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domingo, 5 de septiembre de 2010

tiene razon o no.....

RICARDO DARIN
“En la televisión no importa el contenido”
El actor, que estrena El baile de la Victoria, asegura que atraviesa un momento de sobreexposición. Dice que aún no llegó el momento en que pueda retirarse y vivir sin trabajar, y compara Bailando por un sueño con Titanes en el ring, ya que no cree las peleas.
Por Diego Grillo Trubba
El próximo jueves se estrena El baile de la Victoria, la película de Fernando Trueba donde compone a Nicolás Vergara Grey, un ladrón de cajas fuertes que acaba de ser amnistiado. Para el film tuvo que rodar en las alturas de los Andes chilenos. “Fue duro porque hacía un frío de cagarse, pero también fue fantástico”, recuerda. “Durante el rodaje en la Cordillera, hubo un día en que se desató una tormenta de nieve, y cometieron el error de sacar a los caballos del camión porque tenían miedo de que se congelaran, y fue una cagada, porque bajaron y quedaron enterrados hasta el cuello en la nieve. No se los podía mover, imaginate: quinientos kilos. La cosa se empezó a poner fea, y a alguien se le ocurrió palear para hacerles un caminito, y zafaron a último momento. Nosotros estábamos en un refugio, asustadísimos.”
—Estrenás la película, participás de una publicidad y de campañas humanitarias, hiciste teatro... Tenés mucha exposición, últimamente. ¿No le temés?
—Estoy totalmente sobreexpuesto. El otro día, en Internet, alguien decía: “¿Otra vez Darín? ¿No hay otro actor en la Argentina?”. Yo suelo refugiarme, pero a veces no puedo. La madre de la chica Sofía necesitaba que yo estuviera en Un sol para los chicos. ¿Qué le iba a decir, que tengo un nivel de exposición muy alto? De afuera pareciera que planifico, y no siempre es así. Apenas si puedo planificar mi trabajo.
—¿Pensás tomarte un año sabático?
—Y... no. Ahora en dos semanas empiezo a rodar otra película, acá. Viene planeado desde hace dos años. Si viene la baraja, no la mezclás vos. Y ahora se desmadró todo por la campaña publicitaria de Frávega...
—Una campaña larga, ¿no?
—Sí. En realidad, el plan era que no fuera tan larga. Y así, la gente me ve en televisión, en cine, en la vía pública. Me terminan viendo hasta en la sopa.
—Cuando eras galancito sufriste sobreexposición...
—Sí, permanentemente. Lo que pasa es que estoy todo roto, el cuerpo se resiente. Imaginate que se me mezcla el inicio de rodaje de una película con la prensa de tal otra, con la campaña publicitaria... Me quiero matar. Muchas veces me voy a dormir preguntándome cómo voy a hacer al día siguiente.
—¿Llegaste a un punto de tu vida en que si no querés no trabajás más?
—No. Podría hacerlo, pero no sería aconsejable. Sobre todo porque toda mi vida viví sin guita. Soy bastante austero, no tengo grandes gastos. Pero al tener una familia las cosas se complican. Podría no laburar más, pero no tendría mucho sentido. Primero, porque me gusta. Segundo, porque me hace sentir bien. Y tercero, porque tampoco me da tanto el cuero económico. Yo no puedo parar dos años. Sí uno, tomármelo relajado, tranquilo. La verdad, estoy muy cascoteado. El cuerpo me está pasando todas las facturas juntas. Te lo digo con gracia, pero la verdad que me asusta, me angustia.
—¿Volverías a la televisión?
—Y, no... O sí, qué se yo. Mientras pueda, no. Cambiaron mucho las cosas en la tele. Estuve tantos años... Ahora está mi hijo en Alguien que me quiera. Yo agarro y le pregunto como al pasar cómo se trabaja, y él me mira. En mi época no había continuista, y para actuar en una ficción laburabas con tu ropa. Me acuerdo que había actores que no tenían un peso, no tenían ropa, y por eso no trabajaban. Yo hice toda una tira con un traje marrón con una tela berretísima. Mi vieja se había ganado la tela en una kermesse, y yo se la llevé al sastre –don Souto, el padre de un amigo mío– y le dije que me hiciera un traje, y el tipo me dice: “Te va a salir más cara la entretela, ¿cómo te vas a hacer un traje con esta porquería?”. Y me hizo el traje con tela de porquería, que aguantó toda la tira.
—Juan José Campanella criticó a la tele de aire. ¿Vos qué pensás?
—Lo entiendo, y él habla con conocimiento de causa. Yo he visto otras televisiones del mundo, y la nuestra no es tan mala, en comparación. Lo que pasa es que la televisión se ha transformado, salvo rarísimas excepciones, en un centro de exposición. Se generan productos para ser consumidos, y el contenido no importa. Yo veo mucha televisión: deportes, noticieros, periodísticos, Para vestir santos, Alguien que me quiera, Clase turista.
—¿Y “Bailando por un sueño”?
—No. Le reconozco el atractivo como entretenimiento. La gente a esa hora se divierte con la competencia, los puntajes. Eso no es novedad, toda la vida hubo concursos de baile en televisión. Lo que no me gusta es que hay como una excusa para otras cosas. Hay ciertos manejos. Todo ese circo me hace acordar a Titanes en el ring: peleas armadas para que los chicos se las crean. Esto es para adultos, y no me gusta que nos traten de vender cosas que no son reales. Encima, eso fogonea a otros programas, se forma un círculo vicioso autorreferencial, que cuando te querés acordar ocupan el 70% de la pantalla. No digo que esté mal, pero la verdad es que me llama la atención que no haya gente inteligente que no pueda hablar de otras cosas. Hay una sobredosis. Me apena que haya tanto de lo mismo, que no haya posibilidad de escape. El problema es que, aunque no te guste el programa, tenés que verlo, porque lo pasan en todos los canales.
—¿Cómo creés que la gente ve la marca Darín?
—Creo que no es una marca. El día que perciba que Darín es una marca, me empiezo a preocupar. Me convocan porque mi vinculación con los demás es terrestre. Camino por la calle, veo lo que nos pasa. Como sé que a veces hacen falta caras conocidas para que le den pelota a ciertas cosas, puede ser cansador pero vale la pena. Si lo puedo hacer para una marca de ropa, cómo no lo voy a hacer para algo benéfico. La cosa son los tiempos, y el cuerpo que ya no rinde tanto.

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