ArSat brindará telefonía móvil en el país
Como sabrán, el gobierno nacional confirmó hoy que el Estado entrará en el negocio de la telefonía móvil a través de ArSat, la empresa estatal que brinda el servicio de televisión digital terrestre, y con la que está construyendo una Red Federal de Fibra Optica desde 2011 que le permita competir con las redes troncales de Telecom y Telefónica.
Para ello usará las frecuencias que estaban listas para ser licitadas, y que son el remanente de las frecuencias que debió devolver Movistar cuando se unieron Unifón con Movicom (cada operadora tiene un rango de 50 MHz asignado, y la unión superaba ese máximo). En la puja por esas frecuencias estaban, entre otras, las cooperativas provinciales de telefonía, que ya estuvieron haciendo pruebas para dar servicios locales.
Las licitaciones se demoraron, los que presentaron pliegos de participación fueron declarados no aptos, y el gobierno anunció hoy la anulación de esa licitación, y el otorgamiento de las frecuencias al Estado, que quedará, así, con un cuarto de las frecuencias disponibles en las bandas de 850 y 1900 MHz, en un teórico pie de igualdad (en cuando a espectro refiere) a lo que tienen Claro, Movistar y Personal (Nuestro es un operador virtual, que usa las redes de Personal). Nada se dijo sobre la licitación de nuevas frecuencias.
El camino que le queda a ArSat es, como mínimo, arduo, costoso y largo; no sólo deberá instalar radiobases en los lugares en los que quiera tener cobertura, sino que también deberá conectarlas entre sí (ese es el papel de la red de fibra óptica). No es un proceso sencillo.
Las cooperativas han demostrado que con equipos comparativamente modestos y software de código abierto como OpenBTS se puede dar un servicio básico. Las otras tres operadoras, además, tienen acuerdos de roaming interno transparente (muchas veces estamos conectados sin saberlo a la antena de otra operadora, si la nuestra no tiene presencia en ese lugar); si ArSat logra algo similar, la disponibilidad del servicio podría acercarse en el tiempo.
En teoría, además, el Estado trabajará con las cooperativas de telefonía para dar servicio en los lugares en los que -por cuestiones económicas- las otras operadoras no tienen interés en estar; sería la revalidación (o la puesta en marcha por mano propia) del viejo Servicio Universal definido en la regulación de telecomunicaciones nacional hace más de una década pero que desde entonces las operadoras han ignorado en mayor o menor medida.
No es una mala noticia la llegada de un nuevo jugador -estatal o no-, ni algo desconocido en otras partes del mundo; faltaría que además se apruebe la entrada en el mercado de operadores móviles como Virgin Mobile, que espera hace tiempo el visto bueno de la Secretaría de Comunicaciones, para abrir realmente el mercado.
Los expertos dicen que más útil sería, sin embargo, la licitación de otras frecuencias (típicamente la de 1700 MHz o 2100 MHz, como en otros países) o mejor aún de LTE para descomprimir las bandas que ya están en uso, que están saturadas y sobre las que no hay manera de brindar mejor servicio que el actual.
Hace un tiempo hablé con Celedonio Von Wuthenau y Gustavo Tomini, de Alcatel-Lucent (que fabrica equipos para redes), que me explicaban que la tecnología 3G tiene limitaciones que no se van a ir con esta nueva situación: tiene problemas de latencia, de degradación de servicio con la suma de usuarios (que es básicamente lo que sucede en lugares con grandes cantidades de usuarios, como Buenos Aires), donde además el 2 o 3 por ciento de los usuarios intensivos consume el 40% de los recursos en 3G.
Para estos ejecutivos, por supuesto, la solución está en licitar LTE, porque el 3G no tiene cómo crecer si no se agregan frecuencias; LTE hace un mejor uso del espectro y desahoga el servicio (y requiere inversiones multimillonarias).
Uno de los problemas que están teniendo las operadoras, me explicaban, no tiene que ver sólo con la cantidad de espectro disponible y en cómo lo reutilizan en las diferentes antenas: hay otro tema no menor que es el de los permisos municipales para instalar nuevas antenas, que son complicadísimos en todos lados. Sumar antenas permitiría hacer celdas más pequeñas y aprovechar aun mejor el espectro, pero nadie las quiere cerca de su casa o trabajo. El otro cuello de botella es el backbone, es decir, qué capacidad tiene la red interna de cada operadora para transferir las llamadas, mensajes y datos entre sus usuarios y a otros destinos.
La clave para que la asignación de frecuencias a ArSat sirva para algo estará en que el impulso que el Gobierno le está dando hoy se mantenga a lo largo del tiempo, al igual que las inversiones necesarias para dar un servicio y ponerlo en funcionamiento. Claro, por ejemplo, está invirtiendo mil millones de dólares para mejorar su red entre 2011 y 2012 (lo menciono para entender los montos involucrados), más allá de si ArSat apunta a otro público (fuera de las ciudades donde el servicio ya está presente con las otras operadoras) o prepara otro tipo de apuesta.
Para ello usará las frecuencias que estaban listas para ser licitadas, y que son el remanente de las frecuencias que debió devolver Movistar cuando se unieron Unifón con Movicom (cada operadora tiene un rango de 50 MHz asignado, y la unión superaba ese máximo). En la puja por esas frecuencias estaban, entre otras, las cooperativas provinciales de telefonía, que ya estuvieron haciendo pruebas para dar servicios locales.
Las licitaciones se demoraron, los que presentaron pliegos de participación fueron declarados no aptos, y el gobierno anunció hoy la anulación de esa licitación, y el otorgamiento de las frecuencias al Estado, que quedará, así, con un cuarto de las frecuencias disponibles en las bandas de 850 y 1900 MHz, en un teórico pie de igualdad (en cuando a espectro refiere) a lo que tienen Claro, Movistar y Personal (Nuestro es un operador virtual, que usa las redes de Personal). Nada se dijo sobre la licitación de nuevas frecuencias.
El camino que le queda a ArSat es, como mínimo, arduo, costoso y largo; no sólo deberá instalar radiobases en los lugares en los que quiera tener cobertura, sino que también deberá conectarlas entre sí (ese es el papel de la red de fibra óptica). No es un proceso sencillo.
Las cooperativas han demostrado que con equipos comparativamente modestos y software de código abierto como OpenBTS se puede dar un servicio básico. Las otras tres operadoras, además, tienen acuerdos de roaming interno transparente (muchas veces estamos conectados sin saberlo a la antena de otra operadora, si la nuestra no tiene presencia en ese lugar); si ArSat logra algo similar, la disponibilidad del servicio podría acercarse en el tiempo.
En teoría, además, el Estado trabajará con las cooperativas de telefonía para dar servicio en los lugares en los que -por cuestiones económicas- las otras operadoras no tienen interés en estar; sería la revalidación (o la puesta en marcha por mano propia) del viejo Servicio Universal definido en la regulación de telecomunicaciones nacional hace más de una década pero que desde entonces las operadoras han ignorado en mayor o menor medida.
No es una mala noticia la llegada de un nuevo jugador -estatal o no-, ni algo desconocido en otras partes del mundo; faltaría que además se apruebe la entrada en el mercado de operadores móviles como Virgin Mobile, que espera hace tiempo el visto bueno de la Secretaría de Comunicaciones, para abrir realmente el mercado.
Los expertos dicen que más útil sería, sin embargo, la licitación de otras frecuencias (típicamente la de 1700 MHz o 2100 MHz, como en otros países) o mejor aún de LTE para descomprimir las bandas que ya están en uso, que están saturadas y sobre las que no hay manera de brindar mejor servicio que el actual.
Hace un tiempo hablé con Celedonio Von Wuthenau y Gustavo Tomini, de Alcatel-Lucent (que fabrica equipos para redes), que me explicaban que la tecnología 3G tiene limitaciones que no se van a ir con esta nueva situación: tiene problemas de latencia, de degradación de servicio con la suma de usuarios (que es básicamente lo que sucede en lugares con grandes cantidades de usuarios, como Buenos Aires), donde además el 2 o 3 por ciento de los usuarios intensivos consume el 40% de los recursos en 3G.
Para estos ejecutivos, por supuesto, la solución está en licitar LTE, porque el 3G no tiene cómo crecer si no se agregan frecuencias; LTE hace un mejor uso del espectro y desahoga el servicio (y requiere inversiones multimillonarias).
Uno de los problemas que están teniendo las operadoras, me explicaban, no tiene que ver sólo con la cantidad de espectro disponible y en cómo lo reutilizan en las diferentes antenas: hay otro tema no menor que es el de los permisos municipales para instalar nuevas antenas, que son complicadísimos en todos lados. Sumar antenas permitiría hacer celdas más pequeñas y aprovechar aun mejor el espectro, pero nadie las quiere cerca de su casa o trabajo. El otro cuello de botella es el backbone, es decir, qué capacidad tiene la red interna de cada operadora para transferir las llamadas, mensajes y datos entre sus usuarios y a otros destinos.
La clave para que la asignación de frecuencias a ArSat sirva para algo estará en que el impulso que el Gobierno le está dando hoy se mantenga a lo largo del tiempo, al igual que las inversiones necesarias para dar un servicio y ponerlo en funcionamiento. Claro, por ejemplo, está invirtiendo mil millones de dólares para mejorar su red entre 2011 y 2012 (lo menciono para entender los montos involucrados), más allá de si ArSat apunta a otro público (fuera de las ciudades donde el servicio ya está presente con las otras operadoras) o prepara otro tipo de apuesta.
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