MEDIOS
Y COMUNICACION
Lampedusa,
la impunidad de los medios
Dos
casos de tratamiento discriminatorio por parte de los medios de comunicación:
los inmigrantes ilegales y los pobres. Matías Casas reflexiona a partir de los
sucesos de Lampedusa, en Italia, y sostiene que los medios hegemónicos de
comunicación estigmatizaron a los inmigrantes otorgando a su condición una
connotación peyorativa.
Por Matías
Emiliano Casas *
Las migraciones masivas son un fenómeno
internacional que ha incrementado su intensidad en las últimas décadas del
siglo pasado y continúa siendo un tópico recurrente en la agenda política,
social y cultural de numerosos países. Las causas que impulsan la movilidad poblacional
son múltiples. Generalmente, se suele simplificar la cuestión atribuyendo, de
modo unívoco, la salida de los inmigrantes a cuestiones económicas. Lo que para
algunos representa una oportunidad para gran parte de los países acogedores se
lee en clave de amenaza. El enriquecimiento que posibilita el intercambio entre
distintas etnias y el desafío por encontrar elementos de convivencia armoniosa
a menudo se encuentran silenciados, no sólo por los dirigentes políticos, sino
también por los medios hegemónicos de comunicación que estigmatizan a los
inmigrantes y les otorgan una connotación peyorativa.
Una
barcaza que trasladaba ciudadanos de distintos países de Africa rumbo a las
costas italianas sufrió un desperfecto en uno de sus motores luego de dos días
de navegación. Parte de la tripulación improvisó una fogata con el objetivo de
ser avistados por posibles rescatadores. Según los testigos y supervivientes
del trágico desenlace, al menos tres barcos pesqueros que transitaban en la
zona decidieron no verlos. La omisión parece haber definido el destino de los
inmigrantes. La tragedia tuvo como saldo centenares de muertos y desaparecidos.
El
filósofo francés Michel Foucault distingue entre la norma y la ley precisando
que esta última opera cuando existe una infracción. Se convierte en un
mecanismo de legitimación del poder dominante y regula los marcos de
interacción social del resto de los individuos. Es decir “las leyes están
hechas por unos y se imponen a los demás”. En el año 2007, pescadores tunesinos
rescataron a una cuarentena de inmigrantes que habían naufragado en el estrecho
de Sicilia. Poco después, el tribunal de Agrigento los condenó por “colaborar
con la inmigración ilegal”. La normativa jurídica italiana, basada en la ley
Bossi-Fini aprobada por Silvio Berlusconi, castiga a quienes eligen
solidarizarse con los grupos movilizados ante una situación límite. La
alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, justificó la acción de los barcos que
invisibilizaron a los africanos en las aguas mediterráneas. En el periódico La
Repubblica declaró que “los pesqueros no auxiliaron al barco por miedo a ser
procesados por favorecer la inmigración clandestina”. El “asombro” de la prensa
y las afirmaciones de los políticos redirigieron el debate hacia una de las lecturas
posibles, la que articula el accionar de los marineros con la legislación
vigente y desde allí a las políticas migratorias de Italia y de toda Europa.
Sin
embargo, esa perspectiva del debate excluye a un actor que, como en todos los
acontecimientos del mundo moderno, de-sempeña un rol protagónico. Los medios de
comunicación se autoabsolvieron de un juicio crítico sobre su desempeño en la
construcción de la inmigración como problema. El analista español Mario de la
Fuente García evidenció, en varios de sus trabajos, la operación mediática que
tanto en España como en otros países de Europa produce una identificación entre
inmigrantes y delincuencia, ilegalidad, oleada invasora, etc. El filólogo
reconoce dos aspectos en la labor ideológica del discurso periodístico: por un
lado, se construye una representación social de los inmigrantes como un grupo
problemático, pero al mismo tiempo se fabrica una imagen de “sociedad
tolerante” en la que el racismo es una actitud aislada o incidental. Esa
ambigüedad es la que se refleja en los medios –no sólo los italianos– al
abordar la reciente tragedia de Lampedusa y la actitud de los pesqueros.
Los
medios hegemónicos de comunicación adoptan una actitud militante en la difusión
y sedimentación de estereotipos sobre los inmigrantes como “extraños”,
constitutivos de un peligro que amenaza la supuesta estabilidad laboral, la
integridad socio-cultural y la seguridad personal de los ciudadanos de los
países receptores. El sociólogo Zygmunt Bauman plantea una intrínseca tensión
entre la ética y la moral y la conservación de la seguridad personal. Según el
pensador polaco, el reconocimiento de un “blanco que atenta” contra la
integridad del individuo relega cualquier tipo de planteo moral frente a las
acciones que se desarrollan ante su presencia. No hay inquisiciones de corte
ético sobre la omisión de extraños clamando auxilio en los mares, en tanto esos
sujetos fueron y son recurrentemente identificados como agente de peligro por
parte de los medios. La paradoja radica en que son las mismas voces las que se
desgarran cuestionando la actitud de los tripulantes. El desempeño de los
medios de comunicación no participa en el debate. La impunidad que ostentan
posibilita que actúen como jueces que cuestionan y clasifican. Algunos periódicos
argentinos se apresuraron en aclarar que los damnificados eran inmigrantes
ilegales, como si esa condición soslayara la gravedad de la situación. Los
cuestionamientos son siempre hacia afuera, su participación e influencia queda
exenta de cualquier tipo de reflexión.
* Profesor magister en Historia (Untref/Conicet)
MEDIOS
Y COMUNICACION
Delito,
pobreza e invisibilización
Roberto
Samar asegura que para el periodismo no todas las víctimas son iguales y que
los pobres se vuelven visibles a la hora de criminalizarlos.
Por Roberto
Samar *
La discriminación de la pobreza incide en las
coberturas periodísticas de dos maneras: por un lado, se asocia la pobreza con
la criminalidad y, por el otro, se invisibiliza a esos grupos cuando ocupan el
lugar de víctimas.
Kevin
Molina fue asesinado el sábado 7 de septiembre por un balazo, durante el
enfrentamiento entre dos bandas. En medio del dolor, hubo serias denuncias de
los vecinos de que existió una zona liberada por las fuerzas de seguridad. Ahora
bien. ¿Viste a la familia de Kevin hablando en la tele? ¿El caso fue tapa de
los medios hegemónicos? No. Porque Kevin era de Zavaleta, no vivía en Barrio
Norte. Las víctimas pobres son invisibles. La militante trans de la zona de
Constitución Yhajaira Falcón fue acusada de robar 150 pesos a un taxista con
una tijera. En la investigación no apareció la tijera, no hay testigos y no se
supo del taxista. Sin embargo, estuvo varios meses detenida. Esta situación de
abuso, producto de su vulnerabilidad, sólo fue noticia para Página/12 y Tiempo
Argentino.
Las
víctimas no son iguales. La mirada del periodismo, de los medios, de grandes
sectores de la sociedad y del Estado se sensibiliza cuando afecta a ciertos
sectores sociales e ignora a otros.
Pero
los pobres se vuelven visibles a la hora de criminalizarlos. En ese sentido, el
libro de Buenas Prácticas en la Comunicación Pública, del Inadi, sostiene que
“el caso prototípico de la estigmatización de la pobreza es el que la asocia a
la delincuencia. El prejuicio más común, utilizado de manera recurrente por los
medios de comunicación, es que las personas en situación de pobreza salen a
robar desde asentamientos, villas o barrios populares y que esto se vincula
directamente con los crímenes y homicidios ligados a la idea de “inseguridad”.”
Para
tomar dimensión del problema, según una encuesta sobre percepción de prácticas
discriminatorias del Inadi del año 2008, la principal causa de discriminación
en Argentina es la pobreza.
Como
decíamos anteriormente, este imaginario social criminalizador atraviesa los
distintos sectores sociales, así como también los poderes del Estado. En ese
sentido, el joven pobre que responde al estereotipo del “delincuente” tiene más
posibilidades de ser denunciado por vecinos, de ser para la policía el primer
sospechoso de un delito y de recibir del Poder Judicial una prisión preventiva
hasta que finalice el proceso.
Por
el contrario, si la seguridad es un servicio público, el Estado debe
garantizarla para todas y todos, pero sobre todo para los sectores más
vulnerables, ya que cuentan con menos herramientas para ejercer sus derechos.
Es decir, si queremos construir una sociedad más segura e inclusiva, debemos
desarrollar discursos e imaginarios sociales que desasocien la pobreza de la
criminalidad. Paralelamente, en materia de seguridad se deben desarrollar
políticas activas que pongan el eje no sólo en los grupos hegemónicos de la
sociedad, sino sobre todo en los sectores históricamente vulnerados. Una
política que haga visible a Kevin y a Yhajaira.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente
de Comunicación y Seguridad Ciudadana en la Universidad Nacional de Río Negro.
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