EDIOS Y COMUNICACION
“Noticias” que dan vergüenza ajena
A propósito de una reciente tapa de la
revista Noticias, Marcelo Tedesco plantea una reflexión sobre la ética
periodística y el papel político de los medios de comunicación.
Una reciente tapa de la revista
Noticias, de editorial Perfil, es pretexto para reflexionar nuevamente sobre
cuáles son los límites éticos que la profesión periodística no debería
transigir bajo ningún pretexto. En la pieza en cuestión se aprecia un fotomontaje
de la Presidenta de la Nación crucificada. Sin entrar en consideraciones
semiológicas, varias cuestiones se pueden desprender del análisis de tal
imagen, pero inevitablemente –en mi caso particular– todas llevan del asombro
al repudio desde todos los ejes de reflexión que se intenten. Cabe aclarar aquí
que no se trata de una meditación sobre el uso de la imagen presidencial. Las
mismas emociones me despertaría la imagen de cualquier otra mujer crucificada.
El enfrentamiento
económico y político de la editorial de Fontevecchia con el gobierno nacional
es sobradamente conocido. Por ello, el uso de un elemento de tortura y muerte
para un adversario político no deja más que lugar al recuerdo de las etapas más
negras de la historia argentina. Como dice Ricardo Sidicaro, “comprar un
diario, acto ritual, es adquirir una matriz de decodificación de los hechos
sociales que organiza el conocimiento sobre una realidad que al mismo tiempo
construye. Mediante él se le ofrecen al lector formas de ver el mundo (...) adquirir
un diario es como votar por él en un mercado de opciones que ofrece miradas
alternativas sobre la sociedad y sus problemas”. Desde el funcionalismo al pos
estructuralismo, desde Paul Lázarsfeld a Pierre Bourdieu, todos los
investigadores dedicados al tema reconocen que los medios contribuyen a
construir e instalar pautas de conducta socialmente aceptadas. Decodificar los
hechos sociales en términos de crucificar a una mujer (en primer lugar) y a un
adversario político (luego) significa la construcción de una matriz peligrosa,
que tiende a legitimar –a entender de quien escribe– una conducta que en la
última dictadura cívico-militar se cobró la vida de miles de seres humanos.
El papel de un medio,
implícito o explícito, es dotar a los sujetos sociales de categorías
interpretativas cuyo efecto es hacer ver la realidad de un modo determinado y
movilizarlos en grados diversos a la acción. La relación entre los medios y
otros actores políticos se puede analizar sistémicamente. Como indica Héctor
Borrat: “Si por actor político se entiende todo actor colectivo o individual
capaz de afectar el proceso de toma de decisiones en el sistema político, el
periódico (extensible a todos los medios masivos de comunicación) independiente
de información general ha de ser considerado como un verdadero actor político.
Su ámbito de actuación es el de la influencia, no el de la conquista del poder
institucional o la permanencia en él”. Al igual que otros actores políticos,
los medios actúan a partir del conflicto como categoría clave para comprender
los procesos sociales, movilizan recursos para competir con otros actores y
operan en el espacio público para ganar adhesión e influencia.
Desde un enfoque
religioso, la utilización de la cruz con fines propagandístico-políticos no
puede más que ofender la sensibilidad de aquellos millones de cristianos que
ven en éste a un símbolo de redención, algo que a juicio de quien escribe no
forma parte del mensaje que quiere construir el medio en cuestión con dicha
tapa. Considerando un análisis de género, la crucifixión de una mujer impone
una reflexión sobre la violencia de género implícita en tal imagen, que
lamentablemente parece sintomática en una revista que ha publicado otras piezas
periodísticas similares, como una en la cual mediante photoshop se presenta a
Cristina Fernández de Kirchner desnuda.
Históricamente,
dentro de las democracias liberales se ha asignado a la prensa la función del
“watchdog” o perro guardián de las actividades del gobierno, colocándola en un
lugar de “cuarto poder” junto a los tres establecidos por el constitucionalismo
moderno. Sin embargo, este control y las funciones de promover el debate,
circular ideas, etc. tienen limitaciones reales propias de su estructura
económica y su actuación dentro de un sistema. El peligro es cuando las
ambiciones económicas y el papel que buscan cumplir como actores políticos
están por encima de la función informativa. Allí es cuando se difumina el
límite de la ética que debe guiar al periodismo y allí es cuando –para quienes desde
jóvenes abrazamos “el mejor oficio del mundo”– determinadas acciones dan
vergüenza ajena.
* Licenciado en
Historia y periodista. Profesor adjunto de Fundamentos del Periodismo en la
Universidad Provincial del Sudoeste.
MEDIOS Y COMUNICACION
La invisibilidad de los periodistas
Desde Jujuy, Marcelo Brunet y César
Arrueta presentan su reciente libro, Escrito en papel, en
Por César Arrueta y
Marcelo Brunet *
Desde Jujuy
Existe consenso en
afirmar que el periodismo es un actor político de especial influencia.
Bibliotecas completas se escribieron sobre el rol que cumple en las sociedades
modernas y hasta existen aquellos que le cargan culpas y responsabilidades
insólitas. ¿Acaso las acusaciones sobre el fin del conocimiento y el triunfo de
la frivolidad no son una aseveración exagerada?
Lejos de adentrarnos
en la polémica, diremos –para el caso– que el periodismo es un actor de
inevitable lectura. Está presente en contextos diversos y su figura es
referencia renegada en cualquier discusión. Tal vez es la configuración de esta
sociedad del espectáculo y la democracia deliberativa mediática la que acentuó
el fenómeno.
Sin embargo, el
periodismo está sometido a una triste paradoja. Tan rápido como escribe y
problematiza la realidad, sus textos tienen un valor cada vez más efímero,
veloz. Se pierden en la complejidad de la actualidad y yacen en ese estado bajo
la sombra de la novedad permanente. El poeta Jorge Calvetti describió este
sentimiento desde una estética de la calle: “el diario, ayer, latía con el
pulso del mundo, y ahora lo veo envolviendo fruta, arrugado (...) Y con ellas,
volando hacia la nada nuestros pobres, aturdidos destinos”.
No es descabellado
suponer que la mayoría de los aportes y las reflexiones de la prensa estén
expuestas a perderse en el camino del tiempo. Especialmente en provincias como Jujuy,
donde no existe una política prolija de conservación de archivos. Entonces se
impone la siguiente pregunta: ¿cómo leer esos textos?, ¿cómo recuperarlos y
ponerlos en valor por fuera de las demandas de la actualidad?
Estas inquietudes son
las que motivaron en nosotros la edición del libro Escrito en papel. Antología
del periodismo jujeño (Ediciones DASS-UCSE). Se trata de una obra que recopila
arbitrariamente los escritos de una veintena de periodistas locales. Podríamos
decir, sin miedo a equivocarnos, que es un esfuerzo por superar la
invisibilidad de los/as trabajadores/as de la gráfica y poner en valor sus
textos. Es una oportunidad para mirar los lugares de enunciación de los
precursores del campo, pero también de aquellos que trabajan en el ahora.
Un ejemplo de este
propósito es el caso del primer periodista jujeño, Macedonio Graz. Abogado y
prolífero funcionario público, fundó en 1856 el periódico El Orden. Desde allí
libró las primeras batallas de sentido en la patria chica y su imagen es sinónimo
de emprendedurismo periodístico. Sin embargo, ¿es posible leer su obra en la
actualidad? ¿Cuál es el grado de accesibilidad? Limitado. Puede resultar una
odisea hacerse de sus trabajos para intentar leerlos en coordenadas de
espacio-tiempo. Se hacen homenajes, pero descubrir esas viejas hojas del
periódico es una tarea compleja.
En este contexto,
Escrito en papel... es un esfuerzo para acortar distancias e insinuar una
lectura asequible. Es un intento, discreto, por anclar memoria colectiva y
sumar matices a la discusión. “¿Qué discusión?”, podría preguntarse algún
distraído. La discusión acerca de la prensa, los periodistas y sus derivaciones
reales en el espacio público. Nos negamos a creer que la agenda deba leerse al
unísono de los casos conmocionantes. Es un deber de la academia volver, las
veces que sean necesarias, al polvo del pasado para entender el presente.
Por ello, recuperar
los textos periodísticos y ponerlos en circulación también es una forma de leer
aquella primera versión apresurada que los medios escriben de la historia. Un
recurso para pensar en contexto local, comparar visiones y hasta replantearse
algunas ideas que el tiempo ya naturalizó.
De eso trata el
libro: de recuperar lo local, lo específico y significativo del territorio,
acudiendo a los textos periodísticos y con ello, haciéndolos palpables, vivos
al tacto.
Detrás del producto
hay un esfuerzo silencioso: lectura de archivos, entrevistas, reconstrucciones
biográficas y análisis contextual. Hay un pequeño equipo de trabajo con estudiantes
y docentes, quienes tomaron la tarea como proceso de entre-aprendizaje. Podemos
decir que es un aporte desde la lejanía del norte del país. Pequeño, moderado,
pero valioso para nuestras propias expectativas y deseos. El libro, producto
del Centro de Investigación Luis Ramiro Beltrán de la UCSE sede Jujuy, es una
forma de saldar deudas académicas.
Para el cierre, vale
una aclaración: contar una experiencia periférica de esta naturaleza en las
páginas de este diario de alcance nacional no pretende transformarse en una
estrategia de difusión. Por el contrario, es una acción militante en favor de
las pequeñas cosas, aun sabiendo que podrá terminar en la calle o cubriendo
alguna que otra fruta.
* Docentes e investigadores
de la Universidad Nacional de Jujuy y de la Universidad Católica de Santiago
del Este (sede Jujuy). Autores del libro de reciente aparición Escrito en
papel. Antología del periodismo jujeño
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