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domingo, 14 de septiembre de 2008

tendencias de la vida moderna




GURU TEEN
Se llama Cumbio, tiene 17 años y 110 mil fans la siguen por Internet
Su verdadero nombre es Agustina Vivero, tiene 17 años y es la referente de los floggers, una nueva tribu urbana que se caracteriza por subir fotos personales a los sitios de Internet. Fue la ideóloga de los multitudinarios encuentros en el shopping Abasto que convocan a cientos de jóvenes cada domingo. Ella va con su mamá. Su popularidad es tal que los boliches le pagan hasta $ 500 para que vaya a bailar y Nike la contrató para su última campaña. 17 millones de personas han pasado por su sitio, al que sube fotos con su novia. “No tengo por qué ocultarme”, desafía.
Por Marina Abiuso

Cita a la prensa en el Abasto como si fuese su casa. En los veinte metros que separan la entrada del shopping del primer bar, seis adolescentes la frenan para pedirle una foto. Cumbio posa, sonríe, reparte besos y desea suerte a sus “fans”.
—¿Fans de qué?
—De mi personalidad.
Lo dice sin jactancias: en Internet hay 180 páginas dedicadas a ella, y otras tantas en su contra. Nada en comparación con los 110 mil usuarios que la tienen en favoritos, ni a las 17 millones de visitas que ha recibido desde que su flog –un sitio especial para subir fotografías– está on line, hace menos de dos años. Cumbio se llama Agustina Vivero, tiene 17 años y ni ella sabe muy bien por qué, pero es la flogger más famosa del país y la líder natural de una tribu urbana que reina en la red.
Su popularidad estalló en diciembre del año pasado, cuando organizó la primera fiesta flogger en una canchita de fútbol cerca de su casa. “Vinieron 300 personas, todo el mundo empezó a hablar del encuentro y me convertí en un personaje”, resume Cumbio. Insistió en sacar los vínculos de Internet a la calle y en la segunda fiesta llenó dos boliches a la vez, uno en Capital y otro en el Conurbano. Cada domingo convoca a las escalinatas del shopping Abasto: “Se arma una especie de miniciudad en la que todos nos conocemos de Internet”, define. Las peleas a las trompadas ya los hicieron noticias en dos ocasiones, pero ella asegura que los floggers quedaron en medio de un enfrentamiento entre barrios. “Ninguno de nosotros recibió siquiera un golpe, no tenemos nada que ver”, se defiende ella, que llega a los encuentros acompañada por su mamá, Fanny, “así ella se queda tranquila”. Hija de una ama de casa y un padre dueño de camiones, asegura que lleva una vida normal y admira a su hermano 13 años mayor, productor de Policías en acción.
Reality. Su calidad de “gold member” de fotolog le permite postear hasta seis imágenes por día y la primera está on line antes de las 7 de la mañana. Después se pone la pollera tableada y se va al colegio Lincoln, donde cursa quinto año y tiene cinco materias bajas. Entre ellas, Informática.
Repitió tercero, pero no le gusta hablar del asunto: “No quiero dar mal ejemplo, para mí fue un horror –se justifica–. A los chicos les digo que hay que seguir estudiando, que para algo nos va a servir”. El “horror” le ocurrió en Palermo Sounder, una escuela secundaria con orientación musical en rock y pop, en la que Agustina, como única fanática de la cumbia, se ganó su apodo. Contra el estereotipo que dice que los floggers sólo escuchan música electrónica, Cumbio se lamenta porque se quedó sin entradas para ver a Damas Gratis la semana que viene. No sabe hacer el denominado “pasito flogger” que muchos han repetido hasta el cansancio en televisión. “Lo tengo que aprender porque me lo están pidiendo en todos lados”, comenta preocupada. Se trata de un buen negocio: hay boliches que le pagan para que vaya a bailar y lo anuncie en su flog. Este viernes viajó especialmente a Neuquén, pasajes de avión incluidos. Ayer ya estaba de vuelta en una matiné de San Martín.
—¿Cuánto te pagan?
—Entre 500 y 300 pesos. No es taaanto. Bah, no es poco. Y es por no hacer nada.
—¿Qué hacés con la plata?
—Debería decir que ahorro, pero la verdad es que la gasto con mis amigos. No todos tienen y trato de poner yo para hacer patys, comprar gaseosas o alquilar películas.
Desde que subió la primera foto de un beso lésbico, se desató la fiebre entre sus fans.
—En los boliches las chicas me piden por favor que les dé un beso.
—¿Y vos qué hacés?
—No voy a andar besando a todas las que se me crucen... Hace cinco meses que conocí a mi novia y subo fotos con ella, no tengo por qué ocultarme. El otro día para nuestro aniversario recibí muchísimos mensajes de felicitaciones y las fans me ayudaron a pensar qué regalarle. Celosas, obviamente, pero tiraron ideas.
—¿Te celan desde el fanatismo o desde un interés real en vos como mujer?
—La mayoría dicen que no les gustan las chicas, que les gusto yo nada más. Y yo me río, ¡si yo soy una chica!
—¿Los floggers son una tribu desprejuiciada en cuanto a lo sexual?
—Quizás entre los varones se acepta menos, pero en general hasta teniendo 13 años entendemos que no le hacemos mal a nadie dando un beso, sea a un chico o a una chica.
Su celular no para de sonar. Acaba de despedir a un noticiero en la puerta del shopping, le pide a la periodista de Clarín que por favor la llame más tarde y arregla con una productora de Canal 7 cuántos floggers necesita Fanny Mandelbaun para su living. “¿Ocho o diez? No hay problema. Eso sí, ¿podrás mandar un taxi que me busque en mi casa?”, coordina. Desde que apareció en el programa de Susana Giménez, Cumbio es toda una celebridad.
Su celular recibe cerca de 200 mensajes de texto por día, y ella responde prolijamente, sin diminutivos y usando cada acento. “A veces me mandan mensajes sin vocales, todo con k. Ni yo los entiendo”, se ríe.
El año que viene quiere estudiar periodismo y locución. “En los flogs está prohibido postear sobre política, pero me mantengo informada preguntándoles a mis papás”, asegura. No sabe qué orientación política tiene su familia excepto que “con Kirchner están bien”. “Sé de Florencia K que tenía un flog, pero que la mamá se lo hizo cerrar”, comenta al pasar. Al lado suyo, en la Web la hija de la Presidenta es una ilustre desconocida.

“Sé que no soy la más linda”
De pronto, sus fotos no estaban sólo en la Web sino en grandes carteles de la vía pública, iguales a los del Kun Agüero, Emmanuel Horvilleur y Brenda Asnicar, la “divina” de Patito Feo. “Nunca me lo hubiese imaginado, porque sé que no tengo ni cuerpo ni cara para ser modelo”, se ríe Cumbio cuando relata cómo fue que la gente de Nike la contactó para que fuera una de las personalidades de su última campaña de ropa deportiva, lanzada para los Juegos Olímpicos de Beijing. “Encontraron mi mail en un video de YouTube y me mandaron la propuesta”, recuerda. No revela cuánto le pagaron, sólo que “estuvo muy bien”. “Sé que no soy la más linda, supongo que me eligieron por mi popularidad”, conjetura.
Treinta mil visitas diarias es un número para nada deleznable, y así lo vieron los ejecutivos. “Cumbio tiene una conexión genuina con la gente de su edad, es relevante y muchos la siguen –explicó a PERFIL Felicitas Castrillón, jefa de comunicaciones de la marca–. Representa lo que está pasando en el mundo de los jóvenes.”
Cumbio es una famosa 2.0, que ganó popularidad al margen de los medios tradicionales. Ella hace chistes y dice que más bien es una famosa Queni: “Que ni canto, ni actúo, ni bailo”. Avispada, la gente del teatro El Cubo ya le pidió que hiciera la prueba y hace algunas semanas está ensayando para una obra. No recuerda quiénes serán sus compañeros y aclara que ella advirtió que no sabía actuar: “Fui a ver qué onda y me pareció divertido”.
—¿Cómo es tu papel?
—Re fácil, hago de flogger.

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