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martes, 30 de abril de 2013


MEDIOS Y COMUNICACION

Siembra de climas

Para Marta Riskin, el debate político cultural contemporáneo requiere de comunicación y comunicadores sensibles, coherentes y comprometidos con la verdad.

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Por Marta Riskin *

Las noticias del último semestre periodístico exhiben un progresivo incremento de mensajes fálicos. En apretada síntesis, temas disímiles y situaciones dramáticas como la muerte del presidente Hugo Chávez, los cambios en el Vaticano y la tensión en Corea o, en clave de relato local, desde el memorándum con Irán hasta el debate parlamentario sobre el Poder Judicial, coinciden en el gran despliegue de consignas y, salvo honrosas excepciones, la estridente ausencia de análisis.

No resulta ocioso cuestionar la influencia de estas narrativas, pródigamente aplicadas a través de la historia y disponibles como salidas distractivas, tanto de la última gran crisis mundial provocada por las economías centrales, cuanto para empantanar la mejor distribución de riqueza y justicia.

Sin embargo, el paralelismo entre insistencia belicista e invisibilidad de sus beneficiarios no convoca sólo a Von Clausewitz, ni el éxito de una estrategia tan penosa como poco original depende sólo de cretinos y oportunistas.

La efectiva resistencia al reparto de arengas agresivas requiere apartarse tanto de profecías apocalípticas cuanto de dogmas, laicos o religiosos, cuyos personajes demoníacos siempre son ajenos y los ángeles, amigos exclusivos.

Tolerancia a la verdad

Las verdades humanas son parciales, pero no necesaria ni enteramente subjetivas. En comunicación social, la solidez de las fuentes, la congruencia de los datos, la honestidad intelectual del comunicador y la capacidad para asumir el riesgo de “difundir aquello que alguien no quiere que se sepa”, tal como sustenta Verbitsky, aportan superiores gradientes de certeza y fortalecen la democracia.

La coherencia entre hechos, discursos y percepciones otorga resistencia ciudadana contra intrigas políticas o económicas y convocatorias discriminadoras o destituyentes.

Las denuncias fundamentadas son imprescindibles. Convertirlas en dogma o salvoconductos es contraproducente.

El poder sanador de la verdad provee beneficios que no llegan raudamente a los grupos con rígidos credos y des-credos o sin hábitos de debate, y hasta se neutraliza con las mutuas descalificaciones entre quienes, sinceramente, la defienden.

Aunque los reclamos de justicia y veracidad consoliden el compromiso y la participación cívica, el desarraigo de desesperanzas y premisas instaladas durante generaciones, tales como “no es triste la verdad sino que no tiene remedio”, llevan mucho más trabajo y tiempo. Cabe reconocer que entre los efectos terapéuticos de la verdad no se incluye mayor dominio del cerebro límbico, y el logro de mejores ajustes emocionales para enfrentar situaciones de dolor o peligro exige un acompañamiento refinado.

Periodismo y política

Obviamente, la verdad y las responsabilidades del periodista no son las del político.

En buena medida, el valor de un estadista reside en su capacidad de distinguir, con la mayor precisión posible, las diferencias entre teoría y práctica política.

Durante la última década, América latina es pródiga en dirigentes hábiles en el arte de navegar entre los fluctuantes ríos del par “orden y conflicto” y evitar la vetusta traducción lineal de “agudizar innecesarias contradicciones”.

Antes de la bomba atómica, la guerra pudo ser una posibilidad de liberación popular; pero hoy resulta revolucionario incrementar la justicia y garantizar la libertad con leyes y acciones pacíficas.

La calidad de la democracia se inscribe en buena medida sobre los resultados del debate y se necesita tanto sostener las discusiones, acciones y convicciones cuanto evaluar los registros emocionales e incrementar resiliencias.

En “Foucault”, Deleuze insiste: “... si el intelectual ha podido reivindicar lo universal durante un largo período que va del siglo XVIII a la Segunda Guerra Mundial (quizá hasta Sartre, pasando por Zola, Rolland...), eso era así en la medida en que la singularidad del escritor coincidía con la posición de un ‘jurista notable’ capaz de resistir a los profesionales del derecho y, por lo tanto, de producir un efecto de universalidad”. “El sujeto de derecho, en la medida en que crea, es la vida como portadora de singularidades –plenitud de lo posible– y no el hombre como forma de eternidad.”

El proceso revolucionario de la vida propone rescatar los ejes de las mejores palabras y apartarse de la nueva guerra fría puesta en marcha por las potencias que insisten, por derecha e izquierda, en alinear a la humanidad sobre campos sesgados y previsiblemente arrasados. Y si en nuestra época hablar de intelectuales (es decir quienes no usan exclusivamente la fuerza física para su trabajo) involucra a gran parte de la humanidad, requiere comunicación y comunicadores, más sensibles que nunca.

* Antropóloga.

MEDIOS Y COMUNICACION

Universidad y polos tecnológicos

Marcos Muñoz resalta la importancia de los nodos audiovisuales tecnológicos como parte de la política comunicacional generada en democracia y la relevancia de la participación de las universidades nacionales en esas iniciativas.

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Por Marcos Muñoz *

* Desde Neuquén

La creación del Nodo Audiovisual Tecnológico Comahue en la Universidad Nacional del Comahue es una realidad; el primero en la provincia de Neuquén, el cuarto en el Polo Tecnológico Patagonia Norte y el último nodo inaugurado a nivel nacional, alcanzando un total de 42 nodos en todo el país.

Lo escrito en la Ley Nacional de Servicios de Comunicación Audiovisual se comprueba a diario. El cumplimiento de la palabra está respaldado por un fuerte compromiso del gobierno nacional en seguir democratizando el acceso de las diversas regiones de nuestro país a la producción de contenidos audiovisuales, el acceso a las universidades nacionales como coordinadoras de nodos y las organizaciones vinculadas de este sector en un rol activo de participación y de decisión.

En este sentido, y por primera vez en la historia de la democracia de Argentina como en la de América del Sur, las universidades nacionales adquieren un protagonismo que vale la pena resaltar como coordinadoras de un espacio diverso y heterogéneo en el que participan organizaciones vinculadas con la producción de audiovisuales.

La presencia de la universidad pública como un actor político clave de destacada credibilidad ante la ciudadanía en el tiempo democrático vigente proporciona suficientes elementos para reflexionar sobre la importancia de esta presencia en la construcción de un nuevo paradigma de la democracia comunicativa y de la vinculación entre universidad, sociedad y democracia. Que la universidad pública se sienta y quiera ser protagonista de su tiempo nos permite inferir de un crecimiento sustantivo de quienes trabajan en ella entendiendo al compromiso con la sociedad en términos de acción colectiva y de acción discursiva, y viceversa.

Durante la infame década del ’90, la impronta que impulsó el gobierno privatizador al sector audiovisual tuvo una estructura marcadamente comercial, con predominio de prestadores privados. Tras la sanción de la ley de medios en octubre de 2009, este sector que supo tener un desarrollo desigual comenzó a transitar una nueva etapa. Podría decirse: el renacimiento tras décadas de claros actos de destrucción arrancando con las políticas autoritarias y destructoras del último gobierno dictatorial hasta la irrupción en la escena política del Néstor Kirchner. Décadas sin que el Estado nacional generara las condiciones para que este valioso sector pudiera mostrar todo su potencial y, por si fuera poco, con la clara intención de perjudicarlo, favoreciendo la apertura del mercado interno o pantallas locales a todos aquellos productos enlatados provenientes, principalmente de Hollywood, encareciendo los costos de los insumos, generando desempleo y concentrando en Capital Federal las pocas posibilidades de producir para llegar a fin de mes.

La presencia de las universidades nacionales suma nuevas miradas a un debate ya de por sí complejo, como es el de pensar una nueva televisión rica con contenidos, una televisión que trabaje a favor de los derechos humanos, de la democracia, de la inclusión social, por un desarrollo más equitativo en la elaboración de contenidos entre las regiones de un país extenso, que genere nuevas respuestas y nuevos interrogantes a un presente que permanentemente nos interpela como colectivos de ciudadanos y como latinoamericanos y que, al mismo tiempo, capte la atención de una audiencia difícil de poder predecir en términos de necesidades. Allí, en ese escenario que desafía, las universidades públicas se presentan a querer rescatar lo mejor de sí y ponerlo a disposición de una sociedad que valora las propuestas de Encuentro, Pakapaka, TV Pública, Incaa TV, pero sin querer restringir otros proyectos porque seguramente grandes ideas audiovisuales también podrán surgir de los 42 Nodos Audiovisuales Tecnológicos.

En estos últimos años, y en particular desde el funcionamiento del Programa Polos Tecnológicos, los productores audiovisuales de las diversas regiones de Argentina están apostando a no emigrar a los grandes centros urbanos para poder concretar sus sueños quedándose en sus lugares de residencia. En ese contexto, la inauguración del Nodo Comahue, el número 42 a nivel nacional, es una realidad que producirá en alta calidad por el enorme potencial del recurso humano en la región y, además, generará más empleo, espacios de capacitación y desarrollos en investigación en el mercado audiovisual de la zona del Alto Valle y en el interior de la provincia de Neuquén.

* Licenciado en Comunicación Social. Coordinador del Nodo Audiovisual Tecnológico Comahue, UNComahue. Polo Audiovisual Tecnológico Patagonia Norte.

 

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