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miércoles, 30 de mayo de 2012

ARGENTINA | EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI

Los clásicos del cine y el management de las empresas


El columnista de adlatina.com reflexiona sobre el sentido práctico del cine, utilizado por algunas empresas como herramienta de la comunicación interna, "para rescatar valores que hacen al comportamiento en equipo en organizaciones sociales cada vez más complejas".
  • Foto Borrini: "Nos acordamos de las buenas películas de hace unas cuántas décadas cuando se hacen remakes, que por lo general son de menor calidad que las originales".

En una de sus última columnas publicadas en el matutino Clarín, Paul Krugman, Premio Nobel  de Economía  2009, se remitió al filme clásico La diligencia (John Ford, 1939) para enfatizar su posición de defensor de las regulaciones oficiales a la banca. La ocasión se la dio la ingente pérdida sufrida por una institución internacional, por valor de varios miles de millones de dólares, debida a una gestión errónea del más alto nivel de la entidad que tuvo que admitir ante la opinión pública.
Krugman, al parecer un cinéfilo con muy buena memoria, recordó que de los pasajeros del vehículo que dio título a la película (fue la que lanzó al estrellato a John Wayne), uno era un banquero de nombre Gatewood, que se quejaba airadamente por la intervención del gobierno en la banca. Recordemos que, diez años antes, en 1929, se había producido el crack financiero que originó la famosa depresión de la década siguiente; el saldo fue decenas de suicidios y millones de desocupados que corrió como un reguero de pólvora por todo el mundo.
Pero Gateway, no era un banquero común, sino un delincuente. Recuerda Krugman que se estaba fugando y llevando consigo una valija con el dinero de la firma, presuntamente de los depositantes. Krugman piensa que una buena regulación puede evitar errores como el que dio pie a su comentario. Pero en esta columna nos interesa más la ayuda que, para contar el caso, le prestó el cine de antes, cuando las películas tenían algún propósito moralizante y no se limitaban a buscar el impacto fácil del sexo y la violencia. Hay más sangre en las primeras escenas de muchos filmes de hoy, mientras pasan los créditos, que en muchas de antes en hora y media.
Nos acordamos de las buenas películas de hace unas cuántas décadas cuando se hacen remakes, que por lo general son de menor calidad que las originales.
Pero igual me llamó la atención que el cine, en buena proporción esos filmes que perduran en nuestra memoria, tengan ahora no solo un sentido evocativo, sino también práctico. Son utilizados por algunas empresas como una de las herramientas de la comunicación interna, con su propio personal, para rescatar valores que hacen al comportamiento en equipo en organizaciones sociales cada vez más complejas.
El ejemplo citado por Krugman dista de ser el único. Películas tan positivas como “Qué bello es vivir”, de Frank Capra, fue citada como modelo por varios especialistas en comunicación por la forma en que James Stewart, el protagonista, enfrenta personalmente, dando la cara, a una corrida de ahorristas en su modesta firma financiera. En esencia, fue un ejemplo de cómo cuenta la comunicación y la credibilidad personal en cualquier crisis.
“Cuando las empresas aprenden de la ficción”, es el título de una nota publicada en La Nación hace algunos meses. “El mundo de las oficinas, las empresas y los consultores están en el cine”, afirmaba de entrada. Pero una película (como “Recursos humanos”, de Laurent Cantet, o como “Wall Street”, que acuñó la siniestra figura de Gondon Gekko) no tiene necesariamente que transcurrir en una empresa para ser útil al management moderno; Luis del Prado, profesor de la escuela de negocios de la Uade, explica en la nota que hay mucho que aprender de “El señor de los anillos”, de Peter Jackson. Para Del Prado, en la trilogía se puede “ver claramente el uso del poder y cómo, aún bien utilizado, modifica a quien lo detenta”.
El mencionado artículo (La Nación, 26 de febrero de 2012) cita más ejemplos, entre ellos “Red social”, de David Fincher y “Colores primarios”, de Mike Nichols. No debe sorprendernos, porque desde siempre la relación del cine con la vida cotidiana fue muy estrecha, y volviendo al cine clásico, las películas de la época dorada de Hollywood enseñaron a la gente a amar, a vestirse, a comportarse en sociedad y hasta a alimentarse.


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