EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI
El columnista de adlatina.com repasa la obra del recientemente fallecido semiólogo argentino. En particular, pone su atención en el libro “Construir el acontecimiento”, que, según Borrini, resulta imprescindible para entender la relación de los medios con la sociedad.
La desaparición física de varios grandes maestros del pensamiento y la literatura en apenas una semana, me conmovió. Sus obras dejaron una huella imborrable en mi memoria de lector, y me ayudaron a ampliar el horizonte cultural de mis columnas. Soy deudor de ellos.
Gabriel García Márquez se fue en vísperas de Semana Santa. Fui uno de sus millones de admiradores, pero la enorme y sentida cobertura de los periódicos de todo el mundo, a lo largo de varios días, me exime de abundar en comentarios sobre su enorme legado. Sería como agregar una gota más al océano.
Un poco antes, murió en Francia Jacques LeGoff, insigne medievalista francés del que tanto aprendí sobre los “mercados” artesanales de ese período injustamente calificado de oscuro, y que LeGoff iluminó con sus investigaciones. Casi al mismo tiempo llegó la noticia del fallecimiento de Eliseo Verón, semiólogo, antropólogo, sociólogo y periodista argentino.
Un medio como Adlatina exige al columnista concentrarse, de entre estas excepcionales personalidades, en la más cercana a nuestro tema, la comunicación. Por más que García Márquez haya inspirado a los publicitarios más inquietos, y revista entre los más reverenciados maestros de periodismo, junto con Borges y Cortázar, la lectura del más accesible de entre los veinte libros de Verón, “Construir el acontecimiento” (1983), resulta imprescindible para entender nuestra existencial relación con los medios en una sociedad, la actual, que vive pendiente de ellos.
Verón, especializado en semiosis social, residió durante varias décadas en Europa, primero como discípulo de Claude Levi-Strauss (cuya doctrina adoptó, estudió y explicó mejor que nadie en Latinoamérica), y luego como profesor de las más importantes universidades europeas. Su enfermedad no le impidió ejercer el periodismo casi hasta último momento, a través de artículos periodísticos rigurosos pero de placentera lectura.
Borges dijo alguna vez, benévolamente, que cuando un libro no te atrapa, no lo lees con placer o no lo entiendes, es porque no ha sido escrito para vos o está por encima de tu nivel intelectual en ese momento; entonces, añadió, mejor dejarlo hasta que puedas entenderlo y disfrutarlo. Se refería, claro, a novelas de juventud. Pero el consejo no se ciñe a los escritores de aventuras, y de las primeras etapas de la vida.
“Construir el acontecimiento” trata de la forma en que los medios diseñan una realidad diferente a la de los hechos, un fenómeno que ha venido acelerándose en las últimas décadas. Espero que los más estrictos semiólogos, sociólogos y antropólogos que se nutrieron de la obra de Verón, me perdonen que, con la soltura y flexibilidad que se nos asigna a los periodistas, me atreva a evocar a MacLuhan cuya frase, “El medio es el mensaje”, tan manoseada, malentendida e incluso ridiculizada, veo como la punta del ovillo que nos envuelve en la actualidad.
No conocí personalmente a Verón; apenas registro un contacto telefónico, quizá motivado en alguna mención de sus ideas en mis columnas, que recién comenzaban a publicarse en La Nación. Fue en la década del ’80; en esa época, yo solía hurgar en los arcanos de la “creatividad”, mediante lecturas de intelectuales como el jesuita Gracián, autor de “Agudeza y arte de ingenio”, del siglo XVI (autor de una frase que parece escrita ayer: “Haga, pero también parezca”), y de grandes maestros contemporáneos de la talla de Oscar Landi y Umberto Eco. De todos modos, la entrevista con Verón no llegó a concretarse.
Es una lástima que un pensador tan lúcido como él haya desaparecido cuando la sociedad más necesita su mirada rigurosa, profunda, sobre una relación que nos afecta cotidianamente, y que avanza más rápidamente que nuestra menguada capacidad de interpretación.
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