MEDIOS Y COMUNICACION
Medios públicos y procesos de cambio
Hugo Muleiro se involucra en el debate sobre los medios
públicos, acerca de su función en la sociedad y en torno del papel que deben
cumplir atendiendo también a las condiciones políticas de cada momento.
Por Hugo Muleiro *
El debate sobre los medios de comunicación públicos rara vez
recibe participaciones valiosas, sobre todo si vienen por el andarivel de la
disputa política capturada por los medios privados hegemónicos. Lo más común es
la cantinela según la cual “los pagamos todos”. A partir de esa muletilla
emergen descalificaciones a los contenidos que aquellos medios emiten, en
especial cuando intentan enfrentar los discursos predominantes en lo político,
económico, social y cultural. Esta ecuación ignora con toda malicia la verdad
enunciada por Alejandro Dolina, quien con claridad notable explicó cómo, en
nuestra condición de consumidores –voluntarios o involuntarios– de productos y
servicios, terminamos por financiar a cada uno de los medios y comunicadores,
por muy indeseables que nos resulten.
Sin embargo, esto no niega la necesidad de un debate que será
enriquecedor en tanto sus participantes no sean rehenes de la lógica de los propietarios
de los medios privados. Riqueza como la que Emanuel Respighi aportó en
Página/12 del 31-3-2013, cuando reunió ideas y opiniones de académicos e
investigadores de Argentina, Chile, Colombia y España.
La radicación de la disputa por el poder político en la
comunicación reclama enfoques renovados. La experiencia de los gobiernos
latinoamericanos actuales muestra que hasta su supervivencia puede depender de
cómo se administre la información y ya tenemos visto que, en una campaña
electoral, consigue más consideración de los estrategas un buen desempeño en el
set televisivo que el esfuerzo de una estructura partidaria para colmar plazas
y calles con miles de personas.
Sin precalificar intenciones, se observa que los medios
públicos de comunicación son objeto de estándares de exigencia incluidos en una
matriz ideológica identificable, de la que emanan varios prejuicios: a) la
palabra administrada y emitida por actores no estatales es menos partidaria; b)
aun cuando todos los actores hagan un uso partidario, se discute más en el caso
de los medios públicos; c) si se habla de responsabilidad social de los medios,
primero están los públicos; c) los medios públicos deben ser educativos,
formativos, pluralistas, multiculturales e incluir a las minorías, en tanto es
simplemente común que los privados se rijan sólo por el objetivo de capturar
las audiencias.
Si, como presumimos, buena parte del enfrentamiento entre dos
o más proyectos para un país se tramita a través de la comunicación, es
legítimo preguntarse por los derechos que deban tener en los medios públicos
las mayorías que eligen a un gobierno, más tomando en cuenta que la oposición,
prácticamente en todos sus matices, tiene en los medios privados hegemónicos
una supremacía abrumadora, si no es directamente conducida por ellos. En esta
línea, el análisis sobre la inclinación oficialista de espacios de los medios
públicos merece un esfuerzo mayor que el reclamo tradicional sobre pluralismo.
Específicamente sobre radio y televisión, además de aquella
verdad doliniana sobre cuál es el origen del financiamiento de los medios, sean
privados o públicos, parece no estar siempre a la vista que los emisores no
estatales también explotan una propiedad común, el espectro radioeléctrico, que
es además un espacio finito y por ello debe ser administrado y regulado por los
Estados, como lo establecen acuerdos internacionales y sostiene la Unesco.
En suma, la discusión sobre cómo deben ser los medios
públicos no puede prescindir ni un ápice de la interacción (¿confrontación?)
con los privados, ni olvidar por un segundo las circunstancias que surgen del
contexto político general: cuando un gobierno –y la mayoría a la que expresa–
tiene cerradas las vías de comunicación con la sociedad en gran parte de los
medios privados que detentan, además, la posición dominante, ¿no debe y no
tiene que recurrir a las otras vías disponibles, incluso para cumplir el
mandato que recibió de la población? Es en este punto que se crea una tensión
–que corresponde atender– con la exigencia de pluralismo, equidistancia y
neutralidad planteada a los medios públicos.
Parece políticamente incorrecto aceptar que pueda haber
razonabilidad en la inclinación oficialista de estos medios, cuando está
desaconsejada por completo por la academia, los códigos de ética y manuales de
estilo. Sin embargo, la ecuación se vuelve mucho más sinuosa cuando, en varios
de nuestros países, el conjunto de los medios privados constituye la fuerza
principal de bloqueo a los procesos de cambio avalados por sucesivas elecciones
democráticas.
* Periodista y escritor, secretario de Comunicadores de la
Argentina (Comuna).
MEDIOS Y COMUNICACION
Paulo Freire en tiempos de TIC
Mario Morant y Gerardo Alzamora reflexionan sobre la
actualidad del pensamiento de Paulo Freire a propósito del Seminario
Latinoamericano “Educación Popular e Integración Regional: Vigencia y
Perspectiva del Pensamiento de Paulo Freire” que se llevará a cabo en Sadop el
24 y 25 de abril.
Por Mario Morant * y
Gerardo Alzamora **
La metodología de Paulo Freire resultó inédita: la enseñanza
partía de la propia situación de marginalidad y opresión de los educandos,
suponiendo –acertadamente– que si se tomaba conciencia de la situación de
explotación que vivían, se alfabetizarían más rápidamente y, sobre todo, eso
les ayudaría a enfrentar la opresión de manera más efectiva. Una metodología de
enseñanza útil para la alfabetización, y una pedagogía que, como tal,
comprendería también una filosofía sobre el ser humano y la sociedad.
Freire fue desarrollando la idea de que el oprimido debía
dejar de serlo sin volverse opresor, aunque sí debía recuperar su palabra y
dejar de lado la palabra ajena, a la que lo condenaba una enseñanza tradicional
vertical de arriba hacia abajo, que suponía que el maestro era el único que
sabía y su saber debía ser transmitido o trasplantado al alumno. Llamó a esa
enseñanza tradicional “bancaria”, y generó la idea de una enseñanza horizontal,
en la que maestro y alumno emprenden la búsqueda de los conocimientos desde los
que ya poseen, en forma dialógica, es decir, a través de un diálogo donde se
crucen las experiencias de vida de ambos.
En el inicio del siglo XXI no sólo nos encontramos con las
dificultades que nos presenta la relación Educación y Comunicación y
Escuela-Medios Masivos. También aparece una situación inédita en cuanto al
caudal de información que alumnos y maestros conllevan, con la amenaza de una
posible renovación de la verticalidad en el proceso de enseñanza, esta vez de
abajo hacia arriba, donde las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(TIC) transgreden tanto lo metodológico como la “adquisición” de conocimientos.
Sin embargo, tenemos claro que ese torrente informativo
carece de una brújula que apunte hacia el crecimiento sensorial-cognitivo de
los chicos. Entonces, se vuelve fundamental comprender el espacio mediático y
el manejo simbólico que implica, ya no como un obstáculo o antagonista en la
labor educacional, sino para fomentar el espíritu crítico de los alumnos.
Crítico en cuanto a los contenidos. Crítico en cuanto a las ideas y
conocimientos. Crítico en cuanto a la masificación, el consumo y el mercado.
Una renovación de la pedagogía de Freire, a la que se la definió como “crítica”
porque establecía el hecho de no aceptar mansamente las enseñanzas supuestas,
sino analizarlas y diseccionarlas hasta encontrar el verdadero sentido y el fin
al que estaban destinadas. Para Freire era esencial al método, que la praxis
acompañe a la reflexión. La una sin la otra hace que pierdan sentido las dos.
Se trata de construir un mundo, no sólo de pensarlo o actuarlo con
espontaneísmo y sin reflexión. En tiempos de hipertextos, Internet y redes
sociales, las ideas de Freire continúan vigentes.
En ese sentido, desde el Conacai –Consejo del que Sadop
participa como miembro– se establecieron los Criterios de Calidad para
Servicios de Comunicación Audiovisual destinados a la Niñez y Adolescencia.
Estos apuntan a conocer qué se entiende por “calidad audiovisual” y cuáles son
aquellos derechos que deben ser respetados y potenciados por los medios para el
desarrollo cultural de los más jóvenes. Con la escuela tratando de lidiar –en
desigualdad de condiciones– con la televisión e Internet, entre otros
dispositivos mediáticos, resulta vital hacernos cargo de sus influencias en el
aprendizaje y en la sociedad. Tenemos que participar y confrontar con un modelo
de dependencia cultural, e influir en nuestra sociedad y comunidad educativa,
en dirección a construir espacios alternativos de comunicación, canales de
distribución y mensajes que nos expresen con identidad propia, en una sociedad
más justa. Así, la Pedagogía de la Esperanza de Freire es, más que en el
sentido de la espera, en el sentido del Proyecto, y sirve para que los Pueblos
Oprimidos generen críticamente una respuesta liberadora y constructora de otra
sociedad sin opresores ni oprimidos.
* Secretario de Relaciones Internacionales de Sadop.
** Secretario de Comunicación y Prensa de Sadop.
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