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domingo, 25 de julio de 2010

innovadores de los medios

Innovadores
Jim VandeHei, cronista del poder e incansable cazador de primicias
Cuatro años atrás dejó una promisoria carrera en el Washington Post para lanzarse a una aventura incierta: Político, un diario gratuito que, en poco tiempo, se convirtió en lectura obligada en la capital norteamericana. ¿Su fórmula? Velocidad, frescura y el foco puesto de manera exclusiva en la información política
Silvia Pisani
Corresponsal en EE.UU.
Viste con cuidado de modelo, se mueve rápido pero atento a que no se le arrugue la camisa; mira permanentemente su teléfono móvil. Hace pensar en un gato: siempre con las orejas paradas, siempre listo para saltar y siempre prolijo. Pero le falta el aire sereno del felino y está a años luz de su inagotable capacidad de siesta; más bien, a simple vista, tiene más de tiburón de Wall Street que del clisé que se suele atribuir al periodista "de buen olfato" que, sin duda, es.
A los 39 años, Jim VandeHei sintetiza su objetivo con un verbo recurrente. "Controlar, lo que tenemos que hacer es controlar nuestro sector", dice. Y lo repite casi como un mantra del marketing. El Dalai Lama le diría que no pierda el tiempo, que nunca se controla nada, salvo a uno mismo. Pero es difícil imaginar a este joven ambicioso y sin tiempo leyendo al monje tibetano que hace del tiempo, justamente, el principal tesoro.
Dos mundos opuestos. Y cada uno al suyo. Porque hoy este empresario fibroso está sentado sobre el sueño que acunó bajo el cielo campesino de su Medio Oste natal, la patria rústica del jean, del overol de trabajo y de las botas. Esto es: hacer de su pasión por el periodismo y, sobre todo, por el periodismo político, un producto de consumo, pero refinado. Y lo hizo a todo o nada, con el instinto de batalla con el que se escribió la historia de su tierra: de un lado lo que ya no sirve y del otro, el futuro. De un lado los que ganan, del otro, los que no. Sin medias tintas.
Graduado en Periodismo y en Ciencia Política de la Universidad de Wisconsin-Oshkosh, VandeHei avanzó a su paso: la zancada. Y logró en pocos años lo que a muchos periodistas les cuesta una vida: llegó a las grandes ciudades y trabajó en los medios más reconocidos: The Wall Street Journal y The Washington Post . Y lo hizo en el área más sensible: la información política, el cuerpo de elite del oficio.
Dice que le iba bien. Salvo que una pregunta molesta le rondaba la cabeza y no lo dejaba en paz. "¿Por qué los cronistas de política son más divertidos cuando hablan entre amigos que cuando escriben?" Y ese molesto zumbido, como una mosca en la oreja, terminó por dispararle la idea que, a cualquiera -medianamente sensato en este tiempo de incertidumbres en el periodismo- le hubiese sonado a locura. Esto es: un medio propio, un medio por Internet, un medio dedicado solamente a política y que sea divertido. ¿Por qué no intentarlo? ¿Dejar una posición de prestigio y una carrera prometedora en The Washington Post por esa quimera? "Absolutamente sí" fue su respuesta, en uno de esos diálogos de locos frente al espejo de los que no escapa ningún ser humano.
Eso fue hace cuatro años. Y hace tres, en 2007, apareció Politico , el sueño del medio propio que, rápidamente, se convirtió en un "must" ( be readed ) de esta ciudad. Una rara mezcla de tabloide gratuito -distribuye 35.000 ejemplares de lunes a viernes- y de página web que se ha hecho lugar entre la prensa tradicional y -lo que es más difícil aún- entre la media docena de publicaciones similares (gratuitas y dedicadas a la política y al lobby) que empapelan la capital del poder. Y sus sitios web.
Contagiosa obsesión
¿Qué es lo que lo hace distinto? ¿Qué es lo que lo hace atractivo? ¿Qué es lo que lo hace imperdible? Un sondeo informal de LA NACION entre corresponsales en Washington y personal del Congreso y de la Casa Blanca arrojó estas respuestas, a saber: "Lo tienes todo, es fresco, es rápido, es divertido, se encarga tanto de los personajes de la política como de los procesos, tiene el mejor servicio de alertas al teléfono móvil, tiene la ventaja de que permanentemente te está avisando de cualquier modificación de horarios o de actividades en el Congreso y en el mundillo político". Y la respuesta más curiosa y repetida de diferentes maneras fue -más o menos- esta: "Siento que trabaja para mí".
¿Cómo se consigue esto? Es evidente que, como la mayoría de los cocineros, VandeHei se guarda parte de la receta. Sí dice, en cambio, que se levanta todos los días a las 4.30, que está obsesionado por las primicias y que contagia esa obsesión a quienes trabajan con él. Empezó con una decena de cronistas. "Busqué a los mejores", dice. Hace un año, eran ya cien. Y en un año calcula que serán 140.
"¿Querés que te cuente cómo es trabajar con VandeHei? -nos dice uno de ellos. "Ok, te lo diré: imagínate estar todo el día con alguien que, a cada rato, camina por la redacción a su paso -la zancada- gritando: ¿Quién tiene una primicia? ¿Quién tiene una primicia? ¡La quiero ya!"
Nuestro colega levanta los ojos al cielo, como quien pide clemencia. Hace tres meses que trabaja en Politico , gana 40.000 dólares al año (bastante poco para lo que es Washington), anda por los 30 años y sueña con llegar lejos. Pero teme no resistir: dice que, en lo que va del año, una docena de cronistas dejaron el medio que es noticia. "Uno de ellos me dijo que fue una opción entre vivir o consumirte frente a la pantalla", dijo. Y vuelve aquella idea inicial de algo de mezcla entre periodista y tiburón de Wall Street.
Por supuesto, las historias negras también existen. Hay quien desconfía de Politico , porque lo ve escorado a la derecha, más cerca de los republicanos que de los demócratas. Y a igual distancia de la objetividad. "De ser cierto, eso es peccata minuta frente a la carga ideológica que estamos viendo en el periodismo de este país", dijo a LA NACION Richard Goomelin, de la escuela de periodismo de la Universidad de Indiana.
Otros se preguntan por el financiamiento. O por la leyenda negra que circula sobre la salida de VandeHei del Washington Post y el manejo del dominio PostPolitico.com, que -según admitió- registró a su nombre para luego negociarlo con su anterior empleador. "Fue un acuerdo de caballeros. No hubo ninguna cifra astronómica de por medio", se ataja él, cuando le preguntan por el asuntito. "El año pasado fuimos ligeramente rentables; este año tenemos un confortable margen de beneficios, en torno al 25%", dijo, en lo que podría ser, por sí mismo, la envidia del negocio.
"Empresas de defensa o activistas medioambientales pagan mucha plata para influir en el legislador. Y se dirigen a Politico porque saben que Rahm Emanuel -mano derecha de Obama- o Nancy Pelosi -presidenta de la Cámara de Representantes- van a ver su aviso", dice, a la hora de explicar parte del secreto. Un secreto que -eso queda claro- necesita del papel para financiarse. Politico no es solamente una web: necesita del diario impreso, que se distribuye en forma gratuita, para poder subsistir.
El dice que tuvo suerte. Y que lo que lo distingue es la especialización, el foco, la concentración. "Tenemos éxito porque nuestro foco está claro, y esto va a ser cada vez más importante para los medios. Tú escuchas el nombre Politico y sabes lo que te va a dar. En la portada, la noticia política no va a batallar con una de deportes o con la del tiempo. Y luego, al final del día, el contenido importa, importa inmensamente, ahora más que nunca. Ya no vale eso de decir: "Ah, tengo que leer The Washington Post ", nadie tiene por qué leer el Post cada día, tienes que ganarte a los lectores, tienes que contarles cosas que no sepan. Fuimos capaces de hacerlo", dijo, hace poco, en diálogo con el madrileño El País .
Hace cinco años, era un reportero más del Post . El año pasado, la revista Vanity Fair lo situó entre los 100 hombres más poderosos de la nueva era de la información. Es el primer representante de una organización con mucho de web en el Consejo de los Premios Pulitzer. Lo llaman para dar conferencias. Lo consultan sobre el futuro del periodismo. El éxito tiene esas cosas.
El, en realidad, es un adicto a la información política, un rubro que no siempre goza de buena fama entre quienes mezclan información con entretenimiento. Y se hizo gourmet. Buscó la receta de todas las recetas, la que lo llevó a entretener con una materia -la política- que, usualmente, se considera áspera y difícil. Y que, contada de este modo, renguea de lo que todas las recetas: hay que paladearla para terminar de sorprenderse.
Tiene en su favor dos cosas. Montó su cocina en una ciudad que respira y vive de la política. Y abrió la persiana en un momento embriagador: en medio de la más fascinante interna política entre Hillary Clinton y Barack Obama. Y, luego, con la llegada a la Casa Blanca del primer presidente negro en la historia de este país. "Estoy seguro de que el momento también ayudó", admite.
Hoy lo leen millones de personas dentro y fuera de los Estados Unidos. Y, les guste o no, se ha convertido en "referencia" para la elite más soberbia y cerrada de corresponsales de prensa: la que habita en la Casa Blanca. Le ganó desde adentro. En buena ley. A costa de millones de calorías dejadas en el camino. Y de olfato, la esencia del buen periodista. Lo que no se aprende.
¿Qué hace cuando no trabaja? El chico del campo sorprende otra vez: dice que le gusta pescar. Que su pasatiempo favorito es ese. Y por alguna razón, no cuesta imaginarlo con medio cuerpo inclinado sobre la borda de un pequeño bote, en una laguna de agua serena, gritando a los peces: "¡Piquen, piquen de una vez! ¡Que no puedo esperar toda la vida!"
© LA NACION
Quién es
Nombre y apellido:
Jim VandeHei
Edad:
39 años
De Wisconsin a Washington:
Nació en 1971, estudió periodismo y ciencias políticas en la Universidad de Wisconsin, el estado norteamericano donde creció, y en 1994 se mudó a Washington para dedicarse al periodismo político.
El sueño del diario propio:
Trabajó para diarios como el Wall Street Journal y el Washington Post , pero hace cuatro años apostó a un proyecto personal. Así nació el diario Politico , una rara historia de éxito editorial.

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