Adherentes de la pagina

domingo, 26 de junio de 2011

medios

El Perfil

Jill Abramson, la mujer que llegó a lo más alto del New York Times

Cubrió elecciones para la revista Time, escribió para el Wall Street Journal y en las páginas del NYT publicó investigaciones que la llevaron a mantener duros enfrentamientos con funcionarios del gobierno de Bush. Desde este mes es la primera directora ejecutiva del tradicional diario neoyorquino, y le toca ocupar el cargo en una época de grandes desafíos y transformaciones

Domingo 26 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa
Jill Abramson, la mujer que llegó a lo más alto del New York Times
/ Fred R. Conrad/The New York Times

Juana Libedinsky
LA NACION
NUEVA YORK .- La llaman "Nuestra Señora del Gris", y las caricaturas la muestran como un ícono sagrado, con halo, la mirada puesta en el cielo y envuelta en un manto con la particular tipografía de The New York Times, el diario norteamericano, conocido desde siempre como "la dama gris" por su abundante texto y su escasez de fotos.
La referencia a lo sacro no es casual. Una de las primeras declaraciones públicas de Jill Ellen Abramson después de que se anunciase su nombramiento al frente del emblemático diario neoyorquino fue que, en su familia, el matutino "reemplazaba a la religión". Esto, claro, no cayó bien en los medios más conservadores del país, muchos de cuyos columnistas denunciaron de inmediato una supuesta falta de valores y un claro sesgo "progre" de intelectual de centroizquierda en la próxima editora ejecutiva de The New York Times.
"La Biblia tiene menos fe de erratas", observó, por ejemplo, el canal de cable Fox News. Pero lo que la polémica puso sobre todo en evidencia fue que cualquier comentario que haga la primera mujer en el cargo en 160 años de historia del periódico, por casual que sea, conlleva un peso enorme. El británico The Guardian lo puso en otros términos: el nuevo cargo de Abramson "es lo más cercano que tiene Estados Unidos a la realeza, sin contar al presidente y a Lady Gaga: aún en esta era fragmentada de Twitter, Google News y la blogosfera, el jefe del New York Times retiene el poder de dirigir las conversaciones a nivel nacional, mover los mercados, sacar políticos, sancionar guerras y crear estrellas de Hollywood".
Pero, ¿quién es esta mujer tan poderosa? Ante todo, se trata de una neoyorquina de pura cepa. Quienes la han escuchado hablar no pueden dejar de mencionar su fuerte acento nasal, típico de las entrañas de la Gran Manzana. Vive en el barrio de Tribeca, otrora industrial, y luce con orgullo el tatuaje de un cospel del metro de la ciudad. Un camión la atropelló en 2007 cuando iba camino al diario y, en la mejor tradición de la ciudad más litigante del mundo, llevó a juicio al conductor y a dos empresas relacionadas con el accidente por "intenso sufrimiento físico y ansiedad mental". El hecho no fue menor: "Tiene muchas placas de metal en su cuerpo -aseguró Jane Mayer, periodista del New Yorker y amiga de Abramson desde la secundaria-: es la mujer biónica en muchos sentidos, y también en el más literal".
Jill Abramson nació en Nueva York en 1954, hija de un importador de textiles. De su escuela en el Bronx saltó a la Universidad de Harvard, en la cual se graduó magna cum laude en Historia, en 1976. Allí conoció a Henry Little Griggs III, hijo de un productor de la cadena NBC que además era dueño de una empresa de relaciones públicas para políticos. Abramson y Griggs se casaron en 1981 y tuvieron dos hijos, hoy veinteañeros.
Abramson comenzó su carrera periodística cubriendo elecciones para la revista Time . Luego pasó por una serie de revistas de abogados y eventualmente se sumó al Wall Street Journal, donde llegó a ser subjefa de la corresponsalía en Washington. Junto con su amiga Mayer, escribió entonces el libro Strange Justice: The Selling of Clarence Thomas, sobre el caso Anita Hill, muy recordado últimamente por los recientes escándalos sexuales de políticos encumbrados.
En 1997, en la presentación de un libro, Abramson conoció a Maureen Dowd, columnista de The New York Times. Según New York Magazine , Dowd le preguntó si conocía reporteras mujeres a las que el diario debía contratar. "Yo", le contestó Abramson. Ese mismo año, entró a trabajar en el Timesy tres años más tarde, en 2000, se hizo cargo de la corresponsalía en Washington. También ese año enseñó en la Universidad de Princeton.
En el trabajo se distinguió por sus investigaciones en el terreno del periodismo político, lo que la llevó a enfrentarse no pocas veces con altos funcionarios federales, sobre todo del gabinete del ex presidente republicano George W. Bush y por temas de seguridad nacional.
Un perro llamado Scott
Sin embargo, Abramson, gran impulsora del periodismo narrativo dentro del medio, tenía otras vetas periodísticas que le gustaba explotar. En la sección dedicada a la jardinería, por ejemplo, tuvo una columna semanal sobre su perrito Scott, un golden retriever que en breve verá la luz en forma de libro. En las columnas, Abramson confesaba que se siente culpable de haberlo comprado en un criadero y no en un refugio para animales abandonados; que le preocupa el valor nutricional de las galletas que le deja comer; que le organiza play dates , o citas programadas para jugar con otros perros (como se suele hacer en EE.UU. con los niños), y que lo deja subirse al sofá. Kremlinólogos del Times (como se llama a los observadores obsesivos de los manejos políticos internos del diario) señalan que, para muchos, la columna sobre el cachorrito ilustra el hecho más revolucionario del ascenso de Abramson: lo logró sin tener que amoldarse a la cultura masculina del diario, particularmente fuerte en los niveles más altos de la redacción.
"Después de trabajar durante 25 años como cronista de investigación y editora, no me preocupa demasiado si me están tomando en serio o no", dijo ella al diario británico The Observer. También subrayó que la eligieron "por ser la persona más preparada para el cargo, no por ser mujer". Pero Abramson misma tiene fama de actuar muchas veces como una suerte de mentora para las periodistas más jóvenes de la redacción, y de estar siempre atenta a las colegas de otros medios, para "robarlas" para el Times, como hizo con Helene Cooper, que antes trabajaba en The Wall Street Journal. Y se dice también que cuando un número de la revista The New Yorker sale sin una sola firma femenina, de inmediato le manda un mensaje a Mayer, para alertarla.
"No hace falta que usemos hombreras que nos hagan parecer hombres o ser serias las 24 horas sobre todos los temas -dice su amiga Mayer-. Ella puede romperla ( kick ass ) más que nadie como periodista y a la vez hacer una extraordinaria vinagreta para la ensalada. Esa es la gran liberación".
Por todo esto, muchos sospechaban desde hace algún tiempo que la nominación de Abramson a la cabeza de la redacción era sólo una cuestión de "cuándo". Su anterior jefe, Bill Keller, de hecho lo anticipó sin dobleces un año atrás: "Si cae una caja fuerte del cielo y me aplasta -le dijo a New York Magazine- , estoy seguro de que Jill podría reemplazarme mañana mismo y manejar este lugar de manera excelente. Pero no estoy planeando ser aplastado por una caja fuerte".
Este año, sin embargo, Keller anunció que le pasaba la posta. ¿Qué pasó? "Por supuesto que la historia oficial no dice nada de esto -explica a LA NACION John Naughton, columnista de la edición on line de The Observer y director del programa para periodistas de la Universidad de Cambridge-, pero lo cierto es que Bill Keller estaba quedando mal con sus ataques contra el ciberespacio, y es muy posible que el diario pensara que se había convertido en una vergüenza para ellos y que la transición fuera organizada para sacarlo del foco".
En concreto, Keller escribió una serie de columnas en las que criticaba duramente a sitios web como el Huffington Post. Respecto a la venta de este último por 315 millones de dólares a AOL, por ejemplo, afirmó que "comprar un agregador de noticias producidas en otras partes y decir que se está creando contenidos es como que una compañía anuncie que va a mejorar su posición de liquidez contratando falsificadores". A los blogueros los llamó "recicladores de contenidos" y se refirió a Twitter como "el enemigo de la contemplación". Mucho se debatió sobre si no había algo de verdad en las aseveraciones de Keller, pero el problema mayor fue que pareció darle al New York Times un aura de soberbia patricia respecto de las nuevas tecnologías, en vez de la humildad necesaria en un terreno que la competencia estaba manejando mejor.
¿Qué se trae Abramson bajo el brazo? Felix Salmon, de Reuters, sostiene que una de las principales tareas de Abramson va a ser conseguir que el diario se maneje de manera más transparente; Abramson le dijo a The Atlantic que su prioridad será, justamente, evitar que los grandes talentos del diario migren hacia medios digitales como The Huffington Post; Jill Geisler, del Instituto Poynter, dijo en cambio que su promoción tendrá efectos sobre todo puertas afuera del diario, al empujar a otras redacciones a poner mujeres en posiciones de liderazgo. Por las dudas, Abramson ya tuvo un sabático para adentrarse en el mundo digital, y recientemente mandó su primer mensaje de Twitter?
© La Nacion
QUIÉN ES
Nombre y apellido:
Jill Ellen abramson
Edad: 57 años
Origen y formación
Nació en 1954, en Nueva York, hija de un importador de textiles. De su escuela en el Bronx pasó a Harvard, donde en 1976 se graduó con honores. Allí conoció a Henry Griggs, de la NBC, con quien se casó y tuvo dos hijos.
Una nutrida carrera
Cubrió elecciones en la revista Times, trabajó en el Wall Street Journal y, en 1997, ingresó en The New York Times. Fue jefa de la corresponsalía en Washington y se destacó por sus investigaciones periodísticas.

No hay comentarios: