MEDIOS Y COMUNICACION
Oralidad y efecto radial
Refiriéndose al lenguaje radial, Diego
Vesciunas afirma que es fugaz, que su existencia es efímera pero que, sin
embargo, la oralidad radial puede presentarnos instantáneamente una oposición,
un combate discursivo y desarrollar argumentaciones sobre distintas temáticas
con el objetivo de convencernos.
Por Diego
Vesciunas *
El surgimiento de la radio (allá por los años ’20) supuso, entre muchas
cosas, el reverdecer cultural de la oralidad al servicio del surgimiento de un
nuevo dispositivo. Como ningún otro antes, la radio revalorizó un componente
fundamental de la cultura popular, siempre desdichado por miembros de la
cultura dominante, quienes promovieron la escritura como valor.
La aparición de la radio
implicó el nacimiento de un nuevo discurso. Su estructuración rescató muchas de
las características que la oralidad manifestaba en las culturas más antiguas:
fugacidad, repetición, memoria, instantaneidad y agonismo.
El lenguaje radial es
fugaz. No es posible detener el sonido de las palabras. Su existencia es
efímera. No poseen huella que permita rastrearlas. Las palabras son en el
momento en que se emiten. Aquellos que hacen uso de ellas en una emisión
radiofónica sólo pueden volver sobre éstas si consideran que no fueron
escuchados o necesitan enfatizarlas. La repetición, por lo tanto, es uno de los
rasgos centrales de la oralidad radial. Es el recurso por excelencia para
potenciar y fortalecer su velocidad. Aun con temor de no haber sido atendida,
al igual que en las culturas primarias, la oralidad se sustenta en la memoria.
Es por ello que muchos de los sujetos contemporáneos de la edad de oro de la
radio son capaces de recordar emisiones, locuciones, comerciales, radioteatros,
intervenciones, transmisiones deportivas, etcétera.
En las culturas
primarias, las palabras adquirían significado en-el-mundo. Ello las tornaba
enormemente poderosas, ya que su utilización demandaba una significación
instantánea. Las palabras y las cosas jamás habían estado tan cerca. Nombrar
era ser. La pronta referenciación resultaba el rasgo central del intercambio
comunicativo. Por lo tanto, cuando alguien habla en una emisión, refiere al
mundo y a nosotros en tanto oyentes. Interpela, distinguiendo, rivalizando,
emparentando y confrontando. La palabra radial, entonces, es agonista. Un
magazine, con un conductor, especialistas y movileros, puede arrojar una variedad
de intercambios: elogios, contrastes, debates, porfías, agarradas,
distensiones, insultos, discrepancias, coincidencias, etc. Todo allí, en el
momento, al aire, sólo sonidos, palabras y silencios. En este sentido,
podríamos citar como un claro ejemplo de agonismo en la oralidad radial a las
entrevistas que Magdalena Ruiz Guiñazú le ha realizado al ex jefe de Gabinete
Aníbal Fernández. En una entrevista del 19/7/2010 se suscitó el siguiente
intercambio:
Magdalena Ruiz Guiñazú:
“Dígame, ¿sigue siendo amigo de Moreno ahora que le quebró un dedo al abogado
Soaje Pinto?”.
Aníbal Fernández: “No,
Soaje Pinto le pegó al titular de la Sigen, que es más bueno que Lassie. Soaje
Pinto es un pendenciero defensor de nazis y de...”.
M. R. G.: “Y su amigo
Moreno es uno que anda con karatekas de custodia...”.
A. F.: “Si, dígame
cuánta gente mató Moreno o a cuánta gente pegó. ¿Sabe qué le decía esta gente
mientras estaban en esa reunión? ¿Sabe qué le decía este Soaje Pinto, este
nazi? Le decía a Reposo: ‘Yo estoy cansado de matar montos y yo me voy a
encargar de matar a los que faltan’”.
M. R. G.: “Bueno, mire,
eso no se transcribe...”.
A. F.: “Está en la
denuncia, quédese tranquila, que está en la denuncia...”.
M. R. G.: “¿Y quién saca
los afiches contra los periodistas? Y sin firma además...”.
A. F.: “¿Y por qué no se
preocupó quien sacó la nota en Clarín, que no la firmaron, imputándome a mí,
por ejemplo, que yo soy uno de los que generan este tipo de cosas? No la
escuché decir nada a usted”.
M. R. G.: “Mire, hágale
juicio al diario...”.
A. F.: “¡Y hágales
juicio a quienes hicieron los afiches!”.
M. R. G.: “¡Hágale
juicio al diario, pero por favor!”.
A diferencia de la
escritura, capaz de describir un enfrentamiento tomando distancia, creando el
clima necesario a través de una introducción, una contextualización que sitúe
al lector, la oralidad radial puede ser situacional, presentarnos
instantáneamente una oposición, un combate discursivo sin preludio: lo que
estamos oyendo es la pelea.
En definitiva, el
lenguaje radiofónico conformó una oralidad secundaria en tanto no es
independiente ni de la escritura ni de las conciencias literarias, soportándose
en el sonido de la palabra. Por otra parte, existe una combatividad que
atraviesa el lenguaje radiofónico, en donde continuamente existen
contrapuestos, oposiciones y enfrentamientos. Sus recursos y sus variantes
pueden percibirse hoy en cualquier programa de radio: argumentaciones que
transitan los tratamientos de temáticas políticas, deportivas, económicas y
hasta meteorológicas con el objetivo de convencernos, siempre.
* Docente de Políticas y Planificación de la Comunicación (UBA).
MEDIOS Y COMUNICACION
La manzana y el calamar
Juan Pablo Ringelheim discurre sobre la
semilla de una nueva religión universal encarnada en la manzana de Apple.
Por Juan
Pablo Ringelheim *
La manzana de Apple contiene la semilla de una religión universal. Quien
mira la manzana con ojos despejados sabe, no tiene dudas, que es luz encarnada.
Alguna inteligencia interestelar se ha posado en el fruto en aquella aparición
colorida y prismática tanto como en su actual versión blanco perfecto. Tal vez
su semilla haya viajado en un meteorito desde orígenes remotos para fecundar,
finalmente, al planeta Tierra. No es necesario elevarse mediante algún tipo de
meditación para iniciarse en su religión: la manzana de Apple es luz y novedad,
pero perdura y se compra: no hace falta más que dinero para sentir en la piel
su resplandor protector.
Al hombre caído le gusta
su casa y sabe hacer su trabajo, pero a veces siente que le falta un refugio
emocional; entonces sueña con dar un golpe al timón e ir a vivir al Delta o a
una playa. El problema del sueño es que el hombre caído siempre termina apático
y aburrido, rodeado de agua y en un barco que deriva. Si pudiera vivir en la
luz de la manzana de Apple no tendría dudas. Si pudiera vivir en la luz de una
Macbook tendría un bello diseño emocional. La novedad ilumina toda la Tierra.
¿Por qué la manzana de
Apple ha llegado a la Tierra con un mordisco? El hombre caído quiere saber. Los
antepasados remotos del hombre caído tenían prohibido por Dios un fruto que
había en un árbol del Jardín. No tuvieron miedo ni temblaron y mordieron la
manzana. Cayeron. Adán y Eva rodaron por el espacio interestelar y la manzana
se hizo luz y también viajó hasta dar con la Tierra y fecundarla. Ahora, al ver
el mordisco que sus antepasados dieron, el hombre caído advierte que la manzana
debe ser buena y que ha durado una eternidad; entonces quiere morder la luz y
sus dientes empiezan a castañetear.
El mundo actual tiene
por dios a la libertad y Estados Unidos ha hecho de la libertad una estatua
monumental. No se trata de un tipo de libertad que dé al hombre caído un
significado permanente o lo lleve a sentirse en el mundo como en casa. El dios
de la libertad no da seguridad: ofrece fugas en un laberinto de espejos, marea
y confunde. De otro modo, la manzana de Apple sí da seguridad y permanencia: ya
no hay nada que elegir ni que entender: Apple es Apple y el iPhone la casa en
movimiento.
En el mundo actual el
hombre caído siente cierto desarraigo. Lo dejan. Las mujeres lo dejan, el
estudio lo deja, los trabajos lo dejan; él creía que los dejaba, pero en el
fondo lo dejan a él. Y en el fondo de la corriente quisiera ser un calamar con
tentáculos y mil ventosas para adherirse a las cosas, a las personas, a los
trabajos y los días, para prenderse a las marcas y entre las marcas encontrar
la roca Apple. La corriente de estos tiempos está un poco oscura y es intensa,
la luz de la manzana blanca puede ser la salvación. ¡Es tan triste todo en el
fondo! ¡Cuánto desearía una conducción! O deambular eternamente por un evento
con marcas adherentes y marcas líderes.
Las ventosas del calamar
son aún más adhesivas que los pulgares de Facebook para prenderse a algo en la
deriva existencial. El hombre caído querría ser un calamar prendido a una
manzana de luz entre la ausencia de referencias. Pero ha oído hablar de
calamares que siguen las luces hasta caer en una red; también escuchó voces
críticas que advierten sobre terminar siendo rabas fritas comidas por
ejecutivos en Puerto Madero. El hombre caído no escucha más críticas porque
tiene fe en la tibieza del teclado de la Macbook, confía en ella con los ojos vendados
y su certeza podría viralizar la red.
La manzana de Apple no
sólo da al hombre luz y seguridad. La manzana también absorbe a gran velocidad
los mejores nutrientes de la humanidad. Flujos de afecto y atención, música y
fotografías, artes visuales y guiones, moda y diseño nutren a las Macbook, a
los iPad y los iPhone; también voces y (¿quién lo negaría?) gritos. El grito.
La manzana de Apple absorbe el caudal de humanidad que fluye por Internet y lo
memoriza en sus fibras y aminoácidos.
Llegará el día en que el
hombre y la mujer prueben nuevamente otro conocimiento prohibido y deban
abandonar la Tierra y vuelvan a viajar por el espacio para caer en un mundo
nuevo. Entonces la manzana también emprenderá un viaje hacia otro punto del
Universo. La inteligencia interestelar que se ha posado en la manzana ahora
estará cargada de humanidad y fecundará otro planeta y una nueva historia
comenzará para otros hermanos de luz.
* Docente UBA y UNQ.
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