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lunes, 21 de diciembre de 2009

IBEROAMéRICA ESPACIO GIECI DE LA COMUNIACIÓN INSTITUCIONAL
El bien común y la educación
Por Joan Costa -
“Creo que necesitamos recuperar, con una mirada nueva, esa vieja idea del bien común”, reflexiona Joan Costa. Lo que se intercambia con la sociedad está bien, es útil y agradable; viene a satisfacer sus deseos y necesidades y mantiene una relación equitativa entre coste y satisfacción: “Es bueno y está bien para todos”. Estas ideas renovadoras son uno de los principales desafíos que se plantean a los comunicadores presentes y futuros. Esta es la tercera parte de la disertación de Costa, miembro fundador del Grupo Iberoamericano de Estudios de la Comunicación Institucional (GIECI), pronunciada en la ceremonia de padrinazgo de una nueva camada de egresados de la Universidad Católica de Toulouse, Francia.
Un servicio debe ser concebido como un bien intangible, es decir, con sentido de misión. Y en la noción de “servicio” (servir es lo contrario de dominar) no sólo debe incluirse la gestión, que es su vehículo, sino también las comunicaciones, los mensajes y las relaciones que ello conlleva. La información veraz, completa y útil, es en todo caso, el primer servicio que la empresa ha de ofrecer a la sociedad.
Lipovetsky apunta a la educación como otro factor para el cambio: “Hay diversas cosas a tener en cuenta para afrontar ese nuevo escenario, pero la primera es repensar el papel de la educación. La escuela debe ofrecer a los jóvenes recursos para entender mejor el mundo. Vivimos una crisis de la educación y esta crisis se multiplica porque ahora la escuela compite con internet. La gente tiene acceso a prácticamente todo pero no sabe organizarlo”. Eso mismo digo yo: Internet no democratiza el saber sino sólo la información y la capacidad de acceder a ella. Es el problema dialógico observado por Hegel cuando un fenómeno cuantitativo desencadena una respuesta cualitativa.
Es cierto que los problemas son muchos y generalizados, pero la credibilidad y el talento también conviven entre ellos. Tal como concluye Lipovetsky, “Por suerte, el destino no está escrito”.

Sobre ética y acción
La ética no está ligada a las declaraciones ni a la retórica, sino a la praxis de las relaciones humanas. La ética sólo se manifiesta en la conducta. Sólo existe por medio de ella. Tanto en las personas como en las empresas.
¿De qué está hecha la conducta -sea de una persona, un grupo o una organización? De una sucesión de acciones que definen una trayectoria.
Las acciones son secuencias de actos. La trayectoria es la línea de vida de la conducta. Por tanto, conducta y trayectoria van unidas. No hay éticas puntuales o selectivas. Es una cuestión de todo o nada.
Entonces habría que preguntarse qué es una acción. Abraham Moles responde: “Esencialmente es un desplazamiento visible del ser en el espacio que crea una modificación en su entorno”. Esta definición está claramente referida a la acción física. Pero hay también acciones psicológicas, relacionales, persuasivas, inductivas, coercitivas...
Y lo que es común a estas formas de acción (factual y psicológica) es que ambas tienen la capacidad de modificar su entorno. Que no es sólo físico y ambiental, sino también económico, cultural, mental, humano. Así que ciertas conductas influyen y cambian el entorno y las otras conductas. Esta es la clave.
Las acciones humanas, como hemos dicho, son de dos tipos: la acción energética, factual: es lo que hacemos, los hechos reales. Y la acción simbólica de débil energía: lo que decimos, los mensajes. Ambos son los vehículos, los instrumentos de la conducta, por los que ella se manifiesta y se realiza.
Pero la conducta de una organización es la extensión externa, social de sus decisiones. Y éstas pueden ser vectorizadas por un sentido responsable y ético, o no-ético, o por un sinsentido.
Para terminar he escogido las palabras de un filósofo, un economista y un sociólogo. Si bien sus palabras son breves, están rebosantes de sentido.
Escuchemos al filósofo Ramin Lahanbegloo: “El horizonte ético es más importante que el económico”. “Tratamos de poner demasiadas cosas sobre la mesa, y tenemos un conflicto entre ellas que nos hace olvidar cuál era la pregunta”... “Las organizaciones no podrán establecer una buena relación con el exterior si no hay una buena relación con el interior”... “Se trata de traer al primer plano de las relaciones algunos de los valores que todos compartimos”.
Michael Campdessus, economista y presidente del Fondo Monetario Internacional FMI, predica “Remozar de ética el libre mercado”... “Invertir en innovación, investigación y economía del conocimiento. Háganlo para mejorar su futuro”, aconseja. “Si volvemos la vista a los fundadores del libre mercado, como Adam Smith, veremos lo que dicen: la libre iniciativa y el libre mercado tienen como fin ¡el bien común! ¡Y eso es lo que hemos olvidado! La crisis actual es hija de este olvido suicida”.
Para el futuro, Campdessus propone tres pilares a la vez: “Regulación, vigilancia y ética. Lo propongo desde hace diez años”. Veremos si por fin le hacemos caso. A la pregunta sobre qué es la ética, responde: “Lo que propuso Adam Smith: que los actores del libre mercado contengan su codicia para preocuparse de sus convecinos. Fácil”.
Yo pienso que en la actualidad los factores económicos principales son el talento, la innovación y la creatividad. Y estoy convencido de que cualquier cambio en esta crisis económica que nos atrapa no vendrá por la economía ni por la política, sino por la cultura, la transmisión del conocimiento, la conducta ética y la responsabilidad social. He aquí el compromiso de la Institución Universitaria y de todos cuantos trabajamos en ella con los estudiantes, las empresas y la sociedad.

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