Adherentes de la pagina

domingo, 29 de marzo de 2009


Tendencias / El low cost
La revolución que vino del cielo
Marcas genéricas, ropa a precio de saldo, intercambio turístico de casas... Llegó con los vuelos baratos y hoy, en tiempos de crisis, se ha convertido en un estilo de vida. Es la fiebre del bajo costo
La esencia del low cost se puede medir en un par de centímetros. Piense en una taza azul cuya base sea más estrecha que la abertura. Si quiere transportar miles de ellas de la fábrica al punto de venta, lo más normal es que las apile unas encima de otras, y todas sobre un palé; luego las meterá en un camión y las pondrá rumbo a la tienda. Pero esto tiene un problema: el asa. La pequeña protuberancia que distingue una taza de un vaso hace de tope, y si mide cinco centímetros, por ejemplo, cada taza apilada sobresaldrá de la inferior esos cinco centímetros, además de quedar torcida. Alguno de sus ingenieros y diseñadores le diría entonces que lo "básico" de una taza es que se pueda agarrar por el asa; y que para dicha función basta con un dedo, y para un dedo, tres centímetros son más que suficientes. De esta forma, sugerirían los ingenieros, conseguiría apilar 576 tazas más por palé y 23.040 más por camión. Se ahorraría costos de transporte y mano de obra, porque en su tienda, que se parece bastante a un almacén, las piezas quedan expuestas en el mismo palé en el que llegan. Así, podría llegar a vender cada taza a 80 centavos de euro, en lugar de 99 centavos, como lo hacía hasta ahora, y seguir ganando lo mismo por unidad. Su cliente, al considerar el precio, comprará más. Y si se le rompe, nunca se le pasará por la cabeza pegarla. Comprará otra, porque son una ganga. Dos centímetros menos de asa y todos un poco más felices. Bienvenidos a la fiebre del bajo costo.
La necesidad vital
Laptops a 199 euros; vuelos de avión a 8, camisetas de moda a 0,95. El ejemplo de la taza, que se llama Syntes, es real y reciente. Lo explicaba Montserrat Maresch, directora general de Ikea para España y Portugal, mientras paseaba por la sede de la compañía sueca en San Sebastián de los Reyes: "Nosotros no transportamos aire". Ni ellos, ni ninguna empresa low cost . Los camiones de la compañía sueca van llenos hasta arriba, igual que los aviones de la irlandesa Ryanair o la española Vueling. En el caso de Ikea, el origen de la obsesión por el espacio se encuentra en 1956, cuando se trataba de una casa de venta de muebles por catálogo. Un tipo llamado Gillis Lundgren, a quien le tocaba hacer el reparto en su coche, pensó que se ahorraría un par de viajes si le quitaba las patas a una mesa. Las arrancó y las volvió a montar en casa del cliente. Inventó el "paquete plano", que hoy es el buque insignia de la empresa. A usted, que acude a la tienda, le resulta cómodo porque se lo puede llevar en el coche, como hizo Lundgren en su momento. Para ellos es mejor todavía: no tienen que montar los muebles y sus camiones no transportan ni un gramo de aire. Lo depositan en el almacén de la tienda y listo. Es barato, sí, y el low cost se lo sirve usted mismo.
Javier Bahilo y Paqui Martínez, de 40 y 45 años, es un matrimonio valenciano que se define como de "bajo costo" de los pies a la cabeza: su casa, de diseño sueco, aparece en los catálogos de la página http://www.homexchange.com/ , una red social en la que cada miembro ofrece su vivienda en un rincón del mundo a cambio de otra en otro rincón. Para la pareja de Valencia, "viajar era una necesidad vital", pero no estaban dispuestos a pagar una locura por ello. El es profesor de inglés; ella, enfermera. Tienen una hija de seis años, y el salario no da para todo. Después de probar una semana en Cáceres, el primer destino internacional que eligieron fue Londres. Sus amigos y familiares les decían: "¡Están locos, tengan cuidado!"
Pasaron un mes del verano de 2005 en un coqueto piso allí, mientras Marc, un londinense al que le ilusionaba confiar en el ser humano después de los atentados del 7 de julio, se doraba al sol de la costa mediterránea. Al año siguiente, la familia valenciana, que siempre viaja con su hija, María, optó por París: "Nos gusta la cultura; por eso solemos elegir capitales europeas". En este caso el intercambio fue a tres bandas. Los dueños de la casa de París querían pasar unas vacaciones en Toulouse y una familia de Toulouse pretendía irse a Valencia. Perfecto: tres semanas de alojamiento gratis junto a La Bastilla. El año último terminaron en una casa en los Alpes suizos, cerca del Mont Blanc. El intercambio incluyó el coche, imprescindible para moverse por la región alpina. "Y para este verano vuelven a tentarnos con París", explica animado Javier. El matrimonio mira con lupa el precio de los billetes. A Londres volaron con EasyJet, líder británico en viajes baratos; a París, con Ryanair, primera compañía low cost de Europa; a Ginebra, para acercarse hasta los Alpes, con FlyBaboo, empresa suiza de bajo costo. "Los billetes solemos encontrarlos en la página http://www.edreams.es/ . Nos la enseñó nuestra sobrina. Ella sí que es la reina del low cost ." Entre las últimas adquisiciones de esta "reina" se encuentra el Asus EeePC, una computadora diminuta de la que se han vendido cinco millones de unidades. Su precio: 199 euros.
Precio y calidad
Una sobrina veinteañera, Internet y el boca a boca: así funciona esta revolución; el estilo de vida de bajo costo ya no es terreno exclusivo de jóvenes y mochileros. "Ahora acuden a él todo tipo de personas. Se ha perdido el complejo de consumir barato -explica Josep-Francesc Valls, profesor de marketing de la escuela de negocios Esade y autor del libro Fenómeno low cost -. Hay quienes consumen todo de bajo costo. Otros lo hacen por partes: se compran un vuelo barato, pero están dispuestos a pagar más por un producto exclusivo."
Valls aporta en su libro un factor clave, con una encuesta realizada a más de mil españoles que adquirieron billetes de avión en la página de eDreams . A la pregunta de si "un mayor precio significa siempre mayor calidad", el 73% respondió de forma negativa en 2005, y el porcentaje subió al 93% en 2007. Otro detalle: el grupo poblacional que participó en la encuesta, que se puede tomar como una muestra del usuario medio, también cambió. En 2005, las personas de entre 45 y 66 años representaban el 21%; en 2007, el 32%. Y ahora, en lugar de viajar una vez al año en temporada alta, casi un 40% hace entre dos y tres viajes; y un 34%, entre cuatro y seis. La mayoría son vacaciones cortas, de tres a cuatro pernoctaciones, o escapadas de fin de semana.
"Da igual la edad. Hace tiempo que no veo en el mostrador de facturación de los aeropuertos a nadie con un billete comprado en una agencia de viajes -cuenta Iñaki Gómez, viajero de bajo costo de 50 años-. Todos van con el papel impreso de Internet."
Se viaja más, a un precio menor y fuera de temporada. Desde septiembre, las aerolíneas españolas baratas transportaron a ese país más viajeros que las regulares por primera vez en su breve historia: 2,99 millones de pasajeros, frente a 2,66. Un hito, un punto de no retorno, justo cuando se cumplen 10 años de la liberalización del espacio aéreo europeo y 30 de la desregulación aérea estadounidense; y esto es el origen de todo, según los estudiosos del asunto.
Aunque cuenta con algún precedente en tierra, como los coches baratos modelo T, de Henry Ford, la revolución low cost vino del cielo. En 1978, una compañía norteamericana llamada People?s Express Airlines decidió ofrecer billetes más baratos que el resto de las aerolíneas con una sencilla estrategia: reducir los servicios y variar el precio según el momento en que se comprara. En 1997, una compañía irlandesa llamada Ryanair, que hasta entonces sólo volaba entre Irlanda y el Reino Unido, cruzó por primera vez el canal de la Mancha y ofreció vuelos baratos desde Londres hasta un aeropuerto casi desconocido de París, Beauvais, y hasta una ciudad belga situada a unos 40 kilómetros de Bruselas, Charleroi. La comida no estaba incluida en el precio del billete y los asientos no iban numerados, como si el pasajero hubiera subido a un autobús.
"Pero sale incluso más barato", sonríen Fleur y Gregory, una pareja de estudiantes en Madrid. Tienen 23 años, son de Bélgica y el fin de semana pasado volaron a casa por ocho euros, tasas incluidas. Lo de "casa" es un eufemismo: fueron con Ryanair hasta esa ciudad llamada Charleroi, y de allí tomaron un tren que les costó más que el vuelo. Lo explican en la puerta de un supermercado de descuento agresivo, Lidl, en el barrio Moncloa, donde acaban de llenar dos mochilas con comida y productos básicos para el hogar por 46 euros. "Es para toda la semana", dicen; montan en sus bicicletas, muy europeos, y desaparecen calle arriba.
Poder ciudadano
La crisis. Su efecto se ha dejado notar en el consumo y en la forma de consumo. Quizá para siempre. Con los precios de productos básicos como la leche en alza continua y la confianza cayendo en picada, las marcas blancas (genéricas) están de moda. "No podemos dejar de reconocer que la crisis es una oportunidad para nosotros", asegura Ferrán Figueras, director financiero de Lidl en España. La cadena alemana es, en Europa, líder en el sector de supermercados de descuento. Y, aunque en España se encuentra a la zaga de Dia, facturó en 2007 por encima de los 1900 millones de euros, según datos facilitados por la empresa. Cuenta con una plantel de más de 9000 empleados y cerca de 450 tiendas. El modelo de negocio de esta cadena alemana pasa por la venta de sus marcas genéricas. Pero el surtido de productos es reducido, unas 1300 referencias, cuando un hipermercado llega a tener hasta cinco veces más.
"Yo diría que estamos ante una revolución muy democrática. Se puede comprar más que nunca -asegura el italiano Edoardo Narduzzi, coautor de El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo costo -. Los ciudadanos han incrementado su poder, y ahora alcanzan a consumir más con el mismo presupuesto. Y no es porque sean productos de baja calidad. La diferencia en el precio suele venir de la capacidad de estas empresas para innovar en los productos y en el modo de producción. Ikea o Zara están donde están porque han logrado ofrecer una relación calidad-precio superior a la de sus competidores. Todos salen ganando. Esa es la clave del éxito del nuevo modelo."
Una forma de medir ese éxito sería acudir a la lista Forbes, que anualmente enumera a las personas más adineradas del planeta. El resultado es sorprendente: Ingvar Kampard, fundador de Ikea, aparece en el séptimo puesto. El décimo es el alemán Karl Albrecht, fundador de Aldi, una cadena similar a Lidl y Dia. La persona más acaudalada de España, Amancio Ortega, dueño de Zara y del resto de cadenas del grupo Inditex, se encuentra en el número 22º.
El imperio de Ortega ha sido forjado durante 30 años con un modelo de negocio que apenas necesita presentación: no es la mejor ropa, pero tiene diseño y un precio razonable. Uno de los logros de Zara, la primera cadena del grupo, fue retirar a mediados de los años setenta los mostradores. De esa forma logró eliminar la mayor parte del almacén y el gasto que conlleva. La superficie disponible se dedicaría a vender: en Zara, el almacén es la tienda.
Pero como uno puede equivocarse, y los volúmenes de producción de Zara son astronómicos, a mediados de los noventa Inditex creó la cadena Lefties para dar salida a prendas que no alcanzaban la calidad o el diseño deseados. Un mercadillo " low cost del low cost ". En Lefties, el precio sí es lo primero: hace poco, en el frente de una de sus tiendas en Madrid, lucía inmen-so un cartel que anunciaba una camiseta por 0,95 euros, hecha en Bangladesh y de la que se han vendido 175.000 unidades. Pueden parecer muchas, pero en lo que va de año las distintas marcas del grupo Inditex vendieron más de 60 millones de camisetas en el mundo con precios de entre 3,95 y 29,95 euros.
Lo que se le pide al low cost es que sea básico. En Estados Unidos, este término no se emplea tanto como este otro: no frills . Se refiere al mismo concepto, pero desde otro punto de vista. Quiere decir "sin adornos, sencillo". Un producto de calidad, a precio competitivo, pero sin agregados que encarezcan, sólo con lo imprescindible. Así, de un avión, lo "básico" es que lo transporte a uno de un punto A a otro B. El resto, sea el seguro, el exceso de equipaje o la comida, lo acabarás pagando. Y si se lleva una taza, lo único imprescindible para no confundirla con un vaso es que tenga un asa por la que pueda pasar, al menos, un dedo. Un par de centímetros, la esencia del low cost .
Por Guillermo Abril (El pais) © revista@lanacion.com.ar

No hay comentarios: