No somos como la televisión quiso (¿O sí?)
Publicado el 16 de Octubre de 2011Periodista y escritor, coautor de Estamos en el aire y Qué desastre es la televisión (pero cómo me gusta...).
El periodista y escritor recorre desde su particular mirada los 60 años de la tele, por la que pasó de todo. Manipuladora, organizadora de opiniones, triunfalista: ¿la TV es como nosotros la hubiéramos querido?
La televisión cumple 60 años y millones de argentinos crecimos con ella. O, al menos, a su lado.
¿Somos como la televisión quiso que fuéramos?
Si alguien de ustedes, como me pasa a mí, en la cancha, espera en vano y hasta con frustración que el gol de su equipo preferido sea repetido y mostrado desde diversos ángulos es víctima de un daño colateral menor, y hasta simpático, de la televisión.
En otros aspectos sorteamos el efecto maléfico del medio. Si, en un momento,creímos que terminaríamos hablando como las series dobladas al español hoy sabemos que no decimos nevera por heladera o aparcar por estacionar porque nuestra principal influencia fueron la calle y el rock, las tribunas y el colegio. Pero decimos y escuchamos en TV otras cosas que ningún estudio de doblaje mexicano inventó. En ningún estatuto del español neutro figuran (todavía) expresiones como che, loco, amigo, pálida y, especialmente, boludo, término que escuchamos igual en televisión que en las esquinas.
Y si el hablar es consecuencia del pensar (y viceversa) es llamativo cómo, gente del común, cuyas vidas no tienen dependencia directa con el medio utiliza términos especializados como rating, cachets, levantamientos de programas, vivo y directo, horario de protección al menor y tantos más. A muchos políticos, aparecidos en acción televisiva (casi siempre cerca de algún acto eleccionario) y desaparecidos en gramática elemental, les debemos la vigencia del dequeísmo así como algún relator deportivo, al que recibir no le parecía suficiente, nos ofrendó para siempre el neoverbo recepcionar.
Tal vez porque todavía no existe una investigación verdaderamente seria, profunda, científica acerca de los efectos del medio en las costumbres cotidianas de los ciudadanos, sería excesivamente audaz ubicar simetrías entre la acción aparente de la televisión y sus secuelas reales.
Que manipular, manipuló, no hay quién lo dude. Y lo sigue haciendo. Pero, por suerte, existe el control remoto, que nos posibilita recuperar la iniciativa de la manipulación descarada. El zapping vendría a ser la venganza posible sobre el gran manipulador manipulado.
Un teleespectador argentino promedio maneja, Los Simpson mediante, más información visual sobre Springfield, Illinois, los Estados Unidos que sobre Iruya, Salta o Yala, Jujuy, sitios adonde la televisión llega (casi) únicamente para registrar desgracias, desdichas o desbordes. Y, del mismo modo, se puede inferir que sabe más sobre las zonceras neoyorquinas de Seinfeld que sobre las zonceras argentinas de Jauretche.
Nadie podrá negar que en estas seis décadas por nuestras pantallas pasó de todo. Un todo tan amplio, tan gigantesco que no pudo evitar exclusiones, censuras, prohibiciones, violencias y policías en acción. Pasó de todo, sí,pero afirmando el peligroso mensaje de la no diferenciación, que hace que cualquier hecho con valor televisivo deba ser igual a cualquier otro, siempre y cuando los dos cumplan con la condición de que puedan ser vistos y oídos (aunque no necesariamente entendidos) en no más de tres minutos. Y si se pudiera redondear en dos minutos, mucho mejor.
No somos como la televisión quiso, pero en los contenidos que en ella se generan se revela nuestra indisciplinada capacidad para crear en la improvisación y para resolver problemas sobre la marcha.
No somos como la televisión quiso, o insinuó, en algunas series o películas. O sea, no somos muñecos teledirigidos por cerebros siniestros que se hacen dueños de nuestras voluntades, pero no por nada la televisión del siglo 21 inventó los realities, como Gran Hermano. Sin duda inspirados en el muy inquietante libro 1984, pero débilmente superadores de la anticipación de Orwell y, en general, apenas decepcionantes remedos.
No somos como la televisión quiso pero en muchos aspectos la televisión funcionó y funciona como agenda, como organizadora de opiniones, como escuela de consumo (y de consumismo), como modelo de aspiración social, como dictador de modas y palabras, como difusor de sublimes pavadas, como despertador de comentarios al paso en la oficina o en donde sea el día después.
No es para conformarnos, pero debemos admitir que cosas como estas son y han sido desde siempre tareas de los medios. Recordemos que la radio argentina de los años 40 les vendía a los hombres las ventajas de los trajes con dos pantalones y a las mujeres la asociación de los jabones de tocador con la belleza. No olvidemos que el cine nacional de los años cincuenta avaló desde la imagen que el turno de la enfriadora a hielo había concluido y que llegaba la era de la heladera eléctrica. La televisión de los sesenta nos permitió enterarnos de la ventaja de las transmisiones vía satélite. La de los setenta no vaciló en deformar, omitir y proclamar que los argentinos éramos derechos y humanos. Y del mismo modo, la actual, nos convenció de que nuestra vida sería un sin sentido sin un teléfono celular o últimamente sin un plasma de 42 pulgadas.
No somos como la televisión quiso, pero al igual que muchos personajes y argumentaciones de la TV, a veces nos parecemos en triunfalismo y superficialidad; en oportunismo y vulgaridad; en devoción por la exposición pública y la fama.
No somos como la televisión quiso, pero mucho, muchísimo menos la televisión es como hubiéramos querido que sea.
Yo la hubiera querido reflexiva; debatidora (que no es lo mismo que peleadora ni generadora de escándalos); descubridora de caminos; propiciadora de encuentros; refugio de los mejores en cada tema; iluminadora de vocaciones; creadora de ciudadanía, nacional, popular, democrática, educativa, formadora y, por qué no, esa palabra que muchos de los que pertenecen al mundo de la televisión se llevan la mano a la cintura al escucharla: cultural. Sí, muchachos, no teman: cultural.
Amantes de las efemérides que coincidan con números redondos, volveremos a encontrarnos en el año 2021 cuando la televisión cumpla 70 y ya estemos pagando las cuotas del súper plasma de 80 pulgadas y 3D que compraremos para ver a la selección argentina de fútbol en el mundial de 2022. <
Producción del suplemento:
Equipo de Espectáculos:
Julián Anzoategui, Marcelo Fernández Bitar, Diego Gez, Mercedes Méndez, Majo García Moreno, Analía Rivas, Maby Sosa, Juan Manuel Strassburger.
Fotos históricas:
Archivo Canal 7
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