde un ángulo que no se ve, no es penal: es parte del
fútbol.
La lucha contra la corrupción en el fútbol debe ir
acompañada de la lucha contra la corrupción de las imágenes. Mientras acusaban
a los árbitros y dirigentes, los dueños de las imágenes se robaban los goles.
Hoy, que la transmisión del fútbol es pública, falta dar el último paso para
saber que esas imágenes son subjetivas y que, por eso, deben embellecer este
deporte.
* Sociólogo, investigador UBACyT.
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