Universidad
¿Se puede estudiar y trabajar al mismo tiempo?
El avance imparable del conocimiento exige mayor dedicación y las horas destinadas al trabajo en muchos casos no se valoran como experiencia de vida ganada sino como déficit en la formación y el aprendizaje intelectual
por Carmen María Ramos Especial para lanacion.com
"Lo que más me sorprendió el primer día de clases es que en una charla introductoria nos dijeron que nos desalentaban a trabajar. Además, nos pusieron unos horarios que lo hubieran hecho imposible", dice Sofía Báez, alumna de la carrera de Abogacía en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT).
Pero la tendencia no es exclusiva de las universidades privadas, como podría suponerse. Aníbal Jozami, rector de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), lo dice sin vueltas: el imparable avance del conocimiento exige mucho más estudio y dedicación que antes y quienes tengan que distraer 8 o 9 horas diarias trabajando estarán, indefectiblemente, en inferioridad de condiciones a la hora de enfrentar en el futuro el mundo profesional.
Atrás parece haber quedado el tiempo en que trabajar y estudiar era la síntesis perfecta en la formación de los universitarios y un motivo de íntimo orgullo.
"Hoy el mundo ha cambiado por el avance arrollador del conocimiento y las carreras demandan mucho tiempo y estudio que, para quienes no se lo pueden dedicar, termina siendo un gap difícil de acortar", dice Jozami
En esta universidad pública del conurbano bonaerense, el 80 por ciento de los alumnos trabajan y su rector está decidido a revertir, en parte, este porcentaje. Uno de los caminos es implementar un sistema de patrocinadores que reemplacen el sueldo del alumno-trabajador. Pero no a la manera de una contribución para viáticos, transporte o fotocopias, que es lo que habitualmente ofrece el sistema público de becas de educación superior, sino que lo que pretende lograr Jozami es el compromiso de empresas y particulares en aportar montos suficientes para permitir que un joven se dedique plenamente al estudio, sin tener que ocuparse o preocuparse de otra cosa.
Es lo que ocurre en universidades privadas como el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) o San Andrés (Udesa). Esta última ofrece asistencia financiera para que ningún joven talentoso de los más alejados rincones del país pierda la oportunidad de estudiar y devolver su conocimiento transformado en ideas y acciones a la comunidad.
Las becas de la Universidad de San Andrés se otorgan por concurso abierto a estudiantes que demuestran destacado mérito académico y necesidad económica. También existen becas especiales, otorgadas por concurso cerrado, que son ayudas establecidas por donantes para categorías especiales de alumnos.
Para ayudar a encuadrarse en este concepto de alumnos dedicados al estudio full time, full life, la UTDT tiene un fondo propio para becas que se nutre de la devolución de los préstamos de honor (que cubren hasta el 60 por ciento del arancel y que se devuelven cuando el graduado consigue trabajo) y de dinero que destina la Fundación UTDT, proveniente de donantes.
"Aquí el estudio es a tiempo completo, los alumnos cursan mañana y tarde, se quedan a almorzar, necesitan dinero para pagar libros, apuntes, fotocopìas y, obviamente, no pueden trabajar", dice Milagros García Cano, coordinadora del programa de ayuda financiera.
Las becas de manutención se concentran en esas necesidades, por un monto de $360 por mes. Este año otorgaron 28 becas de manutención para aquellos alumnos que tienen el 100 por ciento de ayuda financiera para pagar el arancel mensual, que son 140 sobre un total de 1000 alumnos, por montos que van de un 20 a un 100 por ciento del total del arancel mensual.
"La ayuda financiera surge de una evaluación que realiza la Universidad en base al criterio de necesidad económica. Pero hay chicos que, aún con esa ayuda, les costaría mucho pagar el resto de los gastos para asistir cada día a clase. Partimos de la base de que en la mayoría de las carreras, por lo menos los tres primeros años los alumnos no van a poder trabajar y cumplir a su vez con las exigencias académicas, que son muchas", dice García Cano.
Dificultades . Pero ¿qué quedó entonces de la idea de que el trabajo aporta un plus de experiencia, de maduración emocional, de capacitación invalorable a la hora de insertarse laboralmente una vez recibidos? Además ¿se alarga notablemente la duración de una carrera cuando se trabaja?
"Estudiar y trabajar es algo que casi todos los estudiantes de todas las carreras pasados los primeros años desearían, pero no todas las carreras lo permiten", sostiene Claudia Messing, directora del Curso para Graduados en Orientación Vocacional con Abordaje Vincular-Familiar que se dicta con el aval académico de la Universidad de Flores (www.orientacionyfamilia.com.ar).
"Son tradicionales las dificultades de las Ingenierías con excepción de la UTN, que nació con el proyecto de permitir el trabajo y el estudio y en general de todas las Ciencias Exactas, por la exigencia horaria de cada materia. También es prácticamente imposible trabajar en la carrera de Medicina, y bastante difícil hacerlo en la carrera de Diseño Industrial y en otros diseños de la UBA, a pesar de que es muy frecuente la realización de trabajos free lance mientras se cursa", dice Messing, graduada en Sociología y en Psicología en la UBA.
Su experiencia le lleva a afirmar que la duración de las carreras universitarias cuando se trabaja es, en general, un 60 por ciento más largo del previsto, si bien también otorgan experiencia en el campo laboral que es algo que todas las empresas exigen, a excepción de los programas de jóvenes profesionales y pasantías rentadas. "Es tradicional trabajar mientras se cursa Administración de Empresas salvo en algunas universidades de muy alto nivel de exigencia. Como también es tradicional ingresar al mercado laboral antes de recibirse en las carreras de Sistemas y Computación prolongando los años de estudio o directamente abandonándolos a cambio de una buena inserción en el área laboral", ejemplifica.
Para la especialista, si bien es cierto que el trabajo necesariamente retrasa la fecha de recibimiento, la inserción laboral no es el único motivo. También las cada vez más frecuentes conductas fóbicas ante el estudio hacen que los jóvenes no se puedan concentrar, que no se puedan sentar a estudiar, que se duerman, que se aburran o se estudien exclusivamente a último momento generándose gran stress con sus consecuentes somatizaciones.
"También la hiperexigencia interna con que encaran el estudio hace que no se puedan presentar en los exámenes, que no puedan hablar, que se bloqueen. Las dificultades que tiene para jerarquizar les impiden organizar adecuadamente la información, encontrar un método de estudio eficaz, jerarquizar los conceptos en un texto de estudio y entender las categorías abstractas de los estudios superiores", dice.
La hiperexigencia y las dificultades de ponerse en situación de aprendizaje hace que se desmotiven, y avancen muy lentamente en muchos de los casos alargando así los estudios.
"Todos estos síntomas se corresponden con el posicionamiento interno simétrico de los jóvenes que han internalizado generacionalmente una posición de igual a igual con sus padres y esto les genera dificultades adicionales a la hora de realizar sus estudios", asegura.
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