Adherentes de la pagina

domingo, 27 de diciembre de 2009

tendencias


Primera década
El tercer milenio está entre nosotros
Web 2.0, mapa genético, manipulación de embriones, nanotecnología, sociedades hiperconectadas, energías alternativas. La primera década del tercer milenio parece cumplir y superar las utopías futuristas. Pero mientras la revolución tecnológica da alas a los sueños más optimistas, la realidad social, política y económica muestra señales de un mundo en transición que anticipa escenarios todavía confusos. Una mirada a lo que vendrá Por Alejandra Folgarait
El año 2000 marcó un antes y un después en el imaginario colectivo de la humanidad. Todo lo que pasó antes era historia. Todo lo que vino después es parte de la ciencia ficción. ¿Acaso alguien puede decir si las fantasías de anticipación que juega Tom Cruise en la película Minority report existen de verdad ocultas en algún laboratorio o son pura mentira? Y los planes para colonizar Marte, ¿están en marcha o son un producto de la imaginación de Ray Bradbury?
Hay que reconocer que el futuro pasó como un tren (un tren bala, por cierto). Vivimos en un presente continuo, y no porque Francis Fukuyama decretara el fin de la Historia sino porque nuestras mentes fueron programadas para ubicar lo que vendrá en el siglo XXI. Al alcanzarlo tan rápido, ¿nos quedamos vacíos de futuro?
El solo hecho de estar transitando lo desconocido es una cuestión incómoda para los que estudian los avances tecnológicos y sus relaciones con las sociedades y las culturas. Por un lado, algunos optimistas disparan suposiciones delirantes y pronósticos grandiosos. El gurú norteamericano Ray Kurzweil es uno de los más activos imaginadores en este sentido. Siguiendo los pasos del escritor Arthur C. Clarke, el mediático inventor predice para el año 2020 inmersiones cotidianas en mundos virtuales de tres dimensiones, amén de un encuentro íntimo entre la inteligencia de las máquinas y la mente de los seres humanos. Kurzweil anticipa la liberación de los límites entre realidad y ficción o -como le gusta decir- un "upgrade del software evolutivo".
Si hay algo claro en la primera década del siglo XXI es que se hicieron realidad muchos sueños previstos por escritores fantásticos, desde Julio Verne a los ciberpunks William Gibson, creador de la palabra "ciberespacio", y Neal Stephenson, difusor de la palabra "avatar" que hoy triunfa en el cine.
Algunas de las revoluciones imaginadas por la ciencia ficción empezaron a rodar en el campo de la informática, la biología, la tecnología espacial, la producción de energía, las drogas y los comportamientos sexuales. Pero otras cuestiones no fueron predichas. Y nos cambiaron la vida.
Gracias al Wi-Fi, la diferencia entre un bar de Buenos Aires y un aeropuerto de cualquier capital del mundo es casi irrelevante. En los múltiples Starbucks de Londres se ven tantas laptops en funcionamiento como en el café Martínez o el Freddo de acá a la vuelta. Claro que, mientras que los ingleses no entienden qué es un móvil portátil de banda ancha, los argentinos disfrutan cada vez más del nuevo chiche adosado a sus mini computadoras. ¿Por qué el furor de los delgadísimos módems? Por la sencilla razón de que, saliendo de la Capital Federal, es difícil conectarse a la red con libertad absoluta. Y la adicción a chequear e-mails y Facebook ya es demasiado fuerte.
En el subte, el tren, el colectivo y hasta en el auto: todos con cables, todos conectados a algo, sea el iPhone o la netbook. En las escuelas, tuvieron que prohibir los celulares para que los jóvenes miraran al profesor. No es seguro que lo hayan logrado. Aunque tal vez tengan más posibilidades de captar la atención de su clase los maestros uruguayos, gracias a la iniciativa "Una laptop por niño", impulsada por el gurú Nicholas Negroponte para achicar la brecha digital entre ricos y pobres, entre naciones desarrolladas y el resto del mundo.
Desde las redes sociales horizontales hasta la Wikipedia, pasando por los yogures probióticos y las cámaras de fotos digitales, que tornaron profesionales a los amateurs de cumpleaños y turismo, los últimos 10 años trazaron un mapa insospechado de lo que podría acontecer.
En el camino hacia lo nuevo, apareció la palabra "googlear" y se asistió al ocaso del correo postal. El chateo y los mensajitos de texto coparon la vida adolescente, primero, y la de todos, después. Y mientras el iPod se convirtió en un fenómeno de masas, el mp3 pasó al cajón del olvido en segundos.
"Un cambio fundamental en los países sudamericanos fue la telefonía móvil", dice Martín Becerra, profesor de Comunicación en la Universidad de Quilmes. En la Argentina, hay 8 millones de líneas telefónicas fijas contra 46 millones de líneas móviles. "El uso social de la tecnología móvil cambió la comunicación, ahora se puede hablar desde cualquier lugar y mientras uno hace muchas otras cosas", agrega este investigador del Conicet.
Desorden y temores. Eso es lo que genera, según Becerra, la ruptura de la cultura de la secuencia narrativa, porque se ha pasado de la linealidad a una estructura de red y de zapping entre canales, lenguajes y contenidos. "No sabemos a dónde nos conduce esta aceleración, lo único que podemos decir es que los dispositivos móviles, el crecimiento de la banda ancha y la digitalización de la televisión van a marcar una era de ubicuidad.", concluye.
Nómades e hiperconectados. Ana Wortman, estudiosa de los consumos culturales en la era de la globalización, señala a los nuevos sujetos de nuestra época los "nómades digitales", que están en todas partes, circulan, son sujetos móviles. Y están en EE.UU., en Europa, como en las grandes ciudades de América latina, entre ellas, Buenos Aires".
La consultora IDC anticipa la consolidación de las computadoras pequeñas que aparecieron este año por todas partes ("netbooks"), con el agregado de que serán sensibles al tacto. A diferencia de los teléfonos móviles, que agrandarán sus pantallas más y más, las netbooks se volverán más delgadas y livianas, aunque también más poderosas. Todos esperan que la iPad de Apple enseñe la senda hacia lo que vendrá: la convergencia de dispositivos inteligentes y sensoriales al mismo tiempo.
Mientras tanto, la gente sigue disfrutando de una nueva forma de socializar, con pocas palabras y muchos signos de admiración. Sin duda, la aparición de las redes sociales marcó la primera década de este siglo. La era de Facebook y Twitter empezó, como siempre, con algunos universitarios armando sus propias historias a través de blogs y sitios de fotos, como Flickr. Para cuando los que perdieron de vista a sus compañeros de primaria descubrieron las bondades de buscar datos e imágenes por medio de la muy marketineada Web 2.0, hacía mucho que los nacidos con las computadoras -la generación Net- utilizaban la red para sus propios asuntos interactivos, como bien lo mostró el auge sorpresivo de los videos en Youtube. De ahí al estallido de esas redes pasó un segundo.
Pero si las comunicaciones están en el centro de todas las innovaciones, la ingeniería genética no se queda atrás. En la última década, la manipulación de genes en animales se extendió hacia los embriones humanos con el fin de extraerles células multiterreno o seleccionar al futuro bebé para ofrecerle una cura a su hermano mayor. Las células madre se pusieron de moda como tratamiento anti-age y se instalaron bancos de cordón umbilical privados como presunto seguro de vida. La memoria se perdió como ejercicio y se recuperó como deseo. Los psicofármacos invadieron noches y días, y ya se habla hasta de la píldora del olvido, para "deletear" traumas y alejar las pesadillas.
Ahora que el show del cambio climático en Copenhague terminó con las esperanzas más verdes, los fabricantes de molinos eólicos siguen desgañitándose para convencer a los gobiernos de su beneficio en relación a la vieja energía nuclear, los israelíes insisten con la plantación de espejos en el desierto para captar los rayos del sol y los autos "híbridos" como el Prius de Toyota vuelven a pisar fuerte. A falta de autos voladores, como los de "Los supersónicos", los tímidos intentos de fabricar vehículos que funcionen con "biocombustibles" -generados a partir de cultivos transgénicos o el más limpio hidrógeno- ya marcan tendencia.
Un vertiginoso "fast-forward" permite vislumbrar otras tecnologías que aparecieron en los últimos años y se convertirán en parte de lo habitual más temprano que tarde. La reproducción artificial en los seres humanos es uno de ellos. La fertilización asistida cambió el panorama social y subjetivo, permitiendo congelar los óvulos hasta que el tiempo aclare y poblando el mundo con mellizos. Y habilitando a que las parejas homosexuales tengan hijos con algo de su propio ADN. Un avance científico que nos dejó a las puertas de una profunda transformación en la sociedad, que hoy demanda nuevos derechos para nuevas necesidades. Así, en todo el mundo se posiciona el reclamo de las comunidades gay para legalizar el matrimonio y el derecho a adoptar de parejas homosexuales. La aprobación del matrimonio homosexual en varios países -y su discusión abierta en la Capital Federal- así como el nombramiento de una mujer lesbiana como obispo de la Iglesia Episcopal protestante en Los Angeles marcan un camino que recién empieza.
Más que humanos
La clonación de animales abrió las puertas para una verdadera revolución en la medicina. Y a esta altura, la controversia por el uso de embriones humanos para obtener células capaces de generar los diferentes tejidos del organismo ya está zanjada: se desarrolló una nueva forma de obtener células humanas con múltiples potencialidades sin tener que destruir óvulos fecundados. El cambio presidencial en los EE.UU., desde el republicano George W. Bush al moderno Barack Obama, también marcó un golpe de timón para estos temas: hoy los investigadores siguen buscando tratamientos celulares para enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer y los infartos sin que nadie se horrorice.
Se anuncia la sangre artificial y no faltará mucho para fabricar tejidos como la piel que no generen ningún rechazo. El trasplante de cara realizado a una mujer francesa en 2005 fue un verdadero shock, aunque hoy la pesadilla de la película de John Travolta y Nicolas Cage, en la que se intercambiaban apariencias, no asusta demasiado. La identidad, cada vez más, se refugia en los genes.
La decodificación del genoma humano fue todo un logro al filo del milenio. Hoy muchos quieren bajar el precio del mapeo genético individual a menos de mil dólares por cabeza para que todos puedan "leer" su propio genoma. Otros deslizan que la sociedad global no está preparada para saber quién tiene un supuesto "defecto" y no discriminarlo.
El punto es qué puede hacerse con ese conocimiento, más allá de una mastectomía, en el caso de las mujeres que se anticipan a un cáncer de mama anunciado en el mapa genético. Pero esto podría cambiar, si la terapia genética vuelve a encontrar luz verde para modificar las células de personas con mutaciones en su constitución hereditaria.
Uno de los sueños apadrinados por la ciencia ficción es el de la nave miniaturizada que navega por turbulentos vasos sanguíneos con científicos en su interior. Pues bien: ya existen los dispositivos electrónicos -tipo microchip- que se introducen en el organismo para estimular neuronas y mover implantes biónicos de brazos y piernas. Pero ninguna revolución médica estará completa sin los dispositivos infinitesimales de la nanotecnología.
Y, por cierto, ninguna ficción científica estará completa si la palabra futuro, o nuestro imaginario del futuro, no logra renovar sus sentidos.
"Cuando se habla del futuro, se tiende a pintar un panorama donde toda clase de problemas sociales serán resueltos por diversas tecnologías. Se olvidan generalmente los factores sociales que hacen que éstas sean adoptadas o no por las diferentes sociedades", dice la especialista en sociotecnología Laura Siri. "Más tarde las tecnologías pueden ´commoditizarse´, pero para entonces serán otras tecnologías las que marquen la diferencia entre quienes acceden y quienes no y, sobre todo, entre quienes las producen y quienes las consumen", subraya la docente e investigadora de la UBA.
Si el acceso a Internet marcó la diferencia en los años 90, a partir del nuevo siglo fue la banda ancha la que identificó la movilidad social. En los próximos años, acaso sean los modelos climáticos diseñados para cada país o el acceso a la información genética personal los que den la pauta del nivel de desarrollo de una sociedad.
En este sentido, los escenarios del futuro pueden ser optimistas o pesimistas, según el cristal -el libro o la película- con que se mire. Como escribió Ray Bradbury, "la ciencia ficción siempre ha sido un maestro de fábula en cuestiones morales". Quizás sea tiempo de recrear el futuro a través de nuevas ficciones para tener más claro lo que vendrá.
© LA NACION
Cinco claves
1. Genoma humano
El desciframiento del mapa genético abrió un era de promesas médicas.
2. Banda ancha móvil y GPS
Celulares con 3G, Wi-Fi y GPS, nuevo escenario de la informática personal.
3. Nuevos derechos
La aprobación del matrimonio gay en varios países marca un cambio hacia nuevas formas de sociedad.
4. Manipulación de embriones
Se avanzó en la posibilidad de generar células regenerativas por otra vía.
5. La web 2.0 y las redes sociales
Wikipedia, Facebook, MySpace, Sonico y Twitter, una muestra del poder de la inteligencia colectiva.
El mundo ya no será el mismo
Ariel Torres LA NACION

Imagínese un hombre que cumple 50 años. Ha nacido en abril de 1453, poco antes de la caída de Constantinopla. Un anciano para su época, mira hacia atrás y ve algo inédito en la historia humana. Ve libros. Libros por doquier.
Nueve millones de volúmenes se han impreso en Europa en el último medio siglo, desde que Johannes Gutenberg publicara su Biblia en 42 líneas en 1455. A este cincuentón, casi seguramente analfabeto, hijo de una Edad Media que ya no volverá, le toca vivir una revolución global, un cambio de paradigma que visita a la humanidad con menos frecuencia que los cataclismos estelares, pero cuando lo hace nada vuelve a ser igual.
El libro para las masas ha disparado la civilización en una dirección inesperada al liberar el flujo de información de la estricta vigilancia de los poderes de turno, al darle a cada persona un privilegio que hasta entonces era impensable e impensado. Un privilegio que hoy disfruta la mayoría de los niños de seis años en el mundo industrializado: leer y escribir.
Ahora otro hombre cumple cincuenta años. Pero es el año 2010. Mira hacia atrás, ¿y qué ve? Ve computadoras por doquier, miles de millones de máquinas de todas clases y formatos que, además, están conectadas a una red global que le permite a casi un tercio de la humanidad comunicar sus ideas y opiniones sin límite y a costos ínfimos. A este cincuentón quizás le está costando adaptarse a los cambios, pero hay algo que la historia le ha enseñado: el mundo ya no será el mismo ahora que 1670 millones de personas tienen acceso a Internet, ahora que el poder de cómputo (el leer y escribir de los tiempos modernos) está en manos de casi cualquier persona en el mundo libre, ahora que para llegar a audiencias masivas no hace falta comprarse un canal de televisión sino pagar 50 centavos de dólar la hora de locutorio.
Si el libro hizo que el costo del acceso a la información se desplomara, la PC, el celular e Internet pusieron al alcance de casi todo el mundo dos fuegos no menos prometeicos: el poder de cómputo y el broadcasting.
En tiempos así no es una profesión, una actividad, un oficio o una técnica las que se ven afectadas. No cambia una página en la partitura de la sinfonía social. Cambia la sinfonía entera. Ni siquiera es una simple transcripción. Es una sinfonía completamente nueva.
Señales no faltan. Ahí está la Wikipedia, con sus 14 millones de artículos en 236 idiomas a costo cero. O Facebook, la red social fundada en 2004 (ayer nomás) y que ya ha cosechado 350 millones de suscriptores. Hasta la página tradicional se abre paso y promete florecer de nuevo y mejor en esta era, con la digitalización de libros que lleva a cabo Google y los dispositivos electrónicos capaces de almacenar miles de volúmenes.
Desde la revolución del libro han pasado 500 años en los que pasamos del feudo a la democracia moderna, del escorbuto y la Tierra plana a la terapia genética y el Hubble.
Los cambios que estamos viviendo hoy no serán menos profundos cuando la historia los examine.
Lo que vendrá
Futuros posibles en un mundo cada vez más interdependiente
Según las proyecciones, en las próximas décadas se extenderán a todo el planeta la democracia, la libertad política y la economía de mercado, pero se mantendrán las desigualdades, se producirán grandes migraciones y recrudecerá la competencia por recursos como el agua y los alimentos Luisa Corradini Corresponsal en Francia
PARIS Hacer una historia del futuro es a priori hablar de lo imprevisible. Son tantos los parámetros que pueden influenciar su curso, tantas las coincidencias que pueden transformar un incidente minúsculo en episodio planetario, tantos los actores que tendrán la posibilidad de intervenir en la geopolítica, la cultura, la ideología o la economía, que relatar el porvenir parece un ejercicio presuntuoso.
La respuesta que el hombre dé a cada uno de esos episodios orientará las próximas décadas hacia lo mejor o lo peor. Y esa es quizás una de las características principales de los tiempos que se avecinan: una interdependencia tan grande que toda rebelión, toda nueva idea, progreso técnico, acto terrorista, golpe de Estado, movimiento de masa o descubrimiento científico podría reorientar el planeta en su totalidad. Por esa razón, en verdad, la cantidad de futuros posibles es casi infinita.
Aun así, a pesar de todas esas incógnitas, las grandes tendencias seguirán su curso, casi inalterables, a juicio de los futurólogos y de acuerdo con las proyecciones de organismos como el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la organización Internacional para las Migraciones (OIM), la ONU, el FMI y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre otros.
"Desde que aparecieron la democracia y el mercado, la evolución de la humanidad va en una dirección única. La democracia generaliza la libertad política y canaliza las aspiraciones del hombre hacia sus formas mercantiles de expresión. Cada vez más, el conjunto de democracias de mercado se reúne en un mercado más vasto e integrado, en torno de un ´centro´ provisorio", precisa el célebre escritor y analista francés Jacques Attali.
Hoy, ese "centro" es Estados Unidos. Por lo menos hasta 2040 seguirá siendo el tercer país más poblado del mundo, con 420 millones de habitantes para entonces. Durante mucho tiempo aún, Estados Unidos seguirá controlando las tecnologías de la defensa, el transporte, las informaciones, la microelectrónica, la aeronáutica, los materiales o los sistemas de guiado. El gigante americano mantendrá durablemente su parte en la producción mundial. Sus déficits seguirán funcionando como máquinas de desarrollo del consumo interno y la producción en el extranjero.
Por lo menos hasta 2025, la gente más rica del mundo y los principales bancos centrales considerarán a Estados Unidos -y al dólar- como los mejores refugios económico, político y financiero.
Si las tendencias actuales persisten durante los próximos 50 años, el mercado y la democracia se extenderán a todo el planeta. El crecimiento se acelerará, el nivel de vida aumentará y desaparecerán las dictaduras que todavía persisten.
En 2025, el PBI mundial habrá aumentado un 80% -con respecto a 2009- y el ingreso medio de cada habitante se incrementará en un 50%. Aun cuando cerca de la mitad de la población del mundo seguirá viviendo con 2 dólares por día, también crecerá la parte de la población global que participe de la economía de mercado y sepa leer y escribir.
Durante los próximos 20 años, la Unión Europea (UE) seguirá siendo sólo un gran espacio económico común, aunque el euro sea cada vez más utilizado en el mundo. Debido a su falta de dinamismo demográfico y modernización de su sistema de enseñanza superior, en 2025 el bloque representará sólo el 20% del PBI mundial contra 25% en la actualidad.
El acontecimiento más significativo será el surgimiento de 11 potencias económicas y políticas: Japón, China, India, Rusia, Indonesia, Corea, Australia, Canadá, Sudáfrica, Brasil y México. Otros 20 países con fuerte crecimiento -entre los que se encuentra la Argentina- seguirán nadando en lagunas institucionales.
"Asia dominará el mundo", afirmó esta semana Ratan Tata, heredero de la célebre dinastía india de empresarios. Dos tercios de los intercambios comerciales se realizarán a través del Pacífico. En dos décadas, la producción asiática superará la mitad de la producción planetaria.
China será la segunda potencia económica del mundo con cerca de 1380 millones de habitantes. Su PBI superará al de Japón en 2015 y al de los Estados Unidos en 2040. El nivel de vida de los chinos debería alcanzar la media mundial en 2015.
Al ritmo actual, India pasará a ser en 2020 el país más poblado del planeta, con 1400 millones de habitantes, y la tercera potencia económica del mundo, detrás de China y Estados Unidos. Muchas de sus empresas, Tata, Infosys o Mittal estarán entre las más grandes del mundo.
Siempre según las proyecciones de los organismos internacionales, dos potencias económicas dominarán América latina en 2030: Brasil y México.
"Con 250 millones de habitantes dentro de una década, Brasil podría transformarse en la cuarta potencia económica del mundo. Será, sobre todo, un gigante de la agricultura y la industria agroalimentaria. Si la tendencia actual se prolonga, su PBI superará al de Italia a partir del 2025, después al de Francia, Gran Bretaña y Alemania", afirma en un reciente estudio el think-tank británico Overseas Development Institute (ODI).
Recursos más escasos
Sin embargo, a pesar de todos esos progresos de la democracia y la economía de mercado, la precariedad y el egoísmo se transformarán en la regla social del planeta.
"El agua y la energía serán cada vez más escasas. El clima seguirá padeciendo peligrosas transformaciones. Aumentarán las desigualdades, al igual que los conflictos, y comenzarán a dibujarse grandes movimientos de población", precisa el sociólogo Thierry Gaudin.
Es justamente en el Sur donde se registrarán fenomenales migraciones del campo a la ciudad. Mientras en 1950 había 80 ciudades en el mundo con más de un millón de habitantes, en 2015 serán 550. En 2025, el planeta contará con 30 ciudades de más de 10 millones de personas. Tokio y Bombay tendrán más de 30 millones.
En apenas 30 años, será necesario entonces triplicar o cuadruplicar las infraestructuras urbanas. En la mayoría de los casos, esto resultará prácticamente imposible.
Empujadas por la miseria y los efectos del cambio climático, masas de emigrantes también seguirán desplazándose hacia países más prósperos o clementes. "Hacia 2035, 25 millones de personas se exiliarán por año. Cerca de 1000 millones de individuos vivirán fuera de su país natal", afirma el ODI.
Hacia 2040, tras una larga batalla económica y en medio de una grave crisis ecológica, Estados Unidos será vencido por la mundialización de los mercados -sobre todo financieros-, y por el poder de las empresas.
"Exhausto financiera y políticamente, como los imperios que lo precedieron, seguirá siendo la primera potencia del planeta pero dejará de dirigir el mundo. Sin embargo, no será reemplazado. El mundo será, transitoriamente, multipolar, dirigido por una docena de potencias regionales", predice Attali.
A mediados del siglo, el mercado sin fronteras prevalecerá sobre la democracia, generalmente limitada al perímetro de las naciones.
"Los Estados se debilitarán. Nuevas tecnologías infinitamente pequeñas lograrán reducir el consumo de energía y transformarán radicalmente los últimos servicios aún colectivos [en empresas privadas]: la salud, la educación, la seguridad y la soberanía", explica el politólogo francés Jean-François Dégremont.
En lo cotidiano, el hombre será cada vez menos privado, la transparencia será una obligación. Aquel que quiera ocultar su pertenencia religiosa, sus costumbres, su estado de salud o su nivel de instrucción se volverá sospechoso ante los ojos de la sociedad. La prolongación de la vida dará origen a una nueva clase de ancianos, que participarán mucho más activamente en la vida de la sociedad.
Desaparecerán los Estados, que serán reemplazados por las empresas y las megaciudades. Los hombres volverán a una forma de nomadismo, pero esta vez organizado en torno a las nuevas tecnologías de la información: la computadora y el celular a guisa de domicilio, de oficina y de nexo con familiares, amigos y colegas.
Siempre en el terreno de las hipótesis futuristas, la evolución de las sociedades llevará al hombre a ser únicamente fiel a sí mismo. Las empresas no tendrán nacionalidad. Los pobres serán un mercado como cualquier otro. Las leyes serán reemplazadas por contratos, la justicia por el arbitraje y la policía por milicias privadas de mercenarios. Mientras tanto, masas inmensas de otros nómadas, generados por la miseria, atravesarán fronteras para tratar de sobrevivir.
Los recursos naturales serán cada vez más escasos. Los robots más numerosos. Un día, los hombres serán autorreparados, después podrán producir sus propias prótesis, y por fin clonados.
Todo esto provocará enormes crisis.
"Mucho antes de que el imperio estadounidense desaparezca, antes de que el clima se vuelva casi insoportable, poblaciones enteras se disputarán territorios y recursos naturales. Naciones, piratas, mercenarios, mafias y fanáticos religiosos se dotarán de nuevas armas y tecnologías sofisticadas para hacer la guerra, tanto convencional como electrónica o química. Los hombres se harán la guerra por el agua, por el petróleo, para un imponer una creencia o para destruir Occidente", profetiza Attali en "El futuro del trabajo".
Los futurólogos son, a pesar de todo, optimistas. "Hacia 2060, a menos que la humanidad no haya desaparecido bajo un diluvio de bombas, nuevas fuerzas altruistas y universalistas -incipientes en la actualidad-, lograrán llegar al poder, llevadas por la necesidad ecológica, ética, económica, cultural y política", asegura James Canton, del Institute for Global Futures de San Francisco.
Es posible que nuevas instituciones mundiales y continentales consigan organizar la vida colectiva gracias a nuevas tecnologías. Esas fuerzas favorecerán la gratuidad, la responsabilidad y el acceso al conocimiento, y harán posible una suerte de inteligencia universal mediante la mutualización de las capacidades creadoras de todos los seres humanos.
Una nueva economía, productora de servicios sin el único propósito de lucro, conseguirá desarrollarse al mismo tiempo que el mercado, antes de terminar con él.
Ese será el momento en que el mercado y la democracia, como los conocemos en la actualidad, se habrán transformados en conceptos perimidos, recuerdos desdibujados, tan difíciles de comprender como lo son hoy el canibalismo o los sacrificios humanos.
© LA NACION
Cinco claves
1. Asia dominará el mundo
Dos tercios del comercio se realizarán a través del Pacífico.
2. Megalópolis
En 2025, habrá 30 ciudades de más de 10 millones de personas.
3. Migraciones en masa
Por la miseria y el cambio climático, 25 millones de personas se exiliarán por año.
4. Brasil y México, protagonistas
En 2030, serán las potencias dominantes en América latina.
5. Supranacionalidad
Hacia 2060, nuevas instituciones organizarán la vida colectiva.

No hay comentarios: