Las redes sociales buscan en la publicidad su oro negro
Facebook, Twitter y Google anuncian cambios pensando en la publicidad que chocan con la privacidad de la comunidad
En su eterno e hiperactivo intento de tocar la tecla de la eterna rentabilidad y hacer saltar la banca por los aires, las compañías de internet lanzan prospecciones recurrentes para hallar nuevos yacimientos de ingresos, y que prácticamente en la totalidad de la ocasiones se nutren de los datos personales, un ajuar vigilado con creciente celo por los usuarios, cada vez menos dadivososos con su información. Google, Twitter y Facebook han tomado decisiones en los últimos días relacionados con la publicidad que han vuelto a reavivar los rescoldos del enconado debate.
En el caso del buscador más famoso de internet, Google ha hecho público que a partir del 11 de noviembre podrán utilizar el nombre, imágenes o gustos de los perfiles de su red social para aderezar cualquier anuncio dentro del universo Google -incluído la tienda de aplicaciones para Android- con la repercusión que ello conlleva. El avatar, lo que se comparta o lo que se marque con un +1 podrá ser susceptible de convertirse en aliño publicitario. «El gran problema de este cambio es que su aceptación está activada por defecto. Pero no decir que no, no es lo mismo que decir que si», analiza María Gómez, directora de privacidad de la consultora Mind Your Group. «Me pregunto si lo usuarios están entendiendo claramente las implicaciones del cambio», agrega cuando se le pregunta por el asunto.
Los que tienen que lidiar con datos masivos para el análisis de tendencias suelen reconocer que es en Twitter donde tiene algo más fácil recolectar material, dada la naturaleza abierta de la mayoría del contenido que se publica en la plataforma. Para evitar las miradas de curiosos y cotillas se habilitaron los mensajes directos, una opción que permitía escribir micromensajes privados. La única condición para hacer uso de la etiqueta DM no era otra que el receptor fuese seguidor. Una cláusula que ahora se ha borrado de un plumazo. «Esto facilita la tarea a las marcas que quieran ponerse en contacto con ellos y ahorra mensajes públicos del tipo '¿Me sigues? Me gustaría contactar contigo en privado'», comenta Usúe Madinaveitia, directora de comunidades de Marca de la agencia 101.
De momento, la opción de estos envíos está al alcance de un pequeño sector del nido del azulado jilguero pero se espera que se vaya extendiendo al resto de la comunidad. Aunque antes de recibir nada haya que dar el visto bueno, muchos creen que esto abre una puerta a campañas de publicidad más agresivas, mensajes no deseados y spam. «De su buen uso o abuso por parte de las marcas, depende el éxito de esta nueva funcionalidad», dice Madinaveitia, quien destaca que hay que esperar a los filtros que despliegue Twitter para evitar estos problemas. El caso de Instagram es de ida y vuelta. Tras el incendio creado tras querer llevarse las fotos de su parroquia a las marquesinas y carteles, ahora en Facebook llevarán imágenes promocionales a la popular aplicación.
Una de las mayores incógnitas creadas cuando la empresa de Mark Zuckerberg tiró de talonario para hacerse con Instagram era cómo iba a conseguir sacar beneficio a la plataforma, que en ese momento no tenía ingresos conocidos. «Si queremos que Instagram siga existiendo, y queremos, tendrán que encontrar la forma de rentabilizarlo y parece que la publicidad es la forma más realista», acota Madinaveitia. Pero no es la única decisión controvertida adoptada en el cuartel general de la compañía.
Y es que los adolescentes tendrán acceso al panel de control de la configuración de los niveles de privacidad de manera que podrán compartir lo que quieran no solo con sus contactos. La medida parece resguardarse en que los jóvenes son los más familiarizados con la herramienta - «los más inteligentes» entre los que la utilizan, reza el comunicado- y que quieren «ser escuchados».
El tema ya ha levantado alguna ampolla que otra, como en el seno del Centro para la Democracia Digital, cuyo máximo responsable ha alertado de la ecléctica variedad de depredadores que rastrean la red social para sus intereses. «Los adolescentes no tienen necesariamente un buen criterio», argumenta Jeffrey Chester. «Hay dos líneas rojas: la confianza o la transparencia y los menores», sostiene María Gómez., quien cree que «no se está jugando limpio» con el usuario.
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