Teorías de la comunicación en América del Sur: historia, actualización y prospectivas
I. Introducción: Historia- Antecedentes.
En los años sesenta en América Latina, el campo en construcción de los estudios de la comunicación se encontraba en expansión. Las diversas vinculaciones y afinidades con la escuela de Frankfurt y con el enfoque funcionalista y estructural- funcionalista, seguían los pasos que se producían en Europa y en los Estados Unidos. 1963 (1) es el año considerado como el punto de partida del pensamiento crítico latinoamericano sobre comunicación. "Fue en él, en efecto, en que se publicaron los dos estudios raigales de la corriente de investigación científica que a partir de la década de los setenta llegaría a ser conocida como la Escuela Latinoamericana de Comunicación" (Beltrán, 2007: 276). Esos dos estudios, absolutamente diferentes entre sí, fueron: Comunicación y Cultura de masas de Antonio Pasquali (1963) y Conducta, estructura y comunicación de Eliseo Verón (1963). En esos años '60, la idea de la dominación producto del imperialismo cultural, se había convertido en una de las claves fundamentales para el emergente pensamiento de la comunicación en América Latina. Y, fue en esa época, además, "que comenzó a forjarse en América Latina -mayormente gracias a la investigación en comunicación- la conciencia pública de que la dominación interna no era solamente política y económica sino también cultural". En ese sentido, "se entendió a la dominación cultural como la imposición de los valores, creencias, normas y comportamientos de la minoría gobernante sobre los de la mayoría desvalida y oprimida. Se anotó que ella se logra mediante los procesos de socialización y control social que se dan tradicionalmente por conducto de la educación -en la escuela y en el hogar- y del adoctrinamiento religioso, así como, contemporáneamente, por recurso a la comunicación masiva vía prensa, radio, televisión y cine". Otra fecha fundamental, para ese pensamiento emergente de la comunicación en América Latina, fue el año 1970. En noviembre de ese año, se divulgó en un seminario del Centro Internacional de Estudios Superiores para la Comunicación en América Latina (CIESPAL) y la Fundación Ebert en Costa Rica el primer análisis crítico -inicial y general- del sistema y del proceso de la comunicación en Latinoamérica basado en una "síntesis que conjugaba varias investigaciones hechas en los años sesenta por diversos autores a lo largo de la región" (Beltrán, 2007: 278). Este informe titulado significativamente: "diagnóstico de la incomunicación", ponía énfasis en el sector privado y comercial, por esos años, el principal grupo en términos de propiedad y contenidos. Por tanto, concentró su atención sobre los medios de comunicación masiva principalmente en términos de su disponibilidad, distribución, contenido y propiedad (Beltrán, 1970). "La documentada relación comenzó por indicar que, según un estudio de la UNESCO (1961), ya en 1961 dicha disponibilidad de medios era relativamente apreciable en relación con los parámetros deseables. Las cifras de la región se acercaban considerablemente a dichos mínimos y en dos casos los sobrepasaban. La comunicación masiva estaba, pues, concentrada a favor de la élite urbana dominante como lo estaban la tenencia de la tierra, el ingreso económico y la participación política". En esa época, la teoría de la dependencia se destacaba entre los planteamientos que influyeron en la producción de estudios comprobatorios y críticos de la influencia de los Estados Unidos sobre el desempeño de los medios de comunicación masiva latinoamericanos. También, en esos años, estuvieron otros enfoques provenientes de marcos conceptuales derivados del marxismo clásico y de la Escuela de Frankfurt. Paralelamente, y por medio de oficinas en todos los países de la región -valiéndose de la emisora de alcance global "La Voz de América", así como de radionovelas, películas de cine y televisión, libros y folletos- "el Servicio de Información de Estados Unidos (USIS) realizaba una intensa labor de propaganda política que incluía materiales contrarios a movimientos contestatarios al status quo". Fue en esa época, por tanto, que las Políticas Nacionales de Comunicación (PNC) se convirtieron en el concepto clave de articulación de los estudios de la comunicación en el sur de las Américas. "Si hay una propuesta que marcó de modo indeleble el viejo anhelo de democratizar la comunicación fue, sin duda, la que ha sido bautizada y se conoce con el nombre de Políticas Nacionales de Comunicación"(Exeni,1998: 29).
(1) Cabe consignar que el pensamiento anterior a 1960 no tuvo un desarrollo muy académico ni un enfoque político transformador. Se dio a conocer, mayormente, por medio de ocasionales recapitulaciones históricas y de análisis jurídicos sobre el desempeño de la prensa. Es en 1954 cuando la revista estadounidense Journalism Quarterly publicó un conjunto de escritos latinoamericanos que presentaban esas características.
I.1. Acontecimientos destacados.
Algunos acontecimientos destacados que hay que enumerar: en 1970, la Conferencia General de la UNESCO autorizó a su director general a "ayudar a los Estados Miembros a formular sus políticas relativas a los grandes medios de información, teniendo en cuenta la experiencia adquirida en el establecimiento de políticas culturales". Mientras que un año después, en 1971, el organismo de las Naciones Unidas para la educación y la cultura, formó con investigadores de varias partes del mundo un comité asesor para formular un Programa Internacional de Investigaciones sobre Comunicación. El miembro latinoamericano fue Luis Ramiro Beltrán, quien contribuyó a que se incluyera en el debate el tema de las políticas de comunicación. Beltrán, testigo privilegiado de la época, las definió "como 'series de normas establecidas para orientar la acción de los órganos de comunicación'". Esta idea inicial mínima fue acogida por el indicado comité (Beltrán, 2007: 280). En 1972, mientras tanto, en cumplimiento de un mandato de su Conferencia General, la UNESCO convocó en París a la Primera Reunión de Expertos sobre Políticas y Planificación de la Comunicación. "Encomendó en ésta a 21 de ellos, provenientes de 20 países" -entre los que estuvo Luis Ramiro Beltrán- continuar el debate, brevemente iniciado en 1971, tanto en lo conceptual como en lo práctico. Como relató Ramiro Beltrán testigo del encuentro: "Si bien tuvo que hacerlo a un nivel general y de modo algo esquemático, la reunión logró cierto avance en el empeño de definir las políticas confirmando lo antes esbozado, planteó criterios para la formulación de ellas y, entre otras cosas, consideró deseable el establecimiento de consejos nacionales para diseñarlas e instituirlas" (Beltrán, 2007: 282). En diciembre de 1973, la UNESCO comprometió, por consultoría en su sede de París, los servicios del especialista regional mencionado, para que cumpliera dos tareas: "delinear los principios de organización para una Reunión de Expertos sobre Políticas de Comunicación en América Latina prevista para mediados de 1974 en Bogotá, Colombia, y producir bases de reflexión para la misma". El investigador estimó apropiado para cumplir este segundo encargo, comenzar proponiendo en principio que se concibiera "una política nacional de la comunicación como un conjunto integrado, explícito y duradero de políticas parciales, organizadas en un conjunto coherente de principios de actuación y normas aplicables a los procesos o actividades de comunicación de un país'". El consultor, a partir de ello, "fue desarrollando una argumentación explicativa y de propuestas sobre la posible naturaleza de tal instrumento normativo -no existente hasta entonces en el campo de la comunicación- que diera pie a las deliberaciones sobre el tema por los expertos que se reunirían en Bogotá". Consciente del riesgo de que la normatividad para guiar la conducta de las instituciones de comunicación pudiera ser objeto de distorsión nociva por el autoritarismo gubernamental, se "recomendó que en cada país la misión de formular la política, mediante la gestión de una ley, la cumpliera consensualmente un Consejo Nacional pluralista y autónomo". Mientras que el Estado tendría solamente la misión "de articulador y -como en otros casos de aplicación de normativa legal- desempeñaría únicamente papeles de estimulador, inhibidor y árbitro. Con todo ello el autor dejó conformada una plataforma doctrinal y operativa hasta entonces no disponible". Contando con esas bases, la UNESCO realizó en Bogotá en julio de 1974 la prevista reunión de expertos latinoamericanos sobre PNC. "Los expertos condensaron y conjugaron en un informe final los resultados de sus deliberaciones, que lograron por amplio consenso pese a la diversidad de experiencias, de puntos de vista y de pericias que se daban entre ellos". Consignaron, en ese momento, sus valiosas recomendaciones para la agenda y para las actividades preparatorias de la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas de Comunicación en Latinoamérica y el Caribe inicialmente prevista por la UNESCO para 1975. Pese a las amenazas de la Asociación Interamericana de Radiodifusión (AIR) y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y "sus declaraciones de guerra" sobre las prácticas ideológicas y totalitarias que guiaban a los especialistas, el gobierno de Costa Rica no se amedrentó y llevó a cabo la Conferencia Intergubernamental de 1976 de San José. "La AIR y la SIP desataron entonces una virulenta y tenaz campaña para persuadir a la UNESCO de que dejara aquel encuentro sin efecto. No lo conseguirían, pero sí lograron que ese organismo internacional no empleara como base de las deliberaciones de San José ni el informe de la Reunión de Expertos de Bogotá ni el documento preparado" por Luis Ramiro Beltrán por encargo de la UNESCO (Beltrán, 2007: 283). Entre los postulados más importantes estuvo: "Que las políticas nacionales deben concebirse en el contexto de las propias realidades, de la libre expresión del pensamiento y del respeto a los derechos individuales y sociales". Las recomendaciones fueron treinta y abarcaron una variedad de temas correspondientes a estas áreas mayores: políticas nacionales y planes de comunicación; formación de recursos humanos; investigación y comunicación; tecnología de la comunicación; cooperación regional en materia de comunicación, y circulación equilibrada de la información. Como sostenía Luis Ramiro Beltrán: "en suma, la Conferencia Intergubernamental de Costa Rica -primera de su clase en el mundo- logró cumplir su cometido pese al acorralamiento desatado en su contra".
.2. Políticas Nacionales de Comunicación, Comunicación Educativa y Desarrollismo latinoamericano.
Paralelamente, emergía un área que relacionaba la comunicación con la educación (llamada, posteriormente, comunicación educativa), así como surgían análisis de los procesos populares y de las convergencias y conflictos que se generaban entre lo popular y lo masivo. De esa forma, estas dos áreas: la educación y los estudios de lo popular, en convergencia o separadas, se transformaron en dos de los principales aportes de los estudios de la comunicación en Bolivia, Perú, Venezuela, Brasil, Chile y Argentina, entre otros países de Sudamérica. En el caso del pedagogo brasileño Paulo Freire, se intentaba poner en circulación una "pedagogía de los oprimidos" (Freire, 2002), que vinculaba la educación con los contenidos de resistencia que reivindicaban las culturas populares. Así las cosas, esos esquemas de estudios e investigaciones se radicalizaron entrado los años '70, con umbrales como la llegada de Salvador Allende al poder en Chile, y las investigaciones que en ese país comenzaron a desarrollar, entre otros, Armand Mattelart (Browne y Figueroa, 2008), inicialmente vinculadas a la sociología y la demografía y, posteriormente, relacionando la sociología y la comunicación, desde la convergencia de los enfoques socio- discursivos, culturales e ideológicos (2) . Mattelart, uno de los testigos de esa época, escribe décadas después: "Bajo la presidencia (1970- 1973) de Salvador Allende, los primeros estudios etnográficos sobre la recepción de las series norteamericanas y las telenovelas en los sectores populares de Santiago de Chile han abierto una brecha precoz en una izquierda que no había salido de la edad del agit- prop y era incapaz de percibir la cotidianidad de la cultura de los medios" (Mattelart y Neveu, 2004: 118). Al respecto, se destaca la postura anticolonial en algunas de las publicaciones de esa época, de acuerdo con los procesos políticos- económicos y sociales que atravesaban el mapa del sur del Continente, así como la marcada idea de que los procesos de comunicación ayudaban a la liberación de los sectores subalternos (populares) frente a una hegemonía que vinculaba a los sectores nacionales con el imperialismo. En esa época, todavía términos como transnacionalización, mundialización y globalización no formaban parte del "diccionario" nacional. La teoría estaba en las prácticas educativas (3) , sociales, periodísticas (4) y cinematográficas (5) … Es decir, desde diversos espacios de comunicación se vinculaba la teoría a la práctica, pero desde una posición reivindicativa de lo latinoamericano y lo nacional, frente a la agresión imperialista. La década siguiente que comprende la mitad de los '70 y de los '80, fue considerada -no sin razón- la década perdida, tanto desde el punto de vista social, cultural, como de las investigaciones y proyecciones universitarias. Los estudios de la comunicación no fueron una excepción. A esto se le sumaba la derrota en la UNESCO, donde, al volver Estados Unidos al organismo, el informe Mc Bride intenta dejarse en el olvido. Esta situación se sumaba a otras: presión de Estados Unidos y de grupos empresariales como la Sociedad Interamericana de Prensa y la Asociación Interamericana de Radiodifusión, para que no se llevaran a la práctica las Políticas Nacionales de Comunicación. Todos los avances registrados en las décadas anteriores y las efervescencias indagatorias se trasladaron a otras zonas de América Central y del Norte (México, fundamentalmente, y, en otros aspectos, Estados Unidos) y a Europa. En el sur del continente se encontraban dictaduras cívico- militares que hicieron de la quema de libros; la incautación de material producido años anteriores; la privatización de las universidades y la persecución de los teóricos/as críticos/as, sus características más destacables. No obstante, desde los subterráneos emergían investigaciones y prácticas vinculadas, generalmente, a instituciones sociales y Organizaciones No Gubernamentales, las que, en esos años, mantuvieron las teorías y prácticas comunicativas y los diálogos con quienes se encontraban en el exilio desarrollando sus actividades de investigación y docencia en otros países. El período 1973- 1983, por lo tanto, "se caracteriza por una doble orientación. Por un lado la tendencia a una investigación más formal dirigida hacia ámbitos considerados 'menos ideológicos', por lo cual se observará con frecuencia estudios históricos y descriptivos". Y, por otro lado, "un fructífero y significativo aporte de los análisis críticos impulsados por instituciones como FLACSO, CENECA, ILET y CED, que configurarán una nueva institucionalización de la investigación: las organizaciones no gubernamentales, ONG's, las cuales durante la Dictadura Militar constituirán el único refugio para la investigación crítica" (Del Valle, 2006: 34). En los años '80, además, fue fundamental el aporte de Miquel de Moragas Spa (1982), quien, desde Barcelona, recuperó en diversos volúmenes, las contribuciones de las teorías de la comunicación y de la sociología de la comunicación latinoamericana, al estudio de la comunicación mundial. Compilando investigaciones, ensayos y artículos de diversos teóricos estadounidenses, europeos y latinoamericanos. En esas publicaciones se visualizaba la diferencia de perspectivas, mientras que en Estados Unidos dominaba el funcionalismo, en América Latina la teoría crítica marcaba su presencia. Al respecto, Miquel de Moragas Spa indicó en 1981: "La historia de la investigación en Latinoamérica se encarna, por completo, en la lucha por la emancipación y/o en los logros y las dificultades de los procesos de dominación. La problemática comunicativa, a diferencia de lo que sucede en Europa, aparece a la vista, claramente, como un instrumento, sea del dominio o de la emancipación" (Moragas Spa, 1981: 199-200).
(2) Es interesante analizar actualmente las referencias que realiza Mattelart a ese período, cuando vincula su publicación, junto con Ariel Dorfman, Para leer al Pato Donald, con los estudios culturales (Mattelart y Neveu, 2004). (3) Siguiendo las líneas de Paulo Freire y otros teóricos de la educación, generalmente, vinculados a sectores católicos como la teología de la liberación, y de la comunicación educativa, como era el caso de Mario Kaplún(4) Se comienza a hablar de radios populares y comunitarias(5) El llamado cine del tercer mundo, latinoamericano o periférico, nacía en el festival de cine de Viña del Mar de 1969. En ese festival se le concedió la presidencia honoraria a Ernesto "Che" Guevara, asesinado recientemente en Bolivia y la presidencia efectiva la ocupó el documentalista cubano Santiago Álvarez (Cuba).
II. De las dictaduras y exilios a los estudios culturales.
Es en los '80 cuando aterrizan los estudios culturales (nombrados en homología con los cultural studies anglosajones), fundamentalmente, con las publicaciones de Jesús Martín Barbero y Néstor García Canclini, ambos teóricos autodefinidos como integrantes de esa corriente. En el primer caso, la publicación De los medios a las mediaciones marca un cambio para comprender el pasaje de los estudios de corte frankfurtianos, estructural- funcionalista, populares- comunitarios y educativos hacia un enfoque más centrado en la cultura. Incorporando, de modo preferencial, las perspectivas hermenéuticas y fenomenológicas de Paul Ricoeur y revitalizando los conceptos de Antonio Gramsci sobre la hegemonía, como tejido de poder que se produce activamente en situaciones singulares y particulares. Así las cosas, se plantea la idea que se está pasando de los medios a las mediaciones, de la medios de comunicación de masas a las mediaciones en las que convergen lo popular- masivo, los espacios de encuentros y las nuevas estéticas, dimensiones y dinámicas populares vinculadas al crecimiento de lo urbano en América Latina (Martín Barbero, 1987). Al respecto, en un balance sobre sus primeras investigaciones, indicó Martín Barbero: (…) "me atreví a decir que ya estaba bien del slogan: 'El proceso de comunicación es un proceso de dominación", Jesús Martín Barbero, quien ya había leído a Gramsci, proponía que se invirtiera y se comenzara a pensar el proceso de dominación como proceso de comunicación. "Una de ellas era introducir el concepto de hegemonía, que Gramsci había acuñado en buena parte, para dar cuenta de la complejidad de los procesos de dominación" (Martín Barbero, 2003: 96). Gramsci "proponía una visión muy distinta: la dominación en cuanto hegemonía era un proceso entre actores, entre sujetos, era una relación de seducción, de complicidad". Con referencia a las mediaciones, Jesús Martín Barbero sostenía que "la comunicación en América Latina no era sólo cuestión de medios; era cuestión de prácticas, de actores, de sujetos sociales, que vivían una densa complejidad de prácticas comunicativas, a veces muy conflictivas, en la casa, en la escuela, en la iglesia, en el barrio, en la cantina, en el estadio de fútbol". Posteriormente, el teórico para desarrollar sus propuestas, tanto desde un punto de vista teórico- conceptual como metodológico, encontrará amparo en las proposiciones de Michel de Certeau: "estamos tratando de producir un desplazamiento fuerte del ámbito puramente técnico, con sus canales y sus emisores, al ámbito de la comunicación como vida cotidiana, como lazo social, como riqueza de prácticas" (Martín Barbero, 2003: 97). En esa misma lógica, pero con un enfoque teórico más cercano a Michel Foucault, la antropología cultural postmoderna y la sociología de la cultura, Néstor García Canclini analiza los mestizajes urbanos desde la noción de culturas híbridas e indaga sobre las formas en que los latinoamericanos entran y salen de la modernidad. Considerando, además, cómo las mediaciones tecnológicas relevan el debate sobre la diversidad cultural, presente en la televisión, la radio, la literatura y las transformadas dinámicas estéticas que emergen en los espacios urbanos (García Canclini, 2000). Néstor García Canclini venía de investigar las confluencias entre la antropología y la literatura en la obra de Julio Cortázar y las transformaciones que el capitalismo estaba produciendo en las culturas populares. Sobre este último tema, Casa de las Américas de Cuba, en 1982, premió el libro Las culturas populares en el capitalismo. Este paso de García Canclini, donde ya incorporaba las perspectivas teórico- metodológicas de Pierre Bourdieu y Antonio Gramsci, fue fundamental para comprender Culturas híbridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad. Ese es un texto cardinal para entender los cambios que se generaban en América Latina en el debate modernidad/ postmodernidad; globalización y transnacionalización. El libro es producto de sus investigaciones fronterizas en México, y sus diálogos con la sociología de la cultura, la antropología postmoderna, el arte y los estudios de la comunicación. Arte popular y sociedad en América Latina; La producción simbólica; ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de lo popular?, son algunos de los estudios preliminares de Garcia Canclini y sobre esas bases incorporará, posteriormente, a Michel Foucault, Manuel Castells, Arjun Appadurai, Ulf Hanner; y teóricos/as latinoamericanos/as como Martín Barbero, Hugo Achugar y Nelly Richard, entre otros/as. Nelly Richard afirma que De los medios a las mediaciones y Culturas híbridas, "torcieron el giro del discurso latinoamericanista de 'lo propio' como núcleo ontológico de una verdad-esencia del 'ser' latinoamericano: un 'ser' latinoamericano que debía permanecer ajeno a los tráficos de signos que circularon por vía de la internacionalización primero y, luego, de la globalización". Estas publicaciones "mostraron eficazmente cómo el imaginario multilocalizado del capitalismo global cruza identidades culturales y redes mediáticas mezclando lo patrimonial, lo folklórico-tradicional, lo culto, lo popular y lo masivo" (Richard, 2008), en tiempos donde parecen "ser más decisivas la velocidad para recorrer el mundo y las estrategias para seducir a los públicos que la inercia de las tradiciones locales". No es casual que estos dos libros "se hayan escrito cruzando las fronteras de las ciencias de la comunicación, de la antropología y de la sociología de la cultura", y rompiendo el debate entre dos formas de entender lo latinoamericano: las ciencias sociales (entre ellas la comunicación) y sus teorías reduccionistas de la dependencia, y las humanidades (entre las que se encontraba, fundamentalmente, la literatura) y su vinculación con la alta cultura o la cultura letrada. "De este modo, los textos de Martín Barbero y de García Canclini redefinen la problemática cultural de las identidades latinoamericanas cruzando la memoria antropológica de las culturas populares con la masificación social de los medios tecno-comunicativos". Las dos publicaciones "lo hacen desacralizando lo literario como una reserva de simbolizaciones escriturarias que, en la tradición latinoamericana, auratizaba el texto y la palabra fuera del contagio -impuro- de la cultura industrializada y sus productos en serie. Para explorar los cruces massmediáticos entre cultura y comunicación, entre globalización e interculturalidad, entre cotidianeidad y mercado, ambos autores debieron abandonar la literatura como relato integrador de construcción nacional y recurrir a instrumentos disciplinarios más afines a las intersecciones dispersas que hoy segmentan lo popular y lo masivo entre cultura, economía, poder y comunicación". Esta "inflexión en la teoría cultural latinoamericana de los 80 (el desplazamiento de la literatura y la apertura transdisciplinaria a teorías y métodos de la sociología y de la comunicación) crea el puente entre los practicantes en estudios culturales que, desde Estados Unidos, se interesan por los procesos de cultura y sociedad en América Latina, y las prácticas que, según estos mismos académicos, mejor representarían el modo de realizar 'estudios culturales latinoamericanos'" (Richard, 2008).
II.1. Relación entre cultural studies y estudios culturales.
Tanto Martín Barbero como García Canclini, no obstante, se vinculan tardíamente con los cultural studies. Es en la literatura donde se incorpora tempranamente la perspectiva de Raymond Williams, fundamentalmente, con las traducciones que realiza Beatriz Sarlo, quien, posteriormente, lo integrará como fuente de los estudios literarios (Sarlo, 1992, 1996, 1997 y 1998). Sobre la recepción de la obra de Raymond Williams por parte de los jóvenes intelectuales latinoamericanos en los años '70 y '80, Beatriz Sarlo (2000: 309) escribe: "esa recepción tuvo como destinatarios a un grupo de intelectuales, entonces relativamente jóvenes, provenientes de la izquierda revolucionaria que adivinaban, por así decirlo, el horizonte de los estudios culturales. Partíamos de perspectivas sociológicas sobre el hecho literario, conocíamos bien las posiciones marxistas sobre cultura y literatura (Adorno, Lukács, Gramsci), creíamos que se podían construir nuevos objetos y que, en ese proceso, nuestras perspectivas teóricas cambiarían sustancialmente o, incluso, serían completamente revisadas". Una de las dificultades que presentaba la incorporación temprana de los estudios culturales a las investigaciones en comunicación en América del Sur, era la dificultad para acceder a los textos de Raymond Williams, Stuart Hall y otros teóricos iniciadores de la corriente en Inglaterra. En el caso de Williams, sus obras sobre comunicación y cultura fueron tardíamente traducidas al español. Es así como La Historia de la Comunicación fue traducida recién en 1992 en Barcelona. Es por ello que esos dos textos: De los medios a las mediaciones y Culturas híbridas, y esos dos autores: Jesús Martín Barbero y Néstor García Canclini, serán fundamentales para la incorporación de los estudios culturales, aunque, inicialmente, no se utilizará ese título para denominar el movimiento que estaban instalando. Lo popular comienza a asumirse como parte de la memoria constituyente del proceso histórico, "presencia de un sujeto- otro hasta hace poco negado por una historia para la que el pueblo sólo podía ser pensado" como un número y un sujeto anónimo (Martín Barbero, 1987: 72). Sobre la relación entre sujeto popular y tecnologías de la comunicación y de la información, escribe, tempranamente, Beatriz Sarlo: "La nueva cultura técnica que, en occidente, atraviesa un período de expansión y despliegue espectacular, impacta allí donde la porosidad cultural es más evidente y donde nadie está seguro de que haya un pasado que defender de la oleada progresista: en los sectores populares, recién llegados a la cultura letrada, con dificultades para incorporar sus rituales" y prácticas y a la "búsqueda de formas culturales que trascendieran, sin alejarse por completo, el horizonte cotidiano del trabajo y la producción y reproducción de la vida material" (Sarlo, 1992: 15- 16).
.2. Los estudios culturales en discusión.
No hay acuerdo al respecto de que exista una corriente llamada Estudios Culturales latinoamericanos. Renato Ortiz, por una parte, muchas veces incorporado a la corriente, no está tan convencido de que exista algo llamado "Estudios Culturales latinoamericanos". Ante las preguntas de una encuesta elaborada por la Universidad de Stanford, sobre Estudios Culturales latinoamericanos, Ortiz (2004: 192) escribe: "Los estudios culturales no existen en el Brasil como una disciplina específica. Por cierto, el interés por lo que se produce, ya sea en Inglaterra, a través de la escuela de Birmingham, sea en los Estados Unidos, estudios literarios, posmodernidad, globalización, está presente entre nosotros. Pero los términos del debate son otros". Las preguntas sobre la posible relación entre "estudios culturales" y "estudios literarios", el destino de los "estudios culturales", su "politización o no, no son para nada universales. Éstos siguen el ritmo de los cambios ocurridos en las universidades norteamericanas, pero difícilmente expresen la realidad brasileña y, agregaría, latinoamericana" (Ortiz, 2004: 192). Daniel Mato, por otra parte, prefiere hablar de "estudios de/ sobre la cultura y el poder" (Mato, 2002). No obstante, más allá de los títulos, escuelas o campos de conocimientos, hay que destacar la resignificación que tuvo el concepto de lo popular, desde lecturas más flexibles y abiertas sobre las identidades culturales, hasta las transformaciones operadas por el crecimiento urbano que implicaron la emergencia de sujetos híbridos, mestizos, y, paralelamente, de actores convertidos en audiencias mestizadas (Orozco, 2002b: 9). A esto se suman los análisis sobre los cambios que las tecnologías de la información y de la comunicación produjeron en las culturas, así como la emergencia que implicó la aparición de ese actor que, saliendo desde los subsuelos de la cultura, transformó los contenidos del debate. Además de los mencionados, otros teóricos que hay que destacar en el análisis sobre la incorporación de la cultura en las investigaciones en comunicación son: Jorge González (1996) quien investiga sobre los "frentes de la cultura cotidiana"; Guillermo Orozco (2002) quien indaga sobre las transformaciones operadas en las recepciones, especialmente, en las telenovelas y en el pasaje de la recepción masificada a la recepción fragmentaria y de redes y, finalmente, Rossana Reguillo quien investiga sobre los imaginarios ciudadanos y la antropología urbana. Un caso destacable es el de George Yúdice (2003) y sus investigaciones sobre la economía de la cultura, las industrias culturales, y las relaciones entre música, televisión y consumo cultural. En este último tiempo en el caso de Chile hay que destacar, asimismo, los aportes que desde el feminismo y las políticas de la memoria viene realizando Nelly Richard (2001 y 2008).
Los estudios culturales se instalaron en los estudios de la comunicación durante la década del '90, esto se debe, entre otros factores a la frescura teórico- conceptual y metodológica que proponían; a los enfoques inter y transdisciplinarios que habilitaban; así como la apertura metodológica que promovían, con la incorporación de técnicas como las etnografías de audiencias. A esto hay que sumarle las posibilidades que brindaban las tecnologías informáticas que emergían, así como las transformaciones en la radio, la televisión y la prensa. Paralelamente, fomentaban los diálogos con otras áreas de conocimiento como la literatura, la antropología, la filosofía, y abrían los campos disciplinarios, permitiéndoles a los investigadores de diferentes áreas de conocimientos investigar en el campo de la comunicación, en momentos en que crecían exponencialmente las carreras universitarias en periodismo, comunicación audiovisual, publicidad, comunicación educativa, y otras áreas convergentes. No obstante, la radicalidad del enfoque de los estudios culturales (donde en muchos aspectos, la cultura se cerraba en sí y se explicaba por sí), y en considerables investigaciones su abandono de la incorporación de los enfoques político- económicos, comenzaron a ser foco de las críticas. A este punto hay sumarle: la crítica que algunos investigadores les formulan, entre los que se encuentran Carlos Reynoso (2000) desde la antropología; Roberto Follari (2003) desde la epistemología y Eduardo Grüner (2002) desde la filosofía; la distancia que otros teóricos, supuestamente integrantes de la corriente, mantienen con los estudios culturales, como es el caso Renato Ortiz; la separación entre estudios culturales y otras áreas que inicialmente se vinculaban a ellos como los estudios postcoloniales; los estudios de género; la economía de la cultura, todos estos aspectos le producen una crisis en plena madurez al movimiento. En ese contexto, entre los mayores críticos, se encuentran quienes plantean un retorno a la economía política. Al respecto, en México, Argentina, Brasil y Venezuela, se extienden las investigaciones desde la Economía Política que, en algunos casos, proponen retornar al debate sobre el informe Mc Bride (supuestamente ya abandonado por los estudios culturales); plantean, además, criticar -desde la investigación universitaria- la creciente extranjerización de la economía de la información y del conocimiento y asumir un papel crítico activo sobre la extensión del neoliberalismo en el continente (abarcando la economía inmaterial cultural y cognitiva). Además de plantearse indagaciones sobre la creciente acumulación de capital con el crecimiento de los oligopolios mediáticos. Estos temas son fundamentales y, en ese contexto, son retomados desde la economía política, ahora, incorporando los significantes: cultura y conocimiento. Desde ahí, el debate epistemológico empieza a incorporar conceptos como economía del conocimiento; economía de la cultura y ese espacio de reflexión, de esa forma, se reinstala. En el III Encuentro de Economía Política de la Comunicación, celebrado en Sevilla en el 2002, se indicaba: "Desde que en los años ochenta se publicara el Informe Mc Bride haciendo explícitas las desigualdades que existían en el mundo en materia de comunicación y control de las industrias culturales, y que ya se habían denunciado y teorizado con anterioridad, sin el respaldo de un organismo internacional como la UNESCO, hasta los nuevos espacios que han surgido en el Foro de Porto Alegre o el movimiento antiglobalización, la agenda de investigación y discusión pública en el campo comunicacional ha venido marcada por una recurrente y miope mirada al futuro" (Sierra y Moreno, 2003: 7). Es así como ese conjunto de investigadores (entre los que se encuentran: Guillermo Mastrini; César Bolaño; Francisco Sierra y Martín Becerra) vienen trabajando en la articulación, agrupamiento y promoción de los estudios económico- políticos y de teoría crítica, "recuperando el legado histórico y científico de la productiva escuela latinoamericana" (Sierra y Moreno, 2003: 7) (6) . Palabras como dominación, imperialismo cultural, desigualdad, retornan al lenguaje de las investigaciones en comunicación. Los contenidos de las investigaciones se refieren a las privatizaciones de las industrias culturales, fundamentalmente, las vinculadas a las tecnologías de la información y de la comunicación (televisión, telefonía, informática); los flujos desiguales de acceso a esas tecnologías; la extranjerización de las industrias de las culturas y el incremento de los oligopolios mediáticos; los impactos sociales y económicos de las tecnologías de la información y de la comunicación y su reestructuración en la etapa actual del capitalismo; el control en la propiedad de los medios; la economía de la era digital y las políticas de la comunicación y educación en la sociedad del conocimiento. En ese contexto, se producen diversos desplazamientos y convergencias entre economía política y economía de la cultura, así como un debate -con duros calificativos en algunas oportunidades- entre economía política y estudios culturales. Pese a ello, habría que considerar que ambas perspectivas son las más fructíferas en términos de investigación en los últimos años. Mientras que en los estudios culturales, investigadores como George Yúdice incorpora la economía de la cultura como aspecto destacado de transformación de los contenidos mediáticos, además, de los análisis sobre los imaginarios que sobre lo latinoamericano circulan en las zonas fronterizas (tanto físicas como simbólicas) de los Estados Unidos; otros investigadores de la economía política asumen la necesidad de conjugar sus indagaciones incorporando elementos teórico- conceptuales de los estudios culturales.
(6) Se refieren a la llamada Escuela Latinoamericana de la Comunicación, sobre la cual no hay consenso al respecto de que haya existido. No obstante, el contexto histórico con el que se inicia esta lección puede ayudar a comprender la expresión y los debates que genera.
No todo es economía: entre imágenes, sensibilidades y emociones.
El investigador brasileño que ha tenido mayor visibilidad en América Latina es José Marques de Melo, quien pasó de lecturas de corte histórico y epistemológico (debate sobre la posibilidad de transformar a la comunicación en una ciencia autónoma) a la incorporación de la folk comunicación. En uno de sus últimos escritos vuelve a preguntarse sobre los retos de la investigación en comunicación en América Latina, indicando que "La nueva generación que se inicia en el campo de las ciencias de la comunicación, en este contexto de transición de milenio, sufre con la enfermedad que asola nuestras universidades, teniendo que superar la muralla de la amnesia histórica para no sucumbir delante del apelo seductor de los que proclaman el 'fin de la historia' y la 'muerte de la utopía'". Para entender los "desafíos actuales de esa área del conocimiento, en Latinoamérica, se torna indispensable rescatar su trayectoria intelectual para mejor percibir sus compromisos históricos. Ese retroceso puede ser hecho en tiempos distintos: el pasado reciente, distante y remoto" (Marques de Melo, 2008). Es decir, junto con otros teóricos vinculados a la Economía Política de la Comunicación y la Cultura, entre los que se encuentra otro brasileño como es el investigador César Bolaño, recomiendan volver a repasar la historia de la "rica escuela latinoamericana de la comunicación" y los antecedentes que la vinculan a asociaciones como ALAIC, FELAFACS, CIESPAL, entre otras. En el caso de Brasil, además, otro aspecto que hay que destacar es el desarrollo de la semiótica y la teoría de la imagen. En ese sentido, hay que mencionar las investigaciones que viene desarrollando Eduardo Peñuela Cañizal, vinculando la comunicación y la teoría estética, así como el caso de Muniz Sodré (1996), inicialmente vinculando sus estudios a la identidad y la cultura popular, y en la actualidad, relacionando las transformaciones culturales que se producen por la irrupción de las tecnologías de la comunicación y de la antropología de las imágenes y de los simulacros. En Antropológica do espelho. Uma teoria da comunicacao linear e em rede, sostiene que los medios e hipermedios implican una nueva cualificación de la vida, un bios virtual. Su especificidad, en base a las formas de la vida tradicionales, consiste en la creación de un ethos estetizante y vicario una especie de tercera naturaleza (Muniz Sodré, 2002: 11). Posteriormente, en sus últimas investigaciones, plantea una lectura, de la comunicación desde lo sensible. Muniz Sodré (2006: 17), en ese sentido, concibe como punto de partida que esta época es de la era de ahisthesis, es decir, de la potencia de lo estético, lo sensible y afectivo. Frente a la pregunta sobre la viabilidad de una acción de este tipo en la llamada sociedad de la comunicación y de la información, afirma el componente "emancipatorio" de la comunicación, y, fundamentalmente, su carácter sensible, estético y emocional. Similar es la lectura de Ciro Marcondes Filho (2004: 9), para quien la presencia de la comunicación en todas partes no reduce las incomunicaciones producto de que las personas viven en compartimentos que no les permite vincularse, y, tal vez por causa de ello, los sujetos continúan separados y es difícil saber lo que la gente siente, como sienten, y las "cosas" que están dentro de la gente. Las personas continúan considerando, para Marcondes Filho, que su manera de ver el mundo, sus sentimientos, sus angustias, sus alegrías son hechos internos, íntimos e incomunicables. Marcondes Filho, considera que a pesar del volumen inmenso de aparatos puestos a nuestra disposición -televisión, internet, telefonía celular- la vida de cada uno es una caja cerrada y un universo oculto.Otro investigador que hay que destacar, en una línea similar a la que venimos detallando, es Norval Baitello jr (2008), de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, director del Centro Interdisciplinar de Semiótica da Cultura e da Mídia, quien relee la vanguardia modernista antropófaga desde el consumo de imágenes denominada por el teórico: iconofagia, donde no solamente los sujetos devoran imágenes sino que, además, son devorados por ellas.
El campo de las comunicaciones se encuentra en expansión en América del Sur. Luego de las crisis políticas y epistemológicas de los años '70 y '80, renace en los '90 y comienza a consolidarse, no sin dificultades, entrado el nuevo siglo. No obstante, hay que plantearse cuáles serán los términos del debate en los próximos años, considerando, además, que esa expansión puede dificultar las necesarias limitaciones que todo objeto de estudio requiere. Hoy, podrían considerarse como las áreas más efervescentes: la economía política de la comunicación y la cultura; los estudios que amplían el concepto de cultura a las áreas fronterizas tanto física como simbólicas en momentos en que la globalización y la mundialización amplían el espacio de investigación y de reflexión; los estudios de género y las amplías posibilidades -no solamente sus dificultades- que proporcionan las tecnologías de la comunicación y de la información. A estas hay que sumarle la comunicación intercultural, el multiculturalismo y el desplazamiento que se produce desde los estudios sobre las audiencias masivas a las audiencias fragmentarias y de redes, no descuidando el espacio de reflexión sobre la visualidad y la teoría de la imagen, donde confluyen la comunicación, con la estética, la filosofía, la economía y la antropología. Hay otras convergencias no menos importantes entre la comunicación participativa y la educación; la extensión del concepto de audiencias a posibilidades desterritorializadas y nómadas; la llamada "migración digital" y las transformaciones que la digitalización está produciendo. Todas estas áreas separadas o convergentes serán claves fundamentales de la investigación y de la teorización de la comunicación y de la información en los próximos años. Y, sobre todas ellas, el campo tendrá nuevas posibilidades de desarrollo y expansión. Desde el punto de vista metodológico: las redes sociales, personales, subjetivas y tecnológicas, que vinculan las historias de vida, las observaciones y las entrevistas en profundidad, permiten nuevas e interesantes posibilidades de investigación; así como el desarrollo de las etnografías, desde las más tradicionales hasta las ciberetnografías. A estas hay que sumarles las potencialidades del análisis de discurso, tanto del análisis crítico del discurso como del análisis complejo, la semiótica de la imagen y de lo visual. Es decir, pensar la comunicación hoy es uno de los principales desafíos de los institutos de investigación, de las asociaciones como de las universidades. Y, frente a ese desafío, se incrementa la complejidad como las posibilidades que se le brindan en el contexto de las ciencias sociales y de las humanidades.
Bibliografía general
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