Los jóvenes conocen sus derechos?
Cuando los jóvenes saben cuáles son sus derechos y sus deberes, se convierten en ciudadanos. Y, como hijos de la democracia, hay que incluir en su formación el derecho a la memoria y a la verdad histórica. Un simple afiche de la Defensoría instalado estratégicamente en lugares que frecuentan puede ser el disparador de charlas que promuevan el debate.
A veces parece que ni derechos ni deberes están muy claros en la sociedad, y en el caso de los jóvenes, menos aún. Sin embargo, el instinto de libertad o la intuición de la justicia siempre existen y se expresan, pero el problema es que se expresan cuando libertad o justicia es lo que falta. Entonces sí reaccionan y, lamentablemente, muchas veces con violencia. Derechos y deberes son anverso y reverso de un mismo orden democrático. Al derecho a no ser discriminado se le corresponde el deber de no discriminar. Por eso, al conocer los propios derechos también se aprende sobre los derechos de los otros. Y cuando eso ocurre el ejercicio democrático se completa, el joven se convierte en ciudadano: “mis derechos son también los tuyos, tus deberes son también los míos”. La Defensoría del Pueblo de la Ciudad difunde y capacita sobre los derechos de todos pero privilegia a los jóvenes en tanto los reconocemos como una franja dinámica aún incontaminada por la corrupción de las costumbres y sujeto activo en la construcción de ciudadanía y de una sociedad donde todos sean cada vez más respetuosos de los derechos de todos y defensores de libertades y justicias. Los jóvenes de hoy nacieron en democracia. Quizás no saben cuánto sacrificio y cuánta sangre juvenil de anteriores generaciones han costado estas libertades y derechos de los que hoy disfrutan. Incluso –me consta- se sorprenden de que otrora hayan existido jóvenes como ellos pero que eran apasionados por la política y entregados a la militancia por ideales superiores sabedores de que eso podía costar la vida. El relato de la historia sobre los años de plomo que se viene haciendo desde la recuperación democrática ha puesto siempre el acento en el horror de la represión, de los secuestros, campos de tortura y desapariciones de sus víctimas, pero ha omitido o minimizado, el relato sobre la vida que esos jóvenes habían elegido vivir, la alegría de los ideales compartidos, de la militancia solidaria, de los valores y la ética que tanto en la lucha política como en la vida privada se cultivaban con la fe y la entrega que sólo se pone en las causas de grandeza. Nuestros jóvenes de hoy saben más cómo murieron sus antecesores que cómo vivieron, cómo eran sus sueños y convicciones, por qué o para qué lo arriesgaron todo. En los programas de capacitación en derechos, o en las charlas con grupos juveniles, también hay que incluir el derecho a la memoria y a la verdad histórica que no se enseña casi en los colegios o bien la reciben fragmentadamente en medio de tantas confusiones, oportunismos y narraciones incompletas. Un afiche de la Defensoría instalado estratégicamente en lugares que frecuentan los jóvenes en parte es informativo, pero sobre todo busca despertar inquietudes para generar charlas o proveer al debate sobre las inseguridades, miedos, y acechanzas de hoy –tan distintos del ayer- porque es necesario que las nuevas generaciones resistan a sus nuevos enemigos: la droga, el facilismo, la ignorancia, la violencia o la salvación individual.
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