Adherentes de la pagina

jueves, 22 de abril de 2010

MéXICO LA COLUMNA DE MARIANA HERNANDEZ
Sobre la incubación creativa
La columnista de adlatina.com presenta la primera parte de Parte 1 de una serie de artículos relacionados a la incubación creativa. “La creatividad es parte intrínseca del ser humano, porque estamos preparados, fisiológica, mental y espiritualmente para ser creativos, recibir estímulos del ambiente y producir cambios para generar novedad”, sostiene Hernández, vicepresidente de planning de Draftfcb México
.
La
La palabra creatividad viene del latín “creare” que significa engendrar, producir. Algo se va cociendo dentro de nuestro sistema hasta que, ¡Eureka!, sale una creación. Implica sacar afuera algo que es producido por nosotros mismos, que puede manifestarse de manera tangible como un producto o invento, o intangible como una idea. De alguna manera, y muchos estarán de acuerdo, puede verse a la creatividad también como un parto. Sócrates precisamente creía en la mayéutica (usar preguntas para sacar los contenidos que permanecen en el interior de forma latente), como la mejor forma de extraer la sabiduría del ser humano, haciendo una analogía con la partera.
La creatividad es parte intrínseca del ser humano, porque estamos preparados, fisiológica, mental y espiritualmente para ser creativos, recibir estímulos del ambiente y producir cambios para generar novedad. La parte fisiológica y mental tiene que ver con el ampliamente discutido tema del funcionamiento del hemisferio derecho, aunque recientes estudios señalan que lo más avanzado es promover la conexión entre los dos hemisferios y el funcionamiento integral del cerebro a toda máquina. La parte espiritual quizá menos discutida es igual de importante, porque es única y exclusiva de los humanos y de aquí se desprende la intuición, esa guía interna que todos tenemos (aunque algunos la escuchen menos que otros), gran combustible de la creatividad.
Todos somos creativos, pero hay algunos que sin duda resaltan más que otros en las habilidades para reconfigurar la realidad, proponer salidas novedosas, inventar y abrir puertas. No necesariamente son personas más inteligentes (entendiendo inteligencia en su definición clásica: capacidad intelectual). Más bien, por su educación, experiencia y voluntad, han podido desarrollar capacidades y actitudes humanas como el ejercicio de la libertad; mayor apertura a recibir estímulos del exterior; tolerancia a las diferencias sociales, conceptuales, raciales e ideológicas; curiosidad; cuestionamiento de la realidad; búsqueda de alternativas; flexibilidad; aceptación del riesgo y el error, y estar en contacto con emociones y sentimientos propios.
La creatividad tiene un gran componente emocional. Las emociones la catalizan y la orientan. Está claro que estar motivados, contentos y emocionados por un proyecto facilita que las ideas fluyan. El miedo y la ansiedad, sobre todo relativos a poder llegar a buenas ideas y vinculado a la autoexigencia, pueden ser grandes estímulos de la creatividad hasta un límite, pasado el cual paralizan.
Con toda esta mezcla de capacidades, aprendizajes, emociones y habilidades, la creatividad es un fenómeno humano muy complejo que se ha estudiado desde los orígenes del pensamiento sobre la humanidad. En el último siglo, lo que han hecho los teóricos de la creatividad (como Dewey, Koestler, Wallas, Guildford…) ha sido dividirla como proceso en fases, como una forma esquemática de representar la realidad. Realmente no suceden etapas o pasos separados, lineales o mecánicos, pero como en todo proceso hay una serie de estados diferentes que permiten ir desde un inicio hasta un final.
La exigencia en el entorno laboral es cada vez más alta y estas fases se suceden rápido, exprimiendo los segundos y las neuronas para producir, producir, producir. Está presente la presión por dar ideas y soluciones originales y creativas en un ambiente competitivo y por eso la creatividad es una meta difícil de alcanzar, puede haber bloqueos, confusión, inseguridad. Como toda capacidad humana, la práctica constante y la experiencia la hacen más fuerte.
Brevemente, las fases viajan por el siguiente camino: entender el problema o reto a resolver, reconfigurarlo, buscar información y estímulos que ayuden a establecer un marco de referencia, conectar los puntos desconectados, hasta que llega finalmente la idea que debe contrastarse algunas veces con la realidad (brief del cliente, objetivo del proyecto o encargo del mecenas).
Las personas que trabajamos en entornos creativos buscamos vías para mejorar toda esta vivencia, hacerla más productiva y a la vez satisfactoria personalmente, en una suerte de ensayo y error. Hoy en día, el producto creativo se juzga, se intenta medir, se premia y se castiga, lo cual es muy demandante si vemos que hay un proceso natural que debe fluir y al que no podemos forzar o arreglar como a una máquina.
Una de los momentos cruciales de todo el proceso creativo, y que constituye una de estas fases, es la incubación creativa, ese momento dentro de las fases que viene justo antes de la llegada de la idea en la que se conectan los puntos y que en general los expertos vinculan a la calidad creativa de las ideas, porque la incubación se da en un nivel subyacente, permitiendo traer a la superficie conexiones más originales, parecido a lo que pasa con los manantiales subterráneos cuyas aguas emergen de la tierra enriquecidas de minerales y cosas buenas.
El proceso de engendrar del que hablábamos al principio tiene mucho que ver con esta necesidad de parar de pensar y darle vueltas y separarse del problema, tarea o reto, y dejar reposar la ebullición de ideas, para que salgan las mejores. Es una paradoja: me separo para acercarme. Como la metáfora del ojo humano, que tiene la capacidad de ver hacia exterior, pero no verse a sí mismo, porque cuando el ojo ve algo de sí mismo es signo de que está enfermo…
La incubación es también una suerte de caja negra, porque todos los estudiosos y los creativos están seguros de que sucede y es necesaria (aunque se no se llame coloquialmente incubación) pero es muy difícil explicar qué pasa, cómo se da y los actores que la explican; aunque hay ciertos intentos que veremos en la siguiente entrega.

Referencias:
Frankl,V. (1980). The Doctor and The soul. 1980. New York: Ediciones Vintage. Amabile, T.M. (1998). “How to kill creativity”. Boston: Harvard Business Review.Amabile, T.M. (1998). “How to kill creativity”. Boston: Harvard Business Review.

No hay comentarios: