Para el electorado que lo mira por TV
Domingo 19 de junio de 2011
Aunque no es una práctica habitual en el país, el intercambio entre los candidatos electorales es un buen recurso en tiempos de campaña. Cómo afecta la imagen de los políticos, la influencia en los votantes y los riegos de no asistir.
Los debates trascienden cuando son transmitidos por TV. Y, aunque programados para impactar al micromundo político, a cierto sector del periodismo y a un público altamente informado, estos sucesos logran una gran difusión a través de la cobertura posterior que consiguen cuando son reproducidos en portales digitales, medios gráficos o programas radiales y televisivos. Términos como “telepolítica”, “cybercampaña”, “marketing político” y “coaching de candidatos” parecen haber llegado para quedarse. Aún cuando en el país se siga recurriendo al contacto cara a cara y la clásica caminata por el territorio como estrategias para acceder al poder, en otros lugares del mundo los debates políticos televisivos son una práctica habitual y muy consolidada. En la Argentina, este tipo de intercambio entre los candidatos electorales no sólo no se volvió costumbre, sino que algunos políticos suelen ser reacios a los debates, sobre todo cuando se ven favorecidos por las encuestas y temen que una exposición pública “sin red” y un enfrentamiento con algún opositor puedan hacer tambalear sus ventajas.
“En el siglo pasado, la política se instrumentaba a través de actos públicos gigantescos, con un candidato que hablaba solo y estaba a 50 o 60 metros de distancia del público. Este acto difiere mucho del hecho de tener la cámara de televisión en la cara. La TV denuncia todo. El rostro de un candidato en primer plano dice muchísimo. Con un orador a 50 metros de distancia, uno no tiene ningún tipo de registro de qué piensa o siente esa persona. En ese sentido, es muy útil la televisión porque trae al candidato a primer plano. Y si encima está expuesto al debate con un adversario, ya empiezan a ponerse en juego otras cosas”, explica Fernando Braga Menéndez. “Hoy se habla en términos peyorativos de la telepolítica para referirse a la política manejada por o desde la televisión –advierte el publicista–, y creo que hay que dejarse de embromar con nostalgias del pasado. La telepolítica es muy útil, es lo que sirve hoy en día que la gente no tiene tiempo para nada. Con cualquier programa televisivo es posible tener una audiencia multitudinaria que llenaría dos plazas de Mayo. Además, mezcla a gente de los más diferentes escenarios y estratos sociales. Con el televisor, todos tienen acceso simultáneo, lo que genera una sensación de comunidad muy importante que después comentará al día siguiente lo que vio en la pantalla”.
Para la socióloga y publicista Doris Capurro, “con la falta de tradición democrática en relación a los debates que hay en la Argentina, los que van ganando en las encuestas no quieren participar porque tienen más posibilidad de perder que de ganar con el debate. Son muchos los riesgos y oportunidades que podrían correrse. En gran medida, depende de la capacidad discursiva e histriónica de los candidatos, de su situación previa en las encuestas, etc. Es difícil que un debate dé vuelta la intención de voto en forma dramática, pero puede incidir en algunos puntos a favor o en contra. Todavía no está del todo instalado el debate como una herramienta institucional de la democracia, por lo cual, en general es poco lo que perjudica al candidato que decide no concurrir”.
Los ritmos propios del medio televisivo y su particular puesta en escena, dificultan muchas veces que los candidatos políticos puedan exponer sus proyectos, propuestas y soluciones a los problemas más urgentes de la ciudadanía. Con tiempos cronometrados para las respuestas, temas rígidos y turnos preestablecidos para hablar, los debates televisados suelen servir sólo al orador más hábil, que puede lucir su ductilidad y destreza frente a las cámaras.
“Más que los proyectos y los planes, lo que se está viendo es el manejo de los nervios en el momento del debate, algo que es importantísimo. Aunque no son necesariamente virtudes o requisitos indispensables para gobernar. La TV es relativa como herramienta para evaluar a un candidato”, dice Braga Menéndez. “Pero además –afirma–, yo no creo que la gente vote proyectos, plataformas, planes. La gente vota gente; mira a una persona y piensa ‘este tipo me genera confianza’. Creo que es así en todas partes del mundo. Las demás son idealizaciones. Si se observan las plataformas, todas hablan de salud, educación, justicia, seguridad; política aduanera, política minera, política impositiva, todas dicen lo mismo. Por eso la gente mira la trayectoria.”
El politólogo y analista político Edgardo Mocca, por su parte, asegura que los riesgos de presentarse a un debate por TV son menos de los que los propios candidatos creen y de los que cierta parte del periodismo les asigna. “Me parece bien que haya debates televisivos, que los distintos candidatos discutan sus ideas y las expongan. Es un ritual democrático muy importante, pero también existen los actos públicos, charlas, recorridas por los barrios, marchas y otras actividades propias de la política tradicional. El debate televisivo es un dispositivo más. Es deseable que exista pero no puede decirse que las voluntades políticas de los votantes se definan y determinen a través de él”, asegura.
La política puesta en escena. Los debates políticos en TV pueden llegar a ser una instancia decisiva de la confrontación electoral. Y para evitar malos tragos en el set, bajo la presión del tiempo, los nervios y el vivo y directo, los políticos apelan al auxilio de los consultores de campaña: un equipo de técnicos, especialistas en entrenamiento actoral, analistas de mercado, psicólogos y publicistas que colaboran en el adiestramiento para que los candidatos puedan salir airosos del intercambio con sus contrincantes. Sin embargo, la exposición televisiva y su potencial influencia en el electorado sigue siendo uno de los mayores fantasmas de los aspirantes al poder.
Según Mocca, la televisación de un debate puede tener influencia en la respuesta del electorado pero “sólo en situaciones muy excepcionales. En la abrumadora mayoría de los casos, el debate televisivo sólo sirve para reforzar una posición política o una decisión que los ciudadanos ya tomaron. Incluso, quienes ven por televisión esos debates lo hacen para alentar a su candidato. Pero además, no sé si es bueno que el debate haga decidir al público. Más bien creo que no. Este tipo de eventos suelen resultar un torneo de destreza televisiva. Y hay gente sobresaliente en ese terreno, pero no sé si se puede decir lo mismo de ellos cuando están gobernando. Si las democracias consistieran en quiénes son más dúctiles para moverse en un estudio de televisión, estaríamos en problemas. No deja de ser una puesta en escena, un show. Por eso, hay que alivianar la carga dramática y sobre todo esa argumentación racionalista que establece que las campañas electorales se definen en un set televisivo en función del nivel de argumentación de los candidatos”.
“Como sistema, el debate televisivo es injusto”, asegura Braga Menéndez. “En el término de una hora, o menos, se juega algo que es muy importante. Es una especie de banalización del proceso electoral. Sin embargo, creo que ha habido casos donde fue realmente notable cómo se desbalanceó una situación sólo por un debate, sobre todo, en oportunidades que han tenido una gran convocatoria y mucha audiencia. Por ejemplo, en 2009, Michetti, Heller, Solanas y Prat Gay participaron de un debate en el canal TN. Ahí, Solanas se ganó el segundo puesto en las elecciones prometiendo un montón de cosas distantes, lejanas, abstractas, sobre los glaciares, la minería, la ecología, nada que ver con los problemas concretos de la Ciudad. Salió fortalecido del debate y se ganó los votos peronistas porque fue el único que reivindicó el movimiento”.
Capurro coincide en que la TV puede generar un impacto en el electorado, “sobre todo si las diferencias entre los candidatos son pequeñas. Es difícil que un debate modifique totalmente una tendencia, pero puede sumar o restar algunos puntos”. Lo que hay que tener en cuenta según la analista es que “la TV es un medio muy importante pero, también, un medio más. Todo suma o resta. Depende de cómo se use. Depende de la coherencia de la estrategia global. La comunicación 2.0, como ejemplo, pasó a ser relevante, sobre todo para los indecisos que van y buscan en los sitios de los candidatos las propuestas de cada uno. Y la televisión es un muy buen escenario para un debate político. No aporta al enriquecimiento profundo de las propuestas, pero sí a una evaluación general de los candidatos, por parte de los televidentes”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario