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miércoles, 27 de noviembre de 2013

medios

 MEDIOS Y COMUNICACION
Democracia audiovisual para Unasur
Diego Rossi, desde Mar de Plata, reseña lo ocurrido en la tercera edición del Encuentro de Comunicación Audiovisual realizado la semana anterior en la ciudad balnearia y expone los principales puntos de una agenda regional hacia la democracia audiovisual.
http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Diego Rossi *
Desde Mar del Plata
La tercera edición del Encuentro de Comunicación Audiovisual realizada del 21 al 23 de noviembre en Mar del Plata mostró aspectos de trascendencia nacional y regional hacia la democracia audiovisual.
Los distintos ministerios y agencias públicas actualizaron el avance de las redes de fibra óptica, el incremento de horas de producción nacional con temática diversificada y raigambre cada vez más federal. Recordaron la disponibilidad y el alcance nacional de la Televisión Digital Abierta y los contenidos de las señales públicas.
Assange y la circulación de contenidos
Sorprendió, en el último día del encuentro, la presencia vía teleconferencia desde “territorio ecuatoriano en Londres” del asilado Julian Assange. Durante la exposición, con frases contundentes, actualizó diagnósticos de dependencia en la circulación de contenidos y de la concentración de producción y distribución de empresas con posiciones dominantes del mercado. También Assange valoró “el rol activo de Latinoamérica en la búsqueda de resguardar la soberanía y la libertad frente a los avances sobre la Internet global”.
Así, reafirmó los fundamentos de la convocatoria lanzada el día anterior para vertebrar un Consejo de Comunicación Audiovisual para Unasur, propuesta realizada por el vicepresidente Amado Boudou y la presidenta del Incaa, Liliana Mazure.
En una reunión articulada vía la Cancillería, representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Venezuela analizaron “las principales conquistas y desa-fíos que atraviesan los países suramericanos en el mayor proceso de transformación de la producción y comunicación audiovisual de su historia”, de acuerdo con el acta suscripta.
Destacaron la revisión de los criterios de conectividad de redes de fibra óptica e inalámbrica y la necesaria planificación y regulación de los Estados para impedir imposiciones “de facto” en las capacidades de interconexión, en la distribución (vía centros de emisión ubicados fuera del propio territorio), y las barreras a la entrada de nuevos prestadores vía costos directos o indirectos fijados por los oligopolios preexistentes.
Se evaluó imprescindible no sólo aumentar la diversidad de contenidos de acceso libre, sino también incidir en la distribución y exhibición del cine, la televisión y “cualquier nuevo producto audiovisual que circule por distintas plataformas”, aludiendo a YouTube, Google, Netflix y demás emprendimientos que generan excedente económico por fuera de los sistemas analógicos tradicionales. “No es una cuestión de control social, sino de necesaria promoción de la construcción colectiva”, sintetizaron.
Resulta gratificante tomar nota de experiencias en marcha que trascienden las fronteras de cada país. Ejemplo de ello es la cooperación en Televisión Digital Abierta de de-sarrollos argentinos y brasileños, en Venezuela y Bolivia. O el funcionamiento de Ibermedia TV, con programas a emitir en las televisoras públicas. O el desarrollo de los satélites de Arsat y el Tupac Katari boliviano. O los fondos de coproducción entre países para aumentar la cantidad de películas.
Sin embargo, se constataron fuertes restricciones del mercado de distribución que impiden a la casi totalidad de los 430 largometrajes estrenados por año en Latinoamérica ser vistos por el público del propio país, y mucho menos por los países vecinos o hermanos. Preocupación común con las naciones europeas, que tampoco ofrecen en sus pantallas producciones de origen distinto a las grandes majors norteamericanas.
La agenda
Resaltaron las siguientes cuestiones de agenda para Unasur:
- Diversidad audiovisual. Nuevos emisores en radio, TV y plataformas digitales: fortalecer criterios comunes (ejemplo: garantía de un tercio del espectro radioeléctrico para organizaciones sociales, como ya existe en legislaciones de Argentina, Uruguay y Ecuador).
- Unificación de criterios para limitar las crecientes presiones de los distribuidores a los derechos de emisión y propiedad intelectual de los realizadores de películas, que impiden su difusión para el gran público latinoamericano.
- Fortalecer bancos de contenidos audiovisuales de acceso público en cada país pensando en esquemas inteligentes de circulación y programación. Digitalización de películas y materiales producidos con tecnología analógica, tendiendo a un Banco de Contenidos Audiovisuales de Suramérica para preservar y difundir nuestro patrimonio audiovisual.
- Promover la formulación de guiones y producciones compartidas entre los países (coproducciones, proyecto venezolano Canal Patria Grande, etcétera).
- Regular, desarrollar y capacitar en nuevas tecnologías en sintonía con la convergencia tecnológica. Compartir redes como Arsat para asegurar la distribución digital de películas y material audiovisual sin depender de redes comerciales.
- Consolidar la producción de componentes y terminales para sustituir importaciones y multiplicar los recursos humanos calificados y el empleo en la región. (Mazure anunció un plan de ensamblaje en Argentina de proyectores digitales por la empresa NEC, lo cual se suma a la creciente implantación de sistemas digitales de TDA.)
* U.B.A. Observatorio del Sector Audiovisual.
MEDIOS Y COMUNICACION
La duda sagrada
Augusto Dos Santos, desde Paraguay, plantea su “duda sagrada” respecto de qué son y para qué sirven los medios públicos, partiendo de la base de que no son ni medios de gobierno ni medios comunitarios y señalando que se necesita un debate sobre el tema al más alto nivel.

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Augusto Dos Santos *
Desde Asunción, Paraguay
Un día, cursando el segundo o tercer grado de la primaria en un colegio católico, le pregunto a mi abuela cómo es posible que en el Arca de Noé se salvaran todos los animales, porque no entendía cómo fueron convocados y tampoco comprendía si la inundación también alcanzó a mi pueblo en el Paraguay.
Mi abuela me miró un rato, puso la mano sobre mi cabeza y me dijo: “Esas son dudas sagradas y las dudas sagradas no se preguntan, m’hijo”.
Hace pocas semanas, escuchando a un admirado teórico de la comunicación latinoamericana, con una posición muy dura en contra de la “distancia” que tendrían que tener los medios públicos de sectores particulares (para ser universalmente plurales), agregando un duro cuestionamiento a cualquier intención de basarnos en la experiencia europea para sostener tal sentido de institucionalidad, me vino a la mente esta reflexión de la abuela porque no hizo sino reavivar en mí “la duda sagrada” en relación a si realmente estamos planteándonos un debate conceptual sobre qué son y para qué sirven los medios públicos en América latina.
Aunque cualquier generalización (y comparación) termina siendo antipática, a veces nos asaltan ganas de pensar que así como la derecha ha caído en la tentación de creer que los medios públicos son medios de gobierno, en reiterados ejemplos se vislumbra que la izquierda tiende a creer que los medios públicos son medios comunitarios. Y ni lo uno ni lo otro.
Persistir en tal polaridad, aun peor, sería presagiar que los medios públicos serían indefinidamente una especie de Sleepy Hollow, aquel legendario jinete sin cabeza de Washington Irving, que cabalga por el mundo llevando justicia pero sin definirse quién es realmente.
Posiblemente, este problema para dibujar los medios públicos, desde la tinta de su concepto, no es otra cosa sino la dificultad que tenemos los latinoamericanos para conseguir la tinta de lo público.
Lo público, la esfera pública, etc., sigue siendo un debate de oenegesistas y universitarios que han logrado –intelectualmente– apropiarse de este concepto, cuya ausencia, vale afirmarlo, sigue agobiando al resto de la ciudadanía. Perdón... de la población, porque sencillamente el hospital público o la escuela pública siguen siendo asuntos más importantes que la comunicación pública, por no citar el precio del pan y la suba del combustible.
Mientras tanto, por algún motivo vinculado fundamentalmente con la oportunidad del poder, se sigue postergando un gran consenso sobre el ADN de los medios públicos. Un debate sobre este tema, claro, abierto y democrático, y que implique a los decisores políticos de los países podría ser una fórmula importante para que –por lo menos– separemos una cosa de otra cosa. Y de paso serviría para lograr que la identidad de los medios públicos deje de ser una más de nuestras atávicas dudas sagradas.

* Comunicador, consultor en comunicación. Ex ministro de Comunicación para el Desarrollo (Paraguay).

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