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domingo, 3 de octubre de 2010

publicidad y propaganda?

LIBRO / “6, 7, 8” Y EL USO PARTIDARIO DE LA TV ESTATAL
El diario de Kirchner
En marzo de 2009, 6, 7, 8 irrumpió con fuerza inusitada en Canal 7 y comenzó a despertar admiración y críticas, entusiasmo y rechazo, por igual. María Julia Oliván, su primera conductora, y Pablo Alabarces, licenciado en Letras y sociólogo, analizan el funcionamiento de un programa pensado para criticar a los medios de comunicación que no son kirchneristas y construir una realidad más amigable para el Gobierno.
Por María Julia Oliván / Pablo Alabarces

Obra. Un momento clave del programa, la visita de Néstor Kirchner. Sonrisas femeninas para “entrevistar” al ex presidente ante un público fiel.
Acerca de contextos y recursos.
Pablo Alabarces: Resulta inimaginable pensar 6, 7, 8 sin el fenómeno del kirchnerismo, porque el kirchnerismo instala una suerte de peronismo socialdemócrata, una renovación peronista.
María Julia Oliván: Kirchner asumió con el slogan de la renovación. Aunque durante el primer año de gobierno hizo campaña con todos los líderes que, obviamente, venían de años y años de concentración de poder en las provincias, con todos los gobernadores del interior. Obviamente necesitaba concentrar mayor poder que el que le había dado el resultado electoral de 2003.
P.A.: El kirchnerismo permite que, por primera vez, aparezca un programa oficialista porque genera un contexto muy particular; abre un espacio para que estas figuras ejerzan este tipo de crítica, este tipo de mecanismos de enunciación.
M.J.O.: Es que entre las alianzas que hizo Kirchner acuerda primero con las provincias que tienen un especial interés en su relación con el Gobierno central, por una cuestión económica sobre todo, y después empieza a hacer las alianzas fuertes con los sindicatos y con los movimientos sociales.
P.A.: El kirchnerismo no tiene muchos de los rasgos más típicos del peronismo pero, aun así, creo que finalmente es peronismo por el exceso peronista. El peronista es tantas cosas que bajo el peronismo cabe todo.
M.J.O.: El peronismo es tantas cosas que cualquier integrante del programa podría parecer un militante peronista.
P.A.: Peronistas eran Lorenzo Miguel y el primer Manzano y el primer Toma. También lo eran Menem, Corach, Kohan. Todos ellos son peronistas, y entonces, dentro de ese exceso, los Kirchner también son peronistas. Para entender el programa habría que preguntarse, ¿cómo personalidades como la de Barone o Sandra Russo pueden funcionar como voceros de un Gobierno “peronista” cuando no hay rasgos peronistas en su discurso? Porque el kirchnerismo produce un desplazamiento…
M.J.O.: También Neustadt fue una suerte de vocero de Menem y no era peronista.
P.A.: Justamente. El menemismo no podría haber incorporado a Barone, Sandra o Lucho. El kirchnerismo, en cambio, sí y ellos pueden hablar pestes del menemismo. Y el menemismo no podría haber producido un programa de este tipo…
M.J.O.: Porque no enarbolaba ninguna bandera enarbolable excepto para los liberales radicalizados o conversos.
P.A.: Exactamente, nadie podía defenderlos políticamente, salvo con la ironía menemista o con la desfachatez de María Julia Alsogaray.
M.J.O.: Bueno, pero este Gobierno sí te da herramientas para defenderlo, porque lanzó varias medidas que generaron la empatía directa de un grupo de la sociedad que no tiene por qué ser ni peronista ni kirchnerista.
P.A.: Fijate qué tipo de empatía produce que incluso puede generar una militancia, periodística y del público. El kirchnerismo permite que personas provenientes de una tradición progresista, con un nivel intelectual alto, piensen, por primera vez en sus vidas, en votar a un candidato peronista. En este contexto ancla 6, 7, 8. Y este contexto no es el peronismo porque justamente, parece que los panelistas no pueden ni siquiera pronunciar la palabra “peronista”.
M.J.O.: Para mí, lo que sí se menciona en 6, 7, 8 son las palabras derecha e izquierda. Permanentemente.
P.A.: Hasta ahí. Hace más de un año tuve una discusión con José Pablo Feinmann porque escribí, en tono de crítica:
“Esta gente insiste en no recordar que ‘peronismo de izquierda’ es un oxímoron”. Es una tradición, que muchos siguen a pie juntillas. Yo no creo más en esa tradición, me desilusionó y la califico como oxímoron. Y no porque no exista sino porque creo que no es solvente, que es refutable teóricamente. Pero la tradición existe y, como buen mito, produce prácticas. Entonces, enunciar “la derecha” puede significar tanto un progresismo vago como un presunto peronismo de izquierda, que no se nombra, pero no porque le cause escozor al progresismo. El progresismo acepta la existencia de un peronismo de izquierda e incluso acepta sus íconos, con Rodolfo Walsh a la cabeza. Yo no creo que el progresismo rechace el peronismo. Más bien creo que lo acepta como parte del famoso universo de deseo de que algún día un frente amplio incluya al peronismo de izquierda, al socialismo, etcétera. En el desplazamiento, 6, 7, 8 corre del foco las prácticas del peronismo que no se corresponden con este modelo de “peronismo de izquierda”. Las corre porque no las puede
exhibir.
M.J.O.: No me parece que podamos analizar el programa viendo si el progresismo irrita al peronismo, o si el peronismo irrita al progresismo, o si en el peronismo se incluye la clase media de izquierda, progresista o no. Me parece que es más interesante analizar los roles, empezar a desmenuzar el discurso, la polarización y cómo el planteo argumentativo del programa siempre construye las realidades en términos de “nosotros/ellos”, “a favor/en contra”, “adentro/afuera”.
P.A.: Avancemos en esa dirección.
M.J.O.: Es muy difícil circunscribir el programa a si es de derecha, de izquierda, progresista. En cambio, me parece que sí podemos circunscribirnos al discurso que propone.
P.A.: Estoy de acuerdo con que avancemos en esto. Lo que estábamos discutiendo es el marco dentro del cual todo eso funciona.
M.J.O.: En el peronismo pueden entrar la derecha y la izquierda. Todos los militantes progresistas pueden adherir a este peronismo progresista, pero no podrían adherir al menemismo.
P.A.: De acuerdo.
M.J.O.: Y al menemismo sí podían adherir los miembros de la oligarquía tradicional, los liberales, los Alsogaray, los Cavallo.
P.A.: Todos esos no podrían adherir a la Alianza, pero la Alianza lo pone de ministro a Cavallo.
M.J.O.: Lo que sí me parece interesante es encontrar las similitudes entre la construcción discursiva de 6, 7, 8 y la del discurso kirchnerista, ahí sí me parece que hay una veta.
P.A.: 6, 7, 8 elige las características más peronistas del kirchnerismo. De ahí, entonces, la enunciación izquierda/derecha. ¿Por qué no nos quedamos un poquito con eso? Porque, claramente, es lo que vos decías: es polar.
M.J.O.: Además de polar es aglutinador porque se propone “multiplicar”, se propone una suerte de tarea evangelizadora hacia los demás, convencer a los que no son oficialistas de las bondades del “modelo”. ¿De qué manera? Con los recursos directos y de repetición de las lecturas polarizadas y mediante una falsa adhesión de quienes por contexto o fuera de él elogian alguna de las medidas instrumentadas por el oficialismo. Entonces, si Tinelli en un momento dice que cree que la Presidenta hizo bien determinada cosa, eso es presentado como: “Ahora nos venimos a enterar que a Marce”. Esa adhesión que plantean es ilusoria.
P.A.: Eso es una ironía. El espectador promedio de 6, 7, 8 comprende esa ironía y se ríe porque en ningún momento piensa que Marcelo Tinelli esté de acuerdo con el Gobierno.
M.J.O.: No estoy tan segura de que el televidente promedio tenga un nivel de instrucción alto. Es verdad que es una ironía, pero también es una adhesión ilusoria. Es como plantear: “Hasta este personaje X, que en otro momento se mostró enfrente de la vereda del oficialismo, tiene que darle la razón en algo a la Presidenta”. Por otro lado, no estoy tan segura de que podamos afirmar que el público de 6, 7, 8 tiene un nivel de instrucción alto. Creo que se ve en la tribuna que es un público heterogéneo.
P.A.: La composición social del público siempre es un misterio, salvo que uno cuente con análisis más minuciosos. Sin embargo, es innegable que el programa tuvo un salto muy fuerte en su popularidad cuando se constituyó todo el movimiento desde el
Facebook. Y eso implica un nivel de competencia intelectual. Dice Bourdieu que para producir contracultura siempre hace falta un nivel básico de competencia cultural. ¿El programa se presenta como contracultural, contrahegemónico? Eso tenemos que discutirlo, pero digamos que está dando por sentada una competencia cultural por parte del público. Me parece evidente que hay cierta jactancia de los panelistas. La cita borgeana repercute en ese sentido.
M.J.O.: Ahí sí concuerdo con vos. No sólo la cita borgeana, sino tantas otras alusiones. Por otro lado, está también “la tarea de” multiplicar y de quiénes se van sumando a ese grupo. Esa idea de multiplicar es convocante y asume la postura de que se trata de un grupo de “unos” que quiere convencer a “otros” que están en otra vereda. Volvemos al punto de la dualidad.
P. A.: Creo que los espectadores de 6, 7, 8 han transformado la experiencia de ver televisión casi en una acción ciudadana. O sea, una militancia mediática, o antimediática o intramediática. El acto de ver televisión como un acto militante en el cual se produce algún tipo de discusión del viejo tema de la recepción crítica de los medios de comunicación, toda una corriente teórica que hablaba de la recepción crítica.
M.J.O.: Más allá de saber con precisión cómo es el público de 6, 7, 8, me parece que lo más palpable que tenemos es a quién supone el programa que se está dirigiendo, tomando como base la forma en que está articulado el mensaje.
P.A.: Justamente: hablan de la derecha en tercera persona, pero lo remiten más a las posiciones políticas; hablan de medios todopoderosos manipuladores de grandes porciones de la sociedad, distintos de este público que nos está mirando y comparte con nosotros la verdad respecto de los mecanismos periodísticos.
Pero hay un tercero excluido que no es considerado como público, el clásico tercero excluido de la televisión argentina: las clases populares. Y digo que ese es el tercero permanente, porque nadie le habla.
M.J.O.: A ese primero incluido que mencionás lo llaman la “corpo mediática”. Tal denominación también tiene un significado tácito, vinculado a las corporaciones y a ciertos códigos que se respetan en dichas corporaciones. Ahora bien, cuando hablan de los otros opositores, utilizan una dualidad idéntica a la que usa Kirchner en sus discursos: están los que pelean por la causa y los que la combaten. Así se construye la idea de esa militancia ficticia en favor de una causa que se supone peronista, de izquierda o centro izquierda, y popular.
P.A.: Hay algo que sí se sabe: no es de derecha. Porque se dice “la derecha esto”, “la derecha lo otro”. Ahí está nuevamente la cláusula del excluido. ¿Qué es? No sé, pero seguro no es de derecha. La derecha siempre queda afuera, siempre se enuncia como ajenidad, como lo otro. Eso es indiscutible. Creo que en el vínculo con el espectador hay una mirada, un guiño cómplice, aunque la redundancia, la repetición exasperante, en muchos casos, suena a trabajo de convencimiento. Esa es la cuestión pedagógica que vos mencionás.
M.J.O.: 6, 7, 8 es repetitivo a propósito; cuando yo planteaba a la producción la molestia que nos generaba presentar repetidamente los mismos informes, ellos respondían que querían machacar sobre sus ideas. Es como un intento pedagógico, o bien, como el nuevo programa de Víctor Hugo Morales, una bajada de línea directa.
P. A.: Repiten el repertorio de los noticieros en un breve espacio.
M.J.O.: De todas formas, la CNN o cualquier cadena de noticias del mundo también repite todo el día los mismos títulos que componen la agenda. Cuando es un canal de noticias o un noticiero, la repetición no es una estrategia. Pero si es un programa diario, puede repetir o no.
6, 7, 8 elige repetir pero no por las razones que lo elige un noticiero de acá o de Inglaterra. Los noticieros reproducen la agenda del día; es decir, unos seis temas en total.
P.A.: Hemos llegado a la redundancia como estrategia de la agenda
del día.

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