el observador
balance de una presidencia complicada
En su primer año, Cristina cambió su discurso pero no logró seducir
El conflicto con el campo no sólo le provocó al Gobierno una sonora derrota política sino que obligó a la flamante presidenta Cristina Kirchner a un drástico cambio en su discurso. Por ejemplo, dejó de tocar el micrófono con las manos y fue menos agresiva. En simultáneo, su esposo adoptó un perfil bajo. Aunque el nuevo look duró apenas un par de meses: cuando comenzaron a sentirse las consecuencias de la crisis global, Néstor volvió al primer plano mientras Cristina, con una agenda cargada de viajes, multiplicaba los anuncios de medidas. Pero los sectores medios siguen muy escépticos.
Por Gabriel Pandolfo*
Caras largas. Cristina, con sus colaboradores en la Casa Rosada el 31 de marzo. Uno de sus momentos más amargos en el cargo.
La política es un escenario donde el actor principal, en este caso la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, organiza su acción en palabras destinadas a producir efectos, pensamientos en otras mentes. Y es así, y así ha sido siempre, porque la política es otra forma de arte, una dramaturgia, decorados, vestuario y actores de reparto. También envidia, celos, locura, amor, traiciones. ¿Se la juzga con dureza a Cristina? ¿Merece ser tratada con más respeto? Veamos de qué se trata este drama, sumergido en nuestro conocido valle de pasiones.
Primero, para establecer ciertos parámetros, el consultor y analista político Jorge Giacobbe opina que “en el mensaje de Cristina hay tres etapas. La primera se inicia con la asunción y termina con el conflicto con el campo, donde ella fue caracterizada como la dueña de la verdad, la iluminada. El 35% de la población la definía con la palabra soberbia, el 8% como autoritaria. A partir de ese momento cambia su gestualidad, entra Massa a escena como jefe de Gabinete y desaparece Néstor de la escena pública cotidiana. Cristina se sobrepone a su manía de tocar el micrófono con las dos manos y se concentra tanto en el control de lo físico como de la palabra. Cambia el look, suena más conciliadora, más amplia. Esa etapa duró dos meses. Cuando estatizan las AFJP se le va el control de las manos, ella empieza otra vez a viajar y él aparece nuevamente”.
Graciela Romer, consultora de opinión pública, coincide en que “el corte de aguas se da a partir de la conferencia de Olivos, donde aparece una nueva modalidad de comunicarse con la sociedad a través de los medios de prensa. Se ablanda, va de lo defensivo a lo racional, tratando de marcar una discontinuidad con el discurso de Néstor Kirchner”.
Finalmente había hecho lo más acertado, pero duró lo que dura un matrimonio en Hollywood. Aparecía una tímida mueca de sonrisa en los labios, que le quitó el aparente dolor de muelas que exhibía hasta entonces, pero como ya se dijo, no duró mucho. Tampoco los medios le fueron complacientes. Según el semiólogo Daniel Santoro, “los medios hegemónicos y los opositores políticos instalaron un modelo de interpretación de la palabra presidencial que reduce las orientaciones de la acción gubernamental a motivaciones espurias (‘hacer caja’), la ignorancia de los problemas, la persistencia caprichosa en el error, la soberbia, el autismo político o el autoritarismo decisionista. Independientemente de la veracidad de estas acusaciones, la palabra de Cristina contenía y contiene planteos suficientemente interesantes en términos de propuesta política como para ser discutidos y polemizados racionalmente.”
Cristina organiza las palabras para lograr una adhesión que no consigue eco, a pesar de que, como señala Doris Capurro, socióloga y consultora, “Cristina tiene una gran estatura como oradora. Su discurso es coherente, seguro, contundente. Demuestra convencimiento, idoneidad e inteligencia. Y produce admiración el hecho de que formula sus mensajes sin leer un texto. Como contrapartida de esos atributos, su discurso es un tanto frío y distante. Habla más desde la razón que desde el corazón. Genera respeto intelectual más que empatía emotiva. Ha logrado crear, en el primer año de su mandato y más allá de su popularidad y gracias a sus discursos, un respeto a la investidura”.
Un año sin amor. Tal vez podría someterse a algún tratamiento para resultar más simpática, pero no se trata de eso. Los Kirchner desenterraron, para mal o para bien, toda la basura de los 70 que se había escondido bajo la alfombra a partir de Alfonsín, con Juicio a las Juntas incluido, y como si fuera poco, además, parece que no dejaran de poner las manos en la lata. Porque si hablamos de discursos, “el discurso de Cristina –dice Santoro– presenta varias innovaciones que lo singularizan respecto del discurso de otros presidentes. En primer lugar, muestra una voluntad manifiesta de construir un relato que rinda cuenta de la gestión de gobierno. Dicho relato tiene como horizonte el desarrollo de un modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social, que es la expresión, en términos socioeconómicos actualizados, de un pensamiento neodesarrollista progresista. Entre otros tópicos apela a ciertas temáticas vinculadas a la transformación y modernización económica y productiva cercanas al pensamiento del desarrollismo, con énfasis en la producción (orientación reindustrializadora) en detrimento de la valorización financiera que habría caracterizado a la década del 90. Otro elemento innovador es el fuerte componente argumentativo del discurso, mayor que otros mandatarios. Cristina suele desarrollar extensamente los detalles de las medidas que anuncia y sus fundamentos. El hecho de que nunca lea sus mensajes coloca a la enunciadora en un lugar de saber, de dominio integral de la complejidad de los temas que son objeto de sus políticas”.
Para una mujer de su temperamento, el aprecio de buena parte de los 40 millones de personas que viven bajo su gobierno la hubiera transformado en una quinceañera enamorada, o tal vez en una leona capaz de dar todo por su cría. Pero los astros, el destino o lo que fuera no la dotaron con ese entusiasmo, y su imagen no deja de caer.
Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, opina que “el descenso se debe a tres causas: la pérdida del apoyo rural por el aumento de las retenciones, el debilitamiento del respaldo de los sectores populares por la inflación, y el incremento del malestar de la clase media por el estilo que perciben como autoritario”.
Con Cristina, los enemigos permanentes signados desde 2003 tienden a ser más abstractos, como “el neoliberalismo”, “la globalización liberal” o “los años 90”. Pero Santoro señala que “entre los actores concretos, los antagonistas más estables son los medios de comunicación, representantes de intereses particulares, antes que como mediadores o interpretadores de la escena pública ante la opinión ciudadana. Merece notarse que, a pesar de cierta construcción mediática en sentido contrario, no existen indicios en el discurso de Cristina de deslegitimación de los opositores políticos. Su legitimidad no es puesta en cuestión, a diferencia de lo que es habitual en el discurso de Elisa Carrió”.
La pedagogía de Cristina es realmente elogiable, pero no “prende” en la clase media porque “Cristina no le habla a la clase media –dice Doris Capurro–, aunque claramente toma medidas para ella. Todo el plan anticrisis, vinculado a promover el consumo, está destinado y beneficia, esencialmente, a la clase media. Pero el discurso de Cristina no se propone seducir a la clase media. El gobierno de los Kirchner no atiende mucho a las formas, se preocupa más por el fondo. La clase media argentina valora mucho la formalidad. La clase media argentina está muy cercana al proyecto de país que proponen los Kirchner, pero es capaz de votar otro proyecto, que cuide más la formalidad, el buen gusto y las buenas costumbres”.
Una voz en el micrófono. La potencia de la voz de Cristina es presentada como continuación (segunda etapa) del gobierno K, pero tiene muchas diferencias con el discurso de su marido. “Merecen puntualizarse la tematización y elaboración más consecuente de una estrategia de inserción argentina en el mundo y de inserción regional –dice Santoro–, un menor grado de confrontación y polémica con actores individualizables y particulares, y un grado mucho mayor de elaboración discursiva de las premisas y metas de gobierno.” Para Doris Capurro, más allá del uso de las palabras que “siempre tiene que ver con los cambios de coyuntura y del momentum político (ver gráfico), el discurso de Néstor y de Cristina son discursos totalmente diferentes. Cristina es más racional; Néstor es más pasional. El discurso de Cristina se propone explicar, analizar, reflexionar; mientras que Néstor Kirchner es un peleador nato y tiene un claro desdén por los símbolos del poder y por el arte de la diplomacia. Creo que Cristina ha crecido mucho, y para bien, en su primer año de gestión. Ha corregido algunos gestos y ha mejorado su vestuario”.
El sociólogo Ricardo Rouvier observa que “el discurso de la Presidenta tiene ejes comunes con el discurso de Néstor Kirchner, pero con un estilo distinto. La evolución fue de estilo y no de contenido. Los aspectos positivos son la continuidad de contenido y haber cambiado la forma de enunciación. Es un discurso más realista, concentrado en lo conceptual”.
Claro que ella, como cualquier otro integrante del staff presente de los vivos, no soporta verse humillada o despreciada. “El exceso de femineidad le juega una mala pasada –dice Doris Capurro–. Pero eso no es culpa de ella; es culpa de nuestra sociedad machista que prevalece, no sólo entre los hombres sino, fundamentalmente, entre las mujeres. En la política, las mujeres (como en otras actividades profesionales) para tener éxito deben exagerar la demostración de que son inteligentes y competentes. Esto, a costa de perder los atributos clásicos con los que se identifica a las mujeres: su capacidad de expresar afecto y de dialogar.”
Volviendo un poco atrás, la falta de apoyo de sectores medios, a los cuales van dirigidos los esfuerzos de su política, es un tema clave en el futuro desenvolvimiento de su gobierno. Graciela Romer explica que “el apoyo de sectores medios no se produce porque se sienten engañados por el doble discurso. Perciben mensajes contradictorios como la cuestión del INDEC, la sospecha del financiamiento ilegal de la campaña, entre otras cosas, cuando se suponía, según las promesas de campaña, que ella produciría una mejora institucional, transparencia. Entonces se rompe el puente. La clase media utilizó el conflicto con el campo para manifestar su malestar. El campo fue un emergente, el conflicto es anterior. Su estrategia de flexibilizar el discurso con chistes, con anécdotas de su intimidad, no termina de cristalizar, aparece como armado, no se lo percibe espontáneo”.
Otro de los factores de esta ruptura “es la evidencia de que es Kirchner quien ejerce realmente el poder, lo que contribuyó a debilitar la imagen de su esposa”, dice Rosendo Fraga, quien además señala que “su estilo es muy diferente al de Merkel o Bachelet, que son mucho más austeras. Con una sociedad como la argentina –que se ha vuelto más crítica– esto genera un costo adicional”. Pero para Romer esto no es irremontable. “También Bachelet, Menem y Lula tuvieron índices de popularidad bajos en el primer año. En América latina, la opinión pública es muy voluble, eso se puede revertir. No lo ha logrado porque tiene dificultades para conectarse con la clase media.”
Tseng-Tsé, discípulo de Confucio, contaba que “en la bañera del rey Ching-tang se hallaba grabada la siguiente inscripción: ‘Renuévate totalmente cada día, luego vuelve a renovarte, renuévate sin cesar, y siempre sigue renovándote’”. Cristina puede hacerlo, pero debe ser valiente y sólo ella sabe a qué debe enfrentarse para encontrar el equilibrio.
*Informe: Silvina Márquez.
Sigue
“El poder está fuera”
El consultor Jorge Giacobbe cuenta una anécdota que para él marca un declive difícil de corregir: “Cuando Cristina convoca a Massa se da algo paradigmático. Es convocado a las 9 de la mañana. Se reúnen. Ella le dice: ‘Tenés que asumir. No hay otra opción’, lo que habla de un encierro. Entonces Massa le pone una condición, un mecanismo. Le dice: ‘Yo hablo sólo con vos’. ‘Por supuesto’, le contesta ella. El se lo repite, porque cree que ella no entiende. Tres veces le dice lo mismo. Y ella concluye: ‘Ese es nuestro acuerdo’. Cuando Massa sale del despacho, se cruza con Néstor, y ¿qué le dice?: ‘Mañana a las 8 de la mañana me llamás’. Esto hace que se vuelva a la primera etapa, la que se vivió durante el conflicto con el campo, donde tiene más influencia Néstor que la Presidenta. Cuando la Presidenta, en este caso, no es la persona más influyente del país, la erosión puede llegar hasta una crisis terminal, porque el poder está fuera del poder. No tiene vínculo real con la sociedad”.
Giacobbe no tiene buenos augurios, cree que este proceso terminará mal porque “no hay lazo afectivo de Cristina con la sociedad, ella no es un producto de la sociedad, no es una construcción social. Fue un candidato que no expresaba el deseo social y por lo tanto no tiene protección. Nada la sostiene. No hay razones para sostenerla, por lo cual estimo que se viene un momento de mucho riesgo. Y va a ser un momento muy trascendente si saben que no ganan en el ’09. Cuando Cobos vota ‘no’ en el Senado, Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete, tiene que llamar a Lula para pararlo a Néstor que quería que Cristina renunciara. Pueden pararlo, pero al jueves siguiente, Néstor vuelve a amenazar con lo mismo. En el ’09, si no ganan, puede repetirse la escena pero con otro final”.
“Hay colchón hasta marzo, pero se está tramitando el miedo. Con la baja del 40% de facturación de comercios, más la suba del desempleo y la caída generalizada de la actividad económica, el panorama se va a poner feo. Y, entonces sí, la sociedad va a fabricar la oposición porque la va a necesitar. Es así, nadie compra sobretodos en verano.”
“Un clima de ideas hacia la fractura
El poder administra privilegios, y está en la manera en que lo hace la fuerza que logra en la sociedad. Los resultados de la administración del poder de Cristina Kirchner están a la vista. Para el polítologo y consultor Sergio Berenstein, “lo que hubo durante este primer año es una inversión del discurso de campaña, donde se hablaba de calidad institucional y de una segunda etapa del proceso K. En algunos puntos se observa una negación total o parcial del discurso de campaña. Sigue habiendo confrontación y una des-responsabilización de lo que pasa, como si no pudiera hacerse cargo. Es como si dijera: ‘No me dejan hacer lo que hay que hacer’. Pero el asunto es que no se le puede echar la culpa siempre a otros. La confrontación no es sustentable. Y éste es un momento muy especial para ella, pues al encarar múltiples medidas, si no salen bien no puede echarle la culpa a nadie”.
“Hay un sector de la sociedad que ya no tiene tolerancia. Primero fue la manipulación de los índices, después los hechos de corrupción, luego el campo. El proceso está muy erosionado.”
La dramaturgia política tiene como instrumento más poderoso a los medios de comunicación, pero ellos le son equivos. Berenstein señala que “los medios saben que se gobierna muy mal en general en la Argentina. Se improvisa. La prensa comprende que los gobiernos son malos, egoístas y llega un momento en que se acaba el crédito. Y se genera un estado de ánimo que los medios alimentan. Es una cuestión de mercado, de producir lo que se demanda. Por eso el discurso de los medios es de vanguardia, se adelanta a la demanda. Tal vez se excedan, pero es proporcional a los excesos del gobierno. Estamos viviendo un clima de ideas que va hacia el fin, hacia la
fractura”.
balance de una presidencia complicada
En su primer año, Cristina cambió su discurso pero no logró seducir
El conflicto con el campo no sólo le provocó al Gobierno una sonora derrota política sino que obligó a la flamante presidenta Cristina Kirchner a un drástico cambio en su discurso. Por ejemplo, dejó de tocar el micrófono con las manos y fue menos agresiva. En simultáneo, su esposo adoptó un perfil bajo. Aunque el nuevo look duró apenas un par de meses: cuando comenzaron a sentirse las consecuencias de la crisis global, Néstor volvió al primer plano mientras Cristina, con una agenda cargada de viajes, multiplicaba los anuncios de medidas. Pero los sectores medios siguen muy escépticos.
Por Gabriel Pandolfo*
Caras largas. Cristina, con sus colaboradores en la Casa Rosada el 31 de marzo. Uno de sus momentos más amargos en el cargo.
La política es un escenario donde el actor principal, en este caso la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, organiza su acción en palabras destinadas a producir efectos, pensamientos en otras mentes. Y es así, y así ha sido siempre, porque la política es otra forma de arte, una dramaturgia, decorados, vestuario y actores de reparto. También envidia, celos, locura, amor, traiciones. ¿Se la juzga con dureza a Cristina? ¿Merece ser tratada con más respeto? Veamos de qué se trata este drama, sumergido en nuestro conocido valle de pasiones.
Primero, para establecer ciertos parámetros, el consultor y analista político Jorge Giacobbe opina que “en el mensaje de Cristina hay tres etapas. La primera se inicia con la asunción y termina con el conflicto con el campo, donde ella fue caracterizada como la dueña de la verdad, la iluminada. El 35% de la población la definía con la palabra soberbia, el 8% como autoritaria. A partir de ese momento cambia su gestualidad, entra Massa a escena como jefe de Gabinete y desaparece Néstor de la escena pública cotidiana. Cristina se sobrepone a su manía de tocar el micrófono con las dos manos y se concentra tanto en el control de lo físico como de la palabra. Cambia el look, suena más conciliadora, más amplia. Esa etapa duró dos meses. Cuando estatizan las AFJP se le va el control de las manos, ella empieza otra vez a viajar y él aparece nuevamente”.
Graciela Romer, consultora de opinión pública, coincide en que “el corte de aguas se da a partir de la conferencia de Olivos, donde aparece una nueva modalidad de comunicarse con la sociedad a través de los medios de prensa. Se ablanda, va de lo defensivo a lo racional, tratando de marcar una discontinuidad con el discurso de Néstor Kirchner”.
Finalmente había hecho lo más acertado, pero duró lo que dura un matrimonio en Hollywood. Aparecía una tímida mueca de sonrisa en los labios, que le quitó el aparente dolor de muelas que exhibía hasta entonces, pero como ya se dijo, no duró mucho. Tampoco los medios le fueron complacientes. Según el semiólogo Daniel Santoro, “los medios hegemónicos y los opositores políticos instalaron un modelo de interpretación de la palabra presidencial que reduce las orientaciones de la acción gubernamental a motivaciones espurias (‘hacer caja’), la ignorancia de los problemas, la persistencia caprichosa en el error, la soberbia, el autismo político o el autoritarismo decisionista. Independientemente de la veracidad de estas acusaciones, la palabra de Cristina contenía y contiene planteos suficientemente interesantes en términos de propuesta política como para ser discutidos y polemizados racionalmente.”
Cristina organiza las palabras para lograr una adhesión que no consigue eco, a pesar de que, como señala Doris Capurro, socióloga y consultora, “Cristina tiene una gran estatura como oradora. Su discurso es coherente, seguro, contundente. Demuestra convencimiento, idoneidad e inteligencia. Y produce admiración el hecho de que formula sus mensajes sin leer un texto. Como contrapartida de esos atributos, su discurso es un tanto frío y distante. Habla más desde la razón que desde el corazón. Genera respeto intelectual más que empatía emotiva. Ha logrado crear, en el primer año de su mandato y más allá de su popularidad y gracias a sus discursos, un respeto a la investidura”.
Un año sin amor. Tal vez podría someterse a algún tratamiento para resultar más simpática, pero no se trata de eso. Los Kirchner desenterraron, para mal o para bien, toda la basura de los 70 que se había escondido bajo la alfombra a partir de Alfonsín, con Juicio a las Juntas incluido, y como si fuera poco, además, parece que no dejaran de poner las manos en la lata. Porque si hablamos de discursos, “el discurso de Cristina –dice Santoro– presenta varias innovaciones que lo singularizan respecto del discurso de otros presidentes. En primer lugar, muestra una voluntad manifiesta de construir un relato que rinda cuenta de la gestión de gobierno. Dicho relato tiene como horizonte el desarrollo de un modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social, que es la expresión, en términos socioeconómicos actualizados, de un pensamiento neodesarrollista progresista. Entre otros tópicos apela a ciertas temáticas vinculadas a la transformación y modernización económica y productiva cercanas al pensamiento del desarrollismo, con énfasis en la producción (orientación reindustrializadora) en detrimento de la valorización financiera que habría caracterizado a la década del 90. Otro elemento innovador es el fuerte componente argumentativo del discurso, mayor que otros mandatarios. Cristina suele desarrollar extensamente los detalles de las medidas que anuncia y sus fundamentos. El hecho de que nunca lea sus mensajes coloca a la enunciadora en un lugar de saber, de dominio integral de la complejidad de los temas que son objeto de sus políticas”.
Para una mujer de su temperamento, el aprecio de buena parte de los 40 millones de personas que viven bajo su gobierno la hubiera transformado en una quinceañera enamorada, o tal vez en una leona capaz de dar todo por su cría. Pero los astros, el destino o lo que fuera no la dotaron con ese entusiasmo, y su imagen no deja de caer.
Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, opina que “el descenso se debe a tres causas: la pérdida del apoyo rural por el aumento de las retenciones, el debilitamiento del respaldo de los sectores populares por la inflación, y el incremento del malestar de la clase media por el estilo que perciben como autoritario”.
Con Cristina, los enemigos permanentes signados desde 2003 tienden a ser más abstractos, como “el neoliberalismo”, “la globalización liberal” o “los años 90”. Pero Santoro señala que “entre los actores concretos, los antagonistas más estables son los medios de comunicación, representantes de intereses particulares, antes que como mediadores o interpretadores de la escena pública ante la opinión ciudadana. Merece notarse que, a pesar de cierta construcción mediática en sentido contrario, no existen indicios en el discurso de Cristina de deslegitimación de los opositores políticos. Su legitimidad no es puesta en cuestión, a diferencia de lo que es habitual en el discurso de Elisa Carrió”.
La pedagogía de Cristina es realmente elogiable, pero no “prende” en la clase media porque “Cristina no le habla a la clase media –dice Doris Capurro–, aunque claramente toma medidas para ella. Todo el plan anticrisis, vinculado a promover el consumo, está destinado y beneficia, esencialmente, a la clase media. Pero el discurso de Cristina no se propone seducir a la clase media. El gobierno de los Kirchner no atiende mucho a las formas, se preocupa más por el fondo. La clase media argentina valora mucho la formalidad. La clase media argentina está muy cercana al proyecto de país que proponen los Kirchner, pero es capaz de votar otro proyecto, que cuide más la formalidad, el buen gusto y las buenas costumbres”.
Una voz en el micrófono. La potencia de la voz de Cristina es presentada como continuación (segunda etapa) del gobierno K, pero tiene muchas diferencias con el discurso de su marido. “Merecen puntualizarse la tematización y elaboración más consecuente de una estrategia de inserción argentina en el mundo y de inserción regional –dice Santoro–, un menor grado de confrontación y polémica con actores individualizables y particulares, y un grado mucho mayor de elaboración discursiva de las premisas y metas de gobierno.” Para Doris Capurro, más allá del uso de las palabras que “siempre tiene que ver con los cambios de coyuntura y del momentum político (ver gráfico), el discurso de Néstor y de Cristina son discursos totalmente diferentes. Cristina es más racional; Néstor es más pasional. El discurso de Cristina se propone explicar, analizar, reflexionar; mientras que Néstor Kirchner es un peleador nato y tiene un claro desdén por los símbolos del poder y por el arte de la diplomacia. Creo que Cristina ha crecido mucho, y para bien, en su primer año de gestión. Ha corregido algunos gestos y ha mejorado su vestuario”.
El sociólogo Ricardo Rouvier observa que “el discurso de la Presidenta tiene ejes comunes con el discurso de Néstor Kirchner, pero con un estilo distinto. La evolución fue de estilo y no de contenido. Los aspectos positivos son la continuidad de contenido y haber cambiado la forma de enunciación. Es un discurso más realista, concentrado en lo conceptual”.
Claro que ella, como cualquier otro integrante del staff presente de los vivos, no soporta verse humillada o despreciada. “El exceso de femineidad le juega una mala pasada –dice Doris Capurro–. Pero eso no es culpa de ella; es culpa de nuestra sociedad machista que prevalece, no sólo entre los hombres sino, fundamentalmente, entre las mujeres. En la política, las mujeres (como en otras actividades profesionales) para tener éxito deben exagerar la demostración de que son inteligentes y competentes. Esto, a costa de perder los atributos clásicos con los que se identifica a las mujeres: su capacidad de expresar afecto y de dialogar.”
Volviendo un poco atrás, la falta de apoyo de sectores medios, a los cuales van dirigidos los esfuerzos de su política, es un tema clave en el futuro desenvolvimiento de su gobierno. Graciela Romer explica que “el apoyo de sectores medios no se produce porque se sienten engañados por el doble discurso. Perciben mensajes contradictorios como la cuestión del INDEC, la sospecha del financiamiento ilegal de la campaña, entre otras cosas, cuando se suponía, según las promesas de campaña, que ella produciría una mejora institucional, transparencia. Entonces se rompe el puente. La clase media utilizó el conflicto con el campo para manifestar su malestar. El campo fue un emergente, el conflicto es anterior. Su estrategia de flexibilizar el discurso con chistes, con anécdotas de su intimidad, no termina de cristalizar, aparece como armado, no se lo percibe espontáneo”.
Otro de los factores de esta ruptura “es la evidencia de que es Kirchner quien ejerce realmente el poder, lo que contribuyó a debilitar la imagen de su esposa”, dice Rosendo Fraga, quien además señala que “su estilo es muy diferente al de Merkel o Bachelet, que son mucho más austeras. Con una sociedad como la argentina –que se ha vuelto más crítica– esto genera un costo adicional”. Pero para Romer esto no es irremontable. “También Bachelet, Menem y Lula tuvieron índices de popularidad bajos en el primer año. En América latina, la opinión pública es muy voluble, eso se puede revertir. No lo ha logrado porque tiene dificultades para conectarse con la clase media.”
Tseng-Tsé, discípulo de Confucio, contaba que “en la bañera del rey Ching-tang se hallaba grabada la siguiente inscripción: ‘Renuévate totalmente cada día, luego vuelve a renovarte, renuévate sin cesar, y siempre sigue renovándote’”. Cristina puede hacerlo, pero debe ser valiente y sólo ella sabe a qué debe enfrentarse para encontrar el equilibrio.
*Informe: Silvina Márquez.
Sigue
“El poder está fuera”
El consultor Jorge Giacobbe cuenta una anécdota que para él marca un declive difícil de corregir: “Cuando Cristina convoca a Massa se da algo paradigmático. Es convocado a las 9 de la mañana. Se reúnen. Ella le dice: ‘Tenés que asumir. No hay otra opción’, lo que habla de un encierro. Entonces Massa le pone una condición, un mecanismo. Le dice: ‘Yo hablo sólo con vos’. ‘Por supuesto’, le contesta ella. El se lo repite, porque cree que ella no entiende. Tres veces le dice lo mismo. Y ella concluye: ‘Ese es nuestro acuerdo’. Cuando Massa sale del despacho, se cruza con Néstor, y ¿qué le dice?: ‘Mañana a las 8 de la mañana me llamás’. Esto hace que se vuelva a la primera etapa, la que se vivió durante el conflicto con el campo, donde tiene más influencia Néstor que la Presidenta. Cuando la Presidenta, en este caso, no es la persona más influyente del país, la erosión puede llegar hasta una crisis terminal, porque el poder está fuera del poder. No tiene vínculo real con la sociedad”.
Giacobbe no tiene buenos augurios, cree que este proceso terminará mal porque “no hay lazo afectivo de Cristina con la sociedad, ella no es un producto de la sociedad, no es una construcción social. Fue un candidato que no expresaba el deseo social y por lo tanto no tiene protección. Nada la sostiene. No hay razones para sostenerla, por lo cual estimo que se viene un momento de mucho riesgo. Y va a ser un momento muy trascendente si saben que no ganan en el ’09. Cuando Cobos vota ‘no’ en el Senado, Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete, tiene que llamar a Lula para pararlo a Néstor que quería que Cristina renunciara. Pueden pararlo, pero al jueves siguiente, Néstor vuelve a amenazar con lo mismo. En el ’09, si no ganan, puede repetirse la escena pero con otro final”.
“Hay colchón hasta marzo, pero se está tramitando el miedo. Con la baja del 40% de facturación de comercios, más la suba del desempleo y la caída generalizada de la actividad económica, el panorama se va a poner feo. Y, entonces sí, la sociedad va a fabricar la oposición porque la va a necesitar. Es así, nadie compra sobretodos en verano.”
“Un clima de ideas hacia la fractura
El poder administra privilegios, y está en la manera en que lo hace la fuerza que logra en la sociedad. Los resultados de la administración del poder de Cristina Kirchner están a la vista. Para el polítologo y consultor Sergio Berenstein, “lo que hubo durante este primer año es una inversión del discurso de campaña, donde se hablaba de calidad institucional y de una segunda etapa del proceso K. En algunos puntos se observa una negación total o parcial del discurso de campaña. Sigue habiendo confrontación y una des-responsabilización de lo que pasa, como si no pudiera hacerse cargo. Es como si dijera: ‘No me dejan hacer lo que hay que hacer’. Pero el asunto es que no se le puede echar la culpa siempre a otros. La confrontación no es sustentable. Y éste es un momento muy especial para ella, pues al encarar múltiples medidas, si no salen bien no puede echarle la culpa a nadie”.
“Hay un sector de la sociedad que ya no tiene tolerancia. Primero fue la manipulación de los índices, después los hechos de corrupción, luego el campo. El proceso está muy erosionado.”
La dramaturgia política tiene como instrumento más poderoso a los medios de comunicación, pero ellos le son equivos. Berenstein señala que “los medios saben que se gobierna muy mal en general en la Argentina. Se improvisa. La prensa comprende que los gobiernos son malos, egoístas y llega un momento en que se acaba el crédito. Y se genera un estado de ánimo que los medios alimentan. Es una cuestión de mercado, de producir lo que se demanda. Por eso el discurso de los medios es de vanguardia, se adelanta a la demanda. Tal vez se excedan, pero es proporcional a los excesos del gobierno. Estamos viviendo un clima de ideas que va hacia el fin, hacia la
fractura”.
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