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lunes, 24 de febrero de 2014

No siempre el fútbol es guerra; aunque jueguen enemigos

EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI
El columnista de adlatina.com rememora un hecho ocurrido en Ypres (Bélgica), en 1914, durante la guerra. Y trae a colación una reflexión de Julio Mafud (Sociología del fútbol, 1967) sobre el fútbol: “Los estadios son un oasis de verde y conectan con motivaciones profundas de las personas”.
  • Borrini: “En las últimas décadas, el deporte se ha ido convirtiendo en un negocio fabuloso, que está cambiando su esencia”.
En la Navidad de 1914, a pocos meses de iniciada la Primera Guerra Mundial, se produjo un hecho insólito: soldados alemanes y británicos, que ocupaban sus respectivas trincheras en Ypres (Bélgica), abandonaron espontáneamente sus trincheras para jugar un partido de fútbol. El episodio no se supo hasta ahora, a raíz de los detalles menores que están aflorando al cumplirse, en 2014, un siglo de la conflagración.
En su momento, este acto de confraternidad no debió sorprender a nadie, porque esa guerra se presentaba como la más caballeresca y definitiva, puesto que uno de los propósitos de los contendientes fue “acabar con todas las guerras”. Se equivocaron: resultó ser la más cruel, mortal y duró largos cuatro años. Fue una guerra de trincheras, sobre las que el enemigo disparaba gases mortales, y donde los soldados convivían con ratas, diezmados por las epidemias y las cegascargas a bayoneta calada que se encargaban de frenar las ametralladoras. Cientos de cadáveres se pudrieron en los campos de Europa. Terminó en un armisticio que castigó a Alemania y preparó el terreno para la Segunda, iniciada en 1939.
Murieron 9 millones de personas, y otras tantas quedaron heridas o discapacitadas. Pero en 1914 se perfilaba como la más romántica, desatada por el asesinado del arhiduque Francisco, heredero de la corona austro-húngara, a causa de una bomba arrojada por un terrorista.
Los comienzos parecieron no desmentir su carácter romántico. La Navidad sorprendió a los soldados apostados en Ypres como si estuviesen en sus hogares; los alemanes cantaron “Noche de paz, noche de amor”, apretados en trincheras engalanadas para la ocasión; los británicos, a su vez, no respondieron con metralla, sino con sus propios villancicos. En suma, el clima era mejor que el provocado por las barras bravas en cualquier estadio moderno, pese a que participaban las dos hinchadas.
Pero en las últimas décadas, el deporte se ha ido convirtiendo en un negocio fabuloso, que está cambiando su esencia. En su “Sociología del fútbol” (Americalee, 1967), Julio Mafud hizo un análisis profundo de un tema que hasta ese momento sólo trataba elperiodismo especializado. Para Mafud, el fútbol entraña la nostalgia de un contacto con la naturaleza que han perdido los habitantes de las grandes ciudades. Los estadios son un oasis de verde y conectan con motivaciones profundas de las personas.
Pero hay además una fuerte relación entre la gente y el fútbol a través de la pelota, estrella del juego. “El estudio de la esfera y el círculo, por su perfección y equilibriodesvela a psicólogos y sociólogos –añade Mafud-. La pelota es el mejor objeto que rueda(después de la rueda misma, claro) y encarna la idea de movimiento y de vida”. Mafud, como tantos otros, desconocía esta tregua futbolística de la Primera Guerra; conociéndolo, imagino las conclusiones que sacaría del episodio.
Para recordar el evento, jugadores juveniles de Gran Bretaña, Alemania, Francia y Bélgica disputan desde 2011 un torneo amistoso en ese lugar belga. Desde este año, y coincidiendo con el aniversario de la contienda, la Premier League británica se ha comprometido a construir en Ypres un pequeño estadio, acaso para recordar que no siempre el fútbol termina en guerra, sino que por el contrario la evita, aunque lo jueguen dos equipos enemigos.

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