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viernes, 19 de marzo de 2010


19 de Marzo de 2010 CHILE CORREO DE LECTORES
Lo que el terremoto construyó
“Puede parecer un título paradójico, pero no lo es”, asegura el director general de Grupo CP, Felipe Rios, al inicio de su correo de lectores, escrito a raíz del terremoto que azotó a Chile en la madrugada del viernes 27 de febrero.
Este año, y junto al Bicentenario de nuestro país, nuestra agencia cumple diez años. Comenzamos tan sólo tres personas en el año 2000 y hoy llegamos a ser cerca de 70.
Como en cualquier empresa se necesitó de mucho esfuerzo, ganas, fe y perseverancia, junto con una que otra ayuda para llegar a lo que hoy somos.
Este año habíamos preparado un despliegue de acciones y eventos para celebrar nuestros diez años, nuestros primeros diez años.
Ya habíamos terminado de instalarnos en las oficinas de Ciudad Empresarial como siempre soñamos. Teníamos 1.000 metros en cuatro plantas de doble altura unidas por modernas escaleras interiores. Contábamos con amplias oficinas envidriadas y con perfiles de aluminio que le daban un look perfecto para una agencia de publicidad y marketing.
Terminamos de implementar las salas de reuniones con todo lo que la tecnología hoy nos proporciona junto con nuestro acogedor casino, donde esperábamos ver el mundial todos juntos en una increíble pantalla gigante con sonido “surround”. En fin, no nos faltaba nada para ser una empresa hecha y derecha: accesos controlados por huella digital, Wi-Fi de última generación, salas de servidores Apple especialmente equipadas con climatización controlada, una muy cuidada decoración corporativa como corresponde a una agencia creativa, además de las vitrinas que exhibían cuidadosamente numerosos premios nacionales e internacionales que tanto orgullo nos han dado.
Si hasta teníamos un cartel luminoso que mostraba nuestro lindo logotipo desde la calle, en el frontis del moderno edificio. Y aunque parezca algo normal para cualquier empresa, es todo un logro para una PYME que partió de cero, poder observar nuestro logo desde la calle donde pasan miles de personas.
Qué orgullosos estábamos de nuestras instalaciones y cuánto cariño le pusimos, ¡al fin teníamos pantalones largos como lo comentábamos!
Ahora, como muchos de ustedes ya saben, el viernes 27 de febrero todo se vino abajo. Nuestro tan inesperado terremoto de 8,8º terminó con nuestras oficinas. Gracias a Dios que sucedió a las 3:45 am, de lo contrario muchos no estarían aquí y lo más probable es que yo tampoco podría escribir esto hoy. Los que me conocen saben que jamás me movía de mi escritorio cuando temblaba en Santiago, yo era de los que creía que salir corriendo no tenía sentido ya que nunca pasa nada.
Bueno, así fue. Al día siguiente nos paramos frente a nuestro querido edificio y lo vimos en ruinas. Sentimos impotencia no sólo por verlo destruido, sino además por no poder entrar a retirar nada. Aún había algo de humo y el agua chorreaba por diferentes partes. Fue un espectáculo difícil de creer y muy impactante. Lo primero que se me vino a la mente fue pensar en esas personas que vivieron la guerra y experimentaron la terrible angustia de ver sus casas destruidas por los bombardeos.
Así fue, ya no teníamos agencia y jamás podríamos volver a trabajar en esas instalaciones.
Lo que vino después es lo que motivó estas líneas. Tuvimos que organizarnos y ponernos en acción. Teníamos mucho trabajo pendiente, campañas por presentar, originales que enviar a medios e imprentas, etc. Nuestros clientes requerían de nosotros el lunes siguiente al terremoto y teníamos que atenderlos.
Los directores de los distintos departamentos se pusieron en acción y organizaron a su gente. Los de cuentas y los de creatividad se juntaron para analizar cuáles eran los trabajos más urgentes. Priorizando eficientemente las ordenes de producción, analizaron con qué computadores portátiles contábamos (gracias a que muchos de nosotros dormimos con ellos) y qué se necesitaría para sacar el trabajo adelante.
¿Y dónde trabajar? Nos fuimos a mi departamento donde corrimos muebles y mesas, se organizaron las duplas, y se tomó inmediato contacto con los clientes, quienes sin dudar nos entregaron todo su apoyo y colaboración.
Por otra parte, otro grupo liderado por el director general de cuentas y el director financiero se organizó para buscar un nuevo lugar donde instalarnos a la brevedad. Tenía que tener los suficientes metros cuadrados para que entráramos todos, las instalaciones básicas para funcionar y la capacidad para poder, en un cortísimo plazo, cerrar contrato con alguna telefónica para instalar teléfonos e Internet.
Por último venía el tema de las mesas, sillas, computadores, fotocopiadoras, impresoras y algunos estantes para poder instalarnos. Esto, por nombrar algunas cosas en las que había que pensar cuando necesitas instalar desde cero a 70 personas en una nueva oficina.
Nos pusimos una meta y no fui yo quien la manifestó espontáneamente: en una semana el 100% de los que trabajamos en Grupo CP estaríamos juntos en una nueva oficina y trabajando con el mismo entusiasmo de siempre.
Pero sería muy difícil ya que existía un problema adicional. Partir de cero con clientes a los cuales has atendido por muchos años suena a imposible. Hay documentos, archivos, muestras, originales, etc., que son muy importantes para seguir adelante, y las oficinas antiguas se encontraban acordonadas y con una expresa prohibición de ingreso, además de una serie de guardias que se contrataron para velar que ello se cumpliera.
No teníamos nada. No había ni un lápiz, aunque eso lo podíamos comprar. Pero, ¿y las chequeras, facturas, cuadernos productos, últimos bocetos, muestras y todos los papeles importantes en que estábamos trabajando desde el viernes anterior?
Ahí nace el ingenio del chileno, aunque hoy puedo decirles que lo llamaría la inconciencia del chileno. Teníamos que poder entrar de alguna manera a la antigua agencia y recuperar lo que se podía. Para cumplir esta tarea los guardias tendrían que ser nuestro objetivo. Mejor no me explayaré en los trucos ni medios empleados, el tema es que un par de nosotros lo logró y algo pudimos rescatar.
Así fueron esos primeros días de la semana, inolvidables.
¿Y qué pasa con el título? ¿Qué construyó el terremoto que hasta ahora no lo entendemos?
Han pasado cerca de 15 días desde que sucedió, y hoy estoy escribiendo desde nuestra nueva agencia con un escritorio que consiste en una puerta sostenida por dos caballetes de pintor y una silla plástica naranja (color que por supuesto no es el corporativo de la agencia) que compramos en una tienda de departamento por pocos pesos, pero que habían las suficientes en stock.
Hoy no sólo estamos instalados, sino que felices, muy felices. Cumplimos esa difícil meta gracias a que fuimos capaces de organizarnos, capaces de mirar hacia adelante y no quedarnos inmóviles frente al desastre, y sobre todo, capaces de entregarnos a una tarea colectiva pensando más en los demás que en uno mismo. Todos estábamos trabajando en ese objetivo común, porque lo que estaba en juego era el trabajo de 70 personas, de 70 familias, y no nos era indiferente.
¿Qué es lo que construyó el terremoto? Una relación muy especial entre todos los que trabajamos aquí, una manera diferente de mirar la vida, donde te das cuenta que es mentira el decir que quedamos en la calle, sin nada. Teníamos lo que habíamos construido durante todos estos 10 años, una relación humana impresionante y una cultura que en estos momentos se puso a prueba.
Es verdad que el terremoto destruyó todo lo que las oficinas tenían, pero también es verdad que eso no valía nada en comparación con lo que en esas oficinas fuimos capaces de construir entre nosotros.
Hoy somos más felices, porque hemos sacado campañas tan o más creativas que antes y trabajando en peores condiciones físicas, pero con el tremendo orgullo personal y colectivo de haber sido capaces de olvidar el pasado y salir adelante con lo puesto (que es mucho).
Hoy nos dimos cuenta de que somos un grupo de personas que contamos con unos cimientos que difícilmente un terremoto podrá echar abajo.
Y como decimos siempre entre nosotros: MENOS ES MÁS. Créanme que esto es verdad.
Lo que verdaderamente vale la pena cuidar es aquello que muchas veces no se ve.
Un abrazo muy grande y gracias a todos los que nos llamaron, nos enviaron e-mails, mensajes, y en especial, a nuestras familias, que una vez más estuvieron cerca cuando las necesitamos.
Siempre habrá un café esperando para el que quiera visitarnos, aunque agradecemos de antemano que traiga usted su taza.

Felipe Rios

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