Pero cuando apareció, con las imágenes de una Plaza de Mayo colmada ante el discurso de Eva Duarte de Perón, sí hubo espacio para el análisis. Desde lo práctico y desde lo conceptual, con la incorporación de ese aparato que ponía en peligro la imaginación aceitada a fuerza de radio y fantasía. ¿Qué pasaría con la magia de las voces, de las historias dibujadas en el aire con las cabalgatas de El Zorro, con las mesas familiares de los Pérez García, con los besos que uno escuchaba y creía ver en los radioteatros? Bueno, llegaba la cara de todo aquello.
Más allá de las asperezas y las inevitables e innecesariascomparaciones entre un medio y otro, la convivencia supo acomodarse en el complemento. Lejos de restarse, con los años se fueron retroalimentando. Y, además, la llegada de la TV obligó a la radio a desempolvarse en su tecnología. Hoy, se nutren de los avances mutuos. En los comienzos, por caso, cuenta la leyenda que fue como un River-Boca de la época. `Lo dijo la tele’ versus `Lo dijo la radio’, rivalidad que el tiempo limó.
Y el tiempo, precisamente, como `paso de los años’ y como `condición climática’, merece un párrafo: elegido como botón de muestra, representa uno de los ítems que más desarrollo tuvo en pantalla. Hoy, más de uno prende el televisor un miércoles para saber si el sábado lloverá. Y ve mapas dinámicos, imágenes satelitales. "Con unos gráficos en una cartulina blanca, ponía un sol o un paraguas. Y como no sabía dibujar, Ferro lo hacía en tiza amarilla (la pantalla no lo reflejaba) y yo le pasaba una carbonilla encima como si lo hiciera por primera vez", le contó en 1998 a Clarín Carlos D’Agostino, el conductor del primer noticiero, quien también daba el parte meteorológico. El pronóstico luego pasó a Héctor Catarusa, al que muchos recordarán por su saludo de `Templadas noches, amigos’.
Imágenes, frases, recuerdos y homenajes merecidos hay muchos. Muchísimos para sintetizar en un suplemento de 16 páginas.
Disculpas a aquellos que en la gran cantidad de piezas no estén citados. Pero seguramente estarán representados en el repaso de tal o cual hito. La intención es la de activar la memoria, la de rendir tributo a un medio que desembarcó en la Argentina con buena prensa en el mundo y con el propósito de hacer historia. La hizo, con lo bueno, con lo malo, con las prohibiciones de muchos, con la resistencia de algunos, con la responsabilidad de reflejar la realidad.
Tamaña tarea para homenajear a un medio que, en parte, ya no es lo que era. Cambió, creció, se perfeccionó, se modernizó en su vieja modernidad. Ya no es ese armatoste que tenían unos pocos. Ya no es una caja. Y, mucho menos, boba.
Más allá de las asperezas y las inevitables e innecesariascomparaciones entre un medio y otro, la convivencia supo acomodarse en el complemento. Lejos de restarse, con los años se fueron retroalimentando. Y, además, la llegada de la TV obligó a la radio a desempolvarse en su tecnología. Hoy, se nutren de los avances mutuos. En los comienzos, por caso, cuenta la leyenda que fue como un River-Boca de la época. `Lo dijo la tele’ versus `Lo dijo la radio’, rivalidad que el tiempo limó.
Y el tiempo, precisamente, como `paso de los años’ y como `condición climática’, merece un párrafo: elegido como botón de muestra, representa uno de los ítems que más desarrollo tuvo en pantalla. Hoy, más de uno prende el televisor un miércoles para saber si el sábado lloverá. Y ve mapas dinámicos, imágenes satelitales. "Con unos gráficos en una cartulina blanca, ponía un sol o un paraguas. Y como no sabía dibujar, Ferro lo hacía en tiza amarilla (la pantalla no lo reflejaba) y yo le pasaba una carbonilla encima como si lo hiciera por primera vez", le contó en 1998 a Clarín Carlos D’Agostino, el conductor del primer noticiero, quien también daba el parte meteorológico. El pronóstico luego pasó a Héctor Catarusa, al que muchos recordarán por su saludo de `Templadas noches, amigos’.
Imágenes, frases, recuerdos y homenajes merecidos hay muchos. Muchísimos para sintetizar en un suplemento de 16 páginas.
Disculpas a aquellos que en la gran cantidad de piezas no estén citados. Pero seguramente estarán representados en el repaso de tal o cual hito. La intención es la de activar la memoria, la de rendir tributo a un medio que desembarcó en la Argentina con buena prensa en el mundo y con el propósito de hacer historia. La hizo, con lo bueno, con lo malo, con las prohibiciones de muchos, con la resistencia de algunos, con la responsabilidad de reflejar la realidad.
Tamaña tarea para homenajear a un medio que, en parte, ya no es lo que era. Cambió, creció, se perfeccionó, se modernizó en su vieja modernidad. Ya no es ese armatoste que tenían unos pocos. Ya no es una caja. Y, mucho menos, boba.
’50 Entre el vivo y la improvisación
Sólo Canal 7 Fueron años de prueba y error, sin la red del "tape". Fue la era de "la imagen de radio".
- 16.10.2011
Los diarios del 18 de octubre de 1951 tenían como tema principal el acto por el Día de la Lealtad. Evita en la tapa, la Plaza de Mayo colmada. En algunas de sus páginas, chiquita, la noticia de la primera transmisión de televisión, de la que mañana se cumplen 60 años. Aquel 17 de octubre, a las órdenes de Jaime Yankelevich (acompañado por Enrique Susini), tres cámaras ubicadas en un balcón de Banco Nación -la antena estaba en el Ministerio de Obras Públicas- registraron las imágenes que hicieron historia. Con pocos televisores en el mercado, algunos privilegiados -por ese entonces costaban algo así como "cuatro sueldos promedio", según crónicas de la época- pudieron ser testigos del nacimiento del medio que hoy, lejos de sus comienzos, amerita un suplemento especial.
El desembarco de la TV, que ya tenía su desarrollo en otros países, tuvo su origen dos años antes, cuando Yankelevich viajó a Los Angeles por una consulta médica y se quedó sorprendido por "esa maravilla que te deja boquiabierto".
Casi tres semanas después del debut, el 4 de noviembre comenzaron las transmisiones regulares desde la pantalla de LR3 TV Canal 7, única emisora durante nueve años. Fueron tiempos de prueba y error, con la obligatoriedad del vivo, sin red, con la necesidad de ir creando géneros para adaptar al nuevo medio. No bastaba con ponerle imagen a los textos de radio.
Lo primero en tomar forma fueron los noticieros, seguidos por los musicales, los deportivos (rubro que se inauguró el 18 de noviembre del `51, con el empate 1 a 1 entre River y San Lorenzo, con relatos del inolvidable Enzo Ardigó), los de interés general... Y en el medio de todos, casi como la estrella de la década, estaban los avisos.
No era relleno: era figura.
En ese terreno se lucieron, a fuerza de oficio y repetición, locutores como el Negro Guillermo Brizuela Méndez, Adolfo Fito Salinas, Nelly Prince, Laura Escalada, Carlos D’Agostino, Rodolfo Aguirre Mencía, Guillermo Cervantes Luro, Orlando Marconi, Pinky, Jorge Cacho Fontana y pueden seguir las firmas. Ellos eran la columna vertebral de la televisión.
Entre los programas que atravesaron la década se destacan Tropicana club, que debutó en el `52, el mismo año que La cocina de Doña Petrona, con la entrañable Petrona C. de Gandulfo, quien inauguró la era de los ciclos culinarios, Cómo te quiero, Ana y La revista dislocada. Son sólo algunos de los ciclos que marcaron el camino.
’60 La tele es una gran familia
La tele es una gran familia Los programas ómnibus y las comedias blancas. De "Sábados circulares" a las historias familiares.
- 16.10.2011
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C omienza la competencia y la verdadera expansión del medio. La aparición de otros tres canales en la televisión local marca la señal de largada de una carrera que, ahora sí, se pone seria, aunque apueste a las comedias.
El 9 de junio de 1960 sale al aire Canal 9 Cadete; el 1° de octubre, también del `60, inicia sus transmisiones Canal 13 Proartel, y el 21 de julio de 1961 hace lo propio Canal 11. En los años siguientes surgen otros canales en el interior del país, en especial en Rosario y en Mar del Plata, hasta que en 1966 se inaugura Tevedós de La Plata.
¿Qué diferencias había originalmente entre estos canales? Mientras el directorio del 9 estaba formado básicamente por empresarios de la industria cinematográfica que ya no pasaba sus años dorados, en Canal 13 destacaba la figura de Goar Mestre, el cubano que modificó lo hasta entonces conocido: creó una programación familiar, con shows musicales, comedias y ciclos humorísticos con sketches. Canal 11, con Arthur Pentreath como presidente, reunía gente vinculada a la Iglesia Católica, y se inclinó más hacia los programas periodísticos e, inicialmente, las series. Ya en manos de Romay (en 1963), Canal 9 tomó finalmente su rumbo de producción "nacional y popular", con un fuerte acento puesto en las telenovelas.
En estos años aparece el videotape, que permite grabar los programas, y volver atrás la cinta para corregir los errores, cosa que hasta entonces era imposible con los programas en vivo. El cine ya no es el único productor de estrellas. Las figuras que se destacan en el nuevo medio alcanzan altos puntos de popularidad, y empiezan a aparecer publicaciones dedicadas a conocer sus vidas privadas.
La clase media urbana goza de estabilidad y aumenta sus bienes de consumo. Y los fabricantes de estos bienes auspician programas que reflejan esta realidad, como La familia Gesa, La familia Falcón o Dr. Cándido Pérez, señoras (con Juan Carlos Thorry y Julia Sandoval), todas por Canal 13 y mostrando las vidas de familias ejemplares. Lejos todavía de la rebeldía, los jóvenes estaban representados en la ficción por Marilina Ross haciendo de La nena (1965, Canal 13), empeñada en complicarle -un poco- la vida a su padre viudo (Osvaldo Miranda).
La juventud empezaba a ser, en todo el mundo, un sujeto social independiente. Y un consumidor privilegiado. El 10 de noviembre de 1962, Canal 13 presenta en su pantalla nocturna a un grupo de músicos que hacen distintos géneros musicales: twist, bolero, cumbia, melódicos, y hasta un poco de tango. El Club del Clan fue un éxito inmediato. Palito Ortega, Johnny Tedesco, Lalo Fransen, Violeta Rivas, Jolly Land, Chiquita Galán, Raúl Lavié, Chico Novarro y Nicky Jones hacían bailar a los adolescentes delante de la pantalla. La mujer también va asumiendo un nuevo papel dentro de la sociedad a lo largo de esta década. Además de las "señoras de..." tan pulcras y perfectas de las comedias familiares, la televisión refleja el nuevo modelo: mujeres que estudian, que trabajan, que logran independencia económica. Y así nacen dos ficciones históricas de la época. El amor tiene cara de mujer reúne a cuatro protagonistas (Delfy de Ortega, Angélica López Gamio, Iris Láinez y Bárbara Mujica) de distintas edades y condición social, en un centro de belleza donde todas trabajan. Creada por Nené Cascallar, la novela duró siete temporadas desde su estreno, en 1964, por Canal 13.
Pero si de féminas aguerridas se trata, cómo no recordar a la Simplemente María, de Celia Alcántara. Joven provinciana recién llegada a Buenos Aires (como tantas en esos años), y empleada como doméstica, queda embarazada del "señorito" de la casa y pese a los consejos en contra decide tener y criar a su hijo. Encabezada por Irma Roy, la novela es un éxito de Canal 9, en el `67. Otros de la misma pantalla son Nostalgias del tiempo lindo, y la inolvidable Jacinta Pichimahuida, con Evangelina Salazar.
El terror, en cambio, estuvo en la pantalla desde muy temprano. En un punto culminante en su carrera, Narciso Ibáñez Menta pone al aire, en julio de 1960 y por Canal 9, El Fantasma de la Opera. Después llegarían otros éxitos hasta que, en el `63, Narciso vuelve a España, para regresar a la TV argentina en 1969 con otra "obra maestra": El hombre que volvió de la muerte, sobre un libreto original de Abel Santa Cruz.
Pepe Biondi, José Marrone y La tuerca ponen humor a la década, mientras Nicolás "Pipo" Mancera la revoluciona con sus Sábados circulares, que dan origen a los programas ómnibus, género del que también formaron parte los Sábados continuados de Antonio Carrizo y los Sábados de la bondad de Héctor Coire (los dos por el 9). Mancera apuesta al gran show, con invitados internacionales (desde Charles Aznavour hasta un jovencísimo Joan Manuel Serrat), descubrimientos como un tal Diego Maradona, de 10 años, experto en jueguitos, las cámaras sorpresa y las audacias del conductor.
El 28 de junio de 1966, el teniente general Juan Carlos Onganía da un golpe de Estado, e impone una fuerte censura a las actividades artísticas e intelectuales.
Pero todo renace. En 1969 se instala la primera estación para transmisiones vía satélite en Balcarce (provincia de Buenos Aires), lo que permite a los televidentes asistir a la llegada del hombre a la Luna. El año anterior había debutado un clásico: Almorzando con las estrellas, por Canal 9. Y un unitario que marcó caminos para la TV adulta y comprometida: Cosa juzgada, por el 11 y con el Clan Stivel.
Para esos tiempos, el paradigma familiar ya había cambiado, y era el de Los Campanelli.
El 9 de junio de 1960 sale al aire Canal 9 Cadete; el 1° de octubre, también del `60, inicia sus transmisiones Canal 13 Proartel, y el 21 de julio de 1961 hace lo propio Canal 11. En los años siguientes surgen otros canales en el interior del país, en especial en Rosario y en Mar del Plata, hasta que en 1966 se inaugura Tevedós de La Plata.
¿Qué diferencias había originalmente entre estos canales? Mientras el directorio del 9 estaba formado básicamente por empresarios de la industria cinematográfica que ya no pasaba sus años dorados, en Canal 13 destacaba la figura de Goar Mestre, el cubano que modificó lo hasta entonces conocido: creó una programación familiar, con shows musicales, comedias y ciclos humorísticos con sketches. Canal 11, con Arthur Pentreath como presidente, reunía gente vinculada a la Iglesia Católica, y se inclinó más hacia los programas periodísticos e, inicialmente, las series. Ya en manos de Romay (en 1963), Canal 9 tomó finalmente su rumbo de producción "nacional y popular", con un fuerte acento puesto en las telenovelas.
En estos años aparece el videotape, que permite grabar los programas, y volver atrás la cinta para corregir los errores, cosa que hasta entonces era imposible con los programas en vivo. El cine ya no es el único productor de estrellas. Las figuras que se destacan en el nuevo medio alcanzan altos puntos de popularidad, y empiezan a aparecer publicaciones dedicadas a conocer sus vidas privadas.
La clase media urbana goza de estabilidad y aumenta sus bienes de consumo. Y los fabricantes de estos bienes auspician programas que reflejan esta realidad, como La familia Gesa, La familia Falcón o Dr. Cándido Pérez, señoras (con Juan Carlos Thorry y Julia Sandoval), todas por Canal 13 y mostrando las vidas de familias ejemplares. Lejos todavía de la rebeldía, los jóvenes estaban representados en la ficción por Marilina Ross haciendo de La nena (1965, Canal 13), empeñada en complicarle -un poco- la vida a su padre viudo (Osvaldo Miranda).
La juventud empezaba a ser, en todo el mundo, un sujeto social independiente. Y un consumidor privilegiado. El 10 de noviembre de 1962, Canal 13 presenta en su pantalla nocturna a un grupo de músicos que hacen distintos géneros musicales: twist, bolero, cumbia, melódicos, y hasta un poco de tango. El Club del Clan fue un éxito inmediato. Palito Ortega, Johnny Tedesco, Lalo Fransen, Violeta Rivas, Jolly Land, Chiquita Galán, Raúl Lavié, Chico Novarro y Nicky Jones hacían bailar a los adolescentes delante de la pantalla. La mujer también va asumiendo un nuevo papel dentro de la sociedad a lo largo de esta década. Además de las "señoras de..." tan pulcras y perfectas de las comedias familiares, la televisión refleja el nuevo modelo: mujeres que estudian, que trabajan, que logran independencia económica. Y así nacen dos ficciones históricas de la época. El amor tiene cara de mujer reúne a cuatro protagonistas (Delfy de Ortega, Angélica López Gamio, Iris Láinez y Bárbara Mujica) de distintas edades y condición social, en un centro de belleza donde todas trabajan. Creada por Nené Cascallar, la novela duró siete temporadas desde su estreno, en 1964, por Canal 13.
Pero si de féminas aguerridas se trata, cómo no recordar a la Simplemente María, de Celia Alcántara. Joven provinciana recién llegada a Buenos Aires (como tantas en esos años), y empleada como doméstica, queda embarazada del "señorito" de la casa y pese a los consejos en contra decide tener y criar a su hijo. Encabezada por Irma Roy, la novela es un éxito de Canal 9, en el `67. Otros de la misma pantalla son Nostalgias del tiempo lindo, y la inolvidable Jacinta Pichimahuida, con Evangelina Salazar.
El terror, en cambio, estuvo en la pantalla desde muy temprano. En un punto culminante en su carrera, Narciso Ibáñez Menta pone al aire, en julio de 1960 y por Canal 9, El Fantasma de la Opera. Después llegarían otros éxitos hasta que, en el `63, Narciso vuelve a España, para regresar a la TV argentina en 1969 con otra "obra maestra": El hombre que volvió de la muerte, sobre un libreto original de Abel Santa Cruz.
Pepe Biondi, José Marrone y La tuerca ponen humor a la década, mientras Nicolás "Pipo" Mancera la revoluciona con sus Sábados circulares, que dan origen a los programas ómnibus, género del que también formaron parte los Sábados continuados de Antonio Carrizo y los Sábados de la bondad de Héctor Coire (los dos por el 9). Mancera apuesta al gran show, con invitados internacionales (desde Charles Aznavour hasta un jovencísimo Joan Manuel Serrat), descubrimientos como un tal Diego Maradona, de 10 años, experto en jueguitos, las cámaras sorpresa y las audacias del conductor.
El 28 de junio de 1966, el teniente general Juan Carlos Onganía da un golpe de Estado, e impone una fuerte censura a las actividades artísticas e intelectuales.
Pero todo renace. En 1969 se instala la primera estación para transmisiones vía satélite en Balcarce (provincia de Buenos Aires), lo que permite a los televidentes asistir a la llegada del hombre a la Luna. El año anterior había debutado un clásico: Almorzando con las estrellas, por Canal 9. Y un unitario que marcó caminos para la TV adulta y comprometida: Cosa juzgada, por el 11 y con el Clan Stivel.
Para esos tiempos, el paradigma familiar ya había cambiado, y era el de Los Campanelli.
’70 Entre la risa y el llanto
Entre la risa y el llanto El humor y el melodrama Estos géneros pisaron fuerte en una década partida por la dictadura.
- 16.10.2011
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Las telenovelas y los programas de humor alcanzaron en esta década su mayoría de edad. Populares desde su inicio, a ambos géneros les faltaba, sin embargo, la legitimación y el prestigio que sus productos finalmente alcanzaron. Ni la risa ni el llanto fueron, ya, "entretenimientos menores" sólo válidos para amas de casa aburridas y trabajadores con cansancio.
La década de los ’70, sin embargo, padeció también el quiebre más sangriento de la historia argentina. Y los efectos de la dictadura no dejaron al margen a la televisión: listas negras, censura, intervenciones.
Un porteño delgado y de barrio, galán poco convencional, si se quiere, fue uno de los grandes protagonistas de aquellos primeros años dorados. Rolando Rivas, taxista, de la mano de su creador, el maestro Alberto Migré, inauguró el horario nocturno para la telenovela, hasta entonces programada en las tardes. E incorporó a los hombres como parte de su público más adicto. Estrenada en 1972 por Canal 13, salía al aire los martes a las 22, con la historia inolvidable de Rolando Rivas (Claudio García Satur) y la "niña bien" Mónica Helguera Paz, encarnada por Soledad Silveyra. El barrio, los amigos del café, la solidaridad, el tango Taxi mío, se cruzaban con esos apuntes tan Migré como los párrafos de El Principito leídos por Rolando a su enamorada, o una pieza clásica como música de fondo. Pero si esa novela caló tan hondo y generó tamaña identificación como para dejar desiertas las calles porteñas durante la hora y media de su emisión, fue porque la actualidad de un país convulsionado no solamente se colaba por los intersticios del amor, sino que daba su marco a las dificultades del mismo. Un empresario secuestrado (el padre de ella), un guerrillero en la clandestinidad (el hermano de él), la viuda de otro militante (Nora Cárpena, en la segunda temporada) y un conflicto de clases más rabioso que de costumbre hicieron de Rolando Rivas, taxista "la" novela de los años ’70.
El mismo Migré siguió ofreciendo perlas del género en los años siguientes: Pobre diabla, con Solita Silveyra y Arnaldo André (¿quién no recuerda a China Zorrilla y su "mamita sabe"?); Piel naranja, con André y Marilina Ross en una historia de infidelidad que el autor se atrevió a coronar con la muerte de los amantes; Dos a quererse, con García Satur y Thelma Biral. Claro que las de Migré no eran las únicas desventuras que hacían estremecer y lagrimear a los argentinos.
Estación Retiro, Me llaman Gorrión, Papá corazón, Malevo consiguen una audiencia masiva.
Un humor más refinado, cargado de ironía y sobreentendidos, se afirmaba en la pantalla. Los uruguayos (Espalter, Almada, Soto, Acher, Carámbula y compañía), que ya habían desembarcado en los ’60 con Telecataplum, siguieron con Jaujarana y, ya en el `74 y por Canal 13, con Hupumorpo.
Sketches inolvidables como Toto Paniagua o las "veladas paquetas" pasaron al humor diario de los argentinos. Los hermanos Gerardo y Hugo Sofovich, por su parte, impusieron Polémica en el bar, que desde 1972 dejó de ser un segmento de Operación Ja Ja para independizarse, por Teleonce, y con un elenco formado por Juan Carlos Altavista, Adolfo García Grau, Javier Portales, Fidel Pintos, Jorge Porcel, Rolo Puente, Alberto Irízar y Vicente La Russa.
La década de los ’70, sin embargo, padeció también el quiebre más sangriento de la historia argentina. Y los efectos de la dictadura no dejaron al margen a la televisión: listas negras, censura, intervenciones.
Un porteño delgado y de barrio, galán poco convencional, si se quiere, fue uno de los grandes protagonistas de aquellos primeros años dorados. Rolando Rivas, taxista, de la mano de su creador, el maestro Alberto Migré, inauguró el horario nocturno para la telenovela, hasta entonces programada en las tardes. E incorporó a los hombres como parte de su público más adicto. Estrenada en 1972 por Canal 13, salía al aire los martes a las 22, con la historia inolvidable de Rolando Rivas (Claudio García Satur) y la "niña bien" Mónica Helguera Paz, encarnada por Soledad Silveyra. El barrio, los amigos del café, la solidaridad, el tango Taxi mío, se cruzaban con esos apuntes tan Migré como los párrafos de El Principito leídos por Rolando a su enamorada, o una pieza clásica como música de fondo. Pero si esa novela caló tan hondo y generó tamaña identificación como para dejar desiertas las calles porteñas durante la hora y media de su emisión, fue porque la actualidad de un país convulsionado no solamente se colaba por los intersticios del amor, sino que daba su marco a las dificultades del mismo. Un empresario secuestrado (el padre de ella), un guerrillero en la clandestinidad (el hermano de él), la viuda de otro militante (Nora Cárpena, en la segunda temporada) y un conflicto de clases más rabioso que de costumbre hicieron de Rolando Rivas, taxista "la" novela de los años ’70.
El mismo Migré siguió ofreciendo perlas del género en los años siguientes: Pobre diabla, con Solita Silveyra y Arnaldo André (¿quién no recuerda a China Zorrilla y su "mamita sabe"?); Piel naranja, con André y Marilina Ross en una historia de infidelidad que el autor se atrevió a coronar con la muerte de los amantes; Dos a quererse, con García Satur y Thelma Biral. Claro que las de Migré no eran las únicas desventuras que hacían estremecer y lagrimear a los argentinos.
Estación Retiro, Me llaman Gorrión, Papá corazón, Malevo consiguen una audiencia masiva.
Un humor más refinado, cargado de ironía y sobreentendidos, se afirmaba en la pantalla. Los uruguayos (Espalter, Almada, Soto, Acher, Carámbula y compañía), que ya habían desembarcado en los ’60 con Telecataplum, siguieron con Jaujarana y, ya en el `74 y por Canal 13, con Hupumorpo.
Sketches inolvidables como Toto Paniagua o las "veladas paquetas" pasaron al humor diario de los argentinos. Los hermanos Gerardo y Hugo Sofovich, por su parte, impusieron Polémica en el bar, que desde 1972 dejó de ser un segmento de Operación Ja Ja para independizarse, por Teleonce, y con un elenco formado por Juan Carlos Altavista, Adolfo García Grau, Javier Portales, Fidel Pintos, Jorge Porcel, Rolo Puente, Alberto Irízar y Vicente La Russa.
Un año antes Roberto Galán había lanzado Yo me quiero casar, ¿y Ud?, donde logró picos de audiencia llevando al altar a una pareja de enanos. Los jóvenes habían dejado atrás el Club del Clan. Manal se filtraba en el disco del programa Sótano beat (Canal 13), mientras más y más adolescentes se lanzaban a copiar las coreografías y los minishorts que imponían Música en libertad (Canal 9), Alta tensión (Canal 13) y Voltops (Canal 9).
Las peleas de Carlos Monzón y de Víctor Galíndez competían con el fútbol (Mundial del `74) en el rubro de "grandes transmisiones deportivas".
Pero la noche estaba llegando.
En 1973 el gobierno canceló las licencias de los tres principales canales privados de Buenos Aires y de otros dos del interior debido a que ya se habían vencido. Un año más tarde esos canales fueron declarados de interés público y expropiados por el Poder Ejecutivo Nacional. Tato Bores y Mirtha Legrand fueron alejados de la pantalla, por "elitistas".
El golpe de Estado del `76 designó interventores militares al frente de los canales de TV. La censura sobre las noticias y los programas periodísticos fue férrea. Y las telenovelas debían tratar conflictos que no ofendieran "la moral y las buenas costumbres". Cuatro tiras nacionales fueron levantadas y reemplazadas por enlatados mexicanos o series estadounidenses. Mirtha volvió a sus almuerzos, por la pantalla de Canal 13 y con enorme audiencia.
Al iniciar la temporada de 1976 en Canal 13, desde su programa El chupete se anunció "la desaparición física" de Alberto Olmedo. La "humorada" le costó al Negro el levantamiento inmediato del ciclo y el despido de sus guionistas. Olmedo soportó dos años de censura, de los que volvió en 1978 para reiniciar sus apariciones en TV.
La pantalla abundó en campañas de propaganda de la política económica y represiva del régimen. Y contribuía a mantener la ficción de "normalidad". Los estudiantes seguían buscando el viaje a Bariloche en Feliz domingo, aquel clásico que empezó en el `70 y nunca supo de vaivenes políticos.
La creación de Argentina Televisora Color, en vistas al Mundial 78 (un "elefante blanco", siempre polémico), la introducción de la videocámara o "máquina de mirar" en Video Show, conducido por Cacho Fontana, y las primeras ventas de un aparatito que modificaría la relación del público con la TV, llamado control remoto, despidieron una década tan activa como de infame final.
Las peleas de Carlos Monzón y de Víctor Galíndez competían con el fútbol (Mundial del `74) en el rubro de "grandes transmisiones deportivas".
Pero la noche estaba llegando.
En 1973 el gobierno canceló las licencias de los tres principales canales privados de Buenos Aires y de otros dos del interior debido a que ya se habían vencido. Un año más tarde esos canales fueron declarados de interés público y expropiados por el Poder Ejecutivo Nacional. Tato Bores y Mirtha Legrand fueron alejados de la pantalla, por "elitistas".
El golpe de Estado del `76 designó interventores militares al frente de los canales de TV. La censura sobre las noticias y los programas periodísticos fue férrea. Y las telenovelas debían tratar conflictos que no ofendieran "la moral y las buenas costumbres". Cuatro tiras nacionales fueron levantadas y reemplazadas por enlatados mexicanos o series estadounidenses. Mirtha volvió a sus almuerzos, por la pantalla de Canal 13 y con enorme audiencia.
Al iniciar la temporada de 1976 en Canal 13, desde su programa El chupete se anunció "la desaparición física" de Alberto Olmedo. La "humorada" le costó al Negro el levantamiento inmediato del ciclo y el despido de sus guionistas. Olmedo soportó dos años de censura, de los que volvió en 1978 para reiniciar sus apariciones en TV.
La pantalla abundó en campañas de propaganda de la política económica y represiva del régimen. Y contribuía a mantener la ficción de "normalidad". Los estudiantes seguían buscando el viaje a Bariloche en Feliz domingo, aquel clásico que empezó en el `70 y nunca supo de vaivenes políticos.
La creación de Argentina Televisora Color, en vistas al Mundial 78 (un "elefante blanco", siempre polémico), la introducción de la videocámara o "máquina de mirar" en Video Show, conducido por Cacho Fontana, y las primeras ventas de un aparatito que modificaría la relación del público con la TV, llamado control remoto, despidieron una década tan activa como de infame final.
’80 De la apertura al destape
Temas comprometidos y cuerpos sin ropa. El regreso a la democracia le puso sello a los contenidos.
- 16.10.2011
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Aires de libertad soplaron en toda la sociedad apenas entrada la década. Ya desde antes de la Guerra de Malvinas, y alentada por los masivos reclamos de un retorno a la democracia, la televisión entró en un nuevo compromiso temático. Con los años, esos contenidos convivieron con un "destape" que, si bien nunca llegó a tener la audacia del español, ofreció productos que siguen influyendo hasta hoy en la forma de hacer y de ver TV.
Pero la década empezó con mordaza. Aunque en colores y con otras novedades tecnológicas. Cablevisión, cuarto operador de cable en todo el mundo, empezó a emitir en julio de 1981 desde un pequeño estudio en el norte del Gran Buenos Aires. En la misma zona norte comenzó a operar en diciembre de 1982 su competidora: VCC.
En 1980 se creó el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) con el fin de controlar el funcionamiento y emisión de la programación de radio y TV.
La dictadura, sin embargo, no había necesitado de ese organismo para despojar de su rango al Capitán Piluso (el inolvidable personaje de Alberto Olmedo), y mucho menos para privar de su traje de marinero a Coquito. Con todo, en 1981 Olmedo estrenó, por Canal 9, el que sería su gran éxito televisivo: No toca botón. Sus personajes y "las chicas Olmedo" iban a marcar toda una época.
"Vamos ganando". En la voz e imagen de José Gómez Fuentes, uno de los conductores del noticiero de ATC 60 Minutos, la frase triunfalista en plena Guerra de Malvinas pinta como pocas el manejo informativo de aquellos tiempos. Ese programa, vale decirlo, fue el único autorizado a tener un enviado en las islas. El espíritu patriótico sin flancos para el cuestionamiento también se alentó desde el maratón solidario 24 horas por Malvinas (ver Pág. 8) que dejó en el recuerdo, entre otras vergüenzas, la imagen de la gran Pierina Dealesi, ya anciana, quitándose sus aritos de oro para donarlos.
Andrea Celeste, con Andrea del Boca, por ATC, presenta a la ex niña prodigio convertida en señorita, mientras un par de tiras juveniles se erigen en verdaderos semilleros para las décadas futuras. En Pelito (1982, por Canal 13) forman equipo Adrián Suar, Julián Weich, Gustavo Bermúdez. Más tarde, Clave de sol (1987, Canal 13) dará a conocer a Leonardo Sbaraglia, Pablo Rago, Millie Stegmann y los hermanos Emiliano y Guido Kaczka.
El 2 de abril de 1982 Canal 9 pone al aire Nosotros y los miedos. El ciclo de unitarios dirigido por Diana Alvarez, con autores como Jorge Maestro y Sergio Vainmann y elenco rotativo (Rodolfo Ranni, Ricardo Darín, Miguel Angel Solá, Ana María Picchio, entre otros) empieza a plantear conflictos largamente silenciados, y desafía así la censura y las convenciones de una dictadura que todavía no estaba en retirada. El ciclo conquista audiencia y prestigio casi de inmediato. Y da pie a toda una televisión que pasó luego a conocerse como "la TV de la apertura democrática", con productos como Compromiso (en 1983, por Canal 13, con Susú Pecoraro, Ana María Campoy, Leonor Manso, entre otros, y con libros de Ricardo Halac y Cernadas Lamadrid), Situación límite (1983, por ATC, de la recordada Nelly Fernández Tiscornia), La bonita página (ATC) y ya sobre el final de la década Hombres de ley (1987, ATC) y Atreverse, dirigido por Alejandro Doria (1989, Telefe).
Claro que, además de los temas comprometidos, los cuerpos bastante más descubiertos y una cuota mayor de sexo también empezaron a verse en la pantalla.
La telenovela Amo y señor (1983, por Canal 9), ambientada en un ficticio pero simbólico Puerto Caliente, proponía una relación más pasional que romántica entre los protagonistas, Arnaldo André y Luisa Kuliok, y entre el galán y muchas otras mujeres. Además de los cachetazos (ver Los mitos).
Un nuevo tipo de programas surge, con un tratamiento más fresco y directo de la información. Semanario insólito (1982, por ATC), con el equipo conformado por Adolfo Castelo, Raúl Becerra, Raúl Portal y Virginia Hanglin, abre puertas en base a la ironía y el humor absurdo.
"Buenas noches, ¡llegó la televisión!", se anunciaban domingo tras domingo. De la media hora y los 2 puntos de rating, el programa pasó a ser un éxito. Para enero de 1983, Raúl Portal abandona el ciclo y es reemplazado por Nicolás Repetto.
"Hasta que, con los albores de Alfonsín, Adolfo Castelo y Raúl Becerra terminaron prohibidos. Absurdamente. Habían trabajado durante la dictadura y eso era suficiente.
No importaba si habían sido irreverentes, si habían defendido desde esa oscuridad la democracia", contaron sus hijas Carla y Daniela en la biografía de Castelo. Tres años después de ese final, nació el ya mítico La noticia rebelde, también por ATC, y con Castelo, Becerra, Repetto, y dos más: Carlos Abrevaya y Jorge Guinzburg.
En Canal 9, hacia el `84, Nuevediario propuso un informativo sensacionalista, muchas veces de lleno en lo bizarro. Durante el verano de 1985, el periodista José de Zer, enviado a Villa Carlos Paz, descubrió para el gran público la presencia de actividad alienígena en el cerro. Su relato jadeante y su "Seguime, Chango" dicho al camarógrafo, seguirían luego con apariciones de gnomos, actividad paranormal, chupacabras y otros sucesos que pusieron a Nuevediario al tope de la audiencia... y de la ciencia ficción. Ese año también debutaron Badía y compañía, A solas, con Hugo Guerrero Martinheitz, y Las mil y una de Sapag, entre otros que lograron gran audiencia.
Sobre el formato del italiano Pronto Raffaella?, la rubísima Susana Giménez debutó en 1987, por ATC, con Hola, Susana. Fue un éxito inmediato basado en dos grandes atractivos: novedosos juegos telefónicos que permitían ganar grandes sumas de dinero, y el carisma de quien ya era toda una diva. Con algunos cambios a lo largo de los años, el programa se mantiene hasta hoy en el top five del rating televisivo.
Ya en el último año de los ’80, mientras el cable seguía con su expansión exponencial, un nuevo fenómeno cambió otra vez la manera de hacer ficciones en la Argentina. Con La extraña dama, en 1989, no sólo se desata un fenómeno de público sino también la posibilidad de exportar telenovelas. En Europa hay más canales privados, y los "culebrones" encuentran lugar. Pero ya no hay cabida para decorados que se caen.
Comienzan las superproducciones made in Argentina.
Pero la década empezó con mordaza. Aunque en colores y con otras novedades tecnológicas. Cablevisión, cuarto operador de cable en todo el mundo, empezó a emitir en julio de 1981 desde un pequeño estudio en el norte del Gran Buenos Aires. En la misma zona norte comenzó a operar en diciembre de 1982 su competidora: VCC.
En 1980 se creó el Comité Federal de Radiodifusión (COMFER) con el fin de controlar el funcionamiento y emisión de la programación de radio y TV.
La dictadura, sin embargo, no había necesitado de ese organismo para despojar de su rango al Capitán Piluso (el inolvidable personaje de Alberto Olmedo), y mucho menos para privar de su traje de marinero a Coquito. Con todo, en 1981 Olmedo estrenó, por Canal 9, el que sería su gran éxito televisivo: No toca botón. Sus personajes y "las chicas Olmedo" iban a marcar toda una época.
"Vamos ganando". En la voz e imagen de José Gómez Fuentes, uno de los conductores del noticiero de ATC 60 Minutos, la frase triunfalista en plena Guerra de Malvinas pinta como pocas el manejo informativo de aquellos tiempos. Ese programa, vale decirlo, fue el único autorizado a tener un enviado en las islas. El espíritu patriótico sin flancos para el cuestionamiento también se alentó desde el maratón solidario 24 horas por Malvinas (ver Pág. 8) que dejó en el recuerdo, entre otras vergüenzas, la imagen de la gran Pierina Dealesi, ya anciana, quitándose sus aritos de oro para donarlos.
Andrea Celeste, con Andrea del Boca, por ATC, presenta a la ex niña prodigio convertida en señorita, mientras un par de tiras juveniles se erigen en verdaderos semilleros para las décadas futuras. En Pelito (1982, por Canal 13) forman equipo Adrián Suar, Julián Weich, Gustavo Bermúdez. Más tarde, Clave de sol (1987, Canal 13) dará a conocer a Leonardo Sbaraglia, Pablo Rago, Millie Stegmann y los hermanos Emiliano y Guido Kaczka.
El 2 de abril de 1982 Canal 9 pone al aire Nosotros y los miedos. El ciclo de unitarios dirigido por Diana Alvarez, con autores como Jorge Maestro y Sergio Vainmann y elenco rotativo (Rodolfo Ranni, Ricardo Darín, Miguel Angel Solá, Ana María Picchio, entre otros) empieza a plantear conflictos largamente silenciados, y desafía así la censura y las convenciones de una dictadura que todavía no estaba en retirada. El ciclo conquista audiencia y prestigio casi de inmediato. Y da pie a toda una televisión que pasó luego a conocerse como "la TV de la apertura democrática", con productos como Compromiso (en 1983, por Canal 13, con Susú Pecoraro, Ana María Campoy, Leonor Manso, entre otros, y con libros de Ricardo Halac y Cernadas Lamadrid), Situación límite (1983, por ATC, de la recordada Nelly Fernández Tiscornia), La bonita página (ATC) y ya sobre el final de la década Hombres de ley (1987, ATC) y Atreverse, dirigido por Alejandro Doria (1989, Telefe).
Claro que, además de los temas comprometidos, los cuerpos bastante más descubiertos y una cuota mayor de sexo también empezaron a verse en la pantalla.
La telenovela Amo y señor (1983, por Canal 9), ambientada en un ficticio pero simbólico Puerto Caliente, proponía una relación más pasional que romántica entre los protagonistas, Arnaldo André y Luisa Kuliok, y entre el galán y muchas otras mujeres. Además de los cachetazos (ver Los mitos).
Un nuevo tipo de programas surge, con un tratamiento más fresco y directo de la información. Semanario insólito (1982, por ATC), con el equipo conformado por Adolfo Castelo, Raúl Becerra, Raúl Portal y Virginia Hanglin, abre puertas en base a la ironía y el humor absurdo.
"Buenas noches, ¡llegó la televisión!", se anunciaban domingo tras domingo. De la media hora y los 2 puntos de rating, el programa pasó a ser un éxito. Para enero de 1983, Raúl Portal abandona el ciclo y es reemplazado por Nicolás Repetto.
"Hasta que, con los albores de Alfonsín, Adolfo Castelo y Raúl Becerra terminaron prohibidos. Absurdamente. Habían trabajado durante la dictadura y eso era suficiente.
No importaba si habían sido irreverentes, si habían defendido desde esa oscuridad la democracia", contaron sus hijas Carla y Daniela en la biografía de Castelo. Tres años después de ese final, nació el ya mítico La noticia rebelde, también por ATC, y con Castelo, Becerra, Repetto, y dos más: Carlos Abrevaya y Jorge Guinzburg.
En Canal 9, hacia el `84, Nuevediario propuso un informativo sensacionalista, muchas veces de lleno en lo bizarro. Durante el verano de 1985, el periodista José de Zer, enviado a Villa Carlos Paz, descubrió para el gran público la presencia de actividad alienígena en el cerro. Su relato jadeante y su "Seguime, Chango" dicho al camarógrafo, seguirían luego con apariciones de gnomos, actividad paranormal, chupacabras y otros sucesos que pusieron a Nuevediario al tope de la audiencia... y de la ciencia ficción. Ese año también debutaron Badía y compañía, A solas, con Hugo Guerrero Martinheitz, y Las mil y una de Sapag, entre otros que lograron gran audiencia.
Sobre el formato del italiano Pronto Raffaella?, la rubísima Susana Giménez debutó en 1987, por ATC, con Hola, Susana. Fue un éxito inmediato basado en dos grandes atractivos: novedosos juegos telefónicos que permitían ganar grandes sumas de dinero, y el carisma de quien ya era toda una diva. Con algunos cambios a lo largo de los años, el programa se mantiene hasta hoy en el top five del rating televisivo.
Ya en el último año de los ’80, mientras el cable seguía con su expansión exponencial, un nuevo fenómeno cambió otra vez la manera de hacer ficciones en la Argentina. Con La extraña dama, en 1989, no sólo se desata un fenómeno de público sino también la posibilidad de exportar telenovelas. En Europa hay más canales privados, y los "culebrones" encuentran lugar. Pero ya no hay cabida para decorados que se caen.
Comienzan las superproducciones made in Argentina.
´90 Desmesura & costumbrismo
Del menemismo a la nueva ficción. La pantalla derrochó brillos y, al mismo tiempo, volvió al barrio.
- 16.10.2011
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La década comenzó con una novedad que cambiaría el perfil de la televisión: la reprivatización de los canales 11 y 13, en cumplimiento de una de las promesas de la campaña electoral de Carlos Menem. Canal 9 ya estaba en manos de Alejandro Romay durante el gobierno de Alfonsín, y Canal 2 pertenecía al sector privado desde el `87. Canal 11 cambia su nombre por el de Telefe, y centra su apuesta en el entretenimiento y las comedias familiares. El 13 pone el acento en sus noticieros y en la calidad de su pantalla, que incluye ficciones de muchas maneras rupturistas. Las particulares condiciones de la economía permiten la llegada de figuras internacionales, el despliegue de shows y la concreción de súper producciones nativas. La realización de los contenidos empieza a salir de los canales, quedando en manos de productoras independientes.
Un grupo de amigotes encabezados por un muchacho tan gritón como simpático agitan el horario nocturno de Telefe con su desparpajo. Hablan de deportes, pasan bloopers, se hacen bromas, conversan con gente que está detrás de la cámara... Es marzo de 1990 y acaba de nacer Videomatch, con la conducción de un casi desconocido Marcelo Tinelli. El programa era una prueba, un ensayo en el que había creído el gerente de programación del canal, Gustavo Yankelevich, más que sus propios protagonistas. Funcionó. Y cómo.
Videomatch y luego, con el mismo equipo, Ritmo de la noche, se convirtieron en piedra angular del canal durante más de una década.
En el mismo marzo Telefe estrenó otro éxito: Amigos son los amigos, una comedia semanal protagonizada por Carlos Calvo y Pablo Rago. La dupla conquistó de inmediato. "Carlín" impuso sus muletillas y su modo de ser un galán solterón que no quería crecer.
Al año siguiente, otra comedia contribuyó a posicionar a Telefe al frente de la audiencia. Con Arturo Puig como un viudo a cargo de tres "chancles" que le ayudaba a criar una empleada (María Leal) casi de la familia, Grande, pá! recorrió la "nueva conflictividad" infantil y adolescente de clase media y alta, desde la relación de los hijos con las nuevas parejas de los padres, hasta "la primera vez" sexual. Claro que todo era abordado con la delicadeza propia de un "apto para todo público" sin fisuras. El ciclo llegó a medir 62 puntos de rating.
Junio marca el nacimiento, ya como estrella televisiva, de una actriz puesta a productora de un ciclo para adolescentes. Cris Morena debuta como creadora y conductora de Jugate conmigo, un programa de entretenimientos que plantea una revolución visual y mucho fashion. Es otro éxito y semillero de actores (como habrían de ser a lo largo de los años todos y cada uno de los productos posteriores de Morena, desde Verano del `98 hasta el reciente Casi ángeles), y allí hacen sus primeros pasos Romina Yan, Luciano Castro y Michel Brown, entre otros.
Nicolás Repetto aparece en la pantalla de Canal 13, también en el `91, con un ciclo de lo más novedoso. Tiene distintos segmentos y puede incluir desde los comentarios más irreverentes hasta las entrevistas serias de María Laura Santillán. El público acompaña la apuesta, y la crítica también. Al año siguiente Fax gana el primer Martín Fierro de Oro.
En abril, en tanto, se había creado la Corporación Multimedios América, dando nacimiento a América TV.
La temática gay sale de la caricatura y empieza a tomar color en esta década. Miguel Angel Solá interpreta a un homosexual en un episodio del unitario de Alejandro Doria Atreverse, y el rol le vale un premio Martín Fierro en 1992. En mayo de ese año, en el ciclo de seis miniseries Zona de riesgo (Canal 13), Gerardo Romano y Rodolfo Ranni protagonizaron el primer beso entre hombres de la televisión argentina. La escena no fue un hecho aislado: toda la historia, en sus 13 capítulos, narraba el devenir de una pareja gay. El programa ya había dado muestras de audacia en su primera miniserie, cuando Romano había armado y aspirado una línea de cocaína. La Justicia llegó a pedir ese tape, pero la cosa no pasó a mayores. La corrupción en política, la violencia de género, el submundo carcelario se vieron a lo largo del ciclo, durante dos temporadas. Pero aquel beso quedó en la historia. La temática iba a seguir y ponerse cada vez más osada en unitarios como Verdad consecuencia, o Señoras y señores, y tiras como Primicias.
"Pico de rating", "minuto a minuto", "promedio diario" y otros términos hoy habituales, no lo eran a mediados de los años ’90. Las mediciones de audiencia no llegaban al público masivo más que ocasionalmente, y se elaboraban a través de planillas escritas y llamados telefónicos, actividad que estaba a cargo de dos o tres empresas distintas. En 1993 la brasileña Ibope hace pie en la Argentina e introduce un cambio fundamental en la manera de elaborar las mediciones: el people meter. El aparatito, que se instala en una cantidad de televisores seleccionados por la empresa, registra al instante las variaciones de la audiencia. En los años siguientes Ibope se convertirá en la única medidora de rating.
Una serie de ficciones más elaboradas y adultas se sucedieron en la pantalla por esos años. Algunos de los títulos: Los machos, Nueve lunas, De poeta y de loco (todas por canal 13), El oro y el barro (Canal 9). Deseosas de exportar y con recursos económicos, las telenovelas se trasladan a escenarios naturales y turísticos. Alén, luz de luna, con Gustavo Bermúdez, realizada en San Martín de los Andes, y Hombre de mar, con Gabriel Corrado, en Mar del Plata, son los picos de la tendencia.
Hacia mediados de la década la TV se consolida como industria poderosa que aspira a la calidad. El 13 de enero de 1995 Canal 13 estrena Poliladron. Se trata de una producción independiente, la primera del joven Adrián Suar y su productora debutante, Pol-ka. Protagonizada por el propio Suar como El Nene Carrizo y Laura Novoa como la oficial de policía Verónica Vega, además de una inolvidable historia de amor, el ciclo ofreció una dinámica visual inédita. Podría decirse que este debut marca el comienzo de una nueva tendencia: la de las productoras independientes. Con Pol-ka, en años sucesivos, la ficción vuelve a nutrirse del costumbrismo, con historias barriales (como las de Roxy y Panigassi, taxista y colectivero), en Gasoleros, RR.DT o Campeones.
En el mismo año `95, Mario Pergolini también estrena productora, y un nuevo estilo de reflejar la realidad, con Cuatro Cabezas y su programa Caiga quien caiga.
Es también la década en la que llega a la Argentina la TV satelital, a través de DirecTV, la de los escándalos mediáticos y los talk shows en los que se ventilan intimidades. Surge un periodismo televisivo que muestra la marginalidad "desde adentro", inspirado en el ciclo de Fabián Polosecki El otro lado. Al mismo tiempo, el mercado adolescente gana cada vez más espacio con tiras como Chiquititas, apoyadas en la industria musical y el merchandising.
Un grupo de amigotes encabezados por un muchacho tan gritón como simpático agitan el horario nocturno de Telefe con su desparpajo. Hablan de deportes, pasan bloopers, se hacen bromas, conversan con gente que está detrás de la cámara... Es marzo de 1990 y acaba de nacer Videomatch, con la conducción de un casi desconocido Marcelo Tinelli. El programa era una prueba, un ensayo en el que había creído el gerente de programación del canal, Gustavo Yankelevich, más que sus propios protagonistas. Funcionó. Y cómo.
Videomatch y luego, con el mismo equipo, Ritmo de la noche, se convirtieron en piedra angular del canal durante más de una década.
En el mismo marzo Telefe estrenó otro éxito: Amigos son los amigos, una comedia semanal protagonizada por Carlos Calvo y Pablo Rago. La dupla conquistó de inmediato. "Carlín" impuso sus muletillas y su modo de ser un galán solterón que no quería crecer.
Al año siguiente, otra comedia contribuyó a posicionar a Telefe al frente de la audiencia. Con Arturo Puig como un viudo a cargo de tres "chancles" que le ayudaba a criar una empleada (María Leal) casi de la familia, Grande, pá! recorrió la "nueva conflictividad" infantil y adolescente de clase media y alta, desde la relación de los hijos con las nuevas parejas de los padres, hasta "la primera vez" sexual. Claro que todo era abordado con la delicadeza propia de un "apto para todo público" sin fisuras. El ciclo llegó a medir 62 puntos de rating.
Junio marca el nacimiento, ya como estrella televisiva, de una actriz puesta a productora de un ciclo para adolescentes. Cris Morena debuta como creadora y conductora de Jugate conmigo, un programa de entretenimientos que plantea una revolución visual y mucho fashion. Es otro éxito y semillero de actores (como habrían de ser a lo largo de los años todos y cada uno de los productos posteriores de Morena, desde Verano del `98 hasta el reciente Casi ángeles), y allí hacen sus primeros pasos Romina Yan, Luciano Castro y Michel Brown, entre otros.
Nicolás Repetto aparece en la pantalla de Canal 13, también en el `91, con un ciclo de lo más novedoso. Tiene distintos segmentos y puede incluir desde los comentarios más irreverentes hasta las entrevistas serias de María Laura Santillán. El público acompaña la apuesta, y la crítica también. Al año siguiente Fax gana el primer Martín Fierro de Oro.
En abril, en tanto, se había creado la Corporación Multimedios América, dando nacimiento a América TV.
La temática gay sale de la caricatura y empieza a tomar color en esta década. Miguel Angel Solá interpreta a un homosexual en un episodio del unitario de Alejandro Doria Atreverse, y el rol le vale un premio Martín Fierro en 1992. En mayo de ese año, en el ciclo de seis miniseries Zona de riesgo (Canal 13), Gerardo Romano y Rodolfo Ranni protagonizaron el primer beso entre hombres de la televisión argentina. La escena no fue un hecho aislado: toda la historia, en sus 13 capítulos, narraba el devenir de una pareja gay. El programa ya había dado muestras de audacia en su primera miniserie, cuando Romano había armado y aspirado una línea de cocaína. La Justicia llegó a pedir ese tape, pero la cosa no pasó a mayores. La corrupción en política, la violencia de género, el submundo carcelario se vieron a lo largo del ciclo, durante dos temporadas. Pero aquel beso quedó en la historia. La temática iba a seguir y ponerse cada vez más osada en unitarios como Verdad consecuencia, o Señoras y señores, y tiras como Primicias.
"Pico de rating", "minuto a minuto", "promedio diario" y otros términos hoy habituales, no lo eran a mediados de los años ’90. Las mediciones de audiencia no llegaban al público masivo más que ocasionalmente, y se elaboraban a través de planillas escritas y llamados telefónicos, actividad que estaba a cargo de dos o tres empresas distintas. En 1993 la brasileña Ibope hace pie en la Argentina e introduce un cambio fundamental en la manera de elaborar las mediciones: el people meter. El aparatito, que se instala en una cantidad de televisores seleccionados por la empresa, registra al instante las variaciones de la audiencia. En los años siguientes Ibope se convertirá en la única medidora de rating.
Una serie de ficciones más elaboradas y adultas se sucedieron en la pantalla por esos años. Algunos de los títulos: Los machos, Nueve lunas, De poeta y de loco (todas por canal 13), El oro y el barro (Canal 9). Deseosas de exportar y con recursos económicos, las telenovelas se trasladan a escenarios naturales y turísticos. Alén, luz de luna, con Gustavo Bermúdez, realizada en San Martín de los Andes, y Hombre de mar, con Gabriel Corrado, en Mar del Plata, son los picos de la tendencia.
Hacia mediados de la década la TV se consolida como industria poderosa que aspira a la calidad. El 13 de enero de 1995 Canal 13 estrena Poliladron. Se trata de una producción independiente, la primera del joven Adrián Suar y su productora debutante, Pol-ka. Protagonizada por el propio Suar como El Nene Carrizo y Laura Novoa como la oficial de policía Verónica Vega, además de una inolvidable historia de amor, el ciclo ofreció una dinámica visual inédita. Podría decirse que este debut marca el comienzo de una nueva tendencia: la de las productoras independientes. Con Pol-ka, en años sucesivos, la ficción vuelve a nutrirse del costumbrismo, con historias barriales (como las de Roxy y Panigassi, taxista y colectivero), en Gasoleros, RR.DT o Campeones.
En el mismo año `95, Mario Pergolini también estrena productora, y un nuevo estilo de reflejar la realidad, con Cuatro Cabezas y su programa Caiga quien caiga.
Es también la década en la que llega a la Argentina la TV satelital, a través de DirecTV, la de los escándalos mediáticos y los talk shows en los que se ventilan intimidades. Surge un periodismo televisivo que muestra la marginalidad "desde adentro", inspirado en el ciclo de Fabián Polosecki El otro lado. Al mismo tiempo, el mercado adolescente gana cada vez más espacio con tiras como Chiquititas, apoyadas en la industria musical y el merchandising.
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