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miércoles, 23 de marzo de 2011

medios

MEDIOS Y COMUNICACION
Derecho se dice...
A partir de la experiencia de Radios por la Educación, Silvia Bacher describe cómo desde la comunicación se pueden generar cambios, producir procesos sociales y promover derechos.
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Por Silvia Bacher *
En las radios de la localidad misionera de Aristóbulo del Valle una voz fresca, risueña, señala con inconfundible tonada guaraní: “Hola se dice mbé pa. Lluvia se dice oké. Gracias se dice aveté. Sol se dice ñamandú. Chico se dice avá. Chica se dice cuñá. Nuestro se dice ñandé. Hombre se dice karay. Derecho se dice...”. El recitado se interrumpe abruptamente por un murmullo incomprensible. La traducción de la palabra derecho no aparece y el murmullo se acalla. Entonces la voz del locutor interpela: “Para ejercer los derechos, primero hay que saber que existen”.
Quienes produjeron este alerta ciudadano son chicos y chicas de la comunidad aborigen Mbya Guaraní Flor del Monte que asisten al programa Radios por la Educación –impulsado por la asociación civil Las Otras Voces. Comunicación para la democracia–, componente que hace foco en el derecho a la comunicación como una estrategia de transformación social dentro del Programa Ciudades por la Educación que Unicef desarrolla en las ciudades de Fontana (Chaco), Clorinda (Formosa), Tigre (Buenos Aires) y en la mencionada ciudad misionera.
En los últimos dos años, Radios por la Educación trabaja en el desarrollo e implementación de estrategias para acompañar y fortalecer el entramado social en dichas localidades, promoviendo los derechos a la comunicación, a la participación y la educación. El desafío consiste en desarrollar condiciones y oportunidades para que niños, niñas y jóvenes ejerzan su derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, profundicen su capacidad de producción y de análisis crítico y fortalezcan su rol protagónico en el desarrollo de sus comunidades. El proceso es arduo, muchas veces el camino se vuelve inhóspito. Pero al comenzar a desarticular las dificultades que las lógicas imperantes instalan como barreras –las del no se puede, salvarse solo, no hay salida– y fundamentalmente al ver los frutos del trabajo realizado, la transformación se pone en movimiento. Más de dos mil chicas y chicos de universos diversos participan de las iniciativas que involucran a las familias, las autoridades locales, los medios de comunicación que abren sus micrófonos para dar a conocer qué piensan, qué sienten, qué sueñan los jóvenes. Todos tienen lugar. Participan jóvenes escolarizados y los que la escuela dejó en el camino, los que viven en zonas urbanas, quienes residen en parajes alejados o en comunidades indígenas, aquellos que están en situaciones de conflicto con la ley y también los que requieren educación especial. El desafío está en que de la mano de los jóvenes lleguen las familias.
En muchos casos son mujeres indígenas, en otros organizaciones sociales territoriales, docentes o equipos técnicos quienes buscan el taller de radio, para pensar cómo comunicar sus necesidades, transmitir claves vinculadas, por ejemplo, a nutrición o prevención de abuso. Talleres semanales o itinerantes, radios abiertas, radios escolares, visitas a radios, jornadas de movilización social, capacitaciones, cuadernillos, cuñas radiales, blogs, todo suma y nada parece ser suficiente para lograr el objetivo.
Niños, niñas y jóvenes buscan priorizar los temas que les preocupan e inciden directamente en el desarrollo de sus vidas cotidianas, identifican a los actores que tienen responsabilidad en la toma de decisiones sobre estas preocupaciones y realizan producciones para comunicarlas a sus comunidades. El trabajo apunta a que se vean como actores con capacidad de incidencia y transformación, que reconozcan lo fundamental que resulta el ejercicio del derecho a la comunicación como puerta de acceso a otros derechos y vean en la radio una herramienta para promover cambios en los entornos donde viven.
Para que el proyecto no sea sólo una buena práctica se busca incidir en la agenda pública, para lo cual los referentes locales establecen acuerdos institucionales con actores estratégicos. Así lo pone en evidencia Silvina, la referente local en Fontana, al participar activamente de las audiencias públicas convocadas por el intendente, quien ha comprendido la trascendencia de la iniciativa y la suma en los diferentes barrios.
Radios por la Educación nos enseña que la transformación es difícil, pero no imposible; que es necesario proponerse indicadores altos (aunque a veces se perciban inalcanzables), porque la comunicación es un derecho que trae de la mano muchas llaves que sacan del silencio otros derechos. Y, sobre todo, que la transformación a través de la comunicación no es sólo individual, sino social. Hay voces juveniles que comienzan a circular, a tener sonido, que proponen miradas originales, capaces de aportar a una ciudadanía más plena y justa. Voces indispensables para construir el país que soñamos; en el cual desde el albor de la vida, la palabra derechos no precise traducción porque no queda un solo ser humano sin ejercerlos.
* Directora de Las Otras Voces. Comunicación para la democracia. www.lasotrasvoces.org.ar
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Hacernos cargo
Teresita Vargas discute la posición de “técnicos” que asumen algunos comunicadores y llama a hacerse cargo de las responsabilidades dejando de lado una falsa objetividad.
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Por Teresita Vargas *
Durante la década de los noventa, la flexibilización laboral y la desregulación del mercado de trabajo trajo consigo situaciones de precariedad para muchos trabajadores y una idea de profesionales técnicos que se deslindaban de las decisiones políticas. El técnico dejó de verse como un trabajador para convertirse en gerente o consultor, dejando de lado algo insoslayable: independientemente de las intenciones, cada decisión está siempre atravesada por una concepción, por una idea de país. En apariencia, los cuadros técnicos sólo diseñaban herramientas o aplicaban resoluciones en base a decisiones políticas que otros tomaban. Eduardo Basualdo sostiene que para consolidar el modelo de acumulación económica basado en lo financiero que iniciaran las dictaduras militares fue vital “la incorporación al bloque de poder de los intelectuales supuestamente independientes, desligados del sistema político, que percibieron ingresos relativamente elevados a partir de la proliferación de contratos y consultorías que acompañó el proceso de destrucción y transferencia del aparato estatal al privado”.
A pesar de las profundas transformaciones que se han gestado desde entonces en el escenario nacional y regional, principalmente en esta última década, este imaginario de técnico o consultor político despolitizado persiste aún en el discurso de algunos profesionales que forman parte de equipos estratégicos para la gestión, tanto del Estado como de empresas privadas. Todavía resulta confuso el rol de muchos de los que están en esos puestos, siendo “leales servidores” de los intereses de las corporaciones o de políticos con propuestas poco claras. Los comunicadores no escapan de esta consideración. En este contexto, el comunicador se convierte en aquel “técnico” que diseña estrategias para difundir determinados intereses, pero no se percibe como co-responsable de los contenidos ni de las determinaciones que adoptan los decisores.
Resulta fundamental reflexionar acerca de este modelo de profesional y, sobre todo, es sustancial redefinir el rol de los y las comunicadores/as en la sociedad actual. Para precisar: cuando decimos “comunicador” o “comunicadora” pensamos tanto en los periodistas como en los gestores de la comunicación en ámbitos públicos y privados en todo su espectro.
La filósofa española Adela Cortina afirma que toda actividad humana produce “bienes internos” y se ejecuta para un fin determinado. Ninguna actividad se realiza sin objetivos o intereses que concretar, y el “fin de esa actividad es lo que le da sentido y es lo que le da legitimidad social. No sólo necesita legitimidad la política, cualquier actividad necesita legitimidad”. ¿Cuál es el fin de la actividad de las y los comunicadores/as, cuál es la meta de su trabajo, lo que le da sentido a su actividad?
Si creemos realmente que la comunicación es el espacio donde se disputa la producción de sentidos, y que cada acto está per se impregnado de connotación política, es imposible deslindar el trabajo del comunicador y los fines que persigue del sentido político que en definitiva “apoya”. Nadie mejor que el comunicador entiende y sabe que toda acción es comunicativa, implica una elección y provoca determinados impactos. Tiene la habilidad (y la responsabilidad) de saber cuáles pueden ser los “posibles” campos de efectos y sentidos de un discurso o práctica social. Se ha preparado para eso.
Acompañar la gestión de un candidato demagógico no puede comparase con la promoción de acciones para la democratización de la comunicación. Es un contrasentido. Hacer prensa institucional de una empresa que contamina resaltando las propiedades y valores de la misma no resulta igual que trabajar en una campaña para una organización que se preocupa por el cuidado del medio ambiente.
Afortunadamente, también podemos decir que muchísimos colegas trabajan desde un sentido ético y social profundo para fortalecer la ciudadanía en el marco de los derechos. Existen ya muchas experiencias de esta índole y se están multiplicando día a día.
Esta es nuestra responsabilidad: aportar a la visibilidad de las posiciones y las posturas que atraviesan los discursos y las prácticas sociales, asumiendo todo lo que implica apoyar con nuestro rol unos u otros sentidos. Ello supone hacernos cargo de que cuando decidimos trabajar en un lugar inevitablemente estamos acordando (al menos en alguna medida) con los sentidos y valores que allí se construyen y circulan; y, desde esta misma ética profesional, dejar de pregonar la tan mentada como falsa “objetividad” de nuestra labor.
* Licenciada en Comunicación Social. Docente-investigadora UNLP/UBA.

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