IBEROAMéRICA | EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI
¿Por qué no les creemos a los políticos?
La publicidad política, que celebré como una conquista de la democracia en 1983, y a la que dediqué mi primer libro sobre el tema (Cómo se hace un Presidente, Ediciones El Cronista, Buenos Aires, 1984) involucionó rápidamente hasta retornar a su punto de partida, la propaganda. Con la diferencia de que ahora las campañas políticas cuestan fortunas, sobre todo cuando las hacen los incumbents, o funcionarios en actividad que compiten por la reelección y que para colmo pagan los contribuyentes.
- Borrini cita un artículo publicado en el diario El País, firmado por Ferrán Ramón-Cortés, sobre el estado actual de la relación de los políticos con la comunicación.
Ocurre no solo en nuestro país, sino también en otros que, más o menos en la misma época, fines de los ‘70 y principios de los ‘80, habían conseguido, a través de la publicidad profesional, darle más transparencia a las campañas electorales, en especial al origen de los cada vez más ingentes y menos esclarecidos fondos que manejan.
Hoy las sospechas y denuncias vinculadas con la financiación de la publicidad electoral persiguen a los candidatos, perdedores y ganadores, a lo largo de varios años sin que, en muchos casos, se conozca la verdad de los hechos. En rigor, el costo de las campañas es un misterio que aumenta con el tiempo, pese a las leyes y normas dictadas para transparentarlo.
Pero el costo de las campañas, pese a su incontrolable magnitud y el derroche que significan, no es el único problema que afecta a la publicidad política actual. Los invito a leer los siguientes párrafos, que aclaro de entrada no son de mi autoría, sino de un colega español que se refiere al estado actual de la relación de los políticos con la comunicación en su país; lo hago para recalcar las coincidencias con los comentarios que podría haber hecho yo o cualquier colega argentino sobre el particular.
Aquí van los párrafos prometidos, extraídos del artículo titulado “Los sentimos pero no los creemos”, publicada en el diario El País del 3 de junio del corriente año, y firmado por Ferrán Ramón-Cortés:
“La comunicación política se ha desvinculado en muchos casos de los ciudadanos. Las campañas electorales son un gran teatro en el que cada partido moviliza a sus fieles seguidores, mientras la gran mayoría de la gente trata de ignorarlas haciendo zapping a cada bloque electoral. ¿Qué está ocurriendo para que nos sintamos tan lejos de la mayoría de nuestros políticos?”.
“Es significativo observar como muchos políticos acaban rodeados de una maquinaria que los aparta del contacto con la gente. Cómo acaban percibiendo la realidad a través de los ojos de sus gabinetes, en lugar de captarla en directo”.
“La comunicación política se rige hoy por la lógica del titular escandaloso. Tiene su explicación, y es que sino dicen nada especialmente impactante los involucrados no salen en los medios, y si no salen en los medios no existen.
“Vivimos tiempos difíciles y la comunicación política está en muchos casos complicando falsamente la realidad, buscando con ello beneficios tácticos, y el resultado global es el desaliento de toda la sociedad.
“Cuando un político insulta a otro porque así es como sucede a diario, sus hooligans de partido están encantados y así se lo transmiten. Recibe el aplauso de los propios, ignorando que la mayoría asistimos perplejos al espectáculo”.
Para ganar la adhesión y complicidad de la ciudadanía, que es lo que realmente importa en toda democracia, Ramón-Cortés termina diciendo lo que se espera de los políticos:
“Queremos que nos respeten, que no nos hagan sentir que ellos son más importantes y que nosotros estamos a su servicio.
“Queremos que se expliquen más y se desacrediten menos. Que debatan serenamente y educadamente. Con firmeza y convicción, pero sin agresividad. Mostrándonos que es posible discrepar sin insultar,
“Queremos que nos digan la verdad con todos sus matices. Que no se escondan ni se queden en el titular grandilocuente. Y que en momentos cruciales como el actual dediquen mucho tiempo y mucha energía a explicarlos las cosas,
Finalmente,“queremos que nos escuchen. Que no tengamos que gritarles la realidad de lo que nos ocurre. Que sintamos que están a nuestro lado, a pesar de que sabemos que no todo lo van a poder solucionar”.
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