En China, los costes
humanos están incorporados en un iPad
Las fábricas chinas que
trabajan para Apple imponen condiciones cercanas a la esclavitud
CHARLES DUHIGG y DAVID
BARBOZA (NYT) —Nueva York — 29 ENE 2012
El pasado mayo, la explosión despedazó el Edificio A5 una noche de
viernes, una erupción de fuego y ruido que retorció las tuberías de metal como
si fuesen pajitas desechadas.
Cuando los empleados de la cafetería salieron a toda prisa al exterior,
vieron humo negro que emanaba de las ventanas hechas añicos. Provenía de la zona
en la que los obreros pulían a diario miles de carcasas de iPad.
Dos personas murieron en el acto y más de una docena resultaron heridas.
Mientras estas últimas eran conducidas apresuradamente a las ambulancias, una en
particular llamaba la atención. Sus rasgos habían quedado desfigurados por la
explosión, borrados por el calor y la violencia hasta que una esterilla roja y
negra sustituyó su boca y su nariz.
“¿Es usted el padre de Lai Xiaodong?”, preguntó alguien cuando sonó el
teléfono en el que había sido el hogar de Lai desde la infancia. Seis meses
antes, el joven de 22 años se había trasladado a Chengdu, en el sudoeste de
China, para convertirse en uno de los millones de engranajes humanos que
abastecen el sistema de fabricación más grande, rápido y sofisticado de la
Tierra. Ese sistema ha hecho posible que Apple y centenares de empresas más
fabriquen dispositivos casi con tanta rapidez como podemos soñarlos.
“Está en apuros”, dijo el interlocutor al padre de Lai. “Vaya al hospital
en cuanto pueda”.
En la última década, Apple se ha convertido en una de las empresas más
poderosas, ricas y prósperas del planeta, en parte gracias a su dominio de la
fabricación internacional. Apple y sus homólogas en el campo de la alta
tecnología – así como docenas de sectores estadounidenses más - han alcanzado un
ritmo de innovación que prácticamente no tiene parangón en la historia
moderna.
No obstante, el personal que monta los iPhone, los iPad y otros aparatos a
menudo trabaja en condiciones muy duras, según los empleados de esas plantas,
defensores del trabajador y documentos publicados por las propias empresas. Los
problemas van desde unos entornos laborales insoportables hasta problemas de
seguridad graves y en ocasiones mortales.
Los empleados hacen demasiadas horas extra, a veces siete días a la semana,
y viven en residencias abarrotadas. Algunos aseguran que permanecen tanto tiempo
de pie que se les hinchan las piernas y apenas pueden caminar. Trabajadores
menores de edad han ayudado a fabricar productos de Apple, y los proveedores de
la empresa se han deshecho indebidamente de residuos peligrosos y archivos
falsificados, según informes de grupos activistas que, dentro de China, son
considerados observadores fiables e independientes.
De acuerdo con estos grupos, lo más inquietante es que algunos proveedores
hacen caso omiso de la salud de los trabajadores. Hace dos años, 137 empleados
de un proveedor de Apple en el este de China resultaron heridos después de que
les ordenaran utilizar un producto químico venenoso para limpiar las pantallas
de los iPhone. El año pasado, en cuestión de siete meses, dos explosiones que se produjeron en
fábricas de iPad, incluida la de Chengdu, acabaron con la vida de
cuatro personas e hirieron a 77. Antes de las explosiones, Apple había sido
alertada de las peligrosas condiciones que imperaban dentro de la fábrica de
Chengdu, según un grupo chino que publicó esa advertencia.
“Si Apple recibió el aviso y no actuó, es reprensible”, afirma Nicholas
Ashford, ex presidente del Comité Asesor Nacional sobre Seguridad y Salud
Laboral, un grupo que asesora al Departamento de Trabajo de Estados Unidos.
“Pero lo que resulta moralmente repugnante en un país son prácticas
empresariales aceptadas en otro, y las empresas se aprovechan de eso”,
añade.
Apple no es la única empresa de productos electrónicos que hace negocio
dentro de un sistema de suministro problemático. Se han documentado pésimas
condiciones laborales en fábricas que suministran productos a Dell,
Hewlett-Packard, I.B.M., Lenovo, Motorola, Nokia, Sony, Toshiba y otros.
Es más, directivos antiguos y actuales de Apple aseguran que, en los
últimos años, la empresa ha hecho grandes progresos en la mejora de las
fábricas. Apple cuenta con un código de conducta para los proveedores que
detalla criterios sobre cuestiones laborales, medidas de seguridad y otros
aspectos. La empresa ha organizado una
enérgica campaña de auditorías, y cuando se descubren abusos, se
exigen correcciones, según Apple.
Y los informes anuales de responsabilidad de los proveedores que Apple
confecciona son en muchos casos los primeros en notificar abusos. Este mes, por
primera vez, la compañía hizo pública una lista que identifica a muchos de sus
suministradores.
Pero persisten algunos problemas importantes. Más de la mitad de los
proveedores auditados por Apple han incumplido al menos un aspecto del código de
conducta cada año desde 2007, según los informes de la empresa, y en algunos
casos han infringido la ley. Aunque muchas infracciones guardan relación con las
condiciones de trabajo y no con peligros para la seguridad, continúan
detectándose patrones preocupantes.
“A Apple nunca le ha preocupado otra cosa que aumentar la calidad de los
productos y reducir los costes de fabricación”, afirma Li Mingqi, que hasta
abril trabajaba en la directiva de Foxconn Technology, uno de los socios de
fabricación más importantes de Apple. Li, que denunciará a Foxconn por su
despido, ayudaba a dirigir la fábrica de Chengdu en la que se produjo la
explosión. “El bienestar de los trabajadores no tiene nada que ver con sus
intereses”, afirma
Algunos ex directivos de Apple señalan que existe una tensión no resuelta
dentro de la empresa: los altos cargos quieren mejorar las condiciones dentro de
las fábricas, pero esa dedicación flaquea cuando entra en conflicto con las
relaciones con proveedores cruciales o con la entrega rápida de nuevos
productos. El martes, Apple anunciaba uno de los
trimestres más lucrativos de cualquier empresa a lo largo de la
historia, con unos beneficios de 13.060 millones de dólares en ventas. Dichas
ventas podrían haber sido incluso mayores, comentan los directivos, si las
fábricas del extranjero hubiesen tenido capacidad para producir más.
Los directivos de otras empresas hablan de presiones internas similares.
Este sistema tal vez no sea bueno, aducen, pero una revisión radical
ralentizaría la innovación. Los clientes quieren que les ofrezcan productos
electrónicos increíbles cada año.
“Hemos tenido constancia de abusos laborales en algunas fábricas durante
cuatro años, y continúan”, comenta un ex directivo de Apple, quien, al igual que
otros, ha hecho declaraciones con la condición de permanecer en el anonimato
debido a acuerdos de confidencialidad. “¿Por qué? Porque el sistema nos
funciona. Los proveedores lo cambiarían todo mañana si Apple les dijera que no
tienen otra opción”, agrega. “Si la mitad de los iPhone funcionaran mal, ¿cree
que Apple permitiría que eso se prolongara durante cuatro años?”.
En los informes que ha
publicado, Apple afirma que exige que
todos los incumplimientos laborales descubiertos sean remediados, y los
proveedores que se nieguen son despedidos. Sin embargo, en privado, algunos ex
directivos reconocen que encontrar nuevos proveedores cuesta tiempo y dinero.
Foxconn es uno de los pocos fabricantes del mundo con envergadura para fabricar
cantidades suficientes de iPhone e iPad. Así que Apple “no va a dejar Foxconn ni
se va a ir de China”, asegura Heather White, investigadora de Harvard y ex
miembro del comité de Control de Normativa Laboral Internacional en la Academia
Nacional de las Ciencias. “Hay mucha racionalización”, agrega.
Apple ha recibido amplios resúmenes de este artículo, pero la empresa se ha
negado a realizar comentarios. El informe se basa en entrevistas con más de 35
empleados y contratistas actuales o pasados, entre ellos media docena de
directivos con un conocimiento de primera mano sobre el grupo de responsabilidad
de proveedores de Apple, así como otros dentro del sector tecnológico.
En 2010, Steven P. Jobs habló de las relaciones de la empresa con sus
proveedores en un congreso del sector. “Yo creo que Apple realiza uno de los
mejores trabajos entre las empresas de nuestro ámbito, y quizá de cualquier
otro, a la hora de comprender las condiciones laborales de nuestra cadena de
suministros”, decía Jobs, que en aquel momento era consejero delegado de Apple y
que falleció el pasado octubre. “Es decir, vas a una fábrica, pero, Dios mío,
tienen restaurantes, cines, hospitales y piscinas. Para tratarse de una fábrica,
es bastante bonita”, añadía.
Otros, entre ellos los trabajadores de dichas fábricas, agradecen las
cafeterías y las instalaciones médicas, pero insisten en que las condiciones son
duras.
Estamos poniendo todo nuestro empeño en mejorar las cosas”, comenta un ex
directivo de Apple. “Pero la mayoría de la gente seguiría sintiéndose
verdaderamente molesta si viera de dónde proviene su iPhone”,
remacha.
El camino hacia Chengdu
En otoño de 2010, unos seis meses antes de la explosión en la fábrica de
iPad, Lai Xiaodong envolvía cuidadosamente su diploma universitario con ropa
para que no se arrugara en la maleta. Les dijo a sus amigos que ya no asistiría
a las partidas de póker semanales y se despidió de sus profesores. Se marchaba a
Chengdu, una ciudad de 12 millones de habitantes que estaba convirtiéndose
rápidamente en uno de los centros de fabricación más importantes del
mundo.
Aunque Lai es extremadamente tímido, había sorprendido a todo el mundo
convenciendo a una hermosa estudiante de enfermería para que fuese su novia.
Ella quería casarse y el objetivo de Lai era ganar suficiente dinero para
comprar un piso.
Las fábricas de Chengdu suministran productos a cientos de empresas. Pero
Lai tenía en mente a Foxconn Technology, el exportador más importante de China,
que además cuenta con una de las plantillas más grandes de la nación, con 1,2
millones de trabajadores. La empresa tiene fábricas en todo el país, y monta
aproximadamente un 40% de los productos electrónicos de consumo del mundo, con
clientes como Amazon, Dell, Hewlett-Packard, Nintendo, Nokia y Samsung.
Lai sabía que la fábrica de Foxconn en Chengdu era especial. En su
interior, los trabajadores fabricaban el último y posiblemente más importante
producto de Apple: el iPad.
Cuando Lai consiguió finalmente un empleo reparando máquinas en la fábrica,
una de las primeras cosas que advirtió fueron las luces casi cegadoras. Los
turnos diarios duraban 24 horas, y la fábrica siempre estaba iluminada. En
cualquier momento dado había miles de trabajadores en las cadenas de montaje o
sentados en sillas sin respaldo, agazapados junto a grandes máquinas o corriendo
de una plataforma de descarga a otra. A algunos trabajadores se les hinchaban
tanto las piernas que andaban como un pato. “Es duro estar de pie todo el día”,
afirma Zhao Sheng, un trabajador de la fábrica.
Unas pancartas colgadas en las paredes advertían a los 120.000 empleados:
“Trabaja duro en tu puesto hoy o trabaja duro mañana para encontrar otro”. El
código de conducta para proveedores de Apple dicta que, salvo en circunstancias
inusuales, los empleados supuestamente no han de trabajar más de 60 horas a la
semana. Pero en Foxconn, algunos trabajaban más, según entrevistas, nóminas y estudios realizados por
grupos externos. Si nos ceñimos a su sueldo, al cabo de poco tiempo Lai estaba
pasando12 horas al día, seis días a la semana, dentro de la fábrica. A veces se
exigía a los empleados que llegaban tarde que redactaran cartas de confesión y
copiaran citas. Había “cambios continuos” en los que a los trabajadores se les
pedía que hicieran dos turnos seguidos, según varias entrevistas.
El título universitario de Lai le permitía percibir un salario de unos 22
dólares diarios, horas extras incluidas, lo cual era más de lo que ganaban
muchos otros. Cuando terminaba su jornada, se retiraba a una pequeña habitación
en la que apenas cabían un colchón, un armario y una mesa y donde se entretenía
obsesivamente con un juego de Internet llamado Fight the Landlord,
explica su novia, Luo Xiaohong.
Esos alojamientos eran mejores que muchas de las residencias de Foxconn,
donde vivían 70.000 trabajadores de la empresa, y donde se apiñaban hasta 20
personas en un piso de tres habitaciones. El año pasado, una disputa salarial
desencadenó un motín en una de las residencias, y los trabajadores empezaron a
lanzar botellas, cubos de basura y papeles ardiendo desde las ventanas, según
los testigos. Doscientos agentes de policía se enfrentaron a los trabajadores y
detuvieron a ocho. Después se retiraron los cubos de basura, y los montones de
desperdicios –y los roedores - se convirtieron en un problema. Lai se sentía
afortunado de tener una vivienda propia.
En un comunicado, Foxconn desmentía las declaraciones de los trabajadores
sobre los turnos continuos, el exceso de horas extras, los alojamientos
abarrotados y las causas de la revuelta. La empresa afirmaba que sus actividades
se adherían a los códigos de conducta de los clientes, los criterios del sector
y las leyes nacionales. “Las condiciones en Foxconn son cualquier cosa menos
duras”, escribía la empresa. Foxconn dijo también que nunca había sido citada
por un cliente o por el Gobierno por contratar a menores de edad, explotar a los
trabajadores o por exposición a productos tóxicos.
“Todos los empleados de la cadena de montaje disfrutan de descansos
periódicos, incluida una hora para comer”, escribía la empresa, y solo un 5% de
ellos deben permanecer de pie para desempeñar su labor. Los puestos han sido
diseñados de acuerdo con criterios ergonómicos, y los empleados tienen
oportunidades para la rotación laboral y los ascensos, aseguraba el
comunicado.
“Foxconn tiene un historial de seguridad muy positivo”, escribía la
empresa, “y hemos progresado mucho en nuestros esfuerzos por liderar el sector
en China en ámbitos como las condiciones del lugar de trabajo y el cuidado y el
trato a nuestros empleados”.
El código de conducta de Apple
En 2005, algunos altos directivos de Apple se dieron cita en su sede de
Cupertino, California, para celebrar una reunión especial. Otras empresas habían
creado códigos de conducta para supervisar a sus proveedores. Apple decidió que
había llegado el momento de seguir su ejemplo. El código que publicó Apple ese
año exige “que las condiciones laborales en la cadena de suministro de la
empresa sean seguras, que los trabajadores sean tratados con respeto y dignidad
y que los procesos de fabricación sean responsables con el medio
ambiente”.
Pero el año siguiente, el periódico británico The Mail on Sunday
visitó en secreto una fábrica de Foxconn en Shenzhen, China, donde se producían
iPod, e informó de las largas jornadas de los trabajadores, de las flexiones
impuestas como castigo y de los alojamientos abarrotados. Los directivos de
Cupertino quedaron asombrados. “Apple está llena de buena gente que no tenía ni
idea de que esto estaba sucediendo”, decía un ex empleado. “Quisimos que la
situación cambiara inmediatamente”.
Apple auditó esa fábrica, la primera de esas inspecciones por parte de la
empresa, y ordenó mejoras. Los directivos también emprendieron una serie de
iniciativas que incluían un informe anual de auditoría, publicado por primera
vez en 2007. El año pasado, Apple había inspeccionado 396 instalaciones, entre
ellas proveedores directos de la empresa, y también muchos de los
suministradores de esos proveedores, uno de los programas más importantes de esa
índole dentro del sector de los productos electrónicos.
Esas auditorías han descubierto
incumplimientos sistemáticos del código de conducta de Apple, según resúmenes publicados por la empresa. En 2007, por
ejemplo, la empresa realizó más de 35 auditorías, dos tercios de las cuales
indicaban que los empleados suelen trabajar más de 60 horas a la semana.
Asimismo, hubo seis “infracciones básicas”, el tipo más grave, entre ellas la
contratación de niños de 15 años, además de la falsificación de archivos.
Durante los tres años siguientes, Apple llevó a cabo 312 auditorías, y cada
año, más o menos la mitad mostraban indicios de un gran número de empleados que
trabajaban más de seis días a la semana, además de hacer muchas horas extra.
Algunos trabajadores recibían menos del salario mínimo o se les retenía la paga
como castigo. Apple encontró 70 infracciones básicas durante ese periodo,
incluidos casos de trabajo involuntario, empleados menores de edad,
falsificaciones de archivos, eliminación inadecuada de residuos peligrosos y más
de 100 trabajadores heridos por exposición a productos químicos tóxicos.
El año pasado, la empresa realizó 229 auditorías. Se advirtieron leves
mejoras en algunas categorías, y el número de infracciones básicas detectadas
disminuyó. Sin embargo, en 93 instalaciones, al menos la mitad de los
trabajadores superaban el límite de 60 horas semanales. Más o menos el mismo
número de empleados trabajaban más de seis días a la semana. Hubo incidentes de
discriminación, medidas de seguridad inadecuadas, impago de las horas extra
requeridas y otras infracciones. Ese año murieron cuatro empleados y 77
resultaron heridos en explosiones en el lugar de trabajo.
“Si los problemas siguen un mismo patrón año tras año, significa que la
empresa está ignorando la cuestión en lugar de resolverla”, afirma un ex
directivo de Apple con un conocimiento de primera mano del grupo de
responsabilidad de los proveedores. “Se toleran los incumplimientos siempre que
los proveedores prometan esforzarse más la próxima vez. Si nos pusiéramos
serios, las infracciones básicas desaparecerían”.
Apple dice que cuando una auditoría revela una infracción, la empresa exige
a los proveedores que resuelvan el problema en un plazo de 90 días y que
realicen cambios para impedir que se repita. “Si un proveedor no está dispuesto
a cambiar, finiquitamos nuestra relación”, asegura la empresa en su página
web.
Sin embargo, la seriedad de esa amenaza no está clara. Apple ha descubierto
infracciones en cientos de auditorías, pero se ha prescindido de menos de 15
proveedores por transgresiones desde 2007, según ex directivos de la
empresa.
“Una vez que se cierra el acuerdo y Foxconn se convierte en proveedor
autorizado de Apple, la empresa ya no presta atención a las condiciones de
trabajo ni a nada que sea irrelevante para sus productos”, afirma Li, el ex
director de Foxconn. Li pasó varios años en las fábricas de Foxconn en Shenzhen
y Chengdu y fue despedido en abril tras negarse a ser trasladado a esta última,
afirma. La empresa desmiente sus comentarios, y declara que “tanto Foxconn como
Apple se toman muy en serio el bienestar” de sus empleados.
Los esfuerzos de Apple han propiciado algunos cambios. Las instalaciones
que fueron auditadas de nuevo “mostraron mejoras constantes en el rendimiento y
unas condiciones de trabajo más aptas”, escribía la empresa en su informe de
progreso en la responsabilidad de los proveedores en 2011. Además, el número de
fábricas auditadas ha crecido cada año, y algunos directivos afirman que el
aumento de esas iniciativas impiden ver las mejoras que se producen
anualmente.
Apple ha formado también a más de un millón de trabajadores en cuanto a sus
derechos y los métodos de prevención de lesiones y enfermedades. Hace unos años,
después de que unos auditores insistieran en entrevistar a los empleados de
rango más bajo de las fábricas, descubrieron que algunos de ellos se habían
visto obligados a pagar onerosas “cuotas de contratación”, algo que Apple
clasifica como mano de obra involuntaria. El año pasado, la empresa obligó a los
proveedores a reembolsar más de 6,7 millones de dólares por esas cuotas.
“Apple está a la cabeza de la prevención de la explotación de menores”,
afirma Dionne Harrison, de Impactt, una empresa a la que Apple paga para evitar
y solucionar casos de explotación infantil entre sus proveedores. “Están
haciendo todo lo que pueden”.
Pero hay otros asesores que no están de acuerdo.
“Llevamos años diciéndole a Apple que hay problemas muy graves y
recomendándoles posibles cambios”, explica un asesor de BSR, siglas de Business
for Social Responsibility [Empresa en favor de la responsabilidad social], una
empresa a la que Apple ha recurrido en dos ocasiones para que le aconsejara
acerca de cuestiones laborales. “Ellos no quieren prevenir los problemas; lo
único que quieren es no pasar vergüenza”.
‘Podríamos haber salvado vidas’
En 2006, BSR, junto con un equipo del Banco Mundial y otros grupos,
emprendió un proyecto para mejorar las condiciones laborales en fábricas de
China y otros países en las que se producían teléfonos móviles y otros
dispositivos. Los grupos y las empresas prometieron poner a prueba distintas
ideas. Foxconn accedió a participar.
Durante cuatro meses, BSR y otro grupo negociaron con Foxconn un programa
piloto para crear “líneas telefónicas de atención” a los trabajadores, de forma
que los empleados pudieran denunciar condiciones abusivas, pedir orientación
psicológica y hablar de problemas relacionados con el lugar de trabajo. Apple no
era uno de los participantes del proyecto, pero se le informó al respecto, según
el asesor de BSR, que estaba al tanto de los detalles.
Conforme avanzaban las negociaciones, los requisitos de Foxconn para
participar no paraban de cambiar. Primero, Foxconn pidió que se dejaran de
instalar nuevas líneas de atención y se empezara a evaluar las ya existentes.
Luego, Foxconn insistió en que se excluyera la orientación sobre salud mental.
Foxconn les pidió a los participantes que firmaran un acuerdo por el cual se
negaban a revelar información sobre lo que observaran, y posteriormente
reescribió dichos acuerdos en múltiples ocasiones. Al final se llegó a un
acuerdo, y se dispuso que el proyecto se iniciara en enero de 2008. Un día antes
de empezar, Foxconn exigió más cambios, hasta que quedó claro que el proyecto no
iba a salir adelante, según el asesor y un resumen elaborado por BSR en 2008 en
el que no se mencionaba a Foxconn.
El año siguiente, un empleado de Foxconn se cayó o saltó de un edificio de
apartamentos tras perder un prototipo del iPhone. Durante los dos años
siguientes, al menos 18 trabajadores más de Foxconn trataron de
suicidarse o se cayeron de edificios de formas que parecen indicar
que fueron intentos de suicidio. En 2010, dos años después de que el programa
piloto se fuera a pique y tras muchos intentos de suicidio, Foxconn creó una
línea de atención exclusiva para cuestiones de salud mental y empezó a ofrecer
orientación psicológica gratuita.
“Podríamos haber salvado vidas, y le pedimos a Apple que presionara a
Foxconn, pero se negaban a hacerlo”, explica el asesor de BSR, que ha pedido que
no reveláramos su identidad por los acuerdos de confidencialidad. “Empresas como
HP, Intel o Nike están presionando a sus proveedores. Pero Apple prefiere
mantenerse a una distancia prudente y Foxconn es su fabricante más importante,
así que se niegan a presionarles”.
En una declaración por escrito, BSR aseguró que las opiniones del asesor no
coincidían con las de la empresa.
“Mis compañeros de BSR y yo vemos a Apple como una empresa que está
llevando a cabo un esfuerzo ímprobo por garantizar que las condiciones laborales
en su cadena de suministro cumplen las expectativas de la legislación vigente,
las normas de la empresa y las expectativas de los consumidores”, escribe Aron
Cramer, el presidente de BSR. Añade que pedirle a Apple que presionara a Foxconn
no habría sido coherente con el objetivo del programa piloto, y que había
múltiples razones para no llevar a cabo el programa.
En una declaración, Foxconn asegura que actuó con rapidez y de forma
exhaustiva para solucionar la cuestión de los suicidios, y que “los datos han
demostrado que dichas medidas han funcionado”.
Un cliente exigente
Todos los meses, responsables de empresas de todo el mundo peregrinan a
Cupertino o invitan a directivos de Apple a visitar sus fábricas en el
extranjero, todos con el mismo objetivo: convertirse en proveedor suyo.
Cuando les llega la noticia de que Apple está interesado en un producto o
en un servicio concretos, suele haber pequeñas celebraciones; brindan con whisky
y van a un karaoke a cantar.
Luego llegan las peticiones de Apple.
Por lo general, Apple pide a los proveedores que especifiquen cuánto cuesta
cada componente, cuántos empleados se necesitan y la cuantía de sus salarios.
Los directivos quieren conocer hasta el más mínimo detalle financiero. Acto
seguido, Apple calcula cuánto va a pagar por un componente. A la mayoría de los
proveedores se les deja un margen ínfimo.
Por eso muchas veces los proveedores intentan recortar de donde pueden,
sustituir productos químicos caros por otras opciones más baratas o presionar a
sus empleados para que trabajen a más velocidad y más horas, según gente que
trabaja en dichas empresas.
“La única forma de ganar dinero trabajando para Apple es encontrar la
manera de hacer las cosas de una forma más eficiente o más barata”, comentaba un
directivo de una empresa que ayudó a sacar el iPad al mercado. “Y luego vuelven
el año siguiente y obligan a la empresa a rebajar el precio un 10%”.
En enero de 2010, los empleados de una fábrica china propiedad de Wintek, un socio que fabrica para
Apple, se declararon en huelga por toda una serie de cuestiones,
incluidos unos rumores muy difundidos de que los trabajadores estaban siendo
expuestos a toxinas. Las investigaciones llevadas a cabo por los medios de
comunicación revelaban que más de cien empleados se habían visto afectados por
el n-hexano, un producto químico tóxico que puede provocar daños en el
sistema nervioso y parálisis.
Los empleados afirman que se les ordenó utilizar n-hexano para
limpiar la pantalla de los iPhones porque se evaporaba a una velocidad casi tres
veces mayor que frotando con alcohol. Una evaporación más rápida significaba que
los trabajadores podían limpiar más pantallas por minuto.
Apple comentó los daños sufridos por los trabajadores de Wintek al cabo de
un año. En su informe de responsabilidad de los proveedores, Apple afirmaba que
le había “exigido a Wintek que dejara de utilizar n-hexano” y que “se
había asegurado de que todos los trabajadores habían recibido el tratamiento
adecuado, y estaban siguiendo muy de cerca sus informes médicos hasta que se
recuperaran del todo”. Asimismo, Apple aseguraba que le había exigido a Wintek
que arreglara el sistema de ventilación.
Ese mismo mes, un periodista de The New York Times entrevistó a
una docena de trabajadores de Wintek afectados que afirmaban que ni Apple ni sus
intermediarios se habían puesto en contacto con ellos, y que Wintek los había
presionado para que dimitieran y aceptaran liquidaciones en metálico que
eximirían a la empresa de toda responsabilidad. Después de esas entrevistas,
Wintek se comprometió a proporcionar una mayor indemnización a los empleados
afectados y Apple envió a un representante a hablar con algunos de ellos.
Seis meses después, algunas publicaciones especializadas informaban de que
Apple había reducido de forma significativa el precio que le pagaba a
Wintek.
“Puedes establecer todas las normas que quieras, pero no tienen sentido si
no les das a los proveedores el margen suficiente para que traten bien a sus
empleados”, comentaba un exdirectivo de Apple que conoce de primera mano al
grupo encargado de la responsabilidad de los proveedores. “Si exprimes los
márgenes, les estás obligando a recortar en materia de seguridad”.
Wintek sigue siendo uno de los proveedores más importantes de Apple. En una
declaración, se negaba a hacer comentarios salvo para decir que, después de este
episodio, la empresa había adoptado “amplias medidas” para abordar la situación
y “se había comprometido a garantizar el bienestar de los empleados y a crear un
entorno laboral seguro y saludable”.
Muchas empresas tecnológicas importantes han trabajado con fábricas cuyas
condiciones son alarmantes. Sin embargo, los supervisores independientes y los
proveedores aseguran que algunas se comportan de otra manera. Los directivos de
varios proveedores aseguraban en entrevistas que Hewlett-Packard y otras
empresas les permiten obtener unos beneficios ligeramente más elevados y otros
complementos si se utilizan para mejorar las condiciones de los
trabajadores.
“Nuestros proveedores son muy sinceros con nosotros”, señala Zoe McMahon,
una directiva del programa de responsabilidad social y medioambiental de la
cadena de suministro de Hewlett-Packard. “Si les cuesta mucho cumplir nuestras
expectativas, nos lo hacen saber, y eso influye en nuestras decisiones”.
La explosión
La tarde de la explosión de la fábrica de iPads, Lai Xiaodong llamó a su
novia, como hacía todos los días. Esperaban poder verse esa tarde, pero el
director de Lai le dijo que tenía que hacer horas extra, según lo que le contó
Lai a ella.
Le habían ascendido muy rápido en Foxconn, y en tan solo unos meses tenía a
su cargo un equipo que se encargaba del mantenimiento de las máquinas que pulían
las fundas de los iPads. En la zona de lijado había mucho ruido, y el área
estaba llena de polvo de aluminio. Los trabajadores llevaban mascarillas y
tapones, pero por muchas veces que se ducharan, se les reconocía por el leve
brillo aluminoso de su pelo y del rabillo de los ojos.
Tan solo dos semanas antes de la explosión, un grupo de Hong Kong de
defensa de los derechos de los trabajadores publicó un informe en el que
advertían de que las condiciones en la fábrica de Chengdu no eran seguras, y
mencionaban problemas como el polvo de aluminio. El grupo, Students And Scholars
Against Corporate Misbehavior [Estudiantes y expertos en contra de la mala
conducta empresarial], o SACOM, por sus siglas en inglés, había grabado en vídeo
a los trabajadores cubiertos de diminutas partículas de aluminio. “Los problemas
de seguridad y de salud laboral en Chengdu son alarmantes”, se afirmaba en el
informe. “Los trabajadores también resaltan el problema de la mala ventilación y
de que la ropa de protección para el personal es inadecuada”.
Una copia de dicho informe fue enviada a Apple. “No tuvimos respuesta”,
explica Debby Chan Sze Wan, miembro del grupo. “Unos meses más tarde fui a
Cupertino y me metí en el grupo de presión de Apple, pero nadie quería reunirse
conmigo. Nadie de Apple se ha puesto en contacto conmigo en ningún
momento”.
La mañana de la explosión, Lai acudió en bicicleta al trabajo. El iPad
acababa de salir a la venta solo unas semanas antes, y a los trabajadores se les
dijo que había que pulir miles de fundas al día. La actividad en la fábrica era
frenética, según los obreros. Filas y más filas de máquinas pulían las fundas
mientras los empleados, equipados con mascarillas, apretaban los botones. Encima
de cada estación había grandes conductos de aire, pero no podían seguir el ritmo
de las tres filas de máquinas puliendo sin parar. Por todas partes había polvo
de aluminio.
El polvo es un riesgo conocido para la seguridad. En 2003, una explosión de
polvo de aluminio en Indiana destruyó una fábrica de ruedas y se cobró la vida
de un trabajador. En 2008, el polvo agrícola en el interior de una fábrica de
azúcar en Georgia provocó una explosión en la que murieron 14 personas.
A las dos horas de que Lai hubiera empezado su segundo turno, el edificio
empezó a temblar, como si hubiera un terremoto. Según algunos trabajadores de la
fábrica, se produjo una serie de explosiones.
Entonces empezaron los gritos.
Cuando los compañeros de Lai salieron afuera a toda prisa, el humo oscuro
estaba mezclándose con una llovizna, por lo que puede verse en unos vídeos
grabados con teléfonos móviles. El número total de muertos ascendió a cuatro y
el de heridos, a 18.
En el hospital, la novia de Lai vio que tenía casi toda la piel calcinada.
“Lo reconocí por las piernas, porque de lo contrario no habría sabido quién
era”, asegura.
Al final llegó su familia. Se le había quemado más del 90% del cuerpo. “Mi
madre salió corriendo de la habitación nada más verlo. Yo me puse a llorar.
Nadie podía soportarlo”, comenta su hermano. Cuando su madre volvió, trató de no
tocar a su hijo por miedo a hacerle daño.
“Si lo hubiera sabido”, afirma, “le habría cogido del brazo, lo habría
tocado”.
“Tuvo mucha fuerza”, añade. “Aguantó dos días”.
Después de la muerte de Lai, los empleados de Foxconn fueron hasta su
pueblo natal y les entregaron una caja con las cenizas. Posteriormente, la
empresa les envió un cheque por un valor de aproximadamente 150.000
dólares.
En una declaración, Foxconn afirmó que en el momento de la explosión la
fábrica de Chengdu cumplía todas las leyes y normativas aplicables, y “después
de asegurarnos de que las familias de los empleados fallecidos recibían el apoyo
que necesitaban, comprobamos que todos los empleados heridos recibían la mejor
asistencia médica posible”. Después de la explosión, añadía la empresa, Foxconn
detuvo de inmediato el trabajo en todos los talleres de pulido y,
posteriormente, mejoró la ventilación y la extracción del polvo, además de
adoptar tecnologías para mejorar la seguridad de los trabajadores.
En su informe más reciente de responsabilidad de sus proveedores, Apple
afirmaba que, después de la explosión, la empresa se puso en contacto con “los
expertos más destacados en materia de seguridad de procesos” y reunió a un
equipo para que investigara e hiciera recomendaciones para evitar futuros
accidentes.
Sin embargo, en diciembre, siete meses después de la explosión que se cobró
la vida de Lai, explotó otra fábrica de iPads, esta vez en Shanghai. La causa
había sido también el polvo de aluminio, según las entrevistas y el informe más
reciente de responsabilidad de los proveedores de Apple. En esa explosión
resultaron heridos 59 trabajadores, y 23 de ellos fueron hospitalizados.
“Después de producirse una explosión, es negligencia grave no caer en la
cuenta de que deberían revisarse todas las fábricas”, afirma Nicholas Ashford,
experto en materia de seguridad laboral, que ahora trabaja en el Massachusetts
Institute of Technology. “Si el polvo de aluminio planteara un problema
extremadamente difícil, lo entendería. Pero ¿saben lo fácil que es controlar el
polvo? Se llama ventilación. Hace un siglo que solventamos esta cuestión”.
En su informe más reciente de responsabilidad de sus proveedores, Apple
señalaba que, aunque ambas explosiones estaban relacionadas con el polvo de
aluminio inflamable, las causas eran distintas. No obstante, la empresa no quiso
dar detalles. En el informe se añadía que Apple había auditado a todos los
proveedores que pulían productos de aluminio y que había puesto en marcha
medidas de precaución más estrictas. Según el informe, todos los proveedores han
adoptado las medidas necesarias excepto uno, que sigue cerrado.
La familia de Lai todavía no ha encontrado respuesta a varias preguntas.
“No estamos del todo seguros de cómo murió”, explica la madre de Lai junto a un
sepulcro que ha construido cerca de su casa. “No entendemos qué pasó”.
Ganar la lotería de Apple
Todos los años, cuando empiezan a oírse rumores sobre los próximos
productos Apple, las publicaciones y las páginas web del sector empiezan a
especular sobre qué proveedores tienen más probabilidades de que les toque la
lotería de Apple. Conseguir un contrato con Apple puede hacer que el valor de
una empresa se incremente en millones porque, indirectamente, se está indicando
que la fabricación es de buena calidad. Pero pocas empresas alardean
abiertamente del trabajo: Apple suele exigir a sus proveedores que firmen
contratos en los que prometen no divulgar nada, ni siquiera su asociación.
Esa falta de transparencia da a Apple cierta ventaja a la hora de mantener
en secreto sus planes. Pero también ha constituido una barrera para mejorar las
condiciones laborales, según algunos activistas y exdirectivos de Apple.
Este mes, tras las numerosas peticiones de grupos defensores de los
derechos de los trabajadores y medios de comunicación, entre ellos The New
York Times, Apple ha publicado los nombres de 156 de sus proveedores. En el
informe que acompaña dicha lista, Apple afirma que “juntos representan más del
97% de lo que les pagamos a los proveedores para que fabriquen nuestros
productos”.
No obstante, la empresa no ha revelado los nombres de centenares de
empresas que no tienen un contrato directo con Apple, pero que suministran a los
proveedores. La lista de proveedores de la empresa no aclara dónde están las
fábricas, y muchas son difíciles de encontrar. Y algunas organizaciones de
control independientes aseguran que, cuando han intentado inspeccionar a los
proveedores de Apple, les han denegado la entrada por órdenes de Apple, o por lo
menos eso les han dicho.
“Hemos mantenido esta conversación cientos de veces”, explica un
exdirectivo del grupo de responsabilidad de los proveedores de Apple. “Hay un
compromiso legítimo y de toda la empresa con el código de conducta. Pero
llevarlo al siguiente nivel y cambiar de verdad la situación entra en conflicto
con los objetivos empresariales y de confidencialidad, así que no podemos ir más
lejos”. Algunos exempleados de Apple afirman que, por lo general, se les
prohibía relacionarse con la mayoría de los grupos externos.
“Aquí hay una auténtica cultura del secretismo que influye en todo”, señala
el exdirectivo.
Otras empresas tecnológicas funcionan de otra forma
“Hablamos mucho con gente de fuera”, asegura Gary Niekerk, director de
comportamiento empresarial cívico de Intel. “El mundo es complejo y, si no
dialogamos con grupos externos, nos perdemos muchas cosas”.
Dada la fama y el liderazgo de Apple en la fabricación a escala mundial, si
la empresa cambiara radicalmente su forma de actuar, podría transformar la
manera de hacer negocios. “Todas las empresas quieren ser Apple”, señala Sasha
Lezhnev, de Enough Project, un grupo dedicado a la responsabilidad empresarial.
“Si se comprometieran a fabricar un iPhone sin conflictos de por medio,
transformarían la tecnología”.
Pero en última instancia, señalan exdirectivos de Apple, hay pocas
presiones externas reales para que cambien las cosas. Apple es una de las marcas
más admiradas. En un sondeo a escala nacional llevado a cabo por The New
York Times en noviembre, el 56% de los entrevistados afirmaba que no se le
ocurría nada negativo sobre Apple. Un 14% respondió que lo peor que tenía la
empresa era que sus productos eran demasiado caros. Y solo un 2% mencionaba las
prácticas laborales en el extranjero.
Hay gente como White, de Harvard, que afirma que hasta que los consumidores
exijan una mejora de las condiciones en las fábricas en el extranjero (como han
hecho en el caso de empresas como Nike y Gap, que ya han revisado las
condiciones de sus proveedores) o intervengan los reguladores, hay pocos
incentivos para llevar a cabo un cambio radical. Y fuentes internas de Apple se
muestran de acuerdo.
“Puedes producir en fábricas que sean cómodas y que traten bien a sus
empleados o reinventar el producto cada año y hacerlo mejor, más rápido y más
barato, para lo cual se necesitan fábricas que resultan demasiado estrictas
desde el punto de vista estadounidense”, comenta un directivo actual de
Apple.
“Y, ahora mismo, a los clientes les importa más tener un iPhone nuevo que
las condiciones laborales en China”.
© The New York Times
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