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miércoles, 8 de febrero de 2012

medios


MEDIOS Y COMUNICACION

La rebelión de los emergentes

Hernán Bañez presenta el libro La rebelión de los medios emergentes, rescatando el valor de las nuevas voces que resaltan la cultura popular, reivindicando autonomías, y en debate con los grandes medios.

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Por Hernán Bañez *

La rebelión de los medios emergentes. Apuntes sobre el malestar de las audiencias es un libro de investigación, recopilaciones y algunos atrevidos aportes sobre la comunicación de medios en Argentina, que llevamos a cabo junto a Marcela Viegas y que nació en el marco de la Maestría en Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de Lomas de Zamora en 2010.

La idea era tratar la experiencia en primera persona de cómo los medios llamados “alternativos” llegaban a influir a la agenda impuesta por los medios dominantes y en muchos casos, desarticular falsedades publicadas por medios mal llamados “nacionales”. Así, decidimos atravesar los dos años de la maestría recopilando textos, comentarios, observaciones y realizando nuevos aportes que surgían de la investigación.

La clasificación de los medios en dominantes, hegemónicos, de resistencia y los que se presentan como las estrellas del libro, los emergentes, son parte del texto. Además de un repaso por las visiones sobre la agenda de temas, las percepciones de las audiencias y si son manipuladas o no y la comunicación política en los medios.

La obra tiene dos capítulos introductorios, uno de ellos dedicado a la historia de las teorías de comunicación y otro a la historia de los medios tradicionales, diarios, radio y televisión, sin dejar afuera a Papel Prensa y las leyes que regularon los medios en el siglo XX. Este tipo de repaso es primordial para lograr una amplia comprensión de las razones del debate que se da hoy sobre los medios y el periodismo en general.

El libro apunta tanto a estudiantes como a profesionales de la comunicación y, por tal motivo, propone una fácil lectura, ya que ambos autores somos profesores de comunicación en colegios secundarios públicos del Gran Buenos Aires y es donde descubrimos que los (pocos) textos que los chicos tienen al alcance son, en líneas generales, de compleja comprensión para ellos.

El objetivo de La rebelión... es profundizar el debate acerca de qué son y cómo influyen los medios de comunicación en todo el mundo, dando prioridad a la experiencia argentina de los últimos años que llevó a la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Además, aportar más herramientas a los jóvenes que dan los primeros pasos en cualquier área de la comunicación, para comprender más y mejor las razones de la lucha por el espacio mediático. Así se recorre la concentración de medios en América latina, la agenda de temas, el contrato tácito entre medios y audiencias y el rating. También el periodismo “independiente” y la naturalización de los mensajes, el rol de la 2.0 y las redes sociales en las revoluciones del último año en Medio Oriente. Y el concepto de “padre mediático”, sugerido para los grandes monopolios de medios.

La tesis de la obra propone que bajo este contexto se ha conformado un nuevo paradigma en la comunicación de medios, al que llamamos el “paradigma de la conexión”, que no es, como muchos analistas sostienen, resultado de la aparición de Internet. Este fenómeno en realidad tiene profundas raigambres culturales que pueden ser rastreadas desde la década de 1960, con escuelas de pensamiento como la de Birmingham o la Latinoamericana de los años ’70, cuando muchos analistas (informe Mc Bride incluido) habían avanzado en el reclamo de las acciones para cambiar la lógica centro-periferia y hegemónicos-sometidos, cae el Muro de Berlín y llega la primavera neoliberal que salpicó cada rincón del planeta e hizo que una revolución en comunicación de medios debiera esperar, al menos, diez años más.

Hoy son los denominados “pequeños medios”, como revistas barriales, radios comunitarias o blogs, también llamados “nuevas voces”, quienes brindan respuestas que en muchos casos no logran satisfacer medios dominantes y hegemónicos. Estos nuevos medios, los emergentes, tienen la capacidad de influir en la agenda de temas y crear un “mix de agenda” conformada por todo el espectro de medios, tanto audiovisuales como los que ofrecen las telecomunicaciones.

Esas raíces culturales están presentes en lo que Michel Foucault llamó “saberes sometidos” de la cultura popular y en la matriz de pensamiento latinoamericano propuesto por Alcira Argumedo en los años ’90, que se opone a las matrices europeas. En este sentido hay una aparición de contenidos vinculados con la historia de las luchas de clases y sus identidades, ya que no sólo hay clases dominadas, sino también voces dominadas. La cultura popular aparece como emergente e insurrecta a través de las nuevas voces, antes sometidas por el poder hegemónico de la posesión de los medios. Hoy, las “nuevas voces” reivindican sus identidades desde la autonomía, y han resistido los embates de los mensajes de los medios hegemónicos que los han invisibilizado, como sectores populares, movimientos sociales, de estudiantes, pueblos originarios, universidades, voces que opinan, denuncian y construyen su verdad desde el punto de vista crítico que sólo garantiza la comunicación democrática. Este reclamo popular es razón de ser de la nueva ley de medios en nuestro país.

El libro cuenta con diferentes aportes de docentes de la UNLZ como Damián Loreti, Osvaldo Gagliardo, Silvia Mercado, Santiago Aragón, Silvia Sanmartino y Washington Uranga, quien tuvo a cargo el prólogo. Además tiene un soporte digital, www.losme diosemergentes.com.ar, en el que se pueden ver textos, videos y audios citados.

* Licenciado en Publicidad y especialista en Comunicación, UNLZ

MEDIOS Y COMUNICACION

La palabra terrorista

A propósito de la palabra “terrorista” y sus múltiples interpretaciones, Roberto Samar advierte sobre la disputa acerca del término y su aplicación a una reciente ley.

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Por Roberto Samar *

Una palabra puede tener múltiples interpretaciones en el proceso comunicacional. Quien la produce, como quien la reconoce, la cargará de subjetividades, ideologías, formas de ver el mundo y, por lo tanto, le asignará un sentido.

La palabra “justicia” puede asociarse con la idea de justicia social, con las condenas a los responsables de la última dictadura cívico-militar o bien con el fin de la impunidad.

Esto se debe a que ciertas palabras cumplen la función de significante vacío. Que para el teórico político Ernesto Laclau es “un significante sin significado”. Por lo cual, la sociedad cargará a ese significante de múltiples sentidos y de esta manera podrá expresar deseos colectivos diversos.

Asimismo, para Laclau, cuando los sentidos son sometidos a una presión contradictoria, de lo que tenemos que hablar es de significantes flotantes y no de significantes vacíos, ya que lo que entendemos por ese concepto está en disputa.

Esta ambigüedad de significados podemos encontrarla en el término “terrorista”. Como sostiene Wikipedia, “la palabra ‘terrorismo’ se encuentra política y emocionalmente cargada, y esto dificulta consensuar una definición precisa”.

Recordemos que el genocida Jorge Rafael Videla definió que “un terrorista no es solamente alguien con un arma de fuego o una bomba, sino también alguien que difunde ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana”. Es decir, cualquier forma de ver el mundo distinta al pensamiento hegemónico era entendida como terrorista.

Asimismo, George Bush también usó términos amplios y difusos, que le eran funcionales para englobar una gran cantidad de expectativas y para intervenir arbitrariamente otros países. En el marco de la supuesta “guerra contra el terrorismo”, Bush sostuvo que “las fuerzas de la coalición harán todo lo posible por salvar del mal a civiles inocentes”. De la misma manera, sentenció: “Todas las naciones del mundo deben tomar una decisión. O están con nosotros o están con los terroristas”.

En ese marco, “el mal” o “el terrorismo” son categorías usadas porque le permiten adaptarse al enemigo de turno que quieran establecer. Desde esa línea de pensamiento, quien realice el enunciado establecerá quién es el mal, quién es el terrorista y quién el pacificador. Recordemos que la política internacional de Bush y su guerra contra Irak dejó 289 mil víctimas en seis años, de los cuales el 65 por ciento eran civiles.

Sin embargo, como nuestro pensamiento está atravesado por discursos que responden a relaciones de poder, seguramente nuestra imagen mental de un terrorista será más parecida a un habitante de Medio Oriente que a un presidente de Estados Unidos.

Esto se debe a que la palabra “terrorista” es una categoría que suelen usar los grupos y países dominantes cuando intervienen coercitivamente a quienes intentan someter. Como recordó la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe Bonafini, “nuestros hijos fueron asesinados por ser acusados de terroristas”.

Actualmente, bajo presión del GAFI y a contramano del proceso histórico que se viene desarrollando, se votó la “Ley Antiterrorista”. Lo preocupante a largo plazo es, como sostiene la Comisión Provincial por la Memoria, que “la ley amplía peligrosamente las figuras penales aplicables, aumenta las penas y vincula la protesta cívica a una figura tan determinante y vaga como la de ‘terrorismo’”.

Como conclusión, podemos entender al “terrorismo” como un término cuya definición concreta está en disputa. Sin embargo, en la mayoría de los casos, este discurso va de la mano de la instalación de un sentimiento de miedo profundo. De la idea de “el mal que nos acecha”. Consecuentemente, frente a ese gran terror, sólo una fuerte intervención nos devolverá la tranquilidad y la seguridad. Lástima que muchas veces el discurso de la “lucha contra el terrorismo” haya desembocado en el sometimiento del pueblo mediante la intervención militar.

* Licenciado en Comunicación Social. Docente de Filosofía Política Moderna, UNLZ.

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