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domingo, 31 de agosto de 2008



todo vale: fracturas, trastornos psiquiátricos, anorexia y demás yerbas
Para sobresalir, la onda es enfermarse por un sueño
Jésica Cirio tiene síndrome de atención, Karina Jelinek insinúa su anorexia en los reportajes, y media docena de bailarinas y patinadoras hablan casi en cadena nacional de sus fracturas, heridas y esguinces.
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Cecilia Oviedo ya habló en todos los medios nacionales de su fractura de tibia y peroné, sus dos operaciones y doce clavos. Andrea Estévez se pegó flor de golpe y anduvo con cuello ortopédico antes de salir a patinar. Bárbara Simons se declaró anorexia nerviosa y no es casual que su sueño se vincula con ese tema. Raquel Mancini tuvo fractura expuesta expuesta de tobillo, y Paula Trapani sufrió anteayer un corte en la cara. ¡Ni hablar de Mariana de Melo, que hizo alarde del drama de perder un embarazo! Todo este cúmulo de desgracias personales parece ser la nueva clave para alimentar los guarismos del rating televisivo. De seguir este camino, satisfacer las preferencias del público será un trabajo cada vez más fácil. ¿La clave? El morbo sin límite.A contramano de lo que pasaba en otras épocas, donde se cultivaba el pudor y la enfermedad era una realidad para esconder, hoy el plan de acción de la televisión es completamente diferente. Por un lado, la estrategia comercial para acaparar mayor audiencia es directamente proporcional al sexo (aumenta en relación con la cantidad de culos y tetas en pantalla), pero también se suma una nueva variedad que nos regala el género favorito del público: los realities, ese género que consiste también en celebrar la exposición al palo, incluso con las dolencias o deterioros del cuerpo. En la TV basura, como le dicen los académicos, los contenidos de alto impacto son moneda corriente y, a la vez, pierden en la carrera contra la satisfacción del morbo. ¿Hasta dónde se puede llegar para atrapar la sed de la audiencia en este juego donde las miserias de la vida real son mostradas en vivo? Sebastián Wainraich, acostumbrado a repasar la televisión cada semana en TVR, apunta: “No sé si la gente realmente tiene esa sed de morbo. No me gusta englobar a todo el mundo. A mucha gente le gusta y a mucha no. Pero es verdad que, en general, los programas de televisión suben la apuesta constantemente y buscan el golpe bajo para acaparar audiencia. Lo que veo es que la televisión está viviendo un momento de exageración. La exageración del odio, del amor, o de lo que sea”.En este mercado, la vedette Jésica Cirio tiene crédito. El TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) la tiene a mal traer. La participante de Bailando por un sueño ya tiene bien forjada su carrera en la televisión; sin embargo, logró subir un par de escalones más en el podio de la masividad con su incapacidad. En su página web, publica declaraciones hechas en el programa Los profesionales, que conduce Viviana Canosa: “Me levanto a las seis y media y no paro de trabajar todos los días hasta las diez de la noche. Entre los desfiles, los ensayos del Bailando por un sueño, el spa, las campañas y los viajes, ¡no paro ni un segundo! Por eso a veces, cuando estoy bailando, por momentos me pregunto: ‘¿Dónde estoy?’”.El TDAH es un trastorno psiquiátrico que consiste en la falta de atención, impulsividad e hiperactividad. Aparece generalmente antes de los cuatro años, pero muchas veces no se identifica hasta que el niño entra en la escuela, y puede persistir hasta la adolescencia e incluso en la edad adulta. El problema de salud se acompaña a la propensión a la conducta antisocial y depresión. No se conocen con precisión las causas, pero parecen influenciar factores genéticos, daño cerebral precoz y cuestiones psicosociales.El caso del desmayo de Karina Jelinek es otro ejemplo del mal uso de la pantalla. La morocha contó en una revista que se pasaba doce horas sin comer para estar “chatita” a la hora de bailar. Al conocer el motivo de este informe, amplió los datos: “Admito que a veces me olvido de comer porque en el trajín del día no respeto los horarios pero, cuando me relajo, me como todo. No me veo gorda, estoy bien con mi peso y estos días que estuve de licencia me alimenté muy bien. Es verdad que ese día había comido poco, pero cuando las grabaciones son a las 5 de la mañana se te trastruecan muchos de tus hábitos, incluso las comidas”. –¿No te parece que la tele se estaba pasando de la raya, repitiendo hasta el hartazgo la escena de tu desmayo? –Ese día llamé a la producción para que por favor editaran esa parte y me dijeron que de ninguna manera lo iban a hacer. A partir de eso, yo había decidido irme del programa. Me parece morboso mostrarle a la gente esas imágenes. Me daba vergüenza lo que me había pasado. Finalmente hablé con la producción, porque yo con Marcelo Tinelli no tengo comunicación, y decidí no irme. Lo que entendí es que con tal de tener rating, la televisión hace cualquier cosa. Es lamentable que la persona famosa tenga que pagar ese peaje. Serafín Zubiri es otro participante del Bailando… que generó polémica por su discapacidad, desde el minuto uno. Este bailarín español no vidente –que venía de hacerse famoso participando en la versión del concurso en su país– aterrizó en Buenos Aires con mucho punch gracias a los comentarios del conductor Mario Pergolini, desde el micrófono de su programa ¿Cuál es?, en la FM Rock & Pop. –¿Sentís que tu ceguera alimenta los ratones más oscuros de los televidentes? –No es morboso ver bailar a un ciego. Al contrario, es integrador. ¿Por qué no puede sumarse a un certamen de baile? Creo que los otros personajes tienen su parte de morbo cuando ventilan cuestiones de su vida privada. Yo no entro en ese tipo de disertaciones, porque no me aportan nada, pero todo es parte del show.La tendencia es global: una perla como muestra del fenómeno en otras latitudes es la que protagonizó Jade Goody, la concursante británica de Gran hermano –versión india–. La joven tuvo que abandonar la casa, no por estar nominada y ser expulsada por los televidentes, sino porque la voz, que alguna vez imaginó George Orwell en su novela 1984, le anunció desde el confesionario y públicamente que tenía cáncer cervical.¿Cómo fue que este año esta tendencia mediática pegó el estirón gracias a las maniobras de especuladores expertos que aprovecharon el apetito del público? Desde su blog Pan Rayado, Tomás Abraham opina: “Los medios de comunicación se han convertido en una máquina morbosa. Pasan de la sangre a las siliconas sin solución de continuidad. La pornopolítica ambiente necesita mostrar la violencia más sanguinaria y secreta, mostrar el horror y la amenaza de mafias, carteles de Juárez, un entramado siniestro de jueces y convictos, a los culos de Tinelli previamente analizados y comentados por todos los programas llamados La previa, Intrusos, y demás. Es falso argumentar que el que no quiera verlo puede cambiar de canal porque todos están llenos de lo mismo. [...] No se trata de no encender sino de hacer el esfuerzo de apagar los aparatos porque ya estamos espontáneamente encendidos con la misma naturalidad que se practicaba el antiguo chisme entre vecinas que baldeaban las veredas”. Entonces, la constante demanda para consumir contenidos relacionados con lo sexual, la violencia, las adicciones y ahora la enfermedad, ¿no será una decisión puramente de la industria? De alguna manera, la pantalla chica refleja la realidad social de hoy, que se asume cada vez más morbosa y retorcida.La morbosidad, elemento del ratingEl psiquiatra Claudio Dresl opina: “La presencia de elementos morbosos en la actualidad mediática parecería no tratarse de algo exclusivo de los tiempos de hoy. La conexión de morbosidad y espectáculo ya era notable en la antigua Roma, con la avidez popular por la lucha de gladiadores en el Coliseo. En la antigua China y en la Europa medieval, las ejecuciones de prisioneros y condenados eran espectáculos muy populares. La acción de la guillotina en la Revolución Francesa era todo un acontecimiento que generaba masiva asistencia popular. El morbo estaba de parabienes. Tal vez, y sólo en la modernidad, los elementos morbosos fueron retirados de un primer plano. Las grandes ideas directrices concordaban para el repliegue de la expresión de los ‘bajos instintos’. En nuestra actualidad posmoderna, lo que en realidad buscan los medios es la avidez por lo ‘diferente’, lo ‘nuevo’, lo ‘excesivo’ y lo ‘impresionante’ como condimentos infaltables, haciendo siempre hincapié en la preponderancia de ‘la experiencia sensible’. Es en esa mezcla que la morbosidad aparece como un elemento más en la carrera por la búsqueda de generadores de rating. No me extraña que en la televisión aparezca cualquier cosa que se reconozca como morbosa, pornográfica o escandalosa. Igualmente, todo será rápidamente liquidado en su profundidad esencial”.La morbosidad, elemento del ratingEl psiquiatra Claudio Dresl opina: “La presencia de elementos morbosos en la actualidad mediática parecería no tratarse de algo exclusivo de los tiempos de hoy. La conexión de morbosidad y espectáculo ya era notable en la antigua Roma, con la avidez popular por la lucha de gladiadores en el Coliseo. En la antigua China y en la Europa medieval, las ejecuciones de prisioneros y condenados eran espectáculos muy populares. La acción de la guillotina en la Revolución Francesa era todo un acontecimiento que generaba masiva asistencia popular. El morbo estaba de parabienes. Tal vez, y sólo en la modernidad, los elementos morbosos fueron retirados de un primer plano. Las grandes ideas directrices concordaban para el repliegue de la expresión de los ‘bajos instintos’.En nuestra actualidad posmoderna, lo que en realidad buscan los medios es la avidez por lo ‘diferente’, lo ‘nuevo’, lo ‘excesivo’ y lo ‘impresionante’ como condimentos infaltables, haciendo siempre hincapié en la preponderancia de ‘la experiencia sensible’. Es en esa mezcla que la morbosidad aparece como un elemento más en la carrera por la búsqueda de generadores de rating. No me extraña que en la televisión aparezca cualquier cosa que se reconozca como morbosa, pornográfica o escandalosa. Igualmente, todo será rápidamente liquidado en su profundidad esencial”.

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